El Dr. Anthony DiMaggio, profesor estadounidense de Ciencias políticas y autor de numerosos libros sobre el poder político en EEUU, analiza las posibilidades de que las protestas desencadenadas por la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, impulsen una transformación radical del modelo social estadounidense. El Dr. DiMaggio no es optimista en este sentido porque, como señala, todos estos eventos siguen un ciclo conocido en EEUU, si bien considera que las protestas son esenciales para llamar la atención sobre la criminalización sistemática que sufre la comunidad afroamericana.
Revolución y disturbios: perspectivas para una transformación radical en la era de Covid-19
Mural en homenaje a George Floyd realizado por artistas sirios en Idlib
El asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis sirvió como otra llamada de atención para una nación donde históricamente se ha luchado para que se reconociera la violencia estructural existente contra las personas de color. Las protestas y disturbios posteriores representan un esfuerzo renovado para sensibilizar a los estadounidenses sobre la realidad del racismo generalizado en el país.
Los eventos recientes siguen un ciclo ya conocido
el perfil racial y la brutalidad policial persisten, en gran medida sin cesar, hasta que la ira pública alcanza una masa crítica y se convierte en protesta y violencia después de un evento catalizador, en este caso, el asesinato de George Floyd;
La cobertura mediática es muy sensacionalista, margina a los manifestantes que no son violentos, enfatiza el saqueo y los disturbios, y por lo tanto oculta las razones de las protestas;
La Guardia Nacional y las fuerzas policiales se movilizan para reprimir las protestas, inflamar aún más las tensiones y exacerbar la violencia a través de las tácticas duras de la policía;
Millones de estadounidenses inclinan la cabeza en reconocimiento de la representación del racismo y la brutalidad policial, mientras que millones de personas, incluidos muchos blancos, lamentan la destrucción de la propiedad y minimizan la pérdida de vidas de negros por la violencia policial;
A pesar de la sensacional cobertura de los medios, el punto básico es que millones de personas de color están furiosas por la brutalidad policial y el racismo social, y cada vez es más difícil para la mayoría de los estadounidenses negar que las tensiones raciales en los EEUU han llegado a la niveles críticos;
Se producen reformas, orientadas a aumentar la presión sobre las fuerzas policiales para mejorar la transparencia, confiar más en las iniciativas de vigilancia comunitaria y sensibilizar aún más a los estadounidenses sobre el problema del racismo estructural.
Y el ciclo se repite.
La pandemia de Covid-19, sin embargo, parece haber exacerbado la indignación social más allá de un nivel visto en rondas anteriores de protestas de Black Lives Matter. Las comunidades bajo presión, particularmente los afroamericanos pobres, que son los más afectados por Covid-19, han alcanzado un punto de quiebre y se están rebelando en masa contra el status quo de la desigualdad económica récord, la opresión racial, el aumento del desempleo y una situación casi de casi nula respuesta del gobierno federal a la peor crisis de salud pública en un siglo.
En el contexto de estas protestas intensificadas, muchas personas con quienes he hablado -que se autodefinen como radicales- creen que estamos presenciando el comienzo de una revolución política y económica, a la luz de las violentas protestas que ahora se han apoderado de docenas de ciudades en los Estados Unidos. Pero deberíamos tener cuidado con una visión romántica de la revolución. Los estadounidenses no están cerca de desarrollar la conciencia de clase trabajadora que se necesita para una revolución socialista. Y los esfuerzos para enmarcar disturbios como revolución están llenos de peligros en un país donde la gran mayoría de los estadounidenses carecen de una conciencia crítica como trabajadores, y mucho menos de una conciencia revolucionaria.
Antes de examinar los desafíos que enfrentan los manifestantes y los izquierdistas que buscan la transformación social, es importante enfatizar los elementos positivos de esta última rebelión racial en la lucha por la democracia.
Primero, las protestas son absolutamente esenciales para llamar la atención sobre la violencia y la represión policiales en un país donde un gran número de personas ignoran deliberadamente estos problemas, a pesar de que existe una montaña de evidencia social y periodística que las documenta: el sistema criminaliza habitualmente a las personas de color.
En segundo lugar, las protestas representan una reorientación muy necesaria de nuestras prioridades, hacia el reconocimiento de la tragedia de la pérdida de vidas humanas debido a la represión policial, y lejos de las prioridades de muchos blancos privilegiados, que prefieren lamentarse por la destrucción de la propiedad, mientras ignoran las innumerables vidas perdidas por la violencia policial.
En tercer lugar, la mayoría de los manifestantes en las calles están comprometidos con la acción no violenta, y deben ser aplaudidos por tal moderación ante la represión policial. Durante mucho tiempo, a las comunidades ricas de los EEUU se les ha permitido tener su propia policía y los residentes sólo entran en contacto con las fuerzas de la ley, cuando los llaman para ayudar a desactivar los disturbios. Tengo pocas dudas de que los blancos se enfurecerían y muchos también se amotinarían si la policía los tratara de la misma manera que a las personas de color en comunidades severamente vigiladas.
El saqueo y los disturbios en todo el país son producto del fracaso de la sociedad en escuchar a aquellos, como George Floyd, que literalmente se están sofocando bajo la bota de la represión policial.
Martin Luther King y las posibilidades de cambio en épocas de protestas violentas
Martin Luther King dijo en un discurso que evaluó las perspectivas de cambio en tiempos de protestas violentas y disturbios:
«No es suficiente para mí estar ante ustedes esta noche y condenar los disturbios». Sería moralmente irresponsable para mí hacer eso sin, al mismo tiempo, condenar las condiciones contingentes e intolerables que existen en nuestra sociedad. Estas condiciones son las cosas que hacen que las personas sientan que no tienen otra alternativa que participar en rebeliones violentas para obtener atención».
La reflexión de Luther King representa una comprensión matizada de las frustraciones que enfrentan los afroamericanos en una sociedad que practica sistemáticamente la discriminación racial; la represión educativa, ocupacional, residencial, legal y cultural. Martin Luther King reconoció la legitimidad de las frustraciones compartidas por las personas de color, sin respaldar los actos violentos que proporcionan una excusa para el sistema de justicia penal para reprimir aún más a las comunidades minoritarias.
Presencia de supremacistas blancos en los incidentes violentos
A pesar de los aspectos positivos de las recientes protestas, hay algunas señales de alerta que amenazan con socavarlas.
Por un lado, todavía es inquietante todo lo que desconocemos acerca de muchos de los responsables de la violencia en las ciudades estadounidenses. Los primeros datos afirmaron que el 80 por ciento de los manifestantes arrestados en Minneapolis eran de fuera del Estado, aunque esa conclusión se vio socavada después de una revisión de los datos de arresto que muestran que estas protestas fueron de cosecha propia.
Aparte de los esfuerzos para marginar a los manifestantes y desacreditarlos, todavía queda la cuestión de hasta qué punto los supremacistas blancos han participado en la violencia, en un esfuerzo por desacreditar el movimiento.
Varios informes recientes han puesto de relieve a blancos muy sospechosos que buscan avivar disturbios y que claramente no tienen interés en desempeñar un papel positivo en la protesta contra la brutalidad policial. Más perversamente, algunos supremacistas blancos incluso han utilizado las protestas como una oportunidad para atacar a los manifestantes negros.
Una segunda preocupación es la forma en que los manifestantes dejaron de lado todos los esfuerzos de buena fe para practicar el distanciamiento social, a fin de evitar la transmisión rápida de Covid-19. Debería ser un punto demasiado obvio recordar a las personas, que se les ha dicho repetidamente durante los últimos tres meses que es una muy mala idea estar en grandes grupos en público sin permanecer a 2 metros de distancia. A pesar de que durante 20 años he participado en movimientos sociales progresistas y de protesta, he tomado la decisión -por tener múltiples trastornos del sistema inmune- de abstenerme de participar en estas protestas. De todas las imágenes de noticias que he visto en los últimos días, y de las muchas personas que conozco personalmente que han participado en protestas por el asesinato de Floyd, queda muy claro que un gran número de manifestantes simplemente no practican el distanciamiento social. Este fracaso conlleva peligros.
Como advierten los expertos en salud pública, las grandes congregaciones de protesta, incluso usando máscaras protectoras, amenazan con extender el Covid-19 en áreas urbanas densamente pobladas. Además, el hecho de no practicar el distanciamiento social es una burla a la condena que se impuso a los izquierdistas que protestaban contra la reapertura de EEUU, teniendo en cuenta que estas personas exponían sus preocupaciones básicas sobre salud pública. El hecho de no poner primero la salud pública abre a los manifestantes de Black Lives Matter a los cargos de hipocresía. Los virus, después de todo, no distinguen entre objetivos políticos dignos e indignos.
Disturbios no significan revolución
Lo más importante, es vital que reconozcamos que hay una montaña de diferencias entre disturbios y revolución, y que no estamos cerca de esto último en este momento. Es tentador ver a la gente levantarse en las calles y concluir que el cambio a nivel del sistema está en marcha. Aunque bien podría terminar siendo ese el caso si estas protestas continúan.
Pero el difícil trabajo de organización y construcción de movimientos para lograr un cambio a nivel del sistema no se ha hecho. Las huelgas de trabajadores en Instacart, Amazon, McDonalds, Whole Foods y otros lugares son un comienzo alentador para los estadounidenses que buscan ser oídos en el lugar de trabajo. Pero los objetivos no son revolucionarios: incluyen un salario mínimo de 15 dólares/hora -que ahora se ha convertido en una propuesta política en el Partido Demócrata- y esfuerzos para proteger a los trabajadores de las infecciones de Covid-19 en el lugar de trabajo, entre otras reformas.
El movimiento sindical en los Estados Unidos sigue siendo una sombra de lo que era, ya que desde 2019, sólo uno de cada diez estadounidenses era miembro de un sindicato. Quizás este patrón pueda revertirse, pero requerirá grandes luchas más allá de esta primera ronda de activismo laboral en la era de Covid -19.
Además, si el objetivo es la revolución, todavía no existe una organización de trabajadores de masas viable o radical que pueda ayudar a las personas en sus lugares de trabajo a coordinar una campaña nacional. Todavía parecemos estar muy lejos de una revolución, al menos una que se base en una visión libertaria del socialismo en la que los trabajadores decidan sus propios destinos y controlen la toma de decisiones ocupacionales. Y para llegar allí, será necesario un rápido aumento de la identidad y conciencia de la clase trabajadora, y una conciencia de clase radical, que hasta ahora han escaseado.
El 90% de los estadounidenses se autodefinen como clase media
La gran mayoría de los estadounidenses, aproximadamente el 90 por ciento, se ven a sí mismos como una versión de la «clase media», no como proletarios. Incluso cuando se proporciona una opción de «clase trabajadora» en las encuestas, menos de un tercio de los estadounidenses se identifica como tal, mientras que una mayoría considerable, casi dos tercios, prefieren la designación amorfa de «clase media».
Y a principios de 2020, sólo el 28 por ciento de los estadounidenses tiene una visión favorable del socialismo, e incluye a menos del 40 por ciento de los estadounidenses jóvenes de entre 18 y 38 años. Aun entre aquellos que apoyan el socialismo, la mayoría tiene poca comprensión de cómo sería en la práctica. Han sido «socializados» por Bernie Sanders y sus seguidores y piensan que socialismo significa el reformismo del New Deal de estilo escandinavo y liberalismo progresista. Esa definición tiene poco que ver con las interpretaciones históricas del socialismo basadas en bases, en políticas revolucionarias radicales y adquisiciones obreras de los medios de producción económica.
Un minúsculo uno por ciento de los estadounidenses cita las cooperativas, en los que los trabajadores tienen el poder de tomar sus propias decisiones, como el núcleo del socialismo.
Claramente, estamos muy lejos de cualquier tipo de revolución socialista orgánica de abajo hacia arriba cuando la gran mayoría de los estadounidenses ni siquiera entienden el significado histórico del concepto, y lo asocian abrumadoramente con las nociones generales de «igualdad» y bienes públicos administrados por el gobierno como Medicare para todos.
Los últimos levantamientos contra la policía racista son alentadores y pueden servir como punto de partida para renovados esfuerzos para combatir la desigualdad en Estados Unidos. Pero debemos tener cuidado de no romantizar los disturbios o confundirlos con un cambio revolucionario, uno que entienda a los propietarios capitalistas de los medios de producción (la «burguesía» en términos marxistas) como quienes retienen intereses en comparación con la gran mayoría de los estadounidenses que enfrentan tensiones económicas en rápido aumento en la era Covid-19, y que han sido exprimidos por décadas de capitalismo corporativo, sin restricciones de obligaciones básicas con la ciudadanía.
Sin una comprensión de una sociedad que se centra en el conflicto de clases y los intereses divergentes que existen entre los estadounidenses que trabajan y las élites políticas y empresariales; hay pocas posibilidades de trabajar hacia la transformación revolucionaria.
Anthony DiMaggio es profesor adjunto de Ciencias políticas en la Universidad de Lehigh (Pensilvania), doctorado por la Universidad de Illinois (Chicago) y es autor de 9 libros, incluidos los más recientes: Political Power in America (SUNY Press, 2019) y Rebellion in America (Routledge, 2020).
Estados Unidos representa menos del 5 por ciento de la población mundial pero tiene más del 25 por ciento de las muertes en todo el mundo. Si esto ocurriera en cualquier otro país, EEUU, el autoproclamado supervisor mundial, estaría exigiendo una investigación internacional, y planteando la necesidad de una intervención militar para proteger los DDHH.
El virus expone el doble rasero de EEUU en derechos
El brote del nuevo coronavirus ha expuesto la hipocresía de Estados Unidos, el autoproclamado mayor defensor de los derechos humanos. Hasta el 18 de mayo, el nuevo coronavirus había infectado a más de 1.4 millones de personas y se había cobrado 85.000 vidas en EEUU. En menos de 100 días, el número de infecciones había cruzado el millón y las muertes superaron las 60.000. Desde que se informó la primera infección el 21 de enero, en sólo dos meses, el número de muertes por COVID-19 superó el de la Guerra de Vietnam. Estos números crueles significan pérdida de vidas y familias rotas.
Los derechos de las personas a la vida y la salud son los derechos humanos fundamentales reconocidos y garantizados por la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo, la administración de Estados Unidos hizo oídos sordos a las advertencias no sólo de China y la Organización Mundial de la Salud, sino también de su propia comunidad de inteligencia desde principios de enero, y se negó a tomar medidas para controlar la propagación del virus y evitar las muertes. El presidente estadounidense retrasó hacer pruebas a personas sospechosas de haber contraído el virus, tal vez porque las elecciones presidenciales y las ganancias políticas, no las vidas de las personas, son más importantes para él y otros políticos.
Una pronta acción de las autoridades podría haber evitado el 90 por ciento de las muertes en EEUU
Un artículo publicado en The Washington Post el 3 de mayo dijo que los estudios muestran que, si la administración de EEUU hubiera implementado medidas de distanciamiento social el 2 de marzo, en lugar del 16 de marzo, podría haber evitado la muerte del 90 por ciento de los pacientes con COVID-19. Estados Unidos representa menos del 5 por ciento de la población mundial pero tiene más del 25 por ciento de las muertes en todo el mundo. Debido a la actitud laxa de la administración, una política incorrecta y una acción retrasada, el país es ahora el más afectado. Si hubiera sido cualquier otro país donde esto hubiera ocurrido, Estados Unidos seguramente habría exigido una investigación parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Ningún país se ha salvado del nuevo coronavirus, pero los datos del Reino Unido y de EEUU muestran que la tasa de mortalidad entre los pobres es el doble que la de los ciudadanos acomodados. Los datos del Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York muestran que los afroamericanos y los hispanos que mueren por COVID-19 representan más del 60 por ciento de las muertes relacionadas con el coronavirus de la ciudad. En Chicago, la población negra representa aproximadamente el 33 por ciento de la población, pero representan casi el 75 por ciento de las muertes por COVID-19. Los números son igualmente sombríos y desiguales en Louisiana, ambas Carolinas y Michigan.
En Estados Unidos, los afroamericanos siempre han enfrentado disparidades en la atención sanitaria, y la desigualdad de ingresos y el acceso restringido a buenos servicios de salud han empeorado aún más la situación de los pobres. Un informe reciente de Rubix, una firma de investigación médica, dice que los afroamericanos que exhiben síntomas de coronavirus tienen menos probabilidades de hacerse la prueba, posiblemente retrasando el tratamiento y poniendo sus vidas en mayor riesgo. A los hispanos no les va mucho mejor; la tasa de mortalidad entre ellos es el doble que la de los blancos en la ciudad de Nueva York.
Desde el estallido del brote, la política de «los ricos primero» y la «supremacía blanca» se han vuelto aún más visibles. EEUU se encuentra entre los países más ricos del mundo, pero su riqueza se concentra en manos de un pequeño número de personas. Según la Brookings Institution, el patrimonio neto de una familia blanca promedio es de 171.000 dólares, una suma casi 10 veces mayor que el patrimonio neto típico de una familia afroamericana, que es de 17.150 dólares. Y la brecha de riqueza conduce a varias brechas de oportunidades, que se reflejan en tasas más altas de infección y muerte entre las personas de color. Además de devastar a la población negra, el virus también ha expuesto el daño causado por el racismo estructural en los Estados Unidos.
El racismo y la xenofobia son una plaga en la sociedad estadounidense
El brote también ha aumentado drásticamente el racismo y la xenofobia en los Estados Unidos. Los estadounidenses de origen asiático han sido estigmatizados, atacados, rociados con desinfectantes y se les ha negado la entrada a restaurantes.
En la etapa inicial de la epidemia en China, algunos políticos estadounidenses y otros políticos occidentales, así como los medios de comunicación se regodearon por la pérdida de vidas humanas y el daño económico que sufría China. Ayudaron a difundir historias prejuiciosas y racistas sobre el pueblo chino. El 3 de febrero, The Wall Street Journal publicó un artículo de opinión titulado «China es el verdadero hombre enfermo de Asia», que era abiertamente racista y difamatorio. Y muchos visitantes chinos a los Estados Unidos y algunos países europeos han sido abusados verbalmente, acosados y se les ha arrojado huevos.
La cuarentena estricta es una práctica común en la lucha contra cualquier enfermedad infecciosa. Sin embargo, algunos medios de comunicación occidentales respondieron de manera diferente a la misma medida tomada por países con diferentes sistemas políticos. Para contener el brote, el gobierno italiano bloqueó todo el país: China había hecho lo mismo en la ciudad de Wuhan y su provincia matriz de Hubei.
El New York Times elogió el bloqueo de Italia, diciendo que «la expansión repentina de las restricciones de viaje refleja los esfuerzos del gobierno para ponerse al día con la propagación de un virus que ha superado constantemente sus esfuerzos para contenerlo», pero argumentó que el bloqueo de China «ha llegado a grandes costos para el sustento de las personas y las libertades personales». Otro artículo en el NYT dijo que el» sombrío sistema de gestión de China … divide al país en pequeñas secciones y asigna a las personas a vigilar cada una, asegurando un control firme sobre una gran población «.
El doble rasero es lo que muchos medios de comunicación occidentales han estado practicando durante décadas. Se jactan de informes objetivos e imparciales, pero no pierden ni una sola oportunidad de atacar a países que tienen sistemas políticos diferentes a los de Occidente, especialmente China, a pesar de que el virus no tiene nada que ver con los sistemas políticos.
El juego de la culpa de Washington revela su hipocresía
Esta es la realidad aleccionadora de la hipocresía de los Estados Unidos en términos de derechos humanos. La crisis mundial de salud pública ha puesto de manifiesto la oscuridad de la sociedad estadounidense y la falta de protección de los derechos humanos fundamentales. Como tal, la administración de los Estados Unidos debería dejar de jugar al juego de buscar culpables, ya que eso no puede ayudarlos a ocultar su fracaso para contener la pandemia.
El brote es un recordatorio de que todos los países son parte de una comunidad global que comparte un futuro incierto, y que ningún país solo puede enfrentar desafíos comunes, y sólo la solidaridad y la cooperación pueden ayudarnos a superar esta crisis mundial de salud.
El autor es miembro de la junta de la Asociación de Naciones Unidas de China. Las Asociaciones de las Naciones Unidas (UNA) son organizaciones no gubernamentales que existen en muchos países -unos 100 – para dar a conocer y promover los objetvos generales de las Naciones Unidas.
Las medidas que tomó China compraron semanas preciosas para el resto del mundo para prepararse ante un virus altamente contagioso, pero los países desarrollados que podían permitirse hacerlo, no lo hicieron desoyendo las advertencias de la mismísima OMS. Los países ricos de la Unión Europea pudieron haber tomado medidas preventivas, como aprovisionarse con tiempo de equipos protectores para el personal médico, mascarillas para la población que debe salir a la calle (en lugar de mentir a los ciudadanos, diciendo que no son necesarias y desaconsejar su uso, cuando es una medida básica aconsejada por los médicos chinos que combatieron la epidemia en Wuhan), de antivirales (por lo menos de Interferón cuya eficacia se comprobó en China) y tener un plan preparado para poner la maquinaria de la industria hoy parada (por ejemplo la automotriz en España) a fabricar respiradores y sus tubos de recambio de un solo uso, y a producir los insumos de protección para el personal sanitario. Y no digamos ya, desinfectar desde hace semanas todos los espacios públicos intensivamente, por lo menos en las grandes ciudades. En lo que sí invirtió la Unión Europea una gran cantidad de energía y tiempo, obedeciendo la voz de su amo estadounidense, fue en cargar contra China a diario por la cuarentena «antidemocrática», y sintiéndose a salvo «porque nosotros no comemos pangolín», «sólo se mueren los viejos, y que ya están muy enfermos», «la gripe estacional mata más gente y nadie se preocupa», etc . Medios patrios de la prensa corporativa, pretendiendo señalar que China es un país que vive poco menos que en la miseria, escribían en los primeros días del brote de Wuhan «no tienen ni mascarillas para los médicos». ¡Qué ironía!, ¿verdad? ¿Quién es el que no tiene mascarillas -ni nada- ahora para proteger a sus médicos y eso, sin que la situación los haya tomado por sorpresa como sucedió en Wuhan? A pesar de estas evidencias, aun hay medios occidentales que siguen clamando «esto ha pasado porque China tardó dos semanas en avisar que había una nueva neumonía», pero en su momento cargaron contra la OMS por alertar de la gravedad de lo que se nos venía encima, y abundaban las caricaturas que representaban al presidente de China montado a caballo sobre el director de la OMS, queriendo decir que esta institución era un títere del gobierno chino. Los columnistas más fieles a la voz de la antigua potencia hegemónica se frotaban las manos escribiendo «la epidemia hará caer el sistema de gobierno de China cuando se amontonen los muertos y la prosperidad se hunda». Pero resulta que es en países europeos donde la tasa de mortalidad supera de lejos la de China y la economía nos amenaza con una crisis como la del 2008 (que todavía no se había superado).Y lo que veremos en EEUU será de dimensiones mucho mayores a las que estamos viendo en Italia y España. Si aplicamos a Occidente los pronósticos que se hacían para China en una hipotética situación de fracaso en el control de la epidemia, da por resultado que va a caer el sistema de gobernanza de Occidente o al menos se va a modificar profudamente. De todos modos, aunque esto no pasara, lo que sí ha cambiado es la geopolítica mundial: nadie ya pondrá en duda que China es la primera potencia del mundo. La realidad ha vencido al relato que crean los medios de la prensa corporativa, especialistas en crear tigres de papel.
La epidemia revela el verdadero carácter de los países
Robot desinfectante de los espacios públicos en China
El virus, capaz de causar neumonía grave entre las personas infectadas, causó estragos en Wuhan, provincia de Hubei, y desde entonces se ha propagado a un ritmo alarmante. En la actualidad, miles han muerto y decenas de miles han sido infectados en docenas de países, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud a declarar oficialmente el estado de pandemia.
A medida que aumenta el número de infectados, se amplía el cuestionamiento a los sistemas de gobernanza en todo el mundo. Uno puede examinar las respuestas de dos países, por ejemplo, y revelar mucho más sobre estos lugares que sus filosofías sobre el manejo de la crisis: podemos profundizar aún más y conocer sus valores fundamentales.
Sin embargo, seamos honestos. Cuando se trata de análisis sobre el terreno hay mucho que ver. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos , sólo a unos pocos miles de personas se les ha hecho la prueba de laboratorio para detectar el virus, y miles más están atrapados en largas colas esperándola o han sido enviados a casa a pesar de mostrar síntomas reveladores. Recuerdo que China puede evaluar a 1,6 millones de personas cada semana, según un cálculo de la OMS.
En EEUU las desigualdades contribuyen a la propagación del virus
Sólo con este punto, debería quedar claro que Estados Unidos no está equipado para hacer frente a una crisis de esta magnitud. Pero la epidemia también está dejando al descubierto las deficiencias y desigualdades que han afectado al país durante décadas: las deficiencias inherentes de un sistema que prioriza el beneficio privado sobre la salud pública. Estas deficiencias exacerban la propagación de un virus potencialmente mortal en un número casi infinito de formas.
Sin atención médica gratuita
Las compañías de seguros de salud han dicho que cubrirán los costos de las pruebas, pero no el tratamiento, una solución inadecuada si alguna vez hubo una. ¿Por qué alguien que está enfermo pasaría una prueba si sabe que no puede permitirse el lujo de mejorar? Esto ni siquiera incluye a los millones de personas en los Estados Unidos sin ningún seguro. El consejo para ellos parece estar limitado a la «buena suerte».
Las aseguradoras y los proveedores de atención médica deben verse obligados a renunciar a la búsqueda de ganancias y dar tratamiento a todos los que lo necesiten sin costo alguno. La cobertura total y universal es la única forma en que las personas se sentirán seguras al ir al hospital, y eso es lo que se necesitará para erradicar la enfermedad.
Sin licencia remunerada por enfermedad
Por muy mala que sea la situación de la atención médica, los problemas no terminan ahí. Sin una política de licencia por enfermedad remunerada y el Congreso discutiendo sobre el proyecto de ley que la proporcionaría, millones de trabajadores no tendrán más remedio que ir a sus trabajos incluso si muestran síntomas. Las profesiones que rutinariamente niegan beneficios son, en una terrible ironía, a menudo las que involucran el mayor contacto humano. Los empleados de la industria de servicios, con facturas por pagar y sin la seguridad financiera para quedarse en casa, se convertirán en vectores de enfermedades.
Sin escuelas abiertas, niños y adolescentes perderán su comida diaria
El lugar de trabajo no es el único punto crítico para esta epidemia. Las escuelas y universidades, con apenas una palabra de advertencia, están cerrando sus puertas. Los estudiantes empobrecidos en los EEUU dependen de las escuelas primarias y secundarias para tener una comida gratis, y de estos muchos están clasificados como personas sin hogar, más de 100.000 sólo en la ciudad de Nueva York. Sin un plan para cubrir este déficit, innumerables niños pasarán hambre.
Esudiantes universitarios becados sin dinero para regresar a sus domicilios
A los estudiantes universitarios que residen en los campus de las universidades no se les permite quedarse en sus viviendas y deben regresar a sus hogares, pero muchos no tienen los medios para llegar allí. La Universidad de Harvard, esa institución venerable con una dotación de 38 mil millones, ha vaciado sus dormitorios y ha forzado a los estudiantes universitarios que estudian con becas a recurrir a ex alumnos y redes estudiantiles para cubrir los costos de reubicación y reubicación. Supongo que es «imposible» que algunos de esos miles de millones se usaran para proporcionar un techo sobre las cabezas de sus estudiantes.
En las cárceles no hay jabón ni desinfectante para los reclusos
Esto es sólo una muestra de los efectos colaterales de la pandemia que estamos viendo suceder en tiempo real. Hay poblaciones de cárceles y prisiones que son extremadamente vulnerables a un brote, ya que algunas instalaciones sobrecargadas ni siquiera proporcionan jabón o desinfectante para manos a los reclusos.
Si las personas que están enfermas o que no pueden ir a trabajar no pagan las facturas de servicios públicos, los cortes de electricidad generalizados provocarán una mayor miseria y la muerte. La lista de desgracias puede ser mucho más larga.
Las medidas de China
Pero no tiene por qué ser así. Tenemos un excelente ejemplo del enfoque correcto para una epidemia de este tamaño y escala. China reaccionó rápida y decisivamente una vez que la gravedad de la situación se hizo evidente.
Las pruebas y el tratamiento se hicieron gratuitos, y se construyeron nuevos hospitales temporales en un tiempo récord en puntos críticos de epidemia.
Los servicios de electricidad, conexión inalámbrica y calefacción se comprometieron a no cortar a los clientes por falta de pago.
Las industrias estatales redirigieron la producción hacia bienes esenciales y suministros médicos. Los trabajadores que podían hacer su trabajo desde casa y los empleados de servicios se redirigieron a industrias paralelas como la entrega de mercancías a domicilio de la personas en confinamiento para mantener el nivel de empleo y los ingresos de los trabajadores.
En ningún momento fueron difíciles las necesidades diarias, incluso el papel higiénico se podía conseguir.
La combinación de distanciamiento social masivo y cuarentena centralizada para pacientes confirmados ha sofocado efectivamente la epidemia en el lugar más afectado.
Las medidas que tomó China compraron semanas preciosas para el resto del mundo para prepararse para la inevitable propagación de un virus altamente contagioso. Trágicamente, muchos países ignoraron la advertencia y, en cambio, pasaron ese tiempo criticando a China por lo que calificaron de una respuesta «autoritaria». Los comentaristas salivaron ante la perspectiva de un colapso de la economía del país en lugar de preguntar qué se podría aprender de su experiencia con el virus. Pero eso es de esperarse. En la imaginación capitalista, la competencia despiadada tiene prioridad sobre la cooperación y la solidaridad.
Lo más perturbador sobre el manejo resbaloso del brote en los Estados Unidos es el hecho de que los responsables no serán los que sufran por él. Son ricos y poderosos. Disfrutan de una atención médica de primer nivel y pueden aislarse en cualquier momento sin preocuparse por sus necesidades materiales. Son las personas pobres y trabajadoras las que soportarán la peor parte de esta crisis en salarios perdidos y empleos, en facturas médicas escandalosas, en familiares y amigos que no sobreviven.
La pandemia está revelando la verdadera naturaleza de los sistemas económicos del mundo. Algunos han demostrado que valoran la salud y la vida humana por encima de todo. Otros, al parecer, encuentran la muerte demasiado rentable para hacer cambios significativos.
En las próximas semanas veremos el costo humano de ese cruel cálculo moral. Sin el apoyo de instituciones en las que se puede confiar en tiempos de crisis, la gente de los Estados Unidos tendrá que unirse y resolver estos problemas por sí mismos.
Febrero es el Mes de la Historia Negra. Aunque es un momento para celebrar los logros de los estadounidenses negros, también es un momento para mirar los desafíos que enfrenta la comunidad.
Hoy hay casi 50 millones de afroamericanos en los Estados Unidos. Aunque la población afroamericana sigue aumentando, sin embargo, su parte en la riqueza de la nación no aumenta.
En 2018, el ingreso medio anual de los afroamericanos alcanzó poco más de 41.000 dólares, una marca alta, pero considerablemente por debajo del promedio nacional de aproximadamente 62.000 dólares, y muy por debajo del ingreso promedio de la población blanca de más de 70.000.
Del mismo modo, a pesar de una tasa de desempleo negro baja en un récord de 6.5 %, los afroamericanos aún están más allá de la tasa de desempleo nacional de aproximadamente el 3.9 %. En esto, están mucho más cerca de otros grupos históricamente marginados como los nativos americanos, para quienes el desempleo es de alrededor del 6.6%.
En una señal alentadora, los niveles de educación han ido en aumento para los afroamericanos.
Las tasas de graduación de la escuela secundaria aumentaron del 67 % en 2010 al 78% en 2017, el mayor aumento para cualquier grupo racial. Durante el mismo período, la proporción de estudiantes negros que obtuvieron una licenciatura aumentó de 17% a casi el 22% . Sin embargo, estos números aún están muy por detrás de los números comparables para los estadounidenses blancos.
Pero aquí es donde llegamos a lo que realmente importa.
Los ingresos, el empleo y la educación son sólo una parte de lo que constituye el bienestar económico. Cuando se trata de medir la seguridad real del hogar, pocas medidas son mejores que el patrimonio neto, y es aquí donde vemos la división de riqueza racial más marcada de todas.
Mientras que los hogares blancos tienen un patrimonio neto familiar promedio de 147.000 dólares, los hogares negros tienen sólo 3.600. En otras palabras, la familia blanca media tiene 41 veces más riqueza que la familia negra media.
Bien entrado el siglo XXI, entonces, el viaje afroamericano hacia la igualdad en los Estados Unidos todavía está bastante distante, particularmente en lo que se refiere a la economía y la riqueza. Al mirar la historia negra, debemos reconocer un importante legado histórico: la regeneración estructural de la deuda y la pobreza.
Y tenemos que comenzar a reparar el daño que se ha hecho.
¿Cómo? Para empezar, usar los beneficios fiscales de más de 700 mil millones de dólares destinados al desarrollo de la riqueza, para apoyar a los hogares de baja riqueza, en lugar de beneficiar desproporcionadamente a los estadounidenses más ricos, lo que refuerza la desigualdad.
En términos más generales, necesitamos una comprensión más profunda de la división racial de la riqueza y sus raíces sistémicas, desde la esclavitud hasta la segregación, la discriminación continua y la falta de oportunidades hoy.
Hemos entrado en la era crepuscular del capitalismo, en la que la humanidad tendrá que encontrar la manera de dotarse de un sistema superior y más racional de organización social y económica, o el capitalismo decadente provocará la destrucción de la civilización humana.
La Ley del Valor de Karl Marx en el ocaso del capitalismo
MURRAY SMITH
El siguiente artículo es un pasaje abreviado y editado del primer capítulo de «El Leviatán invisible: la Ley del valor de Marx en el crepúsculo del capitalismo» publicada por Haymarket Books en 2019 como parte de la serie de libros Materialismo histórico.
El capitalismo global, con la humanidad incluida, se enfrenta ahora a una triple crisis
1- una profundización de la contradicción estructural del modo de producción capitalista, que se manifiesta como una crisis multidimensional de ‘valorización’, es decir, una crisis en la producción de ‘plusvalía’, el elemento vital del sistema de ganancias;
2- una crisis grave de las relaciones internacionales derivada del hecho de que las fuerzas productivas globales están reventando los límites del sistema de estados-nación, cuyas unidades individuales continúan abordando sus problemas más graves de forma principalmente «nacional»;
3- una creciente «ruptura metabólica» entre la civilización humana y las «condiciones naturales de producción»: los fundamentos ecológicos de la sostenibilidad humana.
Juntas, estas crisis interrelacionadas sugieren que hemos entrado en una ‘era crepuscular’ del capitalismo, en la que la humanidad encontrará los medios para crear un orden superior y más racional de organización social y económica, o en la cual el capitalismo decadente provocará la destrucción de la civilización humana.
Muy pocos en la supuesta ‘izquierda’ actual quieren considerar, mucho menos aceptar, esta evaluación. Por el contrario, la mayoría de los posibles progresistas se aferran desesperadamente a la noción de que el «capitalismo neoliberal» no es más que una fea mutación de un conjunto de políticas miopes que la clase dominante capitalista puede preferir, pero que también podría verse presionada a abandonar a favor de una especie de capitalismo más humano, justo y equitativo.
Por esta razón, la izquierda establecida, orientada a la reforma, es reacia a caracterizar el neoliberalismo como lo que es: una respuesta estratégica predecible e inevitable por parte del capital y el estado a una crisis cada vez más profunda del sistema de ganancias capitalista, una crisis que ha sido desplegándose durante varias décadas. Curiosamente, incluso muchos de los que se describen a sí mismos como socialistas marxistas a menudo niegan, o al menos minimizan, la medida en la que las tendencias económicas han servido para confirmar las principales predicciones de Marx con respecto a las ‘leyes de movimiento’ del capital, sobre todo ‘la ley de la tasa de ganancia decreciente’, y su observación relacionada de que ‘la verdadera barrera para el capital es el capital mismo’.
En último análisis, tales actitudes reflejan la visión aún hegemónica de que el capitalismo es, o puede hacerse que sea, un sistema «racional». Sin duda, dado el poder de la clase capitalista para dar forma a la ideología dominante de la sociedad capitalista, esta visión siempre ha sido difícil de combatir, a pesar del creciente peso de la evidencia en su contra. De todos modos, ha cobrado una fuerza renovada con la desaparición virtual del «socialismo realmente existente» al estilo soviético, así como el giro hacia una «economía de mercado socialista» (con pronunciadas «características capitalistas») en China. Racionalmente o no, la mayoría ha concluido, que el capitalismo está aquí para quedarse, y escapar de él es simplemente imposible.
Esta perspectiva fatalista tiene una clara afinidad electiva con la desvaneciente esperanza de que el capitalismo aún pueda ser reformado de manera progresista, y que no sea tan irracionalmente irracional como pensaba Marx. Para los segmentos más complacientes de la intelectualidad de izquierda, el análisis de Marx de las «leyes económicas del movimiento» del capitalismo suponen un inconveniente golpe a esa esperanza y, en cualquier caso, es demasiado radical en la medida que exige actuar para remediarlo. Sólo por esos motivos, de acuerdo con el argumento reformista, ¡debe ser desestimado! No es exactamente una actitud científica, sin duda, sino que es claramente un consuelo para muchos posibles progresistas, especialmente si un grupo de intelectuales de izquierda les asegura que el carácter de la propia «ciencia» de Marx es sospechoso.
Sin embargo, algo más que una fe ciega en la racionalidad capitalista está detrás del intento de disuadir todo interés en la crítica científica de Marx al capitalismo y su relevancia para explicar nuestros problemas contemporáneos.
Sin lugar a dudas, algunas características específicas de la crisis financiera que estalló en 2007-08 han alentado un resurgimiento del interés en las teorías no marxistas (y ciertas ‘neomarxistas’) que enfatizan el impacto a largo plazo de la creciente desigualdad, estancamiento o disminución real de los salarios y el endeudamiento de los consumidores como la «causa fundamental» de la crisis capitalista.
Las crisis capitalistas no derivan del «bajo consumo»
Muchos liberales declarados y «progresistas» no socialistas han pedido un retorno a las políticas clásicas keynesianas para estimular la demanda agregada, junto con medidas para controlar al capital financiero. Académicos de alto perfil y periodistas como Paul Krugman, Thomas Piketty, Robert Reich, Joseph Stiglitz y Martin Wolf han sido especialmente prominentes en este coro. Y entre los que apoyan un giro hacia las políticas keynesianas de izquierda, también podemos encontrar muchos supuestos marxistas asociados con la opinión de que las crisis capitalistas se derivan del «bajo consumo» o del «problemas para obtener plusvalía», y no, como insistió Marx, de una producción insuficiente de plusvalía.
Cabe señalar que las políticas apoyadas por este «frente popular» de progresistas liberales y marxistas (poco ortodoxos) han encontrado escaso apoyo en los círculos de la clase dominante y las élites políticas. Parece que su función principal ha sido mantener viva la esperanza de que el «capitalismo con rostro humano» sea al menos una posibilidad teórica, la mejor para desalentar el interés en el socialismo como alternativa entre los trabajadores, los jóvenes y los intelectuales de izquierda.
Contra la corriente de todo este pensamiento aparentemente ‘progresista’, el objetivo de mi libro es mantener el análisis original de Marx del capitalismo, no sólo como el marco científico más fructífero para comprender los problemas y tendencias económicas contemporáneas, sino también como la base indispensable para sostener un proyecto político socialista revolucionario en nuestro tiempo. Lo hace examinando la dinámica que induce las crisis y profundizando en la irracionalidad del sistema capitalista a través de la lente de la ‘teoría del valor’ de Marx, que, a pesar de las afirmaciones infundadas de sus detractores, nunca ha sido ‘refutada’ de manera efectiva y que continúa permitiendo analizar las patologías del capitalismo mucho mejor que ninguna otra teoría crítica.
Marx insistió que el capitalismo es sobre todo un modo de producción de clase antagónico que implica varias características que le son propias. Pero al igual que con todos los modos de producción anteriores basados en la explotación de clase, se enfrenta a límites históricos definidos enraizados en un conflicto de intereses materiales entre sus principales clases sociales: la clase trabajadora asalariada y la clase capitalista. ‘En una cierta etapa de desarrollo’, escribió Marx, ‘las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes o, simplemente expresado en términos legales, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales han operado hasta ahora. Estas relaciones dejan de ser formas de desarrollo de las fuerzas productivas, para convertirse en obstáculos. Es entonces cuando comienza una era de revolución social’.
La fase crepuscular del capitalismo
Afirmar que el capitalismo ha alcanzado su fase crepuscular es decir que hace mucho tiempo que alcanzó una etapa en la que el conflicto entre sus fuerzas y sus relaciones de producción se ha agudizado. Las relaciones de producción están limitando el desarrollo de las capacidades creativas y productivas de la humanidad de forma que inducen crisis, y esas capacidades ya bien desarrolladas están a su vez bloqueando los imperativos sociales y la “lógica” de una sociedad que permanece dividida en clases antagónicas. El resultado es una crisis histórico-estructural que solo el marxismo puede iluminar. Porque sólo el marxismo ofrece el marco teórico necesario para comprender la trayectoria contradictoria, irracional y cada vez más peligrosa del modo de producción capitalista: un conjunto de relaciones sociales y capacidades humanas, de tecnologías y organización social que, no menos que en el pasado, permanece bajo el control de una ley que sus propias relaciones de propiedad y formas institucionales necesitan imperiosamente: la ley capitalista del valor trabajo.
Los ardientes creyentes en la “economía de libre mercado” capitalista han sostenido durante mucho tiempo que, en principio, las tendencias a la crisis generadas por el capitalismo pueden mitigarse significativamente y eventualmente contenerse por completo, una vez que se formula y se aplica la “mezcla” correcta de políticas económicas públicas. La historia del «capitalismo realmente existente» sugiere lo contrario.
A pesar de la confianza expresada por los principales economistas durante las décadas de 1950 y 1960 de que el capitalismo mundial nunca volvería a experimentar una depresión severa, el período de 1974 a 2009 fue testigo de cuatro de las recesiones / depresiones globales más importantes del siglo pasado, y la economía mundial permanece hoy en día en las garras de un malestar que muestra pocas señales de superarse. De hecho, es probable que estemos al borde de otra crisis global de proporciones históricas.
La teoría del valor trabajo de Marx es la base indispensable para explicar con precisión aquellos fenómenos económicos que el pensamiento económico no marxista (ya sea en sus variantes clásica, neoclásica, keynesiana, postkeynesiana, monetarista / neoliberal o institucionalista) ha fracasado manifiestamente en explicar o incluso anticipar. ¿Por qué el capitalismo no ha podido «superar» sus tendencias hacia una crisis económica severa? ¿Por qué el capitalismo es tan capaz, por un lado, de estimular el progreso de la ciencia, la tecnología y la productividad laboral y tan incapaz por el otro de traducir este progreso en mejoras duraderas en los niveles de vida de la gran mayoría de la población activa? ¿Por qué las tasas positivas de crecimiento de la productividad a escala mundial van acompañadas de tasas de ganancia promedio decrecientes para el capital productivo? ¿Y por qué el capitalismo, como sistema mundial, ha dejado de contribuir al desarrollo progresivo de las ‘fuerzas productivas’ de la humanidad, de forma especialmente evidente al subutilizar crónicamente los talentos y energías de miles de millones de personas en todo el mundo ahora relegadas al estado de ‘precariado‘ o, más exactamente, de ‘población excedente ‘?
Para aquellos que comprenden las tesis esenciales de la teoría del valor, la plusvalía y el capital de Marx, las respuestas a estas preguntas están claramente enfocadas. Las anomalías y las irracionalidades de la realidad capitalista deben explicarse fundamentalmente por el hecho de que esta realidad abarca cuatro «relaciones de producción y reproducción» interrelacionadas pero distinguibles: la relación de igualdad formal existente entre los actores económicos y los productos del trabajo dentro de los mercados capitalistas; la relación explotadora que existe entre quienes monopolizan la propiedad de los medios de producción y quienes deben vender su fuerza de trabajo por sueldos o salarios para asegurar su sustento; la relación competitiva existente entre todos los actores económicos en los mercados, pero sobre todo entre los propietarios del capital; y la relación cooperativa (objetivamente socializada) existente entre los productores en una división global del trabajo que se ha vuelto cada vez más específica, elaborada e interdependiente. Si bien la coexistencia de estas relaciones sociales parecería ser bastante problemática, históricamente su interacción dentro de la totalidad que es el sistema socioeconómico capitalista ha sido una fuente de gran dinamismo para extender las capacidades productivas humanas.
De todos modos, Marx insistió en que este dinamismo estaba destinado a ser cada vez más unilateral y que, a su debido tiempo, el capitalismo agotaría sustancialmente su papel (siempre contradictorio) en la promoción del progreso humano. En consecuencia, Marx apoyó su crítica del capitalismono simplemente en la afirmación de que el sistema era «injusto», sino principalmente en su creciente tendencia a generar desperdicio, bloquear el desarrollo de las capacidades humanas y desviar las energías humanas hacia actividades no productivas y cada vez más destructivas.
La teoría del valor trabajo de Marx está en el centro de esta acusación contra el capitalismo. En el fondo es una descripción de lo que podría describirse (sin disculpas a Thomas Hobbes ni a Adam Smith) como un Leviatán Invisible, una estructura de relaciones socioeconómicas que ha usurpado el control efectivo de la humanidad consciente sobre el proceso de vida socioeconómico e impuesto un conjunto de leyes socialmente fundadas que son muy poderosas y están profundamente ocultas a la vista. Su principal ley, la ley capitalista del valor, obliga a la humanidad a aplicar un criterio único en la medición de la «riqueza»: el criterio del «valor», del tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario.
En una sociedad fundada en las relaciones sociales capitalistas de producción / reproducción, la medición de la riqueza social en estos términos es ‘inconsciente’, ya que se lleva a cabo a través de mecanismos de mercado impersonales y, sin embargo, es decisiva para la marcha del desarrollo de la economía y de la división del trabajo en su conjunto. En consecuencia, ciertas formas de actividad son reconocidas como ‘generadoras de riqueza’ (independientemente de cuán socialmente destructivas puedan ser, por ejemplo, la producción de armamentos o los tabloides de los supermercados), mientras que otras actividades socialmente más valiosas nunca entran en el cálculo económico (por ejemplo, el cuidado voluntario de niños y ancianos).
A medida que la producción capitalista en su conjunto satisface la demanda generada por el poder adquisitivo agregado con una gama de bienes que requieren cada vez menos insumos de mano de obra, la riqueza de la sociedad en términos físicos puede expandirse, incluso si su medición en términos de tiempo de trabajo sugiere, más bien perversamente, que esa sociedad se está volviendo «más pobre». Esto se debe a que la medición de la riqueza en términos de tiempo de trabajo social (cuya expresión económica fenoménica es el dinero ) significa que, en condiciones de innovación técnica que desplaza al trabajo, la sociedad capitalista tiende a una situación de suma cero en la que cualquier ganancia en el ingreso o la riqueza real debe producirse a expensas de otros agentes económicos, y que es bastante posible que disminuya su poder adquisitivo agregado (como sucede en condiciones de contracción económica). En otras palabras, la ‘riqueza’ social se mide por criterios determinados por el carácter socialmente antagónico (explotador y competitivo) de la producción e intercambio capitalista.
En el fondo, la teoría del valor trabajo de Marx sostiene que la única fuente de ‘valor’ dentro de una sociedad capitalista es el trabajo humano vivo y que la única fuente de ‘plusvalía’ (la sustancia social de la ganancia) es el trabajo excedente realizado por los trabajadores además del trabajo necesario requerido para producir el valor representado por sus salarios. Para la gran mayoría de la población que depende de su sustento de la venta de su fuerza de trabajo (por un sueldo o salario), estas proposiciones deberían requerir pocas pruebas, un punto subrayado en mi libro de 2010, Global Capitalism in Crisis :
“En una sociedad capitalista, la producción material de la división del trabajo en toda la economía se distribuye y consume de acuerdo con la capacidad de las personas para comprarlo con dinero, lo que sirve no solo como un medio de intercambio sino, sobre todo, como una reclamación del trabajo social abstracto. La proposición de Marx de que el dinero es la «forma de aparición» necesaria del trabajo social abstracto puede no parecer inmediatamente obvia. Pero considere esto: aparte de aquellos que subsisten con asistencia social financiada por el estado o por organizaciones benéficas privadas, las personas poseen dinero por dos razones básicas: lo obtienen a través del trabajo o lo obtienen en virtud de su propiedad. La gran mayoría de la población ve de inmediato la conexión entre su trabajo y el valor representado por el dinero en su posesión. Al mismo tiempo, sin embargo, el origen de los ingresos monetarios de quienes no trabajan y nunca han trabajado para ganarse la vida parece más opaco. Aun así, no es difícil entender que los pocos que poseen activos de propiedad significativos ‘ganan’ su dinero principalmente haciendo que otros realicen labores en su nombre. No puede haber ganancias monetarias, rentas monetarias, dividendos monetarios ni ninguna otra forma de ingresos monetarios para quienes poseen fábricas, minas, terrenos, bloques de apartamentos, tiendas minoristas o bancos, a menos que haya personas que trabajen para crear el valor que encuentra expresión en ganancias empresariales, renta del suelo, intereses y salarios. Para decirlo claramente, la clase capitalista de los grandes propietarios solo puede obtener ingresos explotando a aquellos que trabajan para ganarse la vida, es decir, pagando a los trabajadores mucho menos que el ‘nuevo valor’ total creado a través del desempeño de su trabajo. y apropiándose de la diferencia como «plusvalía».
El objetivo de la teoría de Marx es precisamente establecer que la categoría económica del «valor», junto con las de salarios, ganancias, intereses, etc., está ligada a la existencia de las relaciones sociales de producción / reproducción características del capitalismo. Valor y riqueza no son, por lo tanto, sinónimos. De hecho, implícita en la teoría de Marx está la noción de que la medición de la riqueza en términos de «valor» (tiempo de trabajo abstracto y socialmente necesario) al principio estimula pero eventualmente impide la producción de riqueza (producción física útil para satisfacer las necesidades, aspiraciones y deseos humanos). Esta es la carga de la ‘ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia de Marx’: el capitalismo promueve simultáneamente mejoras en la productividad del trabajo, a través de la innovación tecnológica que ahorra trabajo y lo desplaza, mientras mide continuamente la riqueza material (‘valores de uso’) en términos de un dinero que representa trabajo social abstracto. ¡Un volumen decreciente de ‘valor’ recién creado en relación con el capital invertido significa menor rentabilidad, a pesar del aumento de la productividad!
Este absurdo estado de cosas, la caída de la tasa de ganancias asociada con el aumento de la productividad laboral, señala la irracionalidad fundamental del capitalismo y revela claramente por qué las ganancias siempre deben oponerse a la satisfacción de las necesidades humanas.
Pero esta irracionalidad no es inherente a la condición humana, ya que ‘las fuerzas productivas que se desarrollan dentro de la sociedad burguesa crean también las condiciones materiales para la solución de este antagonismo’ (Marx): una tecnología muy avanzada, niveles muy altos de productividad laboral y una fuerza de trabajo capaz de reorganizar la sociedad con una orientación socialista. La fructificación final de esas condiciones, alcanzables a través de la revolución socialista mundial, significa que la riqueza real pueda generalizarse a toda la humanidad. Bajo el socialismo, la riqueza dejará de ser entendida como ‘valor’ o medida como ‘trabajo abstracto’ (dinero), es decir, en formas alienadas y socialmente antagónicas.
A diferencia de la «riqueza capitalista», la riqueza del socialismo global no implicará la miseria humana como su polo opuesto. En su lugar, tendrá como componente definitorio una abundancia de «tiempo libre» (al servicio del desarrollo integral de los individuos humanos).
Esta es una sugerencia revolucionaria. Sin embargo, fluye lógicamente de una teoría con un excelente historial en la predicción del curso del desarrollo capitalista. Como tal, merece ser considerada con la mayor seriedad, particularmente cuando se aprecia que, década tras década, la tasa de crecimiento de la economía global en realidad ha caído desde la década de 1960. Además, si las previsiones de Marx se confirman para nuestro tiempo, si la ley capitalista del valor ha agotado su potencial para contribuir a la creación de riqueza real y satisfacer las necesidades humanas a escala global, entonces nos toca a nosotros buscar una nueva forma de organización socioeconómica, una que pueda trascender esta ley obsoleta y al mismo tiempo asumir el tremendo potencial de desarrollo de la ciencia, la tecnología y la división mundial del trabajo que el capital ha creado en los últimos siglos.
Soy muy consciente de que se objetará que la «prescripción» de Marx de esa nueva forma social tiene en la práctica importantes carencias. Sin embargo, la visión genuina de Marx sobre la transición a una sociedad socialista presupone varias condiciones que han estado ausentes en gran medida de todos los «experimentos de construcción socialista» durante el siglo pasado: un movimiento revolucionario de la clase trabajadora, que persiga su proyecto emancipatorio a escala global; una democracia funcional de los productores y consumidores asociados; un nivel altamente desarrollado de productividad; la disponibilidad de un amplio «tiempo libre» que permita la plena participación de los trabajadores en actividades políticas, culturales y cívicas; y una división internacional socialista del trabajo bien articulada.
Al carecer de estas condiciones, los países en transición -gobernados burocráticamente- del «socialismo realmente existente» consiguieron muchos logros impresionantes, aunque a un coste humano superado sólo por el capitalismo occidental en su era de industrialización y expansión mundial. Sin embargo, ninguno fue capaz de alcanzar el umbral crítico de unas relaciones de producción verdaderamente socialistas. En mi opinión, la responsabilidad de este fracaso recae en gran medida en aquellas fuerzas supuestamente socialistas en el Occidente capitalista avanzado que se abandonaron el programa de transformación social de Marx y que lo justificaron en buena parte rechazando su crítica de la «teoría del valor” del capitalismo, casi siempre sin haber tratado de entenderla.
Conclusión
La retórica de la «economía de libre mercado» es simplemente el manto ideológico eufemístico de un despotismo que tiene a la mayoría de la humanidad bajo su control, capitalistas y trabajadores por igual: el despotismo de la «mano invisible» de Adam Smith, de las fuerzas del mercado que operan a espaldas de la colectividad humana cuyo destino moldean. Este despotismo ha decretado que la vida económica de los seres humanos, de la cual dependen todos los modos de vida, debe regirse por la ley capitalista del valor trabajo, la entiendan o no conscientemente quienes se ven sometidos a ella, y sirva o no a las necesidades colectivas de la humanidad.
Para derrotar a este poder despótico se requerirá una voluntad revolucionaria intransigente para liberarse de las ataduras impuestas por las relaciones sociales capitalistas y someter los procesos de producción y reproducción económica a la toma de decisiones consciente de los trabajadores organizados colectivamente. Sin embargo, esta determinación revolucionaria debe ser alentada por el reconocimiento previo de algo ganado con tanto esfuerzo: que la ley del valor capitalista no es en absoluto una característica eterna de la sociedad humana, y que puede ser, y de hecho debe ser, trascendida.
Murray Smith es profesor de sociología en la Universidad de Brock, St. Catharines, Canadá. Muchos de sus escritos se pueden encontrar en https://murraysmith.org.
«En definitiva , se trata de una cuestión de valores, de cómo podemos promover la idea de que todos tienen la misma dignidad y que una sociedad debería ser juzgada por cómo viven y son tratados los miembros más pobres de la sociedad»
En 2017 la ONU llevó a cabo una investigación sobre la pobreza estructural en EEUU y sus consecuencias en la merma de los derechos humanos que deberían disfrutar los ciudadanos estadounidenses. Para ello, el catedrático australiano Philip Alston -con una experiencia de décadas en altos cargos de la ONU relacionados con los DDHH- recorrió EEUU a finales de 2017, en calidad de Relator Especial sobre pobreza extrema y derechos humanos, un cargo que se ejerce de manera no remunerada. El informe del profesor Alston, cuya traducción pueden leer tras esta introducción, además de describir y dar cifras de la pobreza extrema que investigó en EEUU, analiza sus causas, llegando a la conclusión de que hay una voluntad política en la clase dirigente de mantener a millones de ciudadanos en una situación de pobreza extrema. Es muy interesante la explicación que da el Relator de la ONU, a la pregunta de por qué en EEUU la gente no vota en los comicios electorales, en especial las personas pobres. Alston derriba el mito del desencanto, la apatía, la resignación, o el desinterés en la política, como causantes de la alta abstención de los estadounidenses a la hora de votar. El Relator Especial de la ONU revela que millones de pobres estadounidenses están excluidos del derecho al voto. Alston explica cómo el sistema está diseñado para que los ciudadanos más desfavorecidos pierdan fácilmente sus derechos políticos, además de otras medidas como favorecer el peso electoral de los barrios económicamente más poderosos, creando distritos electorales con esa finalidad. Otro punto importante que nos recuerda el Relator de la ONU, es que EEUU no reconoce la definición de DDHH que recoge el derecho internacional: el derecho a la educación, el derecho a la atención médica, el derecho a la protección social de quienes lo necesitan y el derecho a un nivel de vida adecuado. Éstos derechos están reconocidos por todos los países del mundo, pero salvo el derecho a la educación, EEUU no reconoce los derechos económicos y sociales, es decir, para EEUU no existe ningún derecho a ser protegido de morir de hambre, ni derecho a recibir atención médica, ni el derecho a ser protegido de un contexto de privación total. Aunque el texto es extenso, les animo a leerlo y sobre todo a difundirlo. En estos días, el Relator sobre pobreza extrema de la ONU ha terminado su visita al Estado Español, y por los avances que se han dado a conocer, el profesor Alston tampoco ha quedado satisfecho con lo que ha visto. En cuanto esté listo el Informe sobre su visita al Estado Español, será difundido en este sitio.
Declaración sobre la visita a los Estados Unidos, por el profesor Philip Alston, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos
He pasado dos semanas visitando los Estados Unidos, por invitación del gobierno federal, para ver si la persistencia de la pobreza extrema en Estados Unidos reduce los DDHH que deben disfrutar sus ciudadanos. En mis viajes por California, Alabama, Georgia, Puerto Rico, Virginia Occidental y Washington DC, he hablado con docenas de expertos y grupos de la sociedad civil, me he reunido con altos funcionarios del gobierno estatal y federal y hablé con muchas personas sin hogar o que viven en una situación de profunda pobreza.
Mi visita coincide con un cambio dramático de dirección en las políticas estadounidenses relacionadas con la desigualdad y la pobreza extrema. El paquete de reforma fiscal propuesto destaca la apuesta de Estados Unidos por convertirse en la sociedad más desigual del mundo y aumentará en gran medida los niveles ya altos de desigualdad de riqueza e ingresos entre el 1% más rico y el 50% más pobre de los estadounidenses.
Los dramáticos recortes en el bienestar, anunciados por Donald Trump, y que ya comienzan a ser implementados por la Administración, esencialmente destruirán dimensiones cruciales de una red de seguridad que ya está llena de agujeros. Es en este contexto, que se presenta mi informe.
Estados Unidos es uno de los países más ricos y poderosos y tecnológicamente innovadores del mundo; pero ni su riqueza ni su poder ni su tecnología se están aprovechando para abordar la situación en la que 40 millones de personas continúan viviendo en la pobreza.
He visto y escuchado mucho en las últimas dos semanas. Me reuní con muchas personas que apenas sobrevivían en Skid Row en Los Ángeles, fui testigo de cómo un oficial de policía de San Francisco le decía a un grupo de personas sin hogar que abandonaran el lugar, pero no tenía respuesta cuando se le preguntaba a dónde podrían mudarse, escuché cómo a miles de personas pobres les llegan avisos de infracciones menores que parecen estar diseñados intencionalmente para convertirse rápidamente en deudas impagables, encarcelamiento y llenado de las arcas municipales, vi patios llenos de aguas residuales en Estados donde los gobiernos no consideran que las instalaciones de saneamiento sean su responsabilidad, vi personas que había perdido todos sus dientes porque el cuidado dental para adultos no está cubierto por la gran mayoría de los programas disponibles para los muy pobres, escuché sobre el aumento de las tasas de mortalidad y la destrucción familiar y comunitaria causadas por los opioides, y me reuní con personas en Puerto Rico que viven cerca de una montaña de ceniza de carbón completamente desprotegida que va cayendo sobre ellos, causando enfermedades, discapacidad y muerte.
Por supuesto, esa no es toda la historia. También vi muchas cosas positivas. Me reuní con funcionarios estatales y especialmente municipales que están decididos a mejorar la protección social para el 20% más pobre de sus comunidades; vi una sociedad civil dinámica en muchos lugares; visité una iglesia católica en San Francisco (St Boniface – Proyecto Gubbio) que abre sus bancos a las personas sin hogar todos los días, para que descansen; vi una extraordinaria capacidad de recuperación y solidaridad comunitaria en Puerto Rico; visité una increíble iniciativa de salud comunitaria en Charleston, West Virginia, que atiende a 21.000 pacientes con servicios médicos, dentales, farmacéuticos y otros servicios gratuitos, supervisado por médicos voluntarios locales, dentistas y otros (Health Rights), y comunidades indígenas que se presentaron en una conferencia de la Red de Derechos Humanos de EEUU en Atlanta, y elogiaron el avanzado sistema de atención médica de Alaska para los pueblos indígenas, diseñado con la participación directa de la comunidad destinataria.
El excepcionalismo estadounidense fue un tema constante en mis conversaciones. Pero en lugar de darse cuenta de los admirables compromisos de sus fundadores, los Estados Unidos de hoy han demostrado ser excepcionales en formas mucho más problemáticas que chocan sorprendentemente con su inmensa riqueza y su compromiso fundacional con los DDHH. Como resultado, abundan los contrastes entre la riqueza privada y la miseria pública.
Al hablar con personas en los diferentes Estados y territorios, con frecuencia me preguntaban cómo se compara Estados Unidos con otros estados. Si bien tales comparaciones no siempre son perfectas, una sección transversal de comparaciones estadísticas proporciona una imagen relativamente clara del contraste entre la riqueza, la capacidad innovadora y la ética laboral de los EEUU y los resultados sociales y de otro tipo que se han alcanzado.
Según la mayoría de los indicadores, Estados Unidos es uno de los países más ricos del mundo. Gasta más en defensa nacional que China, Arabia Saudita, Rusia, Reino Unido, India, Francia y Japón, juntos.
Los gastos de salud de los EEUU per cápita son el doble del promedio de la OCDE y mucho más altos que en todos los demás países, pero hay muchos menos médicos y camas de hospital por persona que el promedio de la OCDE.
Las tasas de mortalidad infantil de EEUU en 2013 fueron las más altas del mundo desarrollado.
Los estadounidenses tienen una esperanza de vidas más cortas y enfermas, en comparación con las personas que viven en cualquier otra democracia rica, y la «brecha de salud» entre los Estados Unidos y los países desarrollados similares continúa creciendo.
Los niveles de desigualdad en los EEUU son mucho más altos que los de la mayoría de los países europeos.
Las enfermedades tropicales desatendidas, incluido el zika, son cada vez más comunes en los Estados Unidos. Se ha estimado que 12 millones de estadounidenses viven con una infección parasitaria desatendida. Un informe de 2017 documenta la prevalencia del anquilostoma en el condado de Lowndes, Alabama.
Estados Unidos tiene la mayor prevalencia de obesidad en el mundo desarrollado.
En términos de acceso al agua y al saneamiento, Estados Unidos ocupa el puesto 36 en el mundo.
Estados Unidos tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, por delante de Turkmenistán, El Salvador, Cuba, Tailandia y la Federación de Rusia. Su tasa es casi cinco veces mayor que el promedio de la OCDE.
La tasa de pobreza juvenil en los Estados Unidos es la más alta en la OCDE con una cuarta parte de los jóvenes viviendo en la pobreza en comparación con menos del 14% en la OCDE.
El Centro Stanford sobre Desigualdad y Pobreza clasifica a los países más acomodados en términos de mercado laboral, pobreza, red de seguridad social, desigualdad de riqueza y movilidad económica. Estados Unidos ocupa el último puesto entre los 10 países más acomodados y el 18 entre los 21 países principales.
En la OCDE, Estados Unidos ocupa el puesto 35 de 37 en términos de pobreza y desigualdad. Según la base de datos World Income Inequality, Estados Unidos tiene la tasa de Gini más alta (que mide la desigualdad) de todos los países occidentales.
El Centro Stanford sobre Pobreza y Desigualdad caracteriza a los Estados Unidos como «un valor atípico claro y constante en la liga de la pobreza infantil». Las tasas de pobreza infantil de los Estados Unidos son las más altas entre los seis países más ricos: Canadá, Reino Unido, Irlanda, Suecia y Noruega.
Alrededor del 55.7% de la población en edad de votar de EEUU votó en las elecciones presidenciales de 2016. En la OCDE, Estados Unidos ocupó el puesto 28 en la participación electoral, en comparación con un promedio de la OCDE del 75%. Los votantes registrados representan una proporción mucho menor de votantes potenciales en los EEUU que cualquier otro país de la OCDE. Sólo alrededor del 64% de la población en edad de votar de EEUU se registró en 2016, en comparación con el 91% de Canadá (2015) y el Reino Unido (2016), el 96% de Suecia (2014), y casi el 99% de Japón (2014).
La dimensión de los derechos humanos.
Las administraciones sucesivas, incluida la actual, han rechazado con determinación la idea de que los derechos económicos y sociales son derechos humanos verdaderos, a pesar de su claro reconocimiento no sólo en los tratados clave que Estados Unidos ha ratificado (como la Convención sobre la Eliminación de Todas las formas de discriminación racial), y en la Declaración Universal de Derechos Humanos que los Estados Unidos han insistido durante mucho tiempo en que otros países deben respetar.
Pero la negación no elimina la responsabilidad ni niega las obligaciones. El derecho internacional de los derechos humanos reconoce el derecho a la educación, el derecho a la atención médica, el derecho a la protección social de quienes lo necesitan y el derecho a un nivel de vida adecuado.
En la práctica, Estados Unidos está solo entre los países desarrollados al insistir en que, si bien los derechos humanos son de importancia fundamental, no incluyen derechos que protejan contra la muerte por hambre, la falta de acceso a servicios de salud asequibles o el crecimiento en un contexto de privación total.
Dado que los Estados Unidos se han negado a reconocer los derechos económicos y sociales acordados por la mayoría de los otros estados (excepto el reconocimiento al derecho a la educación en las constituciones de los Estados), el enfoque principal del presente informe es sobre los derechos civiles y políticos reflejados en la Declaración de los Estados Unidos, y los derechos reconocidos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que Estados Unidos ha ratificado.
¿Quiénes son «los pobres»?
Me ha sorprendido la medida en que algunos políticos y medios de comunicación han vendido al electorado narrativas caricaturescas sobre las supuestas diferencias innatas entre ricos y pobres, y se les ha permitido dirigir el debate . Los ricos son «trabajadores, emprendedores, patrióticos e impulsores del éxito económico». Los pobres son «derrochadores, perdedores y estafadores». Como resultado, el dinero gastado en asistencia social es un dinero desperdiciado. Para completar la imagen, también se dice que «los pobres que quieren triunfar en Estados Unidos pueden hacerlo fácilmente: realmente pueden lograr el sueño americano trabajando lo suficiente».
La realidad que he visto, sin embargo, es muy diferente. Es un hecho que muchos de los ciudadanos más ricos no pagan impuestos en la misma medida que los demás, guardan gran parte de su riqueza en el extranjero y a menudo, obtienen sus ganancias exclusivamente de la especulación en lugar de contribuir a la riqueza general de la comunidad estadounidense.
¿Quiénes son los pobres? Los estereotipos racistas suelen aflorar enseguida. Se asume abrumadoramente que los pobres son personas de color, ya sean afroamericanos o hispanos inmigrantes. La realidad es que hay 8 millones de blancos más pobres que negros. Del mismo modo, se supone que un gran número de beneficiarios de asistencia social viven muy bien. Algunos políticos y representantes políticos con los que hablé se mostraron completamente defensores de la narrativa acerca de beneficiarios de las ayudas públicas presentados como estafadores sentados en cómodos sofás, mirando televisores en color, mientras navegaban en sus teléfonos inteligentes, todo pagado por bienestar social. Me pregunto cuántos de estos políticos han visitado áreas pobres, y mucho menos han hablado con quienes viven allí. Hay muchas anécdotas, pero la evidencia no se ve por ningún lado. En cada sociedad, hay quienes abusan del sistema, tanto en los niveles de ingresos superiores como en los inferiores.
Pero las personas pobres que conocí de entre los 40 millones que vivían en la pobreza eran abrumadoramente personas que habían nacido en la pobreza, o aquellas que habían sido empujadas allí por circunstancias en gran medida fuera de su control, como discapacidades físicas o mentales, divorcios, desintegración familiar, enfermedad, vejez, salarios insuficientes para vivir o discriminación en el mercado laboral.
El rostro de la pobreza en Estados Unidos no es sólo negro o hispano, sino también blanco, asiático y de muchos otros colores. Tampoco se limita a un grupo de edad en particular. La automatización y la robotización ya están expulsando a muchos trabajadores de mediana edad de trabajos en los que alguna vez se creían seguros. En la economía del siglo XXI, solo un pequeño porcentaje de la población es inmune a la posibilidad de que puedan caer en la pobreza como resultado de rupturas más allá de su propio control. El sueño americano se está convirtiendo rápidamente en el espejismo estadounidense, ya que EEUU ahora tiene la tasa más baja de movilidad social que cualquiera de los países ricos.
El alcance actual de la pobreza en los Estados Unidos
Existe un debate considerable sobre el alcance de la pobreza en los EEUU pero a los efectos de este informe, se confía principalmente en las estadísticas oficiales del gobierno, elaboradas principalmente por la Oficina del Censo de los EEUU. Para definir y cuantificar la pobreza en Estados Unidos, la Oficina del Censo utiliza «umbrales de pobreza» o Medidas oficiales de pobreza (OPM), actualizadas cada año.
En septiembre de 2017, más de uno de cada ocho estadounidenses vivía en la pobreza (40 millones, lo que equivale al 12,7% de la población). Y casi la mitad de esos (18,5 millones) vivían en la pobreza extrema, con ingresos familiares reportados por debajo de la mitad del umbral de pobreza.
No existe una receta mágica para eliminar la pobreza extrema, y cada nivel de gobierno debe tomar sus propias decisiones de buena fe. Pero al final de cuentas, particularmente en un país rico como Estados Unidos, la persistencia de la pobreza extrema es una elección política hecha por quienes están en el poder. Con voluntad política, podría eliminarse fácilmente.
Lo que se sabe, por una larga experiencia y a la luz de las obligaciones en derechos humanos de los gobiernos, es que existen ingredientes indispensables en las políticas diseñadas para eliminar la pobreza. Incluyen: toma de decisiones democráticas, políticas completas de empleo, protección social para los vulnerables, un sistema de justicia justo y efectivo, igualdad de género y racial y respeto por la dignidad humana, políticas fiscales responsables y justicia ambiental. Actualmente, los Estados Unidos se quedan muy cortos en cada uno de estos temas.
El debilitamiento de la democracia
La piedra angular de la sociedad estadounidense es la democracia, pero se está debilitando constantemente. El principio de una persona un voto se aplica en teoría, pero está lejos de la realidad. En una democracia, la tarea del gobierno debe ser facilitar la participación política asegurando que todos los ciudadanos puedan votar y que sus votos cuenten por igual. En los EEUU existe una abierta privación de derechos a un gran número de personas condenadas por delitos , una regla que afecta predominantemente a los ciudadanos negros, ya que son aquellos cuya conducta a menudo está específicamente destinada a la criminalización. Además, a menudo se exige que las personas que hayan pagado su deuda con la sociedad aún no puedan recuperar su derecho al voto hasta que paguen todas las multas y tarifas pendientes.
Luego está la privación encubierta del derecho de voto, que incluye la creación escandalosa de distritos electorales para privilegiar a grupos particulares de votantes, la imposición de requisitos artificiales e innecesarios de identificación de votantes, la manipulación flagrante de las ubicaciones de las mesas electorales, la reubicación de los DMV para que sea más difícil para ciertos grupos obtener identificaciones y el aumento general de obstáculos para votar, especialmente para aquellos sin recursos.
El resultado final es que las personas que viven en la pobreza, las minorías y otros grupos desfavorecidos están siendo sistemáticamente privados de sus derechos de voto.
Una explicación común es que las personas no ven mejoría en su bienestar independientemente de a quién elijan, y piensan que votar no tiene sentido. Pero la explicación más convincente y desalentadora que recibí fue la respuesta a mi pregunta de por qué las tasas de votación son tan extraordinariamente bajas en Virginia Occidental. Un funcionario estatal señaló la apatía, que explicó al decir que «cuando las personas son pobres simplemente abandonan el sistema electoral». Si este es el caso, como parece probable, algunas élites políticas tienen un fuerte interés en mantener a la gente en la pobreza. Como me comentó un político, sería instructivo realizar una encuesta sobre las apariciones de campaña de los políticos en distritos abrumadoramente pobres.
Un énfasis ilusorio en «que busquen empleo»
Las propuestas para recortar los escasos programas de asistencia social que existen actualmente, se promocionan principalmente sobre la base de que los pobres «necesitan abandonar la asistencia social y volver al trabajo». La suposición es que hay una gran cantidad de trabajos esperando ser cubiertos por personas con bajos niveles educativos, que a menudo sufren discapacidades de un tipo u otro, a veces cargadas con antecedentes penales (tal vez por el delito de falta de vivienda o por no poder pagar una multa de tráfico), y sin capacitación o asistencia significativa para obtener empleo. También suponen que los trabajos que podrían obtener los harán independientes de la asistencia estatal.
Sin embargo, hablé con trabajadores de Walmart y otras grandes tiendas que no podían sobrevivir con un salario de tiempo completo sin depender también de los cupones de alimentos. Se ha estimado que hasta 6 mil millones de dólares salen del programa SNAP (Programa de Asistencia para Nutrición Suplementaria) para apoyar a dichos trabajadores, proporcionando así un enorme subsidio encubierto a esas importantes corporaciones.
En términos del mercado laboral, la realidad es muy diferente de la que representan los defensores del trabajo. Ha habido una disminución a largo plazo en las tasas de empleo. Por ejemplo, para 2017, solo el 89% de los hombres de 25 a 54 años estaban empleados. Si bien los factores de oferta, como las crecientes tasas de discapacidad, el aumento de la inmovilidad geográfica y más altas tasas de encarcelamiento son relevantes, un informe de 2016 del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca concluyó que las reducciones en la oferta laboral son mucho menos importantes que las reducciones en la demanda laboral explicando la tendencia a largo plazo: factores como la automatización y las nuevas tecnologías, como los automóviles sin conductor, las impresoras 3D y las fábricas y almacenes con personal robot, verán una disminución continua en la demanda de mano de obra poco calificada.
Debido a este creciente desempleo, la población pobre de los Estados Unidos se está convirtiendo en una clase más desfavorecida, que está desconectada de la economía y no puede satisfacer las necesidades básicas. El 40 % de la población pobre de 1999 estaba en pobreza profunda, en 2015, es el 46 %. Del mismo modo, las tasas de pobreza extrema (es decir, vivir con menos de 2 dólares por día y persona) también están aumentando, nuevamente debido a la disminución del empleo, así como a la creciente «desconexión» de la red de protección social.
Deficiencias en la protección social básica
Hay una gran cantidad de cuestiones que podrían abordarse bajo este encabezado. Me centraré en tres preocupaciones principales.
Pueblos indígenas
Los jefes y representantes de tribus reconocidas y no reconocidas me presentaron evidencia de pobreza extrema generalizada en las comunidades indígenas de los Estados Unidos. Pidieron el reconocimiento federal como un primer paso esencial para abordar la pobreza, indicando que sin ella su forma de vida está criminalizada, están sin poder y su cultura está destruida, todo lo cual perpetúa la pobreza, la mala salud y las tasas de suicidio sorprendentemente altas.
Las condiciones de vida en Pine Ridge, Lakota, se describieron como comparables a las de Haití, con ingresos anuales de menos de 12.000 dólares y tasas de mortalidad infantil tres veces superiores a la tasa nacional. Se han perdido nueve vidas allí por suicidio en los últimos tres meses, incluido un niño de seis años. Sin embargo, los programas financiados por el gobierno federal destinados a la prevención del suicidio han sido suprimidos.
Los testimonios también revelaron una necesidad urgente de recopilar datos sobre la pobreza en todas las comunidades indígenas, un mayor acceso a la atención médica y una mayor protección contra el abuso privado y corporativo.
La tribu Navajo de Red Water Pond habló sobre préstamos predatorios que implican tasas de interés del 400% y una alta incidencia de cáncer de riñón, hígado y páncreas.
Pobreza infantil
Un número sorprendentemente alto de niños en los Estados Unidos vive en la pobreza. En 2016, el 18% de los niños, unos 13,3 millones, vivían en la pobreza, y los niños representaban el 32,6% de todas las personas en situación de pobreza. Las tasas de pobreza infantil son más altas en los estados del sur, con Mississippi y Nuevo México con el 30% y Louisiana con el 29%.
Contrariamente a las suposiciones estereotípicas, el 31% de los niños pobres son blancos, el 24% son negros, el 36% son hispanos y el 1% son indígenas. Al observar a los niños pequeños y bebés, el 42% de todos los niños negros son pobres, el 32% de los hispanos y el 37% de los bebés y niños indígenas son pobres. La cifra para los blancos es del 14%.
Los niños pobres también se ven significativamente afectados por la crisis de vivienda asequible y adecuada de Estados Unidos. Alrededor del 21% de las personas sin hogar son niños. Si bien, según los informes, la mayoría de las personas viven en la indigencia, la falta de estabilidad financiera, las altas tasas de desalojo y las altas tasas de movilidad afectan negativamente la educación y la salud física y mental.
En una nota positiva, la mayoría de los niños que viven en la pobreza tienen seguro médico. Debido a la expansión de Medicaid y la creación del Programa de seguro médico para niños en 1997, a partir de 2016, alrededor del 95% de todos los niños tenían seguro médico. Medicaid y CHIP han reducido la tasa de niños sin cobertura de salud del 14% en 1997 al 5,3% en 2015.
Otros programas de apoyo también son importantes, como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP) que se estima que saca a unos cinco millones de niños de la pobreza anualmente, mientras que en 2015 el Crédito Tributario por Ingreso del Trabajo (EITC) y el Crédito Tributario por Hijo ( CTC) sacó a otros cinco millones de niños de la pobreza. Por el contrario, TANF no está recibiendo suficientes niños, con menos del 25% de todas las familias pobres que son elegibles para recibir asistencia monetaria en virtud de TANF realmente la reciben. Los recortes propuestos a la mayoría de estos programas tendrían consecuencias dramáticas.
Salud dental de adultos
La Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio amplió en gran medida la disponibilidad de atención dental para los niños, pero la situación de los adultos que viven en la pobreza sigue siendo lamentable. Su único acceso a la atención dental es a través de la sala de emergencias, lo que generalmente significa que cuando el dolor se vuelve insoportable o incapacitante, son elegibles para extraer el diente. La mala higiene bucal y los perfiles dentales desfigurantes conducen a la desocupación en muchos trabajos, a ser rechazados en la comunidad y a no poder funcionar de manera efectiva. Sin embargo, no existe un programa nacional, y muy pocos programas estatales, para abordar estos problemas que afectan fundamentalmente la dignidad humana y, en última instancia, los derechos civiles de las personas involucradas.
Se confía en la criminalización para ocultar el problema
Las estimaciones de personas sin hogar publicadas por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano en diciembre de 2017 muestran una cifra nacional de 553.742, que incluye 76.500 en Nueva York, 55.200 en Los Ángeles y 6.900 en San Francisco. Estas cifras se consideran ampliamente como provenientes de una insuficiente contabilización de los casos, como lo ilustran las estimaciones de 21.000 personas sin hogar en San Francisco, proporcionadas por varios expertos con quienes me reuní.
En muchas ciudades, las personas sin hogar son efectivamente criminalizadas por la situación en la que se encuentran. Dormir, sentarse en lugares públicos, mendigar, orinar en público (en ciudades que ofrecen casi cero baños públicos) y una miríada de otras ofensas se han ideado para atacar la «plaga» de la falta de vivienda.
Regulaciones cada vez más exigentes e intrusivas conducen a avisos de infracción, que rápidamente se convierten en delitos menores, lo que lleva a la emisión de órdenes de arresto, encarcelamiento, multas impagables y el estigma de una condena penal que a su vez prácticamente impide el acceso posterior al empleo y a la mayoría de alojamientos. Las autoridades en ciudades como Los Ángeles y San Francisco a menudo fomentan este círculo vicioso.
En Skid Row, Luisiana, se informó que 6.696 arrestos de personas sin hogar se realizaron entre 2011 y 2016. En lugar de ver a las personas sin hogar como una ofensa a los sentidos y a sus vecindarios; los ciudadanos y las autoridades locales deberían ver en su presencia un trágico acusación de políticas comunitarias y gubernamentales.
La falta de vivienda a esta escala está lejos de ser inevitable y nuevamente refleja la elección políticas de buscar la aplicación de la ley en lugar de un plan de viviendas a precio asequible, tratamiento médico, asesoramiento psicológico y capacitación laboral como las soluciones. La inutilidad de los enfoques existentes era demasiado evidente mientras caminé por algunas de las áreas más afectadas.
En muchas ciudades y condados, el sistema de justicia penal es efectivamente un sistema para mantener a los pobres en la pobreza y generar ingresos para financiar no sólo el sistema de justicia sino también otros diversos programas.
El uso del sistema legal, no para promover la justicia, sino para aumentar los ingresos, como se documenta tan poderosamente en el informe del Departamento de Justicia sobre Ferguson, es generalizado en todo el país. Las llamadas «multas y tarifas» se acumulan para que las infracciones de bajo nivel se vuelvan inmensamente gravosas, un proceso que afecta sólo a los miembros más pobres de la sociedad que pagan la gran mayoría de esas sanciones. La policía estatal, del condado y municipal y las agencias de aplicación de la ley no siempre son fuerzas para el cambio en tales entornos. Si bien desempeñan un papel indispensable para mantener segura a la ciudadanía, a veces también presionan a las legislaturas para mantener altos niveles de personal y horas extras, en lugar de enfoques menos costosos que aborden los desafíos sociales de manera constructiva y efectiva y eliminen la necesidad de una respuesta de las fuerzas del orden .
Otra práctica que afecta casi exclusivamente a los pobres es la de establecer grandes fianzas para un acusado que busca salir en libertad en espera de juicio. Unos 11 millones de personas ingresan a las cárceles locales anualmente, y en un día cualquiera hay más de 730.000 personas detenidas, de las cuales casi dos tercios están en espera de juicio, y por lo tanto se presume que son inocentes. Sin embargo, los jueces han establecido una gran cantidad de fianza, lo que significa que los acusados ricos pueden garantizar su libertad, es probable que los acusados enteramente pobres permanezcan en la cárcel, con todas las consecuencias en términos de pérdida de sus trabajos, interrupción del cuidado de los menores a su cargo, incapacidad para pagar el alquiler y sumergirse en una miseria más profunda. Un movimiento importante para eliminar las fianzas está cobrando fuerza, y debe ser aceptado por cualquier persona preocupada por el impacto totalmente desproporcionado del sistema de justicia sobre los pobres.
Finalmente, debe mencionarse la práctica generalizada de suspender las licencias de conducir para una amplia gama de delitos no relacionados con la conducción, como la falta de pago de multas. Esta es una manera perfecta de garantizar que los pobres, que viven en comunidades que se han negado firmemente a invertir en sistemas de transporte público serios, no puedan ganarse la vida, lo que podría haber ayudado a pagar la deuda pendiente. Se abren dos caminos: la penuria, o conducir ilegalmente, con el riesgo de una criminalización aún más grave y contraproducente.
La brecha de género en la pobreza
Se podrían citar muchas estadísticas para demostrar hasta qué punto las mujeres soportan una carga particularmente alta como resultado de vivir en la pobreza. Están, por ejemplo, más expuestas a la violencia, más vulnerables al acoso sexual, discriminadas en el mercado laboral.
Luke Shafer y Kathryn Edin concluyen que el número de niños en hogares de madres solteras que viven en la pobreza extrema durante todo un año se ha disparado de menos de 100.000 en 1995 a 895.000 en 2011 y 704.000 en 2012. Pero quizás es el daño menos reconocido de los recortes sociales. Las políticas que reducen los servicios prestados por el Estado inevitablemente significan que la carga resultante se impone a los cuidadores principales dentro de las familias, que son abrumadoramente mujeres. Las legislaturas dominadas por hombres rara vez prestan atención a esta consecuencia de los recortes de bienestar que imponen.
Racismo, discapacidad y demonización de los pobres
La demonización de los pobres puede tomar muchas formas. Ésta ha sido internalizada por muchas personas pobres que orgullosamente se resisten a solicitar los beneficios a los que tienen derecho y luchan valientemente para sobrevivir contra viento y marea. El racismo es una dimensión constante y lamento que en un informe que busca cubrir tanto terreno no haya espacio para profundizar mucho más en el fenómeno. Las disparidades raciales, ya grandes, se están arraigando y exacerbando en muchos contextos.
En Alabama, vi varias casas en áreas rurales que estaban rodeadas de pozos negros de aguas residuales que fluían de sistemas sépticos rotos o inexistentes. El Departamento de Salud del Estado no tenía idea de cuántos hogares existen en estas condiciones, a pesar de las graves consecuencias para la salud. Tampoco tenían ningún plan para averiguarlo, ni un plan para hacer algo al respecto.
Pero dado que la gran mayoría de la gente blanca vive en las ciudades, que están bien atendidas por los sistemas de alcantarillado construidos y mantenidos por el gobierno, y la mayoría de la gente rural en áreas como el condado de Lowndes, son negros, el problema no aparece en el ámbito político o político. pantalla de radar gubernamental.
Lo mismo se aplica a las personas con discapacidad. Con la intención de afirmar que muchos beneficiarios están estafando el sistema, a menudo se afirma, aunque con poca evidencia, que un gran número de aquellos que reciben subsidios por discapacidad no son en realidad discapacitados. Cuando comprobé las tasas muy altas de personas con discapacidad en West Virginia, los funcionarios del gobierno explicaron que la mayoría de los beneficiarios habían alcanzado niveles bajos de educación, trabajaban en trabajos manuales exigentes y a menudo estaban expuestos a riesgos de los cuales los empleadores no tenían que protegerlos.
Políticas de drogas confusas y contraproducentes
La crisis de los opioides ha llamado mucho la atención, como es natural. Ha devastado muchas comunidades y la adicción a menudo conduce al consumo de heroína, metanfetamina y otras sustancias. Muchos estados han introducido regímenes altamente punitivos dirigidos contra las mujeres embarazadas, en lugar de tratar de proporcionar un tratamiento comprensivo y maximizar el bienestar del feto. Como dijo una presentación:
Las madres en Alabama enfrentan procesamientos penales que pueden resultar en años de encarcelamiento, así como procedimientos civiles de bienestar infantil que tienen el poder de separar a las familias y cortar los derechos parentales de una persona. Las familias que viven en la pobreza ya son desproporcionadamente objeto de investigaciones de bienestar infantil en los Estados Unidos. Los expertos han descubierto que los niños pobres sufren de manera desproporcionada la imposición del sistema de bienestar infantil y que las familias que reciben asistencia pública tienen cuatro veces más probabilidades de ser investigadas y que sus hijos sean retirados del hogar familiar debido a un supuesto maltrato infantil.
Del mismo modo, los estados buscan cada vez más imponer pruebas de drogas a los beneficiarios de beneficios sociales, con programas que conducen a la expulsión del programa para los infractores reincidentes. Dichas políticas son completamente contraproducentes, altamente intrusivas y punitivas en temas que se requiere cuidado.
La justificación que me ofrecieron en West Virginia fue que el Estado no debería apoyar a alguien que es adicto a las drogas. Sería interesante ver si se aceptaría la misma justificación si se propusiera que los legisladores y altos funcionarios, que deben mantener la confianza del público, también deben someterse a pruebas de drogas con regularidad y ser castigados si no están limpios.
Del mismo modo, el contraste entre las enormes condenas dictadas a quienes usan drogas como el crack, contrasta dramáticamente e incomprensiblemente con el enfoque aplicado en la mayoría de los casos de adicción a los opioides. La variable clave parece ser la raza. La lección que debe aprenderse es que la respuesta generalmente humana y afectuosa a los usuarios de opioides debe aplicarse a la mayoría de los casos de adicción a sustancias.
El uso del fraude en las ayudas sociales como excusa
Los llamados a la reforma de la asistencia social tienen lugar contra el constante repique de las denuncias de fraude generalizado en el sistema. El contraste con la reforma fiscal es instructivo. En ese contexto, se deposita una fe inmensa en la buena voluntad y el altruismo de los beneficios fiscales que se dan a las corporaciones, mientras que a la reforma del bienestar se le aplican los supuestos opuestos. Los pobres son inherentemente «vagos, deshonestos y sólo se preocupan por sus propios intereses».
Los funcionarios del gobierno con los que me reuní insistieron en que los Estados están jugando con el sistema para defraudar al gobierno Federal, que las personas constantemente están al acecho para vivir del bienestar social, y los grupos comunitarios están exagerando los números. La realidad, por supuesto, es que hay buenos y malos actores corporativos y hay buenos y malos demandantes de asistencia social. Pero aunque se han reducido los fondos para que el IRS (el ente recaudador de impuestos) audite a los contribuyentes ricos,los esfuerzos para identificar el fraude de asistencia social se están intensificando enormemente.
La respuesta es una regulación gubernamental matizada: una abdicación con respecto a controlar a los ricos, y una duplicación de las políticas intrusivas y punitivas hacia los pobres.
Las revelaciones de la evasión fiscal generalizada por parte de las empresas y las personas de alto nivel de riqueza no generan ninguna reprimenda, solo aquiescencia y el mantenimiento de las lagunas y otros arreglos diseñados para facilitarles las cosas. Pero la revelación de cupones de alimentos que se utilizan para fines distintos de mantenerse con vida genera alaridos de indignación por parte de los funcionarios del gobierno y sus partidarios de los medios.
Privatización
Las soluciones a los principales desafíos sociales en los Estados Unidos, las buscan cada vez más en la privatización de los servicios. Si bien las empresas en cuestión se han beneficiado generosamente, está lejos de ser claro que se hayan logrado resultados óptimos para las poblaciones de clientes relevantes. En particular, debe prestarse mayor atención al papel de las empresas en la prevención de la formulación racional de políticas y la defensa de las reformas para mantener sus ganancias a expensas de los miembros más pobres de la sociedad.
Durante mi visita me contaron muchos ejemplos. Por ejemplo, las corporaciones de fianzas que existen en sólo otro país en el mundo, precisamente porque distorsionan la justicia, fomentan niveles de fianza excesivos y a menudo innecesarios, y alimentan y presionan por un sistema que, por definición, penaliza a los pobres. Los ricos siempre pueden pagar, y pueden evitar el 10% o incluso más que las compañías de fianzas exigen como pago inicial no reembolsable. Escuché casos de personas que pagaron miles de dólares para pagar la fianza, y lo perdieron todo cuando se retiraron los cargos un día después. Si posteriormente fueron acusados de un delito diferente, todo el proceso comienza nuevamente y se pierden todos los pagos anteriores. Otros ejemplos incluyen las corporaciones que dirigen prisiones privadas con fines de lucro, así como los cazarrecompensas.
Sostenibilidad ambiental
En Alabama y Virginia Occidental me informaron de la alta proporción de la población que no estaba siendo atendida por servicios públicos de alcantarillado y suministro de agua. Contrariamente a la suposición en la mayoría de los países de que el gobierno debería extender estos servicios de manera sistemática y eventualmente integral a todas las áreas, en ninguno de los estados pude obtener cifras sobre la magnitud del desafío o los detalles de los planes del gobierno para abordar los problemas. en el futuro.
Principales respuestas gubernamentales actuales
El análisis que sigue se centra principalmente en el nivel Federal. El federalismo complica las cuestiones de responsabilidad, pero una ironía que surgió claramente de mi visita es que aquellos que luchan más por defender los derechos del Estado, también luchan por negar los derechos de la ciudad y el condado. Si la retórica sobre el fomento de los laboratorios de innovación es significativa, la libertad de innovar no puede limitarse sólo a los políticos estatales.
Reforma fiscal
Es probable que se adopten cambios profundos y dramáticos en el espacio de los próximos días, ya que el Congreso considera una decisión final fied de la factura de impuestos. Desde la perspectiva de los derechos humanos, la falta de debate público, la naturaleza cerrada de la negociación, la exclusión de los representantes de casi la mitad del pueblo estadounidense del proceso y la incapacidad de los representantes elegidos para saber en detalle lo que están siendo pidieron votar, todos plantean preocupaciones importantes. Del mismo modo, el cambio inmediato propuesto de muchos acuerdos de larga data sobre la base de los cuales los ciudadanos han planeado su futuro, plantea cuestiones importantes relacionadas con la necesidad de un cierto grado de previsibilidad y respeto de las expectativas razonables en la adopción de la reforma fiscal.
Sin embargo, una de las principales preocupaciones es el enorme impulso dado a la desigualdad de ingresos y riqueza por las reformas propuestas. Mientras que la mayoría de las otras naciones, y todas las principales instituciones internacionales como la OCDE, el Banco Mundial y el FMI han reconocido que las desigualdades extremas en riqueza e ingresos son económicamente ineficientes y socialmente perjudiciales, el paquete de reforma fiscal es esencialmente un intento de hacer Estados Unidos, el campeón mundial de la desigualdad extrema. Como se señaló en el Informe de Desigualdad Mundial 2018,tanto en Europa como en los EEUU el 1% de los adultos ganó alrededor del 10% de los ingresos nacionales en 1980. En Europa, eso ha aumentado hoy al 12%, pero en los EEUU en el mismo período de tiempo, los ingresos anuales del 1% superior aumentaron un 205%, y para el 0,001% superior la cifra es del 636%. En comparación, el salario anual promedio del 50% inferior se ha estancado desde 1980.
A nivel estatal, la satanización de los impuestos, como si fueran inherentemente malvados, significa que la legislatura efectivamente se niega a recaudar impuestos incluso cuando hay una necesidad desesperada.En cambio, imponen tarifas y multas por la puerta de atrás, algunas de las cuales financian el sistema de justicia y otras van a financiar los proyectos favoritos de los legisladores. Esta técnica de juego de manos tiene un ganador: los ricos políticamente poderosos no tienen que pagar más impuestos, mientras que los pobres políticamente marginados soportan la carga pero no pueden hacer nada al respecto.
Reforma del bienestar social
Al calcular cómo se pueden pagar los recortes de impuestos propuestos, el Tesoro ha mencionado explícitamente la reforma de las prestaciones sociales como una fuente importante de ingresos. De hecho, varios funcionarios clave han señalado que será necesario realizar importantes recortes en el presupuesto de asistencia social. Dados los recortes extensivos, y en algunos casos incansables, que se han realizado en los últimos años, las consecuencias en un sistema de protección social ya sobrecargado e inadecuado probablemente sean fatales para muchos programas, y posiblemente también para quienes confían en ellos
Reforma sanitaria
El líder de la mayoría en el Senado escribió recientemente que “el Senado también votó para brindar alivio a los estadounidenses de ingresos bajos y medios al derogar el impuesto del Obamacare. Durante demasiado tiempo, las familias han sufrido bajo este impuesto impopular e injusto bajo una ley inviable ”. Muchos observadores con quienes hablé consideran que esta medida hará que, con el tiempo, el resto de la ACA (la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, de Obama) sea inviable, eliminando así a millones de personas de las filas de los asegurados.
También ha habido muchas referencias en declaraciones de altos funcionarios sobre la conveniencia de reducir los gastos de Medicare (seguro médico de costo reducido para mayores de 65 años y discapacitados) y Medicaid (cobertura médica para adultos, familias y niños con bajos ingresos). Cuando pregunté a los funcionarios estatales cuáles creían que serían las consecuencias de revocar la expansión de Medicaid de la ACA, la respuesta unánime fue que sería desastroso, no sólo para las personas afectadas sino también para los sistemas estatales de atención médica.
Además, existe una considerable incertidumbre en torno a la financiación del Programa de Seguro Médico para Niños (CHIP), del cual dependen casi 9 millones de niños de bajos ingresos para su atención primaria de salud y dental. Si no se garantiza la financiación a largo plazo, esos niños podrían quedar desprotegidos. Existe la amenaza de disminuir gradualmente los fondos para el programa a corto plazo, lo que sería devastador para la salud de millones de niños pobres en Estados Unidos.
De manera similar, los Centros de Salud Calificados Federalmente (FQCH) son proveedores de «seguridad social» financiados con fondos federales de atención integral de salud primaria y preventiva, independientemente del seguro médico que se tenga o la capacidad de pago. El programa del Centro de Salud ha podido crecer debido a la elegibilidad ampliada de Medicaid y los aumentos en los fondos de subvenciones federales, incluso en virtud de la Ley de Asistencia Asequible, de Obama. Sin embargo, el futuro de estos centros es incierto, ya que una ley de refinanciación fue aprobada por la Cámara pero la consideración del Senado se retrasó. Si se pierden los fondos, unos 2.800 centros de salud en todo el país podrían cerrar, 9 millones de pacientes podrían perder el acceso a la atención primaria y preventiva, más de 51.000 proveedores y el personal podrían perder sus trabajos, y se perderían ingresos de más de 7 mil millones de dólares en comunidades con dificultades económicas. Si se disminuye la financiación, sólo se puede suponer que los efectos serán proporcionalmente devastadores.
Nuevas tecnologías de la información
El término «nueva tecnología de la información» o «nueva tecnología» no está bien definido, a pesar de su uso frecuente. Se usa comúnmente para fenómenos tan diferentes pero interrelacionados, como el aumento espectacular de la potencia informática, «Big Data», aprendizaje automático, algoritmos, inteligencia artificial y robotización, entre otras cosas. Estos términos separados a menudo también carecen de una definición clara. Existen claros beneficios para el rápido desarrollo de la nueva tecnología de la información. Un informe de la Casa Blanca de 2016, por ejemplo, destaca los principales beneficios de la nueva tecnología en inteligencia artificial «para el público en campos tan diversos como la atención médica, el transporte, el medio ambiente, la justicia penal y la inclusión económica». Pero los riesgos también son cada vez más claros.
Se debe prestar mucha más atención a las formas en que la nueva tecnología impacta los derechos humanos de los estadounidenses más pobres. Esta investigación es relevante para un grupo mucho más amplio, ya que la experiencia muestra que los pobres son a menudo un campo de pruebas para prácticas y políticas que luego pueden aplicarse a otros.
Estas son algunas preocupaciones relevantes:
Sistemas coordinados de acceso a la vivienda para personas sin hogar
Un sistema de entrada coordinada (CES) es, en esencia, un sistema creado para unir a la población sin hogar con los servicios disponibles para personas sin hogar. Tales sistemas están ganando popularidad y su impacto en los derechos humanos aún no se ha estudiado ampliamente. Hablé con una variedad de organizaciones de la sociedad civil y funcionarios gubernamentales en Los Ángeles y San Francisco sobre el CES.
En Los Ángeles, el CES es uno de los pilares de la estrategia del alcalde Garcetti para abordar la crisis de personas sin hogar en la ciudad. El sistema es administrado por la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar de Los Ángeles (LAHSA). Decenas de miles de personas sin hogar de Los Ángeles se han incluido en el sistema desde su creación en 2013. Funciona de la siguiente manera: un trabajador social o voluntario del servicio para personas sin hogar entrevista a una persona sin hogar mediante una encuesta llamada Herramienta de asistencia para la toma de decisiones prioritarias sobre el índice de vulnerabilidad (VI-SPDAT). Estos datos se pasan a un Sistema de información de gestión de personas sin hogar (HMIS) que almacena los datos. Un algoritmo de clasificación le da al encuestado sin hogar un puntaje de vulnerabilidad entre 1 y 17 y un segundo, el algoritmo de emparejamiento, empareja a las personas sin hogar más vulnerables con las oportunidades de vivienda apropiadas.
El CES reemplaza un sistema anterior de vinculación de personas sin hogar con viviendas que varios interlocutores me describieron como disfuncional. Se basa en el principio de «Vivienda primero», que se centra en proporcionar vivienda antes que nada.
Pero a pesar de las buenas intenciones de los funcionarios en Los Ángeles, el CES tiene un lado orwelliano. Me expresaron preocupaciones similares sobre el CES de San Francisco.Una primera y principal preocupación es que la encuesta VI-SPDAT pide a las personas sin hogar que declaren los detalles más íntimos de sus vidas.
Entre muchas otras preguntas, la encuesta VI-SPDAT requiere que las personas sin hogar respondan si se dedican al trabajo sexual, si alguna vez han robado medicamentos, con qué frecuencia han tenido problemas policiales, y si tienen «actividades planificadas diarias que les dan felicidad y satisfacción, y no sean sólo sobrevivir ”.
Un investigador con el que me reuní que entrevistó a personas sin hogar que respondieron la encuesta VI-SPDAT explicó que muchos sienten que están renunciando al derecho humano a la privacidad a cambio del derecho humano a la vivienda.
Una organización de la sociedad civil en San Francisco explicó que muchas personas sin hogar se sienten profundamente disgustada por los millones de dólares que se gastan en esta nueva tecnología para canalizarlos a viviendas que no existen. Según algunos de mis interlocutores, sólo una minoría de las personas sin hogar entrevistadas consigue una vivienda permanente, debido a la escasez crónica de viviendas asequibles y vales de vivienda en California. Como dijo un participante en un ayuntamiento de la sociedad civil en San Francisco: «Las computadoras y la tecnología no pueden resolver la falta de vivienda».
Una tercera preocupación se relaciona con el acceso y el intercambio de la gran cantidad de datos recopilados a través de sistemas de entrada coordinados y almacenados en el sistema.De acuerdo con los estándares de datos de 2004 del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, las organizaciones de personas sin hogar que registran, usan o procesan información personal protegida sobre clientes sin hogar para un HMIS pueden compartir esa información con la policía en una serie de circunstancias, incluso en respuesta a «un solicitud oral con el propósito de identificar o localizar a un sospechoso, fugitivo, testigo material o persona desaparecida ”sin la necesidad de una orden judicial o cualquier otra forma de supervisión judicial.
Comprendí por las organizaciones de la sociedad civil que las personas sin hogar que han sido entrevistadas por VI-SPDAT han expresado su temor, un temor que no parece injustificado a la luz del régimen legal actual, que la policía accedería a los datos personales muy sensibles almacenados en HMIS Cuando me reuní con el Director Ejecutivo de LAHSA, él me aseguró que LAHSA está trabajando en una decisión política para negar el acceso de LAPD a HMIS, lo que sería un paso importante para salvaguardar el derecho humano a la privacidad y otros derechos civiles de las personas sin hogar. Otros funcionarios locales y del condado también me han asegurado que el LAPD actualmente no tiene acceso a HMIS.
Sin embargo, dado que las normas federales permiten dicho acceso y dado el hecho de que el LAPD me informó que es «desafortunado» que actualmente no tengan acceso a los datos del CES, es probable que continúe la presión sobre LAHSA y agencias similares en otros municipios para dar acceso a la policía a esta «mina de oro» de información. El acceso de la policía al HMIS está a solo una decisión política.
Herramientas de evaluación de riesgos para dictar prisión preventiva
En todo Estados Unidos, se está llevando a cabo un movimiento para reformar el sistema de prisión preventiva. La esencia de la reforma es un esfuerzo por desconectar la detención preventiva de la riqueza de la persona y vincularla al riesgo. Y para lograr ese objetivo, un número creciente de jurisdicciones está adoptando herramientas de evaluación de riesgos (también llamadas herramientas actuariales, o instrumentos de evaluación de riesgos preventivos actuariales -APRAIs17) para ayudar en las decisiones de liberación preventiva y custodia. Este paso de la detención preventiva y la fianza económica, a la evaluación de riesgos es ampliamente respaldado, pero surgen nuevos riesgos para los derechos humanos de los pobres en los Estados Unidos con el uso de herramientas de evaluación de riesgos.
Herramientas automatizadas de evaluación de riesgos, toman «datos sobre el acusado, los introducen en un algoritmo computarizado y generan una predicción de la probabilidad estadística de que la persona tenga una mala conducta en el futuro, particularmente que cometa un nuevo delito o la comparecencia ante el tribunal». El sistema generalmente indica el nivel de riesgo («alto», «moderado», o «bajo») de un acusado en particular, en comparación con los resultados observados entre una población de individuos que comparten ciertas características. En teoría, los jueces tienen potestad para ignorar el puntaje de riesgo.
Una crítica fundamental es que las evaluaciones de riesgos se basan en convertir las circunstancias individuales en categorías de riesgo.
Los acusados extremadamente pobres que se enfrentan a estas nuevas prácticas se convierten en clases de riesgo «alto», «medio» o «bajo», mediante un proceso degradante que va directamente en contra del principio de un sistema de justicia penal individualizado.
Varios interlocutores advirtieron que estas herramientas pueden parecer que producen puntajes objetivos, pero que la decisión de qué nivel de riesgo calificar como «alto» o «bajo» no es objetivo, sino una elección política, que en última instancia deciden los votantes, no los desarrolladores, a menudo privados, de estas herramientas.
Las herramientas de evaluación de riesgos plantean los mismos riesgos asociados con la privatización de las funciones públicas que actualmente afectan al sistema de fianzas. Me reuní con un Jefe de División en la Oficina del Defensor Público del Condado de Los Ángeles, quien explicó que el sistema judicial está bajo presión para comprar herramientas de evaluación de riesgos «disponibles» de vendedores privados. Como en otros contextos, el funcionamiento interno de estas herramientas como propiedad de la empresa que lo vende, genera serias preocupaciones sobre el debido proceso que afectan los derechos civiles de los pobres en el sistema de justicia penal.
Acceso a banda ancha de alta velocidad en Virginia Occidental
Las organizaciones de la sociedad civil me han instado a centrarme en los obstáculos a la conectividad a Internet en las comunidades empobrecidas de Virginia Occidental. Este es un problema persistente en ese Estado, donde se estima que el 30% de los virginianos occidentales carecen de acceso a banda ancha de alta velocidad (en comparación con el 10% a nivel nacional) y el 48% de los virginianos occidentales rurales carecen de acceso (en comparación con el 39% de la población rural a nivel nacional). Pero cuando pregunté a la oficina del Gobernador en Virginia Occidental sobre los esfuerzos para expandir el acceso de banda ancha en las comunidades rurales pobres, sólo pudo señalar un esfuerzo de expansión de banda ancha en 2010. Se minimizó el alcance del problema al afirmar que hubo «algunos problemas» con el acceso a Internet en los valles de Virginia Occidental.
Puerto Rico
Pasé dos, de los nueve días que viajé fuera de Washington, DC, en Puerto Rico. Fui testigo de la devastación del huracán Irma y María, en Salinas y Guayama, en el sur de la isla, así como en el barrio pobre de Caño Martin Peña en San Juan. Tanto en el sur como en San Juan escuché decir a personas pobres y a organizaciones de la sociedad civil, cómo estos desastres naturales son sólo los últimos de una serie de malas noticias para los puertorriqueños, que incluyen una crisis económica, una crisis de deuda, una crisis de austeridad. y, posiblemente, una crisis política estructural.
Los derechos políticos y la pobreza están inextricablemente vinculados en Puerto Rico. Si fuera un Estado, Puerto Rico sería el Estado más pobre de la Unión. Pero Puerto Rico no es un Estado, es un mero «territorio». Los puertorriqueños no tienen un representante con pleno derecho de voto en el Congreso y, a menos que vivan en los Estados Unidos, no pueden elegir votando al Presidente de los Estados Unidos. En un país al que le gusta verse como la democracia más grande del mundo y un firme defensor de los derechos políticos en el escenario internacional, las más de 3 millones de personas que viven en la isla no tienen poder en su propia capital.
Puerto Rico no sólo tiene un déficit fiscal, también tiene un déficit de derechos políticos, y los dos no se desenredan fácilmente. Me reuní con el Director Ejecutivo de la Junta de Supervisión y Gestión Financiera que el Congreso impuso a Puerto Rico como parte de PROMESA (Ley de Supervisión, Administración y Estabilidad Económica de Puerto Rico). Esta declaración no es el lugar para cuestionar las políticas propuestas por la Junta, pero hay pocos indicios de que las preocupaciones de protección social aparezcan de manera significativa en los análisis de la Junta. En un momento en que incluso el FMI insiste en que la protección social debe tenerse en cuenta explícitamente en las prescripciones de ajuste (es decir, austeridad), parece esencial que la Junta tenga en cuenta las preocupaciones de derechos humanos y protección social, ya que contempla una decisión de gran alcance sobre la reforma del bienestar , salario mínimo y regulación del mercado laboral.
No me corresponde sugerir ninguna resolución al tema tan disputado del estatus constitucional de Puerto Rico. Pero lo que está claro es que muchos, probablemente la mayoría de los puertorriqueños creen profundamente que están colonizados actualmente y que el Congreso de los Estados Unidos está feliz de dejarlos en tierra de nadie sin representación significativa en el Congreso y sin capacidad de moverse para gobernarse realmentea sí mismos. A la luz de la reciente jurisprudencia de la Corte Suprema y la adopción de PROMESA por parte del Congreso, parece que hay buenas razones para que el Comité de Descolonización de la ONU concluya que la isla ya no es un territorio autónomo.
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