LA TORMENTA DANIEL EN LIBIA Y LOS INCENDIOS EN CANADÁ

Imágenes de la NASA

El domingo 10 de septiembre, la tormenta Daniel -un ciclón tipo tropical en el mar Mediterráneo jamás registrado- golpeó la ciudad libia de Derna, de 160 mil habitantes, en el este del país. El ciclón había comenzado a formarse el 4 de septiembre, golpeando el sudeste de Europa y entró a Libia cuando había alcanzado características de ciclón cuasi tropical. La precipitación descomunal -en 24 horas cayeron 414 mm, cuando en esta región sólo caen 1.5 mm en todo el mes de septiembre- hizo estallar dos represas de Derna, originando torrentes de agua que corrieron por el cauce de un río seco arrasando el 25% de la ciudad y llevándose la vida de unas 30.000 mil personas (más de 11 mil muertos y 20 mil desaparecidos).

Los medios mayoritarios se lanzaron a criticar a los libios argumentando que la magnitud de la tragedia se debía a la ausencia de infraestructuras resistentes a fenómenos extremos; a la falta de previsión; a la negligencia y corrupción de los funcionarios públicos; al caos y la violencia en que vive el país desde hace más de una década. Argumentos todos ellos, muy cuestionables por cierto, más aún cuando omiten decir que ese caos es el que dejó la «intervención humanitaria» lanzada el 19 de marzo de 2011 por la OTAN, en la cual Francia abrió el bombardeo con 20 aviones de combate. Le siguieron EEUU y el Reino Unido, cuyos aviones atacaron la capital Trípoli y Misurata, la tercera ciudad del país, y sus barcos de guerra y submarinos lanzaron más de 100 misiles Tomahawk. Se calcula que unos 250.000 libios -en un país de menos de 7 millones de habitantes- han muerto en la guerra y el caos posterior.

Pero si se trata de buscar responsables, es probable que estén a muchos miles de kilómetros, más concretamente en Canadá y en la política que aplicó en la gestión de los incendios forestales que empezaron en la primavera de 2023, según plantea un ingeniero ruso.

El ingeniero ruso Alexander Nikolaevich Ufaev, especialista en Geodesia, en una nota publicada en RUSKLINE RU el 20 de septiembre, escribió que la respuesta a la pregunta de qué causó la catástrofe en Derna «está en la teoría de Edward Norton Lorenz quien introdujo el término ‘efecto mariposa’, que explica que el movimiento de las alas de una mariposa en Iowa (EEUU) puede conducir a una tormenta en Indonesia. El movimiento de las alas de una mariposa no sólo es hermoso, sino que son fluctuaciones en el aire en un sistema cerrado. Cualquier fluctuación de aire en un sistema cerrado y autorregulado conduce a la reconfiguración de todo el sistema».

Edward Norton Lorenz (1917-2008) fue un matemático y meteorólogo estadounidense. El «efecto mariposa» ejemplifica un sistema en el cual se produce una pequeña perturbación inicial, que mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande a corto o medio plazo. Si se parte de dos mundos o situaciones globales casi idénticos, pero en uno de ellos hay una mariposa aleteando y en el otro no, a largo plazo, el mundo con la mariposa y el mundo sin la mariposa acabarán siendo muy diferentes. En uno de ellos puede producirse a gran distancia un tornado y en el otro no suceder nada en absoluto.

Alexander Ufaev, señala que si bien no hay información disponible sobre cuanta energía arrojaron a la atmósfera los incendios canadienses, sí se sabe que debido al humo de los incendios forestales en Canadá, los paneles solares no absorbían la luz solar, y  como resultado la producción de energía solar en el noreste de los Estados Unidos disminuyó en más del 50%. La energía solar no alcanzó la superficie de la tierra y calentó la atmósfera, lo que condujo a la aparición de ciclones «no planificados».

El ingeniero ruso señala que por lo general, las autoridades provinciales canadienses son quienes deciden el dilema de ‘extinguir o no extinguir «. El gobierno federal, por regla general, interviene sólo en incendios en el territorio de los parques nacionales. Un arsenal completo de programas de computadora y sistemas de información ayudan a tomar una decisión. Utilizan información sobre incendios pasados, el pronóstico meteorológico e imágenes satelitales para predecir cuán grande será el área de fuego y el daño y cuan lejos está la lluvia o las nevadas más cercanas, que lidiarán con el fuego de forma gratuita.

Ufaev dice que lo ocurrido en el verano de 2023 en Libia mostró que ahora la ONU es quien debería tomar las decisiones sobre la necesidad de extinguir los incendios forestales, y no las autoridades de las provincias canadienses. «A Canadá o EEUU no les importa Libia, pero la ONU debería adoptar una resolución para obligar a extinguir todos los incendios forestales en los próximos 80 años«, escribe el ingeniero ruso.

Pero es poco probable que la ONU tome medidas en este sentido porque la Organización Meteorológica Mundial dependiente de la institución, también hizo su contribución a cargarle la responsabilidad a los libios diciendo que «la falta de pronósticos meteorológicos y de difusión y acción sobre las alertas tempranas contribuyó en gran medida al tamaño del desastre». Según el jefe de este organismo de la ONU, debido al conflicto interno que desde hace años vive el país, (olvidó precisar: desde 2011 cuando la OTAN envió al país a la era pre-indistrial), la red de observación meteorológica «ha sido muy destruida».

El 27 de junio pasado el humo de los grandes incendios de Canadá llegó a Andalucía, donde la ciudad de Huelva amaneció con el cielo cubierto por una nube densa de partículas de hollín. El meteorólogo de la zona Pablo Soto explicó: «esto es posible gracias a la circulación atmosférica, en medio del Atlántico tenemos un ventilador y todo el humo provocado por los incendios de Norteamérica se trasladan por corrientes en chorros en altura, que han llegado a Europa y a España por la costa de Portugal en el oeste, el centro y el norte». Las partículas viajaron a 7 mil kilómetros de distancia.

Los incendios en Canadá comenzaron en el mes de mayo y fueron especialmente virulentos. En 25 días se quemó más superficie de la que se quema en 20 años, pasando de los 2,5 millones de hectáreas de bosques que suelen arder anualmente en el país a los 7,8 millones de hectáreas en la mitad de 2023. A finales de julio los medios informaban que había un total de 1.090 incendios forestales activos, con más de 670 considerados fuera de control.

Los satélites de observación de la Tierra del sistema Copernicus de la UE, detectaron que las emisiones de carbono liberadas en la atmósfera por los incendios ya excedían el récord anual de Canadá. Desde inicios de mayo los incendios han generado cerca de 600 millones de toneladas de CO2, equivalente al 88% del total de emisiones de efecto invernadero del país de todas sus fuentes energéticas en 2021.

Además, se liberan a la atmósfera grandes cantidades del carbono que está almacenado en los árboles y suelos. Por ejemplo, se calculó que la emisión de gases de efecto invernadero de los incendios forestales de California en 2020, anularon los resultados conseguidos en 16 años de reducción de emisiones.

Por otra parte, los incendios forestales alteran los sistemas climáticos aún mucho tiempo después de que se extingan sus llamas. Según un estudio de 2019, la temperatura media de la superficie sigue calentándose al menos durante cinco años después de la extinción del incendio.