Tendencias militares y políticas de 2020 que darán forma a 2021
Fuente THE SAKER
A finales de 2019 y principios de 2020 había pocas razones para proyecciones optimistas para el futuro cercano. Sin embargo, casi nadie podía anticipar la cantidad de crisis y acontecimientos graves que se han producido durante este año, que han afectado a todas las regiones del mundo.
2020 fue un año lleno de sorpresas. Marcó el advenimiento de una nueva realidad que, con la misma probabilidad, puede llevar a la humanidad a una nueva era oscura o a una distopía global. En este contexto, hay poco espacio para un escenario positivo de desarrollo sostenible que beneficie a las personas en general, en contraposición a solo un grupo de individuos selectos y grupos de intereses especiales. El peso de los cambios en 2020 es comparable a lo que sintieron los ciudadanos europeos en vísperas de otro cambio en la formación socioeconómica a principios de los siglos XVII y XX.
2020 empezó y terminó con agresiones a Irán
El año pasado comenzó con el asesinato del general iraní Qasem Soleimani por parte de Estados Unidos, y terminó con el asesinato del científico iraní Mohsen Fakhrizadeh. A principios de enero, Irán, en estado de alerta ante una posible nueva agresión de Occidente, derribó accidentalmente un avión civil ucraniano. El asesinato de Qasem Soleimani originó un aumento de los ataques en Irak al personal estadounidense, y la infraestructura militar y civil. El Ejército de EEUU se vio obligado a reagrupar sus fuerzas, abandonando efectivamente varias de sus instalaciones militares y concentrándose en bases clave. Al mismo tiempo, Washington rechazó rotundamente las demandas de Bagdad de una retirada completa de las tropas estadounidenses y prometió responder con sanciones en toda regla si Irak continuaba planteando este problema. Afganistán se mantiene estable en su inestabilidad.
En octubre Turquía entró en la guerra civil de Libia, abriendo una nueva fase de escalada en la región, a la cual Egipto respondió interviniendo a su vez. En Yemen, los hutíes expulsaron a los saudíes de muchas regiones del país.
El enfrentamiento entre China e India estalló este año, lo que originó escaramuzas fronterizas esporádicas. Esta situación parece estar lejos de terminar, ya que ambos países han reforzado su postura militar a lo largo de la disputada frontera.
Las acciones agresivas de la administración Trump contra China profundizan las crisis globales, lo que se ha vuelto obvio no sólo para los especialistas sino también para el público en general. La relación entre Occidente y la Federación de Rusia reafirmó el estado de la Guerra Fría, que parece haber resucitado una vez más.
La turbulencia del primer trimestre de 2020 se vio ensombrecida por un nuevo proceso global: la crisis del coronavirus cuyo marco integra diversos fenómenos de la propia pandemia y la posterior exacerbación de la crisis económica mundial.
Las diferencias sociales sustanciales que se han acumulado en la sociedad capitalista moderna, originaron a una serie de protestas incesantes en todo el mundo. El año 2020 estuvo acompañado de enfrentamientos entre manifestantes por diversas causas, y fuerzas policiales en numerosos países. Aunque en la superficie estos choques sociales con el Estado parecen disociados, muchos comparten causas relacionadas en sus fundamentos: una creciente e inmensa desigualdad de riqueza, la corrupción gubernamental en todos los niveles, la falta de participación en la toma de decisiones políticas, y el desenmascaramiento de la censura masiva a través de las grandes corporaciones tecnológicas y los principales medios de comunicación.
Oriente Medio
Oriente Medio se ha mantenido como la principal fuente de inestabilidad, debido a que es un escenario donde los intereses del poder global y regional se entrelazan y chocan. La principal línea de confrontación es entre las fuerzas lideradas por Estados Unidos e Israel, por un lado, e Irán y su eje de resistencia. Rusia y Turquía también juegan un papel importante en la región sin entrar directamente en el enfrentamiento entre los oponentes principales.
El estado de la guerra en el noroeste de Siria ha cambiado significativamente, transformándose en la delimitación formal de las zonas de influencia de Turquía y la coalición ruso-iraní-siria. Esto sucedió en gran parte debido al debilitamiento de la influencia de Estados Unidos en la región. Ankara está aumentando constantemente su presencia militar en las áreas bajo su control a lo largo de la línea de demarcación. Las células del ISIS permanecen activas en las regiones del este y sur de Siria. Se están llevando a cabo procesos particulares en las provincias de Quneitra y Daraa, donde las iniciativas de paz rusas no fueron concluyentes. A su vez,
La destrucción del ISIS como Estado terrorista y el aparente asesinato de su líder Abu Bakr al-Baghdadi no puso fin a su existencia como grupo terrorista. Muchas células del ISIS y elementos de apoyo utilizan activamente la inestabilidad regional como una oportunidad para su supervivencia. Permanecen activos principalmente a lo largo de la frontera entre Siria e Irak y a lo largo de la orilla oriental del Éufrates en Siria. Los campamentos para los desplazados temporales y para las familias y parientes de los militantes del ISIS en el territorio controlado por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) en el noreste de Siria también son un caldo de cultivo para la ideología terrorista. Sorprendentemente, en estas regiones hay presencia directa de fuerzas estadounidenses o, como en el caso de los campamentos de las SDF, presencia de fuerzas apoyadas por Estados Unidos.
Washington no está interesado en la estabilidad de Siria porque aunque el presidente Assad se fuera, el gobierno de Damasco se aliaría con Rusia e Irán. Oponerse a Irán y apoyar a Israel se convirtió en la piedra angular de la política estadounidense durante la administración Trump. En consecuencia, Washington apoya los sentimientos separatistas del liderazgo kurdo de las SDF que permiten el saqueo de los pozos de petróleo en la zona de control de la coalición estadounidense, por parte de empresas vinculadas a EEUU. La inteligencia estadounidense también ayuda a Israel en sus operaciones de información y guerra psicológica, así como en los ataques militares destinados a socavar a las fuerzas sirias e iraníes. A pesar de las victorias atribuidas por la propaganda, en la práctica los esfuerzos israelíes tuvieron un éxito limitado en 2020, ya que Irán siguió fortaleciendo sus posiciones y capacidades militares en el territorio de su aliado. El éxito de Irán en el establecimiento y apoyo de un corredor terrestre que une Líbano, Siria, Irak e Irak juega un papel importante. La constante expansión de la infraestructura y la presencia militar de Irán cerca de la ciudad de al-Bukamal, en la frontera entre Irak y Siria, demuestra la importancia del proyecto para Teherán. Tel-Aviv afirma que Irán está utilizando ese corredor para equipar a las fuerzas pro iraníes en el sur de Siria y el Líbano con armas modernas.
La cuestión de Palestina también es un tema importante para el liderazgo de Israel y su lobby en Washington. El promocionado «acuerdo del siglo» resultó ser nada más que una oferta para que los palestinos abandonen su lucha por un Estado. Como era de esperar, esta iniciativa no dio lugar a ningún gran avance, sino al contrario. Al mismo tiempo, la administración Trump obtuvo un éxito diplomático al obligar a los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin a normalizar sus relaciones con Israel, y a Arabia Saudita a hacer pública su colaboración con Israel. Esa fue una victoria histórica para la política estadounidense-israelí en el Medio Oriente. El acercamiento público de las monarquías árabes e Israel fortaleció las posiciones de Irán como el único país que no sólo se declara a sí mismo como el defensor de Palestina y del mundo islámico, sino que es el único que queda en la práctica. El liderazgo de Arabia Saudita sufrirá una pérdida de popularidad entre su propia población, ya dañada por la fallida guerra en Yemen y la intensificación de la confrontación con los Emiratos Árabes Unidos, que ya están utilizando la debilidad de su vecino para reclamar el liderazgo en la Península Arábiga .
La lista de actores que fortalecen sus posiciones en el Mar Rojo incluye a Rusia. A fines de 2020 se supo que Rusia llegó a un acuerdo con Sudán para establecer una instalación de apoyo naval que tiene todas las posibilidades de convertirse en una base naval en toda regla. Este punto de apoyo permitirá a la Armada rusa aumentar su presencia en rutas marítimas clave de suministro de energía en el propio Mar Rojo y en el área entre los estrechos de Adén y Omán. Para Rusia, que no ha tenido infraestructura naval en esa región desde la desintegración de la URSS, es un importante avance diplomático. Por su parte. El liderazgo de Sudán aparentemente ve la presencia militar de Rusia como un factor de seguridad que le permite equilibrar las posibles medidas dañinas de Occidente.
África
Durante todo 2020, Moscú y Beijing continuaron la colaboración en proyectos en África, desplazando gradualmente a las potencias poscoloniales tradicionales en varias áreas clave. La presencia de especialistas militares rusos en la República Centroafricana, donde ayudan al gobierno central a fortalecer sus fuerzas en medio de una escalada de conflictos locales, y garantizan la seguridad de los sectores económicos rusos, es ahora un hecho conocido. La diplomacia y los especialistas rusos también están activos en el conflicto de Libia, donde los Emiratos Árabes Unidos y Egipto -junto a Rusia- apoyan al mariscal de campo Khaftar y Turquía apoya al gobierno de Trípoli. Para Egipto está en juego la lucha contra el terrorismo asentado en Libia, y la presencia de grupos afiliados a la Hermandad Musulmana, que El Cairo ve como una amenaza directa a su seguridad nacional.
El Sahel y la vecindad del lago Chad siguen siendo áreas donde los grupos terroristas con vínculos con al-Qaeda y el ISIS siguen siendo muy activos. La limitada misión militar de Francia en la región del Sahara-Sahel ha fracasado y no pudo garantizar un apoyo suficiente a las fuerzas regionales para estabilizar la situación. El ISIS y Boko-Haram continúan sembrando el terror en las áreas fronterizas entre Níger, Nigeria, Camerún y Chad. A pesar de todos los esfuerzos de los gobiernos de la región, los terroristas continúan controlando territorios importantes y representan una amenaza significativa para la seguridad regional. El renovado conflicto en Etiopía es un problema aparte, en el que el gobierno federal se vio envuelto en una guerra civil contra el Frente Nacional para la Liberación de Tigray que controlaba esa provincia. El conflicto amenaza con desestabilizar a todo el país si continúa.
La explosiva situación en África muestra que ni las potencias europeas poscoloniales ni la «policía global» que dominó el continente durante décadas, estaban interesados en abordar los problemas reales del continente. Los actores extranjeros se concentraron principalmente en extraer recursos y velar por los intereses de un reducido grupo de políticos y entidades asociadas a los capitales extranjeros.
Los actores tradicionales ahora se ven obligados a competir con el bloque informal China-Rusia, que utilizará un enfoque diferente que puede describirse de la siguiente manera: fortalecimiento de la estabilidad regional para proteger sus inversiones en proyectos económicos. Por lo tanto, no es de extrañar que los actores influyentes estén perdiendo gradualmente ante fuerzas nuevas pero más constructivas.
Europa
Las tensiones dentro de los países europeos han ido en aumento durante la última década, por la crisis económica, problemas regionales específicos, la crisis de los refugiados, las crisis migratorias , las crecientes desigualdades sociales, etc.
Las sorpresas desagradables incluyeron la incapacidad de las redes de atención médica y protección social de varios países para hacer frente al gran número de pacientes con COVID-19. Los sistemas de gobernanza de la UE demostraron ser incapaces de hacer frente a la crisis de salud. (N.de la E.: la crisis sanitaria por el coronavirus en la UE -y Occidente en general- ha alcanzado tal magnitud debido a la monumental incompetencia de sus dirigentes para afrontarla; y a su horror a dictar medidas que incomoden al ciudadano, que puede irritarse y no votarlos).
El coronavirus y los posteriores desarrollos sociales llevaron al surgimiento de la llamada «Doctrina Macron», que equivale al argumento de que la UE debe obtener una soberanía estratégica. Esto es coherente con los objetivos de una parte significativa de las élites alemanas. Sin embargo, Berlín criticó oficialmente las declaraciones de Macron y ha mostrado su voluntad de entrar en una asociación estratégica con el EEUU de la Administración Biden como socio menor. De todos modods, incluso el liderazgo actual de Alemania tiene el peligro de la falta de soberanía estratégica en una era de declive de EEUU como policía mundial. Con el telón de fondo de una crisis económica mundial, las relaciones entre Estados Unidos y la UE están derivando inevitablemente de un estado de asociación a uno de competencia o incluso rivalidad. En general, el primer semestre de 2020 demostró la vital necesidad de un mayor desarrollo de las instituciones europeas.
Los medios de comunicación mundiales prestaron especial atención a la situación en Bielorrusia, donde las protestas han entrado en su cuarto mes después de las elecciones presidenciales del 9 de agosto de 2020. Las protestas bielorrusas se han caracterizado por su dirección desde fuera del país. El centro de mando de las actividades de protesta se encuentra oficialmente en Polonia. Este hecho no tiene precedentes en la historia contemporánea de Europa. Incluso durante el Euromaidan de Ucrania, las fuerzas externas se negaron formalmente a actuar como titiriteros.
Los problemas socioeconómicos genuinamente existentes en Bielorrusia han llevado a una ruptura dentro de la sociedad que ahora está dividida en dos campos irreconciliables: los proponentes de reformas versus partidarios del gobierno actual. Las fuerzas del orden, reclutadas entre los partidarios del presidente Lukashenko, han actuado con fuerza y, en ocasiones, con dureza. Aún así, el número de víctimas es mucho menor que, por ejemplo, en las protestas en Estados Unidos.
La propia Ucrania, donde las «fuerzas democráticas» respaldadas por Occidente ya han ganado, sigue siendo el principal punto de inestabilidad en Europa del Este. La administración Zelensky llegó al poder prometiendo poner fin al conflicto en el este de Ucrania y reconstruir el país. En la práctica, nada de eso ha ocurrido.
Estados Unidos
Para Estados Unidos, 2020 resultó ser un año intenso tanto para la política interior como para la exterior. Además de los problemas tradicionales no resueltos, los problemas de Estados Unidos se agravaron con dos crisis, la propagación del COVID-19 y las protestas de los afroamericanos, con lo cual la situación alcanzó un nivel crítico. El COVID-19 ha afectado a las capas más vulnerables de la sociedad estadounidense. Según estadísticas oficiales, Estados Unidos ha tenido unos 20 millones de casos y más de 330.000 muertes, la gran mayoría ciudadanos de bajos ingresos de megaciudades. Al mismo tiempo, los estadounidenses más ricos han aumentado enormemente su riqueza al explotar la crisis en su propio beneficio personal. El nivel de polarización de la sociedad estadounidense ha adquirido una gran magnitud. Conservadores contra liberales, enfrentamientos raciales y LGBT contra tradicionalistas: todo lo que solía estar dentro del ámbito del debate público y la protesta pacífica se ha convertido en enfrentamientos directos, a menudo violentos. Se pueden observar niveles sin precedentes de agresión y violencia por todos lados.
En política exterior, Estados Unidos siguió socavando el sistema de seguridad mundial basado en los tratados internacionales.
Hay indicios de que uno de los últimos bastiones legales de la seguridad internacional, el nuevo tratado START, será abandonado. El comportamiento internacional de Estados Unidos ha provocado críticas de sus aliados de la OTAN. Hay crecientes diferencias de opinión sobre política internacional con Francia, y económicos con Alemania. El diálogo con Turquía, el actor militar más poderoso del Mediterráneo Oriental, ha mostrado periódicamente un fuerte choque de intereses.
EEUU pasó 2020 aumentando continuamente su presencia militar en Europa del Este y la cuenca del Mar Negro.
Se desplegaron fuerzas y activos estadounidenses adicionales en las proximidades directas de las fronteras de Rusia. El número de ejercicios militares ofensivos bajo el liderazgo de Estados Unidos o con participación de Estados Unidos ha aumentado considerablemente.
En el Ártico, Estados Unidos actúa como un saboteador, descontento con la situación actual.
Su objetivo es extender su control sobre los recursos naturales de la región, establecer presencia permanente en las zonas económicas exclusivas (ZEE) de otros países mediante el uso de las llamadas «operaciones de libertad de navegación» (FONOP), y continúan rodeando Rusia con plataformas de misiles balísticos defensivos (BMD).
En vista de los urgentes y evidentes preparativos de Estados Unidos para poder luchar y prevalecer en una guerra contra un adversario nuclear, derrotando el arsenal nuclear del adversario mediante la combinación de ataques no nucleares de precisión, el Ártico se convierte en una región clave en esta planificación militar. La salida de 2020 de una fuerza de destructores AEGIS con capacidad BMD de la Armada de los EEUU en el Mar de Barents -la primera misión de este tipo desde el final de la Guerra Fría hace más de dos décadas- muestra el interés de Estados Unidos en proyectar capacidades BMD en regiones de la costa al norte de Rusia, donde podrían efectuar intercepciones en fase de impulso de los misiles balísticos rusos que serían lanzados en ataques de represalia si fueran atacados por los Estados Unidos. La planificación operativa de EEUU para el Ártico con toda probabilidad se parece a la del Mar de China Meridional, con sólo algunas correcciones climáticas.
Latinoamérica
En América Latina, el año 2020 estuvo marcado por la intensificación de los esfuerzos de Washington dirigidos a socavar los gobiernos opuestos al orden mundial existente.
Venezuela siguió siendo uno de los principales puntos de la agenda de política exterior de Estados Unidos. Durante todo el año, el gobierno de Nicolás Maduro estuvo experimentando crecientes sanciones, y presiones políticas abiertas y clandestinas. En mayo, las fuerzas de seguridad venezolanas neutralizaron un grupo de mercenarios estadounidenses que entró clandestinamente al país para organizar un golpe en interés de la oposición controlada por Washington y su líder público Juan Guaidó. Sin embargo, a pesar del reconocimiento de Guaidó como presidente de Venezuela por parte de Estados Unidos y sus aliados, los intentos de cambio de régimen y la profunda crisis económica, el gobierno de Maduro sobrevivió.
Este caso demostró que el liderazgo decisivo junto al apoyo de una parte notable de la población, y vínculos de trabajo con centros de poder globales alternativos podría permitir a cualquier país resistir los ataques del imperialismo.
El propio liderazgo estadounidense afirma que, en lugar de rendirse, Venezuela se convirtió en un punto de apoyo de sus oponentes geopolíticos: China, Rusia, Irán e incluso Hezbollah. Si bien esta evaluación es, en parte una exageración propagandística para demonizar al gobierno del presidente Maduro, tiene una parte de realidad.
La turbulencia en Bolivia terminó de manera similar, cuando el gobierno de derechas que tomó el poder a raíz del golpe de 2019 demostró su incapacidad para gobernar el país y perdió el poder en 2020. El presidente expulsado, Evo Morales, regresó al país y el Movimiento al Socialismo aseguró su posición dominante en Bolivia gracias al apoyo a gran escala de la población indígena.
Sin embargo, es poco probable que estos desarrollos positivos en Venezuela y Bolivia permitan revertir la tendencia general hacia la desestabilización en América del Sur.
La turbulencia económica y social regional se ve reforzada por el alto nivel de delincuencia organizada y la crisis mundial en desarrollo que agudizó las contradicciones existentes entre los principales actores mundiales y regionales. Esto crea las condiciones para la intensificación de los conflictos existentes. El proceso de paz entre las FARC y el gobierno está al borde del colapso en Colombia. Fuentes y medios locales acusan al gobierno y paramilitares de detenciones y asesinatos de líderes de comunidades locales y ex miembros de las FARC en violación del acuerdo de paz vigente. Esta violencia socava el frágil proceso de paz y establece las condiciones para la reanudación de la lucha armada.
México sigue siendo el centro del tráfico de drogas y armas. Gran parte del país está sumido en el caos y, de hecho, está controlado por violentos cárteles de la droga. Brasil se encuentra en una crisis política y económica en medio del aumento de la delincuencia.
EEUU y China
Washington y Beijing tienen contradicciones insolubles. La principal de ellos es que China ha ido ganando lenta pero constantemente la carrera por el dominio económico y tecnológico impulsando simultáneamente sus propias capacidades militares para defenderse en el caso de una escalada militar. La campaña de sanciones, tasas y presión diplomática lanzada por la Casa Blanca sobre China desde el comienzo mismo de la presidencia de Trump es el resultado de la comprensión de estas contradicciones por parte del gobierno de Trump y sus esfuerzos para garantizar el liderazo de EEUU frente a la recesión económica mundial. La postura de Estados Unidos hacia los problemas del Mar de China Meridional, la situación política en Hong Kong, los problemas con la minoría uigur en Xinjiang, las ventas de armas sin precedentes a Taiwán, el apoyo a la militarización de Japón y muchas otras cuestiones son parte del enfrentamiento en curso. En resumen, Washington ha estado buscando aislar a China a través de una red de alianzas militares locales y contener su expansión económica mediante sanciones, propaganda y operaciones clandestinas.
Las contradicciones entre Beijing y Washington con respecto a Corea del Norte y sus programas de misiles nucleares y balísticos son parte de la misma cadena de eventos. A pesar de la retórica pública, Estados Unidos no está interesado en la solución del conflicto con Corea. Es por eso que la Casa Blanca optó por no cumplir con su parte del acuerdo con Corea del Norte afianzando una vez más al liderazgo norcoreano en su decisión de continuar con el desarrollo sus programas nucleares y de misiles.
Las declaraciones de diplomáticos y altos funcionarios chinos demuestran que Beijing comprende plenamente los propósitos de Washington. Al mismo tiempo, China ha demostrado que no va a abandonar sus políticas encaminadas a posicionarse como la principal potencia líder en el mundo pos-unipolar. Por lo tanto, el conflicto entre las partes seguirá escalando en los próximos años independientemente de la administración en la Casa Blanca y la composición del Senado y el Congreso. Joe Biden probablemente dará marcha atrás a la política económica proteccionista de Trump y «normalizará» las relaciones con China, reconsiderando una vez más a Rusia como el enemigo número uno. Esto no ayudará a eliminar las contradicciones insolubles con China y revertir la tendencia al enfrentamiento. Sin embargo, la administración Biden, con la ayuda de los principales medios de comunicación, probablemente logrará ocultar este hecho al público alimentando la tradicional histeria antirrusa.
Rusia
En cuanto a la propia Rusia, terminó el año 2020 de manera similar a los últimos años, con acciones de política exterior exitosas y relativamente exitosas, en medio de la complicada situación económica, social y política dentro del país. La presión de las sanciones, las restricciones relacionadas con el coronavirus y la crisis económica mundial ralentizaron la economía rusa y contribuyeron a la insatisfacción de la población con las políticas económicas y sociales internas del gobierno. La crisis también fue aprovechada por actores externos que llevaron a cabo una serie de provocaciones y campañas de propaganda destinadas a perturbar el país antes de las elecciones legislativas programadas para septiembre de 2021. La tendencia al aumento de la presión de las sanciones, y los esfuerzos de desestabilización pública y clandestina dentro de Rusia fue visible durante todo el año y probablemente aumentará en 2021. En caso de tener éxito las presiones, pueden revertir los logros de la política exterior rusa de años anteriores.
Entre los desarrollos importantes de política exterior de 2020 que no son reportados por los medios hegemónicos, se encuentra el acuerdo sobre la creación de una instalación naval rusa en la costa del Mar Rojo en Sudán. Si este proyecto se implementa completamente, esto contribuirá al rápido crecimiento de la influencia rusa en África. Las fuerzas navales rusas también podrán aumentar su presencia en el Mar Rojo y en el área entre el Golfo de Adén y el Golfo de Omán. Ambas áreas son el núcleo de las rutas actuales de suministro de energía por vía marítima.
La nueva base también servirá como punto de apoyo de Rusia en el caso de un enfrentamiento con las fuerzas navales de la OTAN que utilizan activamente su infraestructura militar en Djibouti -una pequeña república situada en el Cuerno de África, entre Somalia y Etiopía- para proyectar su poder en la región.
Se espera que EEUU (independientemente de quien esté en la Casa Blanca) intente evitar la expansión rusa en la región a toda costa. Desde el punto de vista de la protección de los intereses nacionales rusos en los océanos globales, este paso es incluso más importante que la creación de las bases aéreas y navales permanentes en Siria.
Moscú también se esfuerza en la modernización de sus capacidades militares, con especial atención a las fuerzas nucleares estratégicas y las armas hipersónicas. Los rusos consideran que su capacidad de infligir un daño inaceptable a un potencial enemigo, es uno de los factores clave que impiden una agresión militar a gran escala contra ellos por parte de la OTAN. Estados Unidos, China y Rusia, de hecho, ahora están involucrados en una carrera de armas hipersónicas que incluye contramedidas a un ataque con dichas armas.
La última guerra en Nagorno-Karabaj dio forma a un nuevo equilibrio de poder en el sur del Cáucaso. El bloque turco-azerbaiyano logró una victoria arrolladora sobre las fuerzas armenias y sólo la participación de la diplomacia rusa, y un despliegue de sus fuerzas para asegurar la paz permitió poner fin a la violencia. Rusia estableció oficialmente una presencia militar en el territorio soberano de Azerbaiyán durante los próximos 5 años.
Si bien algunos medios ya calificaron al año 2020 como uno de los peores de la historia moderna, no hay indicios de que el año de 2021 vaya a ser más brillante o que las crisis globales y la inestabilidad regional desaparezcan mágicamente por sí solas. En cambio, lo más probable es que 2020 sea sólo un preludio de los próximos shocks globales.
El colapso del sistema de seguridad internacional, incluidos los tratados clave que limitan el desarrollo y despliegue de armas estratégicas, indica que una distensión en el escenario global seguirá siendo improbable. En cambio, es probable que el mundo avance más hacia un escenario de escalada, ya que al menos una parte del liderazgo mundial actual considera que a la guerra como una herramienta útil para superar crisis económicas y capturar nuevos mercados.
Estados Unidos ya ha perdido su papel dominante en la escena internacional, pero el llamado orden mundial multipolar aún no está establecido.
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