EL G7 Y SUS CANTOS DE SIRENA AL SUR GLOBAL
Récord de invitados del Sur Global a la cumbre de Hiroshima

La última cumbre del G7 que acaba de finalizar en Hiroshima ha contado con la mayor cantidad en la historia del grupo, de mandatarios invitados del Sur Global -Brasil, India, Vietnam, Indonesia, las Comores y las Islas Cook- y socios con los que quieren reforzar el bloque, como Australia y Corea del Sur. También fue invitado el omnipresente FMI.
Meses antes de la cita en Japón, el primer ministro del país nipón y su ministro de Exteriores recorrieron parte de Latinoamérica (Trinidad y Tobago; Barbados; Perú; Chile y Paraguay, del 27 de abril al 7 de mayo); Asia (Corea del Sur; India; Filipinas) y África (Egipto, Ghana, Kenia y Mozambique, a principios de mayo). El objetivo: reclutar efectivos para el frente antirruso y antichino, con la promesa (nada creíble) de «mostrar que el G7 aporta también soluciones para los desafíos que les afectan», y puede cooperar en los temas de energía, seguridad alimentaria, la crisis climática, la salud y los problemas de desarrollo.
En una nota titulada «No pongan sus esperanzas en el G7», publicada en China Daily, el analista geopolítico Azhar Azam, recuerda que este bloque -que representa sólo al 14% de la población mundial- «de mayoría blanca, de Estados ricos, que persiguen sus propios intereses y el dominio del resto del mundo», nació como repuesta occidental a la crisis del petróleo de 1973 provocada por la rebelión de Oriente Medio. El G7, señala Azam, surgió «para tomar el control del mercado energético mundial y como contraofensiva contra los países del sur que buscaban la liberación».
No pongan sus esperanzas en la cumbre del G7
AZHAR AZAM / CHINA DAILY
Azhar Azam es analista geopolítico. Colabora en China Global Television Network, New Straits Times, News24 and The Express Tribune.
El G7 (Grupo de los Siete: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido; EEUU, y la UE como «Estado no miembro»), una asociación de los países más industrializados del mundo, afirma compartir los valores fundamentales de la libertad, la democracia y los derechos humanos, así como responder conjuntamente a los desafíos globales. Sin embargo, cuando se analiza al grupo a través de una lente crítica, verán que, de hecho, es un grupo selectivo de mayoría blanca, de Estados ricos que persigue sus propios intereses y el dominio del resto del mundo.
El G7 tiene sus raíces en la Guerra Árabe-Israelí de 1973 cuando los países de Medio Oriente abofetearon a EEUU con un embargo petrolero en respuesta a los 2.2 mil millones de dólares de asistencia militar a Israel que envió el presidente de Estados Unidos. Dos años más tarde, el G7 -entonces grupo de seis- surgió en la escena mundial como una especie de golpe de Estado para tomar el control del mercado energético mundial y contraofensiva contra los países del sur que buscaban la liberación de una economía global dominada por Occidente y exigían una participación más justa en la renta mundial.
Ni una sola vez el G7 ha poseído una visión común para hacer frente a los desafíos globales y, a lo largo de los años, se ha convertido en un instrumento para avanzar en los intereses nacionales y las políticas proteccionistas. Como resultado de las características teatrales de la comedia del grupo y el diálogo improvisado, ha sido descrito como un renacimiento de la «comedia dell’arte».
La cumbre «G7 Plus One» de 2018, terminó en desorden cuando el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, llegó a Charlevoix (Canadá) para enderezar los acuerdos comerciales injustos con sus aliados y se marchó sin respaldar el comunicado final sobre las diferencias en los aranceles, el cambio climático, la retirada unilateral de Estados Unidos del Acuerdo nuclear entre Irán y varios Estados, y la readmisión de Rusia al G7.[N. de la E.: entre 1997 y 2014, Rusia formó parte del grupo, aunque nunca fue miembro de pleno derecho, porque entonces no pertenecía a la Organización Mundial de Comercio, vetados por EEUU]. Los miembros acordaron una declaración conjunta que incluía el proteccionismo comercial y la reducción de las barreras comerciales. Las divisiones en la alianza eran visibles. Los observadores en Europa argumentaron que el grupo carecía de relevancia sin China y otros poderes emergentes y vieron «una mera reivindicación» de la visión de larga data, de que el G7 no tenía razón de existir, señalando la necesidad de reemplazarlo por un grupo más significativo de veinte (G20).
Después de la cumbre de Biarritz, al año siguiente, el evento nuevamente fue un momento en que Estados Unidos había perdido «definitivamente» su papel como líder de las naciones industrializadas y estaba socavando la economía global, el multilateralismo, la campaña contra la crisis del clima y otros desafíos globales. La «inercia» y la «desunión» redescubrieron que el grupo estaba profundamente fragmentado y carecía de la capacidad de ofrecer una solución a problemas internacionales cruciales.
Tras la cancelación de la cumbre 2020 del G7 debido a la pandemia, programada en Camp David, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en Cornwall (Reino Unido) en 2021, hizo un esfuerzo por unir a los miembros del G7, para dividir el mundo por razones ideológicas, políticas y económicas. En un momento de furiosa crisis por la pandemia de Covid-19, el comunicado conjunto buscaba imponer su «agenda compartida y valores democráticos» al resto del mundo y prometió «desarrollar una nueva asociación para reconstruir mejor el mundo» y rivalizar con la Iniciativa de la Ruta de la Seda (BRI).
En medio de la pandemia esta postura escondió connotaciones de la Guerra Fría y puso en riesgo la lucha global contra el virus y los esfuerzos para proteger a las naciones que acumulaban las consecuencias económicas de la crisis de Covid-19, ya que los líderes nuevamente no estaban de acuerdo sobre varios temas, incluida la producción de energía eléctrica; reducir el calentamiento global y comprometer miles de millones a contrarrestar las iniciativas de desarrollo global, inversión y préstamo de China.
Antes de esa cumbre, el G7 veía una oportunidad de «mostrar» y «avanzar» en sus valores democráticos ante el mundo. Con eso en mente, el club de los más ricos del mundo anunció mil millones de vacunas que se entregarían a los países más pobres a fines de 2022, sólo después de haber almacenado suficientes inyecciones para inocular a cada uno de sus ciudadanos tres veces, mientras que en más de 130 países los ciudadanos no habían recibido ni una sola dosis. [N. de la E.: España almacenó tantas vacunas que entre el 27 de diciembre de 2020 y el 14 de noviembre de 2022, caducaron 14 millones de vacunas (la mayoría de Pfizer, el proveedor estrella en Europa) que debieron ser destruidas. Eso es casi el 7% del total de dosis que llegaron, según datos de la Agencia Española de Medicamentos. No ocurrió sólo en España, sino en toda la UE. Pero las vacunas seguirían llegando en exceso -y deben ser abonadas- por los contratos de suministro que firmó Bruselas con los laboratorios, en 2021, para adquirir millones de dosis suplementarias hasta 2023. Como los almacenes estaban llenos de dosis, las vacunas estaban destinadas a la destrucción desde su llegada porque superaban las necesidades. Así se dilapida alegremente el dinero de los ciudadanos europeos].
Joe Biden declaró que la reunión era «extraordinariamente colaborativa y productiva» y Estados Unidos había restablecido parte de su «credibilidad» entre los aliados. El «inadecuado» objetivo ante la crisis del clima y la vacunación, instaron a los observadores y al ex primer ministro británico Gordon Brown a etiquetar la reunión como un «ejercicio inútil», «cumbre de selfies» y un «fracaso moral enorme».
Con la paz europea en ruinas una vez que la pandemia rompió la economía continental, el presidente de los Estados Unidos fue a Elmau (Alemania) a la cumbre 2022 del G7 para aprovechar la guerra de Ucrania e intensificar la Guerra Fría con Beijing. Antes de la cumbre, la Casa Blanca afirmó que la crisis en Europa había reafirmado al «mundo democrático» contra Rusia y China, prometiendo que las supuestas prácticas económicas injustas de los chinos serían «presentadas prominentemente» en las discusiones. El asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, también prometió proporcionar una «alternativa» al BRI.
Aquí nuevamente, Biden buscó explotar la crisis de paz en las costas europeas y se centró en elevar la dependencia de Europa de Estados Unidos. La iniciativa Reconstruir un Mundo Mejor, fue renombrada como Asociación para Infraestructura e Inversión Global, que se comprometió a movilizar 600 mil millones de dólares para 2027 e intentó recuperar la influencia en el mundo en desarrollo.
El comunicado conjunta señaló a China como acusada de distorsionar la economía global, buscó que Beijing contribuyera a la seguridad internacional, e instó a los países que no pertenecen al Club de París [formado por Australia; Austria; Bélgica; Canadá; Dinamarca; Finlandia; Francia; Alemania; Irlanda; Israel; Japón; Países Bajos; Noruega; Rusia; Corea del Sur; España; Suecia; Suiza, Reino Unido y EEUU] y a inversores privados, que ayudaran a los países de bajos ingresos, que enfrentan desafíos en el pago de la deuda. El grupo se jactó de entregar 1.175 mil millones de dosis de vacunas al mundo, pero puso la responsabilidad de la reestructuración de la deuda en el G20, un reconocimiento de la «eminencia» del G7 en los asuntos mundiales.
No hace falta decir que la mayoría de los miembros del G7 como parte de la OTAN liderada por Estados Unidos, han violado la Carta de la ONU y son responsables de llevar el caos al mundo en desarrollo a través de su participación en las guerras de Estados Unidos. El quid del asunto es que propagan sus valores a los países en desarrollo para obtener puntos políticos, pero nunca han tomado realmente medidas concretas para ayudarlos a fortalecer su seguridad y contrarrestar los desafíos de salud y deuda, obstruyendo su desarrollo.
Un análisis antes de la cumbre del G7 del año pasado desmanteló la afirmación del grupo sobre la entrega de vacunas al mundo en desarrollo, poniendo la culpa de 600.000 muertes (una por minuto) en los países de bajos y medianos ingresos en los «peores delincuentes» (Canadá y Reino Unido ) así como en Estados Unidos y el «equipo de Europa», cada uno de los cuales había «traicionado» a los países pobres al acaparar las vacunas, no cumplir con sus compromisos y enviar sus sobras.
El informe de Oxfam International en la víspera de la reciente cumbre del G7 en Hiroshima dijo que los países ricos deben a los países de bajos y medianos ingresos 13.3 billones de dólares en ayudas y financiación para la acción climática que no se han entregado. En lugar de elaborar un plan para extender la asistencia financiera a sus antiguas colonias, están presionando al Sur Global para que pague los 232 millones de dólares diarios de la deuda hasta 2028.
Esto expone los «dobles raseros mortales» del grupo ante los desafíos de la deuda y el clima, así como desacredita su compromiso de sacar a los países pobres -que luchan por invertir en atención médica, educación, igualdad de género, protección social y combatir el cambio- del borde del abismo. La Cumbre del G7 de este año prestaría una atención similar a los desafíos globales como el cambio climático, la salud y el desarrollo, sin embargo, se dará un enfoque real a la resistencia económica del propio grupo, a Ucrania y la región Indo-Pacífico, y la crisis de la deuda en los países en desarrollo no está en ninguna parte de la agenda.
A Estados Unidos, que tiene una historia de coacción contra otras economías como por ejemplo, Irán, Siria y la Unión Europea, le gustaría reformar el G7 en una versión económica de la OTAN para contrarrestar lo que llama «coerción económica» de Beijing, pero no todos los países están bien alineados para marginar a su poderoso socio comercial: China. La coalición exclusiva más rica está más plagada de diferencias internas que nunca. Por ejemplo, la excesiva dependencia de Europa de EEUU, en energía y seguridad, se ha quedado sin una visión común a medida que cada uno de sus Estados miembros persigue sus propios intereses. No hay nada para los países en desarrollo, excepto demasiado hablar sobre ayudarlos, sin fortalecer realmente sus esfuerzos para enfrentar los abrumadores desafíos de deuda, economía y crisis climática.
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