MACRON EN CHINA: El presidente francés se llevó a Von der Leyen a la reunión bilateral, escenificando la sumisión de Francia y Europa a EEUU
Del 5 al 8 de abril, el presidente francés está de viaje oficial en China. Este tercer viaje presidencial de Emmanuel Macron a Beijing tiene una característica peculiar: se ha llevado a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. El hecho ha indignado a los franceses, especialmente a quienes son capaces de ver cómo el país pierde a pasos acelerados el papel que desde De Gaulle, Francia ha intentado representar en el panorama internacional: ser una voz propia entre bloques antagónicos.
Pero tampoco es la primera vez que Macron se acompaña de colegas europeos en las reuniones bilaterales con China. En mayo de 2019, el presidente Xi Jinping viajó a París, y el presidente francés, incluyó en la reunión en el Palacio del Elíseo a la entonces cancillera alemana Merkel y a Jean-Claude Juncker, que en ese momento presidía la Comisión Europea. En el viaje a China de noviembre de 2019, Emmanuel Macron incluyó en la delegación francesa, a la ministra de Educación alemana Anja Karliczek (CDU) y al Comisionado de Agricultura de la UE, Phil Hogan.
Por otra parte no parece una idea muy inteligente llevar a la presidenta de la Comisión Europea, dado que Ursula von der Leyen es conocida por ser una furibunda atlantista, enrolada en todas las causas estadounidenses, inclusive «la contención» a China. Pocos días antes del viaje, Von der Leyen pronunció un discurso con duras palabras hacia el presidente chino Xi Jinping por su amistad con Rusia.
La presencia de Von der Leyen junto a Macron en China fue aplaudida calurosamente por los medios anglosajones que la convirtieron en protagonista del viaje. The Guardian destacó que «Ursula von der Leyen advierte a China que no envíe armas a Rusia». Los analistas consultados por BBC digital dijeron claramente que la presencia de la presidenta de la Comisión Europea, «proporciona la seguridad de que mantendrían la línea ….para los estadounidenses que estarán observando de cerca».
Politico celebró que «el pacto de inversión y comercio histórico sellado por la UE y China en los últimos años está efectivamente muerto. Ursula von der Leyen, quien está en Beijing para reunirse con el líder chino Xi Jinping, le dio una señal aún más fuerte de que el Acuerdo Integral de Inversión (CAI) está muerto». El CAI fue acordado entre la UE y China en diciembre de 2020 y desató las críticas de Biden, recién llegado al gobierno. En 2021 fue suspendido.
Von der Leyen, no estaba en Beijing «para reunirse» con el presidente Xi, sino que fue colada por Macron como miembro de su delegación. No estaba oficialmente invitada en calidad de nada.
En la conferencia de prensa en suelo chino, Von der Leyen dijo cosas tales como «en las reuniones de hoy, destaqué …. nuestra vigilancia por las acciones de China en Ucrania«. Si en lugar de China -que parece hacer honor a la tradicional paciencia oriental- esto hubiera ocurrido en otro país, -con un funcionario extranjero, que ni siquiera ha sido invitado oficialmente sino que ha sido colado por otro invitado, comportándose con tal soberbia y falta de respeto- Von der Leyen ya hubiera sido expulsada y declarada «persona non grata».
En una nota con el título Macron en China o la destrucción de cualquier ambición nacional francesa en la política internacional publicada en el medio francés Marianne, Pierre Lellouche, un veterano político francés, escribió que el hecho de que Macron invitara a la presidenta de la Comisión Europea, «a una visita bilateral de gran importancia con el primer poder del planeta» procede de su convicción de «activista de la globalización feliz -en la cual destacó como banquero» o porque ha cambiado la aspiración nacional de Francia por «una soberanía europea imaginaria». Lellouche, destaca que «ni la Comisión Europea ni su presidenta, designada por los Estados, tienen la más mínima legitimidad para llevar a cabo la diplomacia, y aún menos la guerra, ya sean los esfuerzos mediáticos y la burocracia desplegada en este sentido por la incansable Ursula von der Leyen, en el conflicto ucraniano».
Macron en China o la destrucción de cualquier ambición nacional francesa en la política internacional

PIERRE LELLOUCHE / MARIANNE
Al igual que Tintín en «El Loto Azul” [el quinto álbum de la serie Las aventuras de Tintín, creada por el belga Hergé, que transcurren en China], Emmanuel Macron se vio obligado a llevar a Beijing a su capitán Haddock, para él, la inefable Ursula von Le Leyen, presidenta de la Comisión Europea.
El jefe de Estado francés comenzó su viaje a China el miércoles 5 de abril. Pero no solo, sino en compañía de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. ¿Deberíamos ver en este dúo el fin de la singularidad gaullista en términos de política exterior o la realización de la «soberanía europea»?
Al igual que Tintín en «El loto azul«, Emmanuel Macron pensó que tenía que llevarse a Beijing a su capitán Haddock, para él, la inefable Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. No sabemos si Milú [el perro de Tintín], me refiero a Josep Borrell, el «Ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea» también estaría dentro del equipaje presidencial para esta expedición sin precedentes. Pero el evento, porque ciertamente lo es, merece que nos detengamos allí.
Hasta ahora, de hecho, se creía ingenuamente que Francia, una potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aún podían llevar a cabo soberanamente su política exterior como cierto general De Gaulle, que el 27 de enero de 1964 reconoció a la República Popular de China, presidida en ese momento por Mao Tsé-Tung, con estas palabras: «En verdad, está claro que Francia debe poder escuchar a China directamente y también ser escuchada».
El caso causó un gran revuelo en la época. Los dos países habían accedido al arma atómica aproximadamente al mismo tiempo, a principios de la década de 1960, uno para emanciparse de la tutela anglosajona, el otro para marcar su independencia de la URSS.
Pero ya no existe en el lado francés, en ningún caso, la ambición de ser una voz «singular», y menos aún de que Francia tenga un «rango» en los principales asuntos del mundo. Macron, tanto por militante europeísta convencido, como por activista de la globalización feliz -donde anteriormente se destacó como banquero- hace mucho tiempo que ha cambiado la ambición nacional por una «soberanía europea» imaginaria. La invitación a la Comisión Europea y su presidenta a una visita bilateral de gran importancia con el primer poder del planeta procede de esta convicción.
Ello señala un paso clave en la destrucción de cualquier ambición nacional en el orden internacional.
Especialmente porque habíamos entendido que ni la Comisión Europea ni su presidenta, designada por los Estados, tenían la más mínima legitimidad para llevar a cabo la diplomacia, [en lugar de los representantes de los Estados elegidos democráticamente], y aún menos la guerra, ya sean los esfuerzos mediáticos o burocráticos desplegados en este sentido por la incansable Ursula von der Leyen, en el conflicto ucraniano.
También habíamos visto que dicha Comisión Europea no destacó recientemente por sus buenos modales con respecto a Francia, sino al contrario, al derrotar los intentos franceses de estimar la fijación del precio de la electricidad o sobre el financiamiento de la energía nuclear en la Taxonomía Verde de la Unión Europea [la clasificación que establece qué inversiones y actividades económicas se consideran medioambientalmente sostenibles en el contexto del Pacto Verde Europeo]. Parece que, contrariamente a su reputación, el presidente francés, en última instancia, no está resentido por eso … pero más allá de los caprichos de Júpiter, este curioso tándem en Beijing es también el revelador de una degradación aún más grave de nuestro país.
El hombre enfermo de Europa
Francia, de hecho, se ha convertido en el hombre enfermo de Europa, con sus protestas masivas contra de la reforma de las pensiones; sus 3 billones de euros de deuda (el 112 % del PIB); su déficit comercial registrado de 164 mil millones de euros (en 2022), incluida una cuarta parte con la China (39.6 mil millones de euros en 2021); sus millones de pobres y desempleados, o aquellos que sobreviven con la RSA [N. de la E.: la RSA -Renta de Solidaridad Activa- es una renta de supervivencia, cuyo importe es el 50% del salario mínimo interprofesional por adulto (el 30% para los menores). A finales de 1987, la recibían menos de 13.000 las personas. A finales de 2018, 1,9 millones de hogares recibían la RSA, lo que cubría a 3,8 millones de personas, y después de la pandemia estas cifras deben ser mucho mayores], o con la ayuda alimentaria; su inmigración descontrolada (320.000 primeras entradas y 150.000 solicitantes de asilo en 2022); su desindustrialización, en beneficio de China en particular; la fallas en sus centrales nucleares y en sus hospitales . Esta Francia, obviamente, ya no se siente lo suficientemente fuerte como para hablar sola de igual a igual con China. Ella está buscando apoyo.
Nos preguntamos hasta qué punto Emmanuel Macron impulsará el retroceso internacional de Francia
En noviembre de 2022, Emmanuel Macron ya había intentado, en vano, auto-invitarse al viaje oficial del canciller Olaf Scholz a Beijing, con el argumento de que Europa es «más fuerte cuando habla unida» en China.
El problema es que Alemania no comparte. Alemania es omnipresente en China con 5.200 de sus empresas presentes, comenzando por el conglomerado BASF que él solo ha invertido 10 mil millones de euros en este país; con la mitad de las ventas de Volkswagen, sin mencionar la compra del 30 % del puerto de Hamburgo por la empresa china Cosco (China Ocean Shipping Company, el mayor grupo naviero del mundo).
Olaf Scholz, lo entiende, no necesita acompañantes y prefiere hablar solo con Xi Jinping. Privado de la compañía del canciller alemán, el presidente francés, por lo tanto, retrocedió hasta la presidenta de la Comisión Europea en un intento de pesar un poco más en la pantalla del radar chino.
Es triste reconocer la insignificancia creciente de Francia, que va desde su expulsión del Indo-Pacífico por parte de nuestros aliados estadounidenses en septiembre de 2021, con la bonificación adicional de la humillación sufrida en el caso de los submarinos australianos. Seguida en 2022 de la expulsión de África, esta vez a favor de los rusos de la Wagner. Tantos reveses, se agravan aun más con el fracaso de los torpes intentos franceses en el conflicto ucraniano, donde, después de haber llamado a Vladimir Putin, Emmanuel Macron, se resuelve a subirse al carro europeo y atlantista, abandonando todo deseo de tener peso en el curso de la guerra. La ambición de una voz francesa «singular» ahora ha desaparecido definitivamente, en medio del cruel sarcasmo de los polacos, bálticos y los ucranianos, que incluso inventaron el verbo «macronear», que significa «hablar para no decir nada».
No es a De Gaulle a quien quieren
Por lo tanto, nos preguntamos hasta qué punto Emmanuel Macron impulsará la disminución internacional de Francia. Él, que se ha propuesto el objetivo de destruir nuestro aparato diplomático, no trajo la menor consecuencia seria de la guerra en Ucrania al formato y financiamiento de nuestros ejércitos, a pesar de los atronadores anuncios de una nueva ley de programación militar, permanecerán confinado al existente -o aproximado- 1.9 % del PIB. Lejos, muy lejos, del rearme de Polonia, los Bálticos, Alemania y, por supuesto, de los Estados Unidos.
En la búsqueda de un rol, y sin haber tenido éxito en imponer a Francia como mediador en el conflicto ucraniano, Emmanuel Macron se esforzará por convencer a China para que ella se convierta el pacificador del continente europeo. Eso suena bien. Esto es exactamente lo que Xi Jinping pretende hacer después de haberse impuesto como el espectacular gestor en el Medio Oriente de proyectos de reconciliación, como entre Arabia Saudita e Irán, y después de haber proclamado en Moscú su amistad con Rusia contra Occidente y Estados Unidos. Sin duda, será el único en condiciones de resolver el conflicto en Ucrania.
Por lo tanto, esto infligiría una bofetada histórica a los Estados Unidos y la OTAN, que aún desestiman cualquier solución diplomática con un presidente ruso al que llaman «asesino», y ahora acusado, por su insistencia, por el Tribunal Penal Internacional.
Mientras tanto, como beneficio adicional, Xi Jinping habrá logrado enviar al rincón a los estadounidenses que quieran enfrentar el poder de China, y los europeos buscarán acomodarse lo mejor que puedan. En 1964, De Gaulle tenía razón al tratar de buscar una grieta en el duopolio estadounidense-soviético acercándose a China. Sesenta años después, no es seguro que el papel más sabio y relevante para Francia, sea hacer de escalón para China en su búsqueda de hegemonía en el mundo del mañana. Pero no es a De Gaulle a quien quieren.
Pierre Lellouche, es abogado, miembro honorario del Parlamento de Francia. Es experto en relaciones internacionales, (de 1979 hasta 1988, trabajó en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales); ha sido Secretario de Estado de Asuntos Europeos (2009); Secretario de Estado de Comercio Exterior (2010-2012) y diputado por París (2012-2017). Algunas de sus publicaciones son: «La pareja franco-alemana y la defensa de Europa» (1986); «El nuevo mundo, del acuerdo de Yalta al desorden de las naciones (1992); «El aliado indócil: Francia y la OTAN, desde la Guerra Fría hasta Afganistán» (2009); «Una guerra sin fin», (2017).
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