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  • mesmontse 4:16 pm el 6 December, 2022 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: Globalización,   

    GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL: Finalizó en 2008 pero los procesos que engendró perduran 

    «La crisis global que comenzó en 2008 señaló el final de la era de la globalización neoliberal pero no el final de los procesos que engendró. En este sentido, el período presente puede describirse como la era de la «post-globalización». Es imposible superar las consecuencias del neoliberalismo sin aceptar que los cambios actuales son irreversibles pero de ninguna manera definitivos.  No hay forma de darles la espalda, pero podemos avanzar con la ayuda de esta experiencia, estudiar sus lecciones y usar el legado teórico que nos dejaron los grandes pensadores de la Ilustración y los ideólogos de los movimientos de liberación. Y guste o no, Karl Marx sigue siendo el más grande de ellos», señala el sociólogo ruso Boris Kagarlitsky.

    Marxismo en la era post-globalización

    BORIS KAGARLITSKY / CLUB VALDAI

    Sería extraño, como mínimo hablar sobre el marxismo como una escuela teórica influyente en  Europa del Este después del colapso del bloque soviético. Las ideas marxistas se han asociado con prácticas represivas de la época estalinista, con la fallida de la economía soviética y con opiniones conservadoras y nostálgicas de la generación anterior y de un pequeño segmento de jóvenes «que no se integraron en la economía de mercado».

    Naturalmente, esta actitud hacia la teoría marxista fue típica de los antiguos países comunistas que pasaban rápidamente de una economía administrada al estilo soviético al capitalismo neoliberal. La palabra «socialismo» fue en gran medida desacreditada en estos países.

    Por el contrario, en universidades de Europa occidental y de América del Norte, los cursos de marxismo siguieron presentes en los departamentos de Sociología, y los intelectuales  de izquierda continuaron participando activamente en debates públicos. Sin embargo, sería ingenuo suponer que la crisis de confianza en el pensamiento marxista quedó limitada a los antiguos países del bloque soviético.

    En Occidente, defensor de la ideología liberal, los medios de comunicación lanzaron una contraofensiva ideológica masiva en la década de 1990, después de que sus posiciones habían estado seriamente socavadas por los eventos ocurridos de 1968 a 1974 (la guerra de Vietnam; las revueltas estudiantiles en Francia e Italia; la revolución en el Chile de Allende; la caída de las dictaduras de derecha en Portugal, España y Grecia, que contribuyeron a la radicalización generalizada de los intelectuales mucho más allá del sur de Europa).

    A fines de la década de 1970, la crisis del liberalismo convencional en términos de ideología y práctica fue acompañada de serios contratiempos económicos en las sociedades del consumidor occidental. Esta crisis fue finalmente superada, pero no por una transformación anticapitalista o reformas sociales defendidas por la izquierda. Sino, contrariamente, por una renuncia a la economía mixta basada en conceptos keynesianos, por el desmantelamiento paso a paso del estado de bienestar, la privatización, desregulación y privilegios del capital financiero. En otras palabras, la corriente principal se sometió a un cambio radical hacia la derecha, reemplazando las ideas centristas del liberalismo progresista con los principios rígidos del neoliberalismo moderno.

    El triunfo del neoliberalismo y la crisis de la izquierda

    La izquierda no sólo no ofreció una respuesta estratégica integral a los cambios en el capitalismo global, sino que se dividieron en dos campos que propusieron enfoques igualmente no constructivos. Uno eligió ignorar la realidad y trató de demostrar que el capitalismo no había cambiado, mientras que el otro idealizó  los cambios, tomando pie de la letra las explicaciones y conceptos ofrecidos por ideólogos y propagandistas de la clase dominante.

    No es sorprendente que el colapso de la Unión Soviética sirvió como una señal para el ataque de los neoliberales, que ya estaban consolidando su política y ganancias económicas en una hegemonía ideológica y cultural. Los partidos y teóricos que representaban a  la tradición comunista o se vinculaban con el proyecto soviético de alguna manera, no fueron el único objetivo. Los izquierdistas occidentales, incluidos los comunistas, que habían criticado públicamente a la URSS desde 1968, tampoco se salvaron en la lucha ideológica de finales del siglo XX.

    Los neoliberales interpretaron el colapso del sistema soviético como prueba empírica de que era fundamentalmente imposible construir cualquier modelo social exitoso diferente del capitalismo moderno. A sus ojos, la insuficiencia soviética mostró que cualquier forma de política económica que no fuera guiada por «la mano invisible del mercado» estaba condenada por definición.

    Por lo tanto, no sólo los defensores de la planificación centralizada de la que dependía la experiencia soviética, sino todos los demás izquierdistas, desde los socialdemócratas más moderados -que instaban a la regulación cuidadosa del mercado- hasta los partidarios más radicales del autogobierno y la auto-organización de los trabajadores, fueron expulsados de la esfera del «discurso serio» hacia la  de «utópicos desesperados».

    Habiendo sufrido una serie de contratiempos políticos, los partidos socialdemócratas  y comunistas, comenzaron a rendirse, uno tras otro, a merced del vencedor, uniéndose al sistema neoliberal, y reconociendo el nuevo consenso. Muchos partidos comunistas dejaron de existir. Los partidos socialdemócratas continuaron pero sólo como una marca electoral. Ya no eran una fuerza social que buscaba alterar sustancialmente la política capitalista, o reformar el capitalismo por completo. Eventualmente estos debates se redujeron a los matices de las «diferencias culturales», cuestiones de gestión táctica y correcto reclutamiento de personal.

    Pequeños grupos de la izquierda buscaban su salvación en el dogmatismo rígido. Se convirtieron en algo así como «guardianes de la llama» que sólo tenían una tarea: transmitir la tradición marxista y socialista más o menos intacta para las generaciones futuras de revolucionarios (aunque no dejaron de pelear entre ellos sobre quién sostenía la tradición  más auténtica).

    Habiendo perdido el apoyo político, la mayoría de los intelectuales entró en pánico. Finalmente, encontraron refugio ideológico en varias formas de teoría posmoderna, cuyos ideólogos criticaron a Marx por no ser lo suficientemente radical. Intentaron demostrar que el pensador del siglo XIX dependía demasiado de las opiniones predominantes de su época  y no podía ir más allá de las tradiciones de la Ilustración europea, nociones de progreso y fe en la ciencia, que también son parte del sistema de valores burgueses. No es sorprendente, que mientras denunciaban a Marx por ser históricamente estrecho y «burgués», los postmodernistas no se plantearon el tema de sus propias limitaciones culturales o su participación en instituciones capitalistas neoliberales.

    Dado que el proyecto marxista fue rechazado como inadecuado tanto en sus versiones revolucionarias como reformistas, tenía que ser reemplazado por una crítica fundamental de los principios de la civilización moderna, que fuera tan exhaustiva que no vislumbrara, incluso en teoría, ninguna oportunidad de acción práctica en la política social, la economía, etc.

    La gracia de este enfoque fue lo que permitió a sus proponentes combinar su reclamo de ser  intelectualmente radicales, con el principio de renuncia a cualquier intento de cambiar la sociedad. Esta tendencia fue muy bien descrita en el libro «Empire» por Michael Hardt y Antonio Negri, que rápidamente saltó a la fama. Dejando de lado la retórica radical, el libro fue un intento de probar la naturaleza progresista del modelo capitalista neoliberal como preludio del comunismo. No debería sorprendernos que, en términos prácticos, los autores fueran celosos partidarios de la Unión Europea, participaron en la campaña para la Constitución europea y respaldaron  constantemente el camino estratégico de la integración del mercado europeo, que encontró inesperadamente, una feroz resistencia de la mayoría de los europeos occidentales. En muchos casos, esta resistencia no fue dirigida por izquierdistas influyentes. A menudo era una reacción amorfa, y a veces plagada de contradicciones ideológicas, pero demostró ser el principal desafío para las élites europeas y norteamericanas después del colapso de la URSS.

    Esta situación fue descrita irónicamente por el escritor y activista mexicano Subcomandante Marcos, quien señaló durante la rebelión indígena en el Estado mexicano de Chiapas, que los residentes locales no sabían nada sobre la caída del muro de Berlín o el colapso de la URSS y simplemente continuaban defendiendo sus derechos e intereses como si no hubiera habido una revolución ideológica.

    De hecho, la rebelión  Zapatistas en Chiapas en 1994 señaló el comienzo de un nuevo movimiento de resistencia global. Se alcanzó otro punto de inflexión en Seattle en 1999, cuando miles de manifestantes interrumpieron en  la reunión de la OMC durante el comienzo de la última ronda de conversaciones sobre más liberalización del comercio.

    El movimiento «antiglobalización»

    En los últimos años del siglo XX, esta resistencia espontánea al sistema neoliberal se comenzó a organizar. Los periodistas denominaron a estos movimientos «antiglobalización» aunque inicialmente sus participantes intentaron enérgicamente disociarse de esta etiqueta. Preferían llamarse a sí mismos «movimiento global para la justicia social», porque eran nuevos movimientos a gran escala, unidos en amplias coaliciones que trataban de coordinar una agenda común. Finalmente establecieron el Foro Social Mundial, que se convirtió en su plataforma global para la unidad y la discusión. El Foro Social Europeo surgió en 2002.

    Y después de la crisis económica mundial en 2008, finalmente comenzaron a surgir nuevos partidos políticos: Syriza en Grecia y Podemos en España. Contrariamente a las expectativas de muchos analistas, la crisis de 2008 no causó un cambio en la política económica de los principales países occidentales. Ni contribuyó al crecimiento del movimiento contra la globalización. El Foro Social Europeo entró en un fuerte declive después de 2008 y luego desapareció por completo. El Foro Social Mundial todavía se siguió reuniendo, pero el interés en él disminuyó sustancialmente. Los movimientos sociales centraron su atención en los problemas locales y nacionales,

    En Francia, hubo protestas exitosas a gran escala contra el «primer contrato de trabajo»,  con derechos laborales restringidos para los jóvenes, y protestas aún más grandes, pero menos exitosas, contra la reforma de las pensiones. En Grecia y España, manifestaciones masivas saludaron las duras políticas de austeridad perseguidas por sucesivos gobiernos bajo presión de la UE y la banca internacional. Estas protestas, como la del movimiento Occupy Wall Street, en Nueva York, fueron tan exitosas que su método fue copiado por organizadores de protestas de todo el mundo, aunque su agenda no tuviera nada que ver con los «occupies» de Nueva York.

    Por supuesto, el éxito en los medios, de ninguna manera se tradujo en una victoria política. A diferencia de las protestas en Seattle en 1999, que impidieron la toma de decisiones de la OMC, el Occupy Wall Street no tuvo ninguna consecuencia práctica, ni empujó a los poderes a hacer ningún cambio.

    La ineficacia de estos movimientos de protesta masiva hizo pensar a sus participantes (o al menos a algunos de ellos) en la necesidad de organizarse políticamente. Fue en este punto en que volvieron al legado de Marx, como gran economista que analizó las contradicciones del capitalismo,  y también al marxismo como teoría de la acción política. Pero necesitaban formular una nueva agenda y nuevos proyectos políticos sobre la base del análisis marxista, no sólo cantar lemas marxistas centenarios con fervor religioso.

    Análisis de clase para una sociedad cambiada

    La estructura de clase de la sociedad ha cambiado drásticamente desde el siglo XX, cuando el capitalismo industrial alcanzó su punto máximo, y sin hablar, desde los tiempos de Marx. Dos procesos sociales globales, ambos complementarios y  contradictorios entre sí se estaban llevando a cabo a fines del siglo XX y principios del XXI. Por un lado, este período fue testigo de la proletarización sin precedentes de la población global. Un enorme número de personas, que previamente participaban en ocupaciones tradicionales, se fueron convirtiendo en parte de la economía moderna y de la producción industrial en los países asiáticos, africanos y latinoamericanos. En países europeos industrializados, ex miembros de profesiones liberales, expertos técnicos, intelectuales, científicos e incluso ingenieros y diseñadores de software, y otros representantes de «la clase creativa» se convirtieron irrevocablemente en mano de obra contratada. El destacado sociólogo estadounidense Immanuel  Wallerstein (1930-2019) describió a este período como un monumento total a la proletarización.

    Pero por otro lado, la estructura de la clase se estaba volviendo cada vez más borrosa; los lazos tradicionales se debilitaron y los mecanismos de solidaridad y esfuerzos colectivos no funcionaron más. Los nuevos proletarios estaban mucho menos conectados entre sí que los trabajadores de la industria en el siglo XX.  Las empresas se estaban volviendo más pequeñas, su fuerza laboral se estaba reduciendo y su estructura estaba cada vez más diferenciada.

    Las viejas regiones industriales, ya sea en el oeste de Europa, en los antiguos países del bloque soviético o en EEUU, perdieron gran parte de su producción, que se mudó a Latinoamérica y al este de Asia, particularmente, a China.

    El proletariado industrial organizado fue reemplazado por empleados de servicios: de educación, de salud, de ciencia.

    A su vez, la nueva clase trabajadora estaba tomando forma en países que no tenían tradiciones socialistas o condiciones para establecer libremente sindicatos y partidos políticos de izquierda.

    La brecha salarial entre los diferentes grupos de mano de obra contratada aumentó bruscamente, lo que inevitablemente jugó en contra de la fuerza de la solidaridad. En otras palabras, la contradicción entre el trabajo y el capital no desapareció, pero el mundo del trabajo se convirtió en mucho más complejo y mucho menos unido. En cierto sentido, la proletarización fue acompañada por la atomización y desclasificación de la sociedad, así como por la formación de una nueva geografía social global que estaba destinada a afectar el futuro de la política mundial.

    En estas nuevas circunstancias, los métodos habituales de organización, lemas y prácticas políticas, requirió ajustes serios, si es que aún era posible usarlos. Sin embargo, esto no significaba que el marxismo se estuviera volviendo menos importante como teoría para la transformación práctica de la sociedad.

    Solo aquellos teóricos y practicantes que obstinadamente se aferraron a los viejos dogmas y se mostraron reacios a analizar críticamente las circunstancias históricas cambiantes, no lograron ir más allá. Ellos repetían viejas conclusiones marxistas, en lugar de someter la realidad cambiante al análisis marxista, en el momento en que esto era exactamente lo que requerían los crecientes cambios sociales.

    ¿Hacia un nuevo estado de bienestar?

    Dondequiera que los partidos de izquierda se apegaban a sus dogmas habituales o, por el contrario, seguían el camino de la ideología liberal, el modernismo y la corrección política, entraron en declive gradualmente, y a veces con bastante rapidez, y fueron reemplazados por nuevos movimientos populistas que redefinieron el concepto de solidaridad.

    Paradójicamente, a medida que el mundo del trabajo contratado se ha vuelto más heterogéneo, los objetivos y los lemas para formar la base de nuevas coaliciones, y los métodos para construir solidaridad de construcción, se han ha vuelto más amplios y más generales. Antes, los intereses comunes de los trabajadores que participaban en tipos de trabajo similares, en empresas similares, sirvieron como base de su concepción de la comunidad de clase, que gradualmente dio lugar a la necesidad de un sindicato común o una organización política.

    Según la nueva perspectiva que está surgiendo, las coaliciones ahora se están formando en torno a problemas sociales y económicos ampliamente compartidos.

    Este es el punto de partida para que varias fuerzas sociales se unan y profundicen su solidaridad y comprensión mutua en el proceso de cooperación práctica. Por lo tanto, tienen un interés común en preservar, mantener o recuperar los derechos sociales fundamentales, y la base del Estado de bienestar, que se perdieron o socavaron en las últimas décadas del siglo XX y principios del siglo XXI: atención médica gratuita, educación gratuita, vivienda asequible, transporte público e instituciones que promueven la movilidad social ascendente, por nombrar algunas demandas.

    En otras palabras, mientras que la solidaridad solía tomar forma desde abajo hacia arriba, ahora es al revés, de arriba hacia abajo, es decir, basada en la unidad de una base amplia y coaliciones de movimientos sociales de unidad y asistencia mutua a nivel local.

    Otro asunto, es que la que la lucha por las garantías sociales básicas no sea en sí misma el objetivo último, ni el único significado de la nueva política de la izquierda, que sigue siendo la transformación social estructural.

    En su libro titulado «El capital en el siglo XXI«, el prominente economista francés Thomas Piketty argumenta que el estado del bienestar demuestra una cuestión clave de nuestro tiempo. Él escribió: «Hoy, en la segunda década del siglo XXI, las desigualdades de riqueza que supuestamente habían desaparecido están cerca de recuperar o incluso superar sus alturas históricas”.

    La disminución de la desigualdad en el siglo XX no fue el resultado de la lógica natural del capitalismo, sino por el contrario, fue causada por una aberración de esta lógica bajo el impacto de guerras y revoluciones.

    Sin embargo, después de dar un sombrío diagnóstico sobre la degradación socioeconómica del capitalismo, Piketty sugiere remedios muy modestos, y en lugar de proponer reformas estructurales, ofrece como una panacea, simplemente la modernización y el fortalecimiento de las instituciones occidentales sobrevivientes del estado del bienestar, a través de los impuestos progresivos al capital.

    Está muy claro que la noción misma del estado de bienestar debe reevaluarse sobre la base de la experiencia histórica.

    La activista social filipina Tina Ebro habla sobre la agenda social transformadora en este contexto. La socióloga rusa Anna Ochkina también enfatiza que el objetivo no es sólo mantener el nivel de vida de las personas trabajadoras, sino crear nuevos mecanismos sociales y económicos controlados por la propia sociedad. Ella escribe sobre la necesidad de hacer la transición de la democracia pasiva «de los receptores de bienestar» a la «democracia activa» del desarrollo conscientemente organizado en interés de la mayoría.

    Populismo y política

    Políticamente, estos movimientos generalmente ya no son socialdemócratas o comunistas, sino más bien asociaciones amplias que a menudo son vistas como «populistas».

    Sin embargo, no consisten en elementos aleatorios que se unen en torno a un líder popular. Más bien, estas fuerzas sociales se unen alrededor del objetivo práctico compartido de transformar sus países y el resto del mundo.

    Desde el punto de vista del marxismo ortodoxo, esta fórmula parece completamente herética. Pero prácticamente todo los marxistas que lideraron revoluciones exitosas demostraron ser herejes, desde Lenin con su idea del bloque obrero-campesino, a Mao Zedong, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, quien apostó por la lucha armada rural. En realidad, Marx, quien describió al proletariado como la fuerza histórica con la apuesta más consistente de reemplazo del capitalismo, nunca dijo que la transformación social y revolucionaria fuera un privilegio exclusivo de los trabajadores industriales y su partido.

    Además, la teoría marxista del siglo XX representada por Antonio Gramsci, elevó el  tema de la formación de bloques sociales amplios y la lucha por la hegemonía ideológica y política, a escala de toda la sociedad. El problema fue que durante décadas, tales ideas fueron ignoradas por la burocracia de los partidos tradicionales o, por el contrario, se utilizaron para justificar una inescrupulosa confabulación con algunos u otros grupos dentro de las élites gobernantes.

    La cuestión de cuán radical, efectivo, exitoso y consistente es el bloque político que forma la base del nuevo populismo, está abierta por el momento, porque ni la escala del movimiento, ni su compromiso con la democracia puede reemplazar una estrategia política seria, que requiere organización, publicidad y, por último -pero no menos importante- esfuerzos intelectuales. Y, lógicamente, la tradición marxista vuelve a ser una gran demanda y eventualmente se volverá insustituible.

    Mientras que en Europa, la creciente ola del ala izquierda  – y en algunos países de la derecha– del populismo es, en cierta medida, una novedad política, en América Latina y antiguas colonias asiáticas, tales movimientos tienen una larga historia. Las coaliciones populistas tomaron forma durante la lucha anticolonial y los levantamientos por la liberación nacional. Hoy su objetivo principal es luchar contra la corrupción política y el monopolio del poder que las élites tradicionales han mantenido durante décadas, independientemente de su afiliación política.

    El partido Aam Aadmi (“Hombre común”) en India es un ejemplo instructivo. En febrero de 2015, se anotó una gran victoria en las elecciones en Nueva Delhi. Además de ganar más de la mitad de todos los votos, recibió el 95 % de los escaños en la legislatura (una hazaña que incluso los partidos indios más exitosos no lograron). Defendiendo los intereses de los indios más pobres, así como a las minorías étnicas y religiosas, este partido pasó del estatus de extraño, a ser una de las principales fuerzas en la política nacional.

    [N. de la E.: El partido Aam Aadmi fue fundado en 2012, tras las protestas masivas anticorrupción de 2011. En 2013 fue la segunda fuerza electoral en Nueva Delhi y formó gobierno con el Congreso Nacional Indio. En las elecciones legislativas de Nueva Delhi en 2015 obtuvo el 53,4 % de los votos. En 2017 se presentó por primera vez a las elecciones legislativas del Punjab donde obtuvo el 23,70 % de los votos. En las elecciones legislativas de Nueva Delhi en 2020, obtuvo el 53,57% y revalidó su triunfo electoral por tercera vez. En 2021 se presentó por primera vez a las elecciones en Chandigarh -la capital conjunta de los dos estados vecinos de Punjab y Haryana, 260 km al norte de Nueva Delhi, con alrededor de 1,5 millones de habitantes y uno de los ingresos per cápita más altos del país- obteniendo 14 escaños de los 35 en disputa].

    El politólogo indio, Praful Bidwai, escribió sobre este partido: «Es el tipo de fuerza que la India tuvo una vez, pero recientemente había perdido: irreverente hacia la autoridad; militante contra las jerarquías y opuesta a los privilegios basados en el nacimiento; apasionadamente igualitaria; y lista para hacer realidad la afirmación de que (la India) ‘es la mayor democracia del mundo’, a través de una mayor responsabilidad pública de los gobernantes».

    Los países del BRICS

    El cambio en la geografía social global y la industrialización de Asia y América Latina, así como la incorporación de los antiguos países del bloque soviético al mercado mundial, cambiaron la alineación entre el centro y la periferia del sistema capitalista.

    En las décadas de 1990 y 2000, las corporaciones multinacionales constantemente trasladaron la producción industrial de Occidente a América Latina y luego a Asia oriental, y China. Hicieron esto no sólo para acceder a mano de obra barata y evitar altos impuestos y restricciones ambientales. Fue una política consciente y exitosa, dirigida a debilitar a los movimientos de los trabajadores organizados en casa.

    Sin embargo, en última instancia, estos esfuerzos llevaron al rápido crecimiento de la capacidad industrial del líder de los países de la periferia, que lógicamente hizo más ambiciosos a los nuevos poderes industriales y sus élites, creyendo que podrían y deberían cambiar el orden mundial.

    Así, habiendo neutralizado la amenaza interna de su propio movimiento laboral, el capitalismo occidental se enfrentó cara a cara con una amenaza exterior.

    Esta amenaza surgió con la formación del bloque económico BRICS: una asociación de Brasil, Rusia, India y China a la que pronto se unió a Sudáfrica. Tal unión era difícil de imaginar incluso a fines de la década de 1990, ya que las realidades económicas, políticas, sociales y culturales de los participantes eran vastamente diferente. Paradójicamente, esta unión inicialmente vino de las mentes de los expertos occidentales que habían detectado las características comunes de las cuatro principales economías periféricas, específicamente las altas tasas de crecimiento industrial que experimentaron a principios de la década del 2000.

    El BRICS se materializó un poco más tarde como una alianza internacional más o menos formal.  Rusia destaca entre otros países BRICS por sus características socioeconómicas, culturales e históricas. Brasil, India y China pasaron por revoluciones industriales a principios siglo XXI,  mientras que Rusia se estaba recuperando de una crisis profunda que estaba acompañada de una desindustrialización masiva, que tenía consecuencias desastrosas. Su economía había disminuido sustancialmente desde la década de 1980, a pesar de que el país conservaba una significativa  capacidad científica y de producción.

    Sin embargo, es la presencia de Rusia la que hace de los BRICS una fuerza geopolítica totalmente de pleno derecho con el potencial para alterar la configuración de la economía global.  

    Como el único país europeo del BRICS y el único gran poder industrial viejo en este bloque -que a la vez sigue siendo parte del capitalismo moderno periférico- Rusia actúa como una especie de puente entre mundos, un vehículo histórico, intelectual, de tradiciones militares e industriales, sin las cuales los países recién industrializados no podrían proteger completamente sus intereses en caso de un choque con Occidente.

    Esto explica en gran medida por qué las actitudes antirrusas  de las oligarquías occidentales gobernantes, aumentaron fuertemente después de que los BRICS se convirtieron en una eficiente asociación internacional. En realidad, la línea antirrusa de las élites occidentales comenzó a tomar forma varios años antes de la confrontación de Moscú con Estados Unidos y la Unión Europea en la crisis ucraniana.

    [N. de la E.: se refiere a la época del Euromaidán de 2014, y la incorporación de Crimea a la Federación de Rusia].

    El problema para las clases gobernantes occidentales no fue causado por la política exterior de Rusia, que permaneció muy conservadora y moderada durante la década de 2000, y mucho menos por su política económica, que abrazó completamente los principios generales del neoliberalismo. Ellos estaban preocupados por el papel potencial de Rusia en la reconfiguración del orden internacional. Paradójicamente, los ideólogos y analistas neoliberales en Occidente se dieron cuenta de que Rusia podría desempeñar este rol, antes de que esta idea entrara en las élites rusas, que claramente estaban tratando de eludir esta misión histórica, el conflicto social y la confrontación global.

    El curso natural de los eventos está convirtiendo a los BRICS en un eje para otros Estados que también quieren superar su dependencia de Occidente y la lógica del desarrollo periférico. Sin embargo, para formar una alianza que pueda cambiar el sistema internacional, todos estos países deben sufrir una crisis doméstica y una transformación radical. El crecimiento económico y la consolidación de la clase media que experimentaron estos países en el contexto de la crisis económica en la década del 2000, no fueron evidencia de la estabilización del sistema capitalista. Por el contrario, señalaron sus crecientes contradicciones, porque también surgieron grandes demandas nuevas que no se pudieron cumplir con el orden existente. «Los problemas de las clases medias en los países BRICS son muy específicos, – dice el economista Vasily Koltashov-  uno de ellos es una demanda con respecto al nivel de libertad pública; otro tiene que ver con la mentalidad de sus representantes, que es en gran medida un producto de su entorno”.

    El rápido crecimiento de las economías BRICS fue en gran medida el resultado de la globalización neoliberal, que creó una mayor demanda de sus productos y recursos a nivel mundial. Pero esta demanda no se mantiene continua dentro del sistema establecido cuyas contradicciones desencadenaron una crisis de sobreproducción, que agotó el modelo de consumo existente. Y también dio lugar a nuevas  contradicciones, nuevas oportunidades y nuevas demandas a nivel global y nacional. Los países que ayer sólo eran la periferia, pueden ocupar un lugar completamente diferente en el mundo. Si no logran esto, ellos y el mundo circundante deben cambiar. Obviamente, no hay razón para esperar que este proceso será suave o libre de conflictos.

    La configuración del sistema global moderno no permite, que un solo país o una parte victoriosa del mismo, puedan cambiarlo radicalmente.

    Las dificultades que el gobierno griego de izquierda (Syrza) enfrentó sólo un mes después de su elección muestran gráficamente las contradicciones de los procesos políticos modernos, que seguramente serán nacionales y globales al mismo tiempo. La población de la soberana Grecia, le dio a su gobierno legítimamente elegido, un mandato para un cambio radical de política económica y para el final de las medidas de austeridad económica impuestas al país por los burócratas en Bruselas, alineados  con los requisitos de la teoría neoliberal. Sin embargo, representantes de las instituciones financieras y políticas de la UE que no habían sido elegidas por nadie y que no tenían autoridad democrática, lograron empujar a Atenas  a firmar un acuerdo contra la voluntad de la abrumadora mayoría de los griegos y del programa de Syriza. Las concesiones del gobierno griego provocaron fuertes críticas entre los votantes y los activistas internacionales se fueron.

    Algo antes, el economista estadounidense y Premio Nobel  Paul Krugman –que no es de ninguna manera un ardiente revolucionario– escribió que el principal problema es que los izquierdistas griegos que llegaron al poder “no son lo suficientemente radicales». No hace falta decir que Syriza puede ser criticado por falta de resolución y, lo que es más importante, por falta de una estrategia clara. Pero es importante tener en cuenta el equilibrio global de poder.

    [N. de la E.: en Syriza, había puestas más esperanzas que en Podemos, por la combatividad y determinación que mostraba el pueblo griego, y hasta las élites europeas creían que los griegos no iban a retroceder, que la resistencia griega sería una nueva batalla de las Termópilas contra la Troika. A día de hoy todavía no se sabe a ciencia cierta por qué el gobierno de Tsipras eligió ir en contra del mandato que le había dado el pueblo griego, a pesar del maltrato que recibieron de la UE].

    Necesidad de cambio

    La globalización y sus consecuencias están haciendo que las opiniones de Marx sobre la revolución mundial como transformación social global sean cada vez más relevante. No está sucediendo en todas partes a la vez, pero tampoco es un hecho restringido a un país o incluso región. Está envolviendo gradualmente todo el planeta, dibujando varias fuerzas sociales y territorios en su vorágine. ¿Los cambios inminentes pondrán fin al capitalismo o simplemente crearán una oportunidad para ir más allá del modelo neoliberal actual y reemplazarlo con un nuevo estado de bienestar? Esta pregunta ya es más práctica que teórica. La respuesta dependerá de los participantes en los eventos, de la configuración y alineación de fuerzas, y la inercia de los cambios.

    La destrucción gradual del modelo neoliberal de desarrollo global nos obliga a repensar la experiencia soviética, tanto en su vertiente positiva como negativa. A principios de la década de 1950, los expertos occidentales vieron los logros de la economía planificada soviética como una historia de éxito, aunque consideraban inaceptables los enormes sacrificios realizados por la población, mientras que en la década de 1990, el sistema parecía un proyecto condenado desde el principio.

    «En la Rusia de hoy, el estado de bienestar soviético, al que los ciudadanos soviéticos no le dieron suficiente valor y fue destruido por las reformas del gobierno, está renaciendo como un fenómeno de conciencia social, un elemento en el sistema de valores y motivaciones de los ciudadanos rusos”, escribe Anna Ochkina. 

    “Esto no es un deseo consciente de recuperar el sistema soviético, o el objetivo de programas políticos o sociales más o menos racionales de este o aquel movimiento. Por el momento, esto es un esfuerzo semiconsciente de saber de qué tipo es el gobierno que ahora está convirtiendo en servicios con diversos grados de accesibilidad, a las prestaciones  que existían antes como derechos sociales. Es una percepción sobre la educación, la atención médica, la cultura y las garantías sociales, como derechos sociales que forman el legado del pasado soviético. Hoy este legado se está convirtiendo en una especie de imagen ideal”.

    Es importante destacar que este no es un esfuerzo abstracto por la justicia, del que Friedrich Engels se burló en su tiempo. Más bien, este esfuerzo simplemente refleja la conciencia moral completamente nueva, de demandas sociales objetivas y retrasadas. Sin embargo, la insatisfacción con el status quo no garantiza cambios positivos e incluso puede convertirse en un factor destructivo, un mecanismo de autodestrucción social. Dado que la crisis es objetiva, continuará creciendo independientemente de los desarrollos o la existencia de cualquier alternativa constructiva. Se requiere una estrategia económica, social y política integral para convertir esta crisis en transformación social y para evitar que desencadene una cadena de desastres sin sentido. Es imposible idear tal estrategia sin una base teórica seria, que en sí no se puede concebir hoy sin los logros teóricos del marxismo.

    Una nueva estrategia de desarrollo

    Las principales características de esta nueva estrategia de desarrollo ya están apareciendo con la profundización de la crisis actual. Políticamente, es sobre todo necesario democratizar la toma de decisiones y establecer nuevas instituciones gubernamentales que estén abiertas a la mayoría de los ciudadanos de base, en lugar de a un círculo estrecho de representantes profesionales de la «sociedad civil» que han sido parte de la oligarquía política.

    Económicamente, es esencial formar un sector público eficiente e integrarlo en un complejo uniforme (económico, social e institucional) tanto a nivel nacional como interestatal.

    No importa cuántas historias emocionantes sobre la clase creativa, puedan contarnos los ideólogos de la era postindustrial, porque el verdadero triunfo de las tecnologías postindustriales será imposible sin la transformación y el desarrollo rápido de la industria, los métodos de producción avanzados y las ciencias aplicadas. Lo mismo ocurre con la difusión del conocimiento, de la ingeniería, y la formación de un amplio estrato de trabajadores altamente cualificados y bien remunerados para la producción de materiales, para la ciencia y la educación. En la próxima era, Rusia y muchos otros «antiguos países industrializados» tendrán que desarrollar una nueva industria basada en mano de obra costosa y altamente productiva, que, a su vez, es imposible sin la formación de redes integradas de energía y transporte de alta tecnología en el sector público.

    También es necesario establecer instituciones de planificación y regulación estratégica, para el desarrollo consistente del mercado interno orientado a las necesidades de la población del país. Esto hará posible reorganizar el mercado mundial a través de la interacción de economías nacionales bien organizadas y reguladas democráticamente.

    Finalmente, una de las principales tareas persistentes de nuestro tiempo es convertir el desarrollo social en una herramienta de expansión económica y crear demanda a través de la política social. La política económica de los gobiernos debe priorizar la ciencia, la educación, la atención médica, la humanización del entorno de vida y la resolución de problemas ambientales en interés de la sociedad.

    Todas estas tareas, sin importar cuán pragmáticas puedan parecer, nunca se lograrán sin cambios sociopolíticos radicales, ya que esa es la única forma de crear instituciones relevantes y relaciones sociales que fomenten en lugar de inhibir dicho desarrollo. El objetivo no es reemplazar las élites existentes por otras élites. El objetivo es reconstruir completamente el mecanismo de reproducción social y formar nuevos estratos sociales que no sólo estarían inherentemente interesados ​​en el desarrollo democrático, sino que también serían capaces de llevarlo a cabo.

    Naturalmente, muchos representantes del marxismo tradicional, que esperan la aparición inmediata del socialismo por medio de una revolución proletaria, considerarán esta perspectiva demasiado «moderada» y “reformista”, pero ofrece la única forma de movilizar energía pública para una profunda transformación socioeconómica y facilitar la formación de una alianza amplia que esté lista y dispuesta a llevarla a cabo.

    La naturaleza revolucionaria del marxismo no tiene nada que ver con repetir llamativas consignas contra la burguesía. Se encuentra en la capacidad de sus partidarios más exigentes de hacer un análisis imparcial de la realidad, y en sus conclusiones llegar a la raíz de las relaciones sociales. En lugar de quejarse de la injusticia social, se trata de analizar las estructuras de poder y dominio que inevitablemente reproducen la injusticia.

    La crisis global que comenzó en 2008 señaló el final de la era de la globalización neoliberal pero no el final de los procesos que engendró. En este sentido, el período presente puede describirse como la era de la «post-globalización». Es imposible superar las consecuencias del neoliberalismo sin aceptar que los cambios actuales son irreversibles pero de ninguna manera definitivos.  No importa, lo importantes y atractivos que sean los logros e ideologías de los siglos XIX y XX. No hay forma de darles la espalda, pero podemos avanzar con la ayuda de esta experiencia, estudiar sus lecciones y usar el legado teórico que nos dejaron los grandes pensadores de la Ilustración y los ideólogos de los movimientos de liberación. Y guste o no, Karl Marx sigue siendo el más grande de ellos.

     
    • Federico 2:21 pm el 7 diciembre, 2022 Enlace permanente | Responder

      Hola, soy seguidor de este blog y del blog tuyo y de Juan Salinas, Pájaro Rojo. Qué pasó con ese blog que hace unos días que es inaccesible?
      Gracias, un saludo.

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      • mesmontse 4:47 pm el 7 diciembre, 2022 Enlace permanente | Responder

        Pájaro Rojo ha sufrido un ciberataque. Están trabajando para solucionarlo desde hace dos días, pero parece que no es fácil de arreglar. Gracias por leernos!

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  • mesmontse 4:27 am el 8 April, 2022 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: , Globalización   

    ECONOMÍA GLOBAL: Estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo orden económico mundial 

    «Ante nuestros ojos se está formando un nuevo orden económico mundial, integral, en el que algunos Estados y bancos privados pierden su monopolio privado sobre la gestión del dinero, luego sobre el uso de la fuerza militar, y así sucesivamente», explica el economista Sergey Glazyev.

    Sergey Yurievich Glazyev (1961, Ucrania, URSS) es doctor en Economía, miembro del Consejo Financiero del Banco de Rusia. Fue asesor del presidente Putin sobre Integración Económica Regional de 2012 a 2019. Glazyev habló en una entrevista con BUSINESS Online sobre el fin de la globalización liberal y el surgimiento de un nuevo orden económico mundial, a partir del fin del monopolio del dólar.

    Glazyev describió los eventos que estamos viviendo actualmente a nivel global, en su libro de 2016 «La última guerra mundial: los Estados Unidos la comienzan y pierden», que -lamentablemente- no está traducido del ruso. Haciendo un análisis de los cambios políticos y económicos globales de los últimos años, el economista concluyó que como resultado de la crisis de 2008, Occidente -especialmente EEUU- aumentaría su política externa militarista encaminando al mundo hacia una guerra mundial. Glazyev pronosticó que, de cualquier modo, será la última guerra global: si se supera el monopolio del dólar y la hegemonía de Estados Unidos, se pone fin a su poder militar y sus guerras permanentes; y si ésto no es posible, el escenario es la destrucción de la humanidad…en cuyo caso tampoco habrá más guerras…

    Sergey Glazyev: Eventos como éste suceden una vez en un siglo

    «La última guerra mundial»

    «Después de no haber logrado debilitar a China en la guerra comercial, los estadounidenses cambiaron el objetivo hacia Rusia, que ven como un eslabón débil en la geopolítica y la economía globales. Los anglosajones están tratando de implementar sus eternas ideas rusofóbicas para destruir a nuestro país, y al mismo tiempo debilitar a China, porque la alianza estratégica de la Federación de Rusia y la RPC es demasiado difícil para los Estados Unidos. No tienen el poder económico o militar para destruirnos juntos, ni por separado «, dice Sergey Glazyev, académico de la Academia de Ciencias de Rusia y ex asesor del presidente Vladimir Putin.

    – Sergey Yuryevich, comentando los trágicos eventos actuales, escribió en su canal de Telegram que es necesario leer su libro «La última guerra mundial», escrito hace aproximadamente 6 años. ¿Cómo pudo predecir todo con tal precisión?

    – El hecho es que existen patrones de desarrollo económico a largo plazo, cuyo análisis y comprensión nos permite predecir los eventos que están ocurriendo actualmente.

    Ahora estamos experimentando un cambio simultáneo en las estructuras económicas, tecnológicas y mundiales. Mientras que la base tecnológica de la economía está cambiando y se está produciendo la transición a tecnologías fundamentalmente nuevas, el sistema de gestión también se está transformando. Este tipo de evento ocurre aproximadamente una vez en un siglo.

    Sin embargo, los patrones tecnológicos cambian una vez cada 50 años, y su cambio suele ir acompañado de una revolución tecnológica, depresión y una carrera armamentista. Los patrones económicos mundiales cambian una vez cada 100 años, y su cambio está acompañado por guerras mundiales y revoluciones sociales.

    Esto se debe al hecho de que la élite gobernante de los países centrales en la estructura económica del viejo orden mundial, evita los cambios, no tiene en cuenta el surgimiento de sistemas de gestión más efectivos, intenta bloquear el desarrollo de los líderes del nuevo orden, los usan e intenta mantener su posición de hegemonía y monopolio por cualquier medio, incluidos los medios militares y las desestabilizaciones.

    Hace 100 años, el Imperio Británico estaba tratando de mantener su hegemonía en el mundo. Cuando ya estaba perdiendo económicamente a los recursos combinados del Imperio Ruso y de  Alemania, se desató la Primera Guerra Mundial provocada por la inteligencia británica, durante la cual los tres imperios europeos se auto-destriparon.

    Estoy hablando del colapso de la Rusia zarista, de los imperios alemán y austro-húngaro, pero esto también incluye a los otomanos. En cuanto a Gran Bretaña, sostuvo el dominio global por un tiempo e incluso se convirtió en el imperio más grande del planeta. Pero debido a las inexorables leyes de desarrollo socioeconómico, el sistema económico mundial colonial, basado en realidad en el trabajo esclavo, ya no podía proporcionar un crecimiento económico.

    Se presentaron dos nuevos modelos políticos: el de los soviéticos y el de los estadounidenses, que demostraron  una eficiencia de producción mucho mayor: permitieron la producción masiva de productos de manera mucho más eficiente que los sistemas de los imperios coloniales del siglo XIX.

    El surgimiento de la URSS y de los Estados Unidos, con sistemas de gestión centralizados,  les permitió dar un gran salto en su desarrollo económico.  En Europa, el sistema de gobierno corporativo se formó, desafortunadamente, según el modelo nazi en Alemania, y -también hay que decirlo- no sin la ayuda de la inteligencia británica.

    Hitler, respaldado por la inteligencia británica y el capital estadounidense, implementó rápidamente un sistema de gobierno corporativo centralizado en Alemania, lo que permitió que el Tercer Reich se expandiera rápidamente por toda Europa. Gracias a Dios, derrotamos a ese fascismo alemán.

    Después de eso, dos modelos permanecieron en el mundo: el soviético y el Occidental (con el centro en Estados Unidos). Después del colapso de la Unión Soviética –que no logró soportar la competencia global debido al hecho de que el sistema de gestión no era lo suficientemente flexible para satisfacer las necesidades del progreso tecnológico- Estados Unidos por un tiempo, se apoderó de la dominación global.

    El nuevo orden económico mundial es ideológicamente socialista

    – Pero ahora este período de «la soledad unipolar estadounidense» ya está pasando, y probablemente no sólo gracias a Rusia, sino en primer lugar a China y las regiones asiáticas. ¿No es así?

    De hecho, las estructuras verticales jerárquicas características del sistema económico del mundo imperial resultaron ser demasiado rígidas para garantizar procesos de innovación continua y perdieron su eficacia competitiva para garantizar el crecimiento de la economía mundial.

    En su periferia, se ha formado un nuevo orden económico mundial, basado en modelos de gestión flexibles, en una organización de la red de producción, donde el Estado trabaja como integrador, combinando los intereses de varios grupos sociales para alcanzar un objetivo de bienestar público.

    Hoy, el ejemplo mundial más impresionante de una economía tan integrada es China, cuya tasa de crecimiento ha sido tres veces más rápida que la tasa de crecimiento de la economía estadounidense durante más de 30 años. En este momento, China ya supera a los Estados Unidos en términos de producción, exportaciones de bienes de alta tecnología y tasas de crecimiento.

    Hay una primacía de los intereses públicos sobre los intereses privados, y el Estado busca maximizar las tasas de crecimiento para combatir la pobreza. En este sentido, el nuevo orden económico mundial es ideológicamente socialista. Al mismo tiempo, utiliza mecanismos de mercado de competencia, lo que hace posible una mayor concentración de recursos para la revolución tecnológica, para garantizar saltos económicos basados ​​en un nuevo orden tecnológico avanzado.

    Si observamos la tasa de crecimiento desde 1995, la economía china se ha multiplicado por 10, mientras que la economía estadounidense ha crecido sólo un 15 %. Por lo tanto, ya es obvio para todos, que el ritmo del desarrollo económico global está cambiando actualmente hacia Asia: China, India e Indochina ya producen más productos que Estados Unidos y la Unión Europea. Si agregamos Japón o Corea, donde el sistema de gestión es similar en sus principios de integración de la sociedad en torno al objetivo de mejorar el bienestar público, podemos decir que hoy en día este nuevo orden económico mundial ya domina el mundo, y el centro de producción del mundo.

    Desde hace 15 años EEUU libra una guerra híbrida global para mantener su hegemonía

    La economía se ha trasladado al sudeste asiático. Por supuesto, la élite gobernante estadounidense no está de acuerdo con esto. Ellos, al igual que el Imperio británico antes, buscan mantener su hegemonía en el mundo. Los eventos que se llevan a cabo hoy son una manifestación de cómo la élite oligárquica financiera y el poder de Estados Unidos está tratando de mantener su dominación mundial. Se puede decir que durante los últimos 15 años, ha estado librando una guerra híbrida global, que busca sembrar el caos en los países que escapan de su control y restringir el desarrollo de la RPC. Pero debido a que su sistema de gestión ya es arcaico, no pueden hacer esto.

    La crisis financiera de 2008 fue un momento de transición en el que finalmente terminó el ciclo del orden tecnológico saliente y comenzó el proceso de redistribución masiva del capital a un nuevo orden tecnológico, cuyo núcleo es un complejo de tecnologías de comunicación, de nano-bioingenierías e información. Todos los países comenzaron a bombear dinero a sus economías.

    Lo más sencillo que puede hacer un Estado moderno es dar a todas las empresas acceso a un dinero barato a largo plazo para que puedan adoptar nuevas tecnologías.

    Pero mientras que en Estados Unidos y en Europa se gastaron el dinero principalmente en burbujas financieras y generaron déficits presupuestarios; en China, ese enorme caudal monetario se dirigió completamente al crecimiento de la producción y al desarrollo de nuevas tecnologías. No hubo burbujas financieras, y mientras  la monetización altísima de la economía china no conducía a la inflación, el crecimiento de la oferta monetaria se acompañó de un aumento en la producción de bienes, la introducción de nuevas tecnologías avanzadas y un aumento en el bienestar público.

    Hoy en día, la competencia económica ya ha llevado al hecho de que Estados Unidos ha perdido su liderazgo. Como vimos, Donald Trump  intentó contener el desarrollo de China a través de una guerra comercial, pero no logró nada.

    – ¿Por qué no lo lograron? ¿Trump no tuvo suficiente determinación?

    – Incluso Trump no pudo hacerlo porque China tiene un sistema de gestión más eficiente, lo que le permite concentrar los recursos de producción disponibles, lo más plenamente posible. Al mismo tiempo, la gestión efectiva del dinero, mantiene el dinero en el sector de la economía real, centrándose en la financiación de las inversiones de desarrollo.

    China ha alcanzado una tasa de ahorro más alta que cualquier país: alrededor del 45 % del PIB se invierte, en comparación con el 20 % en los Estados Unidos o en Rusia. Esto, de hecho, garantiza la tasa de crecimiento ultra alta de la economía china.

    En general, los Estados Unidos estaban condenados a perder esta guerra comercial, porque  China puede producir productos de manera más eficiente y financiar el desarrollo de modo más barato. Todo el sistema bancario en China es de propiedad estatal, funciona como una institución de desarrollo único, que dirige los flujos de efectivo para expandir la producción y desarrollar nuevas tecnologías.

    En los Estados Unidos, la oferta monetaria se utiliza para financiar el déficit presupuestario y se reasigna a las burbujas financieras. Como resultado, la eficiencia del sistema financiero y económico de EEUU es del 20 %, sólo uno de cada cinco dólares alcanza la economía real, y en China, casi el 90 % (es decir, casi todos los yuanes creados por el Banco Central de la RPC) alimentan la expansión de la producción y garantizan un altísimo crecimiento económico.

    Los intentos de Trump por limitar el desarrollo de China a través de métodos de guerra comercial han fallado, y al mismo tiempo, rebotaron en los Estados Unidos.

    Paralelamente a la guerra comercial contra China, los servicios de inteligencia de Estados Unidos estaban preparando una guerra contra Rusia, ya que la tradición geopolítica anglosajona considera que Rusia es el principal obstáculo para el establecimiento de la dominación mundial por parte del poder y las élites financieras de Estados Unidos y de Gran Bretaña.

    Debo decir que la guerra contra la Federación de Rusia se desarrolló inmediatamente después de la anexión de Crimea y después de que la inteligencia estadounidense organizara un golpe de Estado en Ucrania. Se puede decir que engañaron a Rusia, que creyó que la injerencia estadounidense en Ucrania era un fenómeno temporal. Sin embargo, los estadounidenses echaron raíces, creando no sólo una base fuerte dándoles alas a los nazis,  sino que también entrenaron a las fuerzas armadas nazis, les dieron la oportunidad de obtener una formación militar y los entrenaron en sus academias, junto a todas las fuerzas armadas de Ucrania. Y durante 8 años, prepararon a las fuerzas armadas de Ucrania para luchar contra un único enemigo: Rusia. Mientras que los medios de comunicación, que también están completamente controlados por los estadounidenses en Ucrania, formaban la imagen del enemigo en la conciencia pública.

    Además, los Estados Unidos utilizaron la economía en la guerra híbrida contra la Federación de Rusia. Ya en 2014, impusieron las primeras sanciones  y eliminaron una parte significativa de los préstamos occidentales a la economía rusa. Ahora estamos viendo la siguiente fase, cuando han desconectado efectivamente a Rusia del sistema monetario y financiero global que dominan.

    Todo esto fue predicho por mí hace 10 años, basado en la teoría del cambio de patrones económicos mundiales y la lógica específica de la élite gobernante de los Estados Unidos, centrada en la dominación mundial.

    La geopolítica anglosajona está orientada tradicionalmente contra el Imperio Ruso y sus sucesores, la URSS y la Federación de Rusia, porque  desde los tiempos del Imperio Británico, Rusia ha sido vista como el principal oponente por los anglosajones. Toda la llamada ciencia geopolítica que se escribió en Londres se redujo, de hecho, a un conjunto de recomendaciones sobre cómo destruir a Rusia como fuerza dominante en Eurasia. Me refiero a todo tipo de construcciones especulativas como «países del mar contra los países de tierra», etc.

    – ¿Por qué Rusia preocupaba tanto a los «países del mar»? Después de todo, nunca hemos bordeado el Reino Unido.

    – En este sentido, inventaron  una fórmula: quien controle Eurasia controla todo el mundo. En realidad, el desarrollo aplicado de dicha fórmula ya ha ido más lejos. El famoso teorema de Zbigniew Brzezinski dice que para derrotar a Rusia como superpotencia, hay que alejarla de Ucrania.

    [N. de la E.: Zbigniew Brzezinski, nacido en Polonia en 1928, y convertido en ciudadano estadounidense; del Partido Demócrata, fue asesor de los presidentes Lyndon Johnson y Jimmy Carter; se oponía a De Gaulle; apoyó la guerra de Vietnam; fue responsable del financiamiento de los terroristas talibanes que derrocaron al gobierno democrático de Afganistán en los 80; abogaba por la reinstauración del sha de Irán en el poder; impuso la doctrina de usar la fuerza militar para defender los intereses de EEUU en el Golfo Pérsico… ]

    Todo este dogma político, que parecía que durante mucho tiempo había disminuido, reaparece hoy en día en el pensamiento de la élite política estadounidense. Hay que  decir que todavía hay cursos de geopolítica con ideas del siglo XIX en la Universidad de Harvard y en Yale, afilando los cerebros de los futuros políticos estadounidenses contra Rusia. Así que, de hecho, saltaron a esas viejas fuentes rusofóbicas que siempre han sido características de la geopolítica anglosajona. Y, teniendo en cuenta a Rusia como principal oponente de su dominación en el mundo, usaban a  Ucrania como un puesto de avanzada, o más bien, como una herramienta para socavar a Rusia, debilitándola para en el futuro destruirla como Estado soberano, como plantea la propuesta de Brzezinski.

    Entonces, lo que está sucediendo hoy en día era fácil de predecir, basándose en una combinación de patrones de desarrollo económico a largo plazo que condenan al mundo a una guerra híbrida; y en la rusofobia tradicional de la élite política anglosajona.

    Después de que fracasara el debilitamiento de la RPC mediante una guerra comercial, los estadounidenses transfirieron el golpe principal de su poder militar y político contra  Rusia, que ven como un eslabón débil en la geopolítica y la economía globales.

    Además, los anglosajones buscan establecer el dominio sobre Rusia para implementar sus eternas ideas rusofóbicas de destruir a nuestro país, y al mismo tiempo debilitar a China, porque la alianza estratégica de la Federación de Rusia y la RPC es demasiado difícil para los Estados Unidos. No tienen el poder económico ni militar para destruirnos juntos, ni por separado, por lo que los Estados Unidos inicialmente buscaban ponernos en desacuerdo con China. No tuvieron éxito. Pero EEUU, aprovechando nuestra,  yo diría, complacencia, tomaron el control de Ucrania, y hoy están usando a esta república fraternal como un arma contra Rusia, para luego controlar nuestros recursos, fortalecer su posición y debilitar a China. En general, todo esto es obvio, tanto como que dos y dos son cuatro.

    Los estadounidenses no podrán ganar, donde los británicos no tuvieron éxito en su tiempo

    – Probablemente sea obvio, pero no para todos. Hay muchos oponentes de una alianza con China entre la élite rusa. Al menos antes de la Operación especial en Ucrania, a estas personas les parecía que la cultura estadounidense y occidental era más clara y más cercana a nosotros que la antigua cultura china, y que siempre encontraríamos un lenguaje común con nuestros «socios occidentales».

    – En 2015 escribí el libro «La última guerra mundial: los Estados Unidos la comienzan y pierden», que mencioné al comienzo de la conversación. Allí lo explico todo. Los Estados Unidos lanzaron una guerra híbrida global que comienza con las revoluciones de colores, para irrumpir en las regiones del mundo que no controlaban, para fortalecer su posición y debilitar la posición de sus competidores geopolíticos. Después del famoso discurso de Munich del Presidente Putin (en febrero de 2007) se dieron cuenta de que habían perdido el control de la Rusia de Yeltsin, y estaban seriamente preocupados.

    En 2008, estalló la crisis financiera y quedó clara la transición hacia un nuevo orden tecnológico. El nuevo orden estaba comenzando y el viejo orden económico y el antiguo sistema de gestión ya no servían para el desarrollo económico progresivo. China toma la iniciativa.

    Entonces la lógica de la guerra mundial se desarrolla, sólo que no ocurre en las formas que existían hace 100 años, sino en tres frentes: monetario y financiero (donde EEUU aún domina el mundo), comercio y producción (donde EEUU ya ha perdido frente a China) e información y conocimiento (donde los estadounidenses también tienen tecnologías superiores). Se usan los tres frentes para tratar de mantener la iniciativa y mantener la hegemonía de sus corporaciones.

    El siguiente frente es el más obvio, son las operaciones militares, como la última herramienta para forzar a los Estados que no controlan, a obedecerlos. Hoy en día, la situación en este frente también está empeorando.

    Las operaciones activas están en marcha en todos los frentes de la guerra híbrida global y es posible predecir el resultado: los estadounidenses no podrán ganar, al igual que los británicos no tuvieron éxito en su tiempo.

    Aunque Gran Bretaña ganó formalmente la Segunda Guerra Mundial, perdieron política y económicamente. Los británicos perdieron todo su imperio: más del 90 % del territorio, y el 95 % de la población. Dos años después de la Segunda Guerra Mundial, donde fueron los vencedores, su imperio colapsó como un castillo de naipes, porque los otros dos ganadores de la II GM, la URSS y los Estados Unidos, no necesitaban un imperio y lo consideraban un anacronismo. Del mismo modo, el mundo no necesitará corporaciones multinacionales estadounidenses, dólar estadounidense, moneda estadounidense,  ni tecnologías financieras y pirámides financieras. Todo esto pronto será cosa del pasado. El sudeste asiático se convertirá en un líder obvio en el desarrollo económico global, y se formará un nuevo orden económico mundial ante nuestros ojos.

    – Parafraseando a Remarque, [Erich Maria Remarque, el famoso autor de “Sin novedad en el frente”, sobre los horrores de la primera guerra mundial] podemos decir que los cambios finalmente han llegado al frente occidental, pero ¿qué signos hay de esta desaparición inminente del sistema global actual?

    – Después de que los estadounidenses se apoderaron de las reservas de divisas venezolanas y las entregaron a la oposición; y luego de las reservas de divisas afganas; y antes de eso, de las reservas iraníes, y ahora, de las reservas de los rusos; quedó absolutamente claro que el dólar dejó de ser la moneda mundial. Siguiendo a los estadounidenses, esta estupidez también fue cometida por los europeos, y el euro y la libra dejaron de ser monedas de reserva mundial. Por lo tanto, el antiguo sistema monetario y financiero está viviendo sus últimos días.

    Después de que nadie necesite los dólares estadounidenses y los euros, el colapso del sistema monetario y financiero global basado en dólares y euros es inevitable. En Asia los países líderes están cambiando a las monedas nacionales, y el euro y el dólar ya no son divisas de reserva.

    La era de la globalización liberal ha terminado

    – ¿Cómo ve el mundo después de la desaparición del monopolio del dólar?

    – Actualmente estamos trabajando en un proyecto de acuerdo internacional sobre la introducción de un nuevo sistema de pago mundial destinado a las monedas nacionales de los países participantes, y de un sistema donde el intercambio de bienes determine los valores reales. No necesitaremos bancos estadounidenses y europeos. Un nuevo sistema de pago basado en tecnologías digitales modernas con una cadena de bloques (blockchain) se está desarrollando en el mundo, donde los bancos están perdiendo su importancia.

    El capitalismo clásico basado en bancos privados es una cosa del pasado. Se está restaurando el Derecho internacional. Todas las relaciones internacionales clave, incluida la cuestión de la circulación de divisas mundiales, están comenzando a formarse sobre la base de contratos. Al mismo tiempo, se está restaurando la importancia de la soberanía nacional, porque los países soberanos están llegando a un acuerdo. La cooperación económica global se basa en inversiones conjuntas destinadas a mejorar el bienestar de los pueblos.

    La liberalización del comercio deja de ser una prioridad, se respetan prioridades nacionales, y cada Estado construye un sistema para proteger el mercado interno y el espacio económico que considere necesario. En otras palabras, la era de la globalización liberal ha terminado. Ante nuestros ojos se está formando un nuevo orden económico mundial, integral, en el que algunos Estados y bancos privados pierden su monopolio privado sobre el tema del dinero, luego sobre el uso de la fuerza militar, y así sucesivamente.

    El tercer escenario es catastrófico: destrucción de la humanidad

    – ¿Y por qué llamó a su libro «La última guerra mundial?» ¿Qué le hace esperar que esta guerra global sea realmente la última?

    – Llamé a esta guerra mundial, la última, porque vemos que hay varios escenarios de movimiento.  

    El primer escenario, que ya he descrito, es tranquilo y próspero. Consiste en superar el monopolio de los Estados Unidos. Para hacer esto, en el sector financiero se debe abandonar el dólar. Para superar el monopolio en la información y la esfera del conocimiento, necesitamos aislar nuestro espacio de información del estadounidense y cambiar a nuestras propias tecnologías de la información. Creando sus propios entornos de producción económica, pero sin el dólar estadounidense ni el euro, y confiando en sus tecnologías de la información para la gestión del dinero, los países del nuevo orden económico del mundo, garantizan altas tasas de desarrollo económico, mientras que el mundo occidental se derrumba. Colapsan las pirámides financieras, hay desorganización y una creciente crisis económica, agravada por el aumento de la inflación debido a la emisión incontrolada de dinero en los últimos 12 años.

    El segundo escenario, es el posible desarrollo de eventos similar al que Hitler quería implementar durante el cambio de las estructuras económicas mundiales anteriores. Éste es un intento de crear un gobierno mundial con una ideología “sobrehumana”. Si Hitler pensó en la nación alemana como de superhombres, ahora los ideólogos actuales de la dominación mundial impondrían una transición a un estado post-humanoide en la humanidad. En contraste con ese post-humanismo de Occidente, los países principales del nuevo orden económico mundial se caracterizan por una ideología socialista, aunque manteniendo el respecto a los intereses privados, la protección de la propiedad privada y el uso de mecanismos de mercado. En China, India, Japón, y Corea, domina la ideología socialista, o más bien, una mezcla de ideología socialista, intereses nacionales y competencia de mercado. Es esta mezcla la que forma un poder fundamentalmente nuevo y una élite política, centrada en el desarrollo económico y el crecimiento del bienestar de las naciones.

    Los políticos, intelectuales y empresarios occidentales, tienen un enfoque diferente. Lo que estamos viendo hoy es un intento de crear un nuevo orden mundial con un gobierno mundial a la cabeza, donde las personas son conducidas a un “campo de concentración electrónico”. Se pudo ver esto en el ejemplo de las restricciones durante la pandemia: todas las personas recibieron etiquetas y el acceso a los bienes públicos fue regulado por los códigos QR. Por cierto, en el escenario de pandemia estudiado por la Fundación Rockefeller en 2009, se estableció todo lo que sucedió, de una manera impresionante, en realidad predijeron el futuro. Este escenario se llamaba «paso de bloqueo», es decir, «caminar en formación», y el mundo occidental lo siguió. Al sacrificar sus propios valores democráticos, las personas se ven obligadas a obedecer las órdenes. Las organizaciones internacionales, incluida la Organización Mundial de la Salud, se utilizan como base para ensamblar un gobierno mundial que estaría subordinado al capital privado.

    [N. de la E.: La idea de “campo de concentración electrónico” que formula Glazyev, es mucho más aplicable a la creación de una sociedad de adictos a las pantallas, consumidores de basura mental alienante, que a unas restricciones sensatas para controlar una crisis de salud global. China también empleó sistemas electrónicos de control para gestionar la pandemia].

    Pero, hay que decir que Donald Trump obstaculizó firmemente estos planes [de crear un gobierno mundial], porque detuvo la firma de los acuerdos de asociación transatlántica y transasiática, donde todos los países que participaran en los tratados sacrificaban la soberanía nacional en todas las disputas comerciales. Según esos acuerdos, si el capital extranjero está presente en un negocio, en caso de disputa con un gobierno nacional, se forma un tribunal de arbitraje internacional. Y estos jueces designados, de hecho, por grandes empresas internacionales, resolverían estas disputas. De hecho, el Estado estaba perdiendo toda la soberanía en la regulación de las relaciones con grandes empresas. Sin embargo, Trump detuvo el acuerdo: los Estados Unidos no lo firmaron. Por lo tanto, se detuvo el proceso de formar un gobierno mundial. Esta es la segunda alternativa, y actualmente está experimentando una crisis debido al colapso de la idea de la globalización y el abandono gradual de las restricciones de la pandemia.

    La opción del gobierno mundial es incompatible con una Rusia soberana, con nuestra independencia y papel en el mundo. En el escenario globalista, la Federación de Rusia se considera un territorio que está destinado a ser explotado por las corporaciones multinacionales occidentales. Al mismo tiempo, la «población indígena» debe cumplir sus intereses. Bajo este escenario, Rusia desaparece como una entidad independiente, al igual que China. El gobierno mundial occidental puede incorporar algunos de nuestros oligarcas a sus planes, pero sólo en roles secundarios o terciarios.

    El tercer escenario es catastrófico: la destrucción de la humanidad …

    Lo que está sucediendo en Ucrania es un reflejo de la agonía del poder estadounidense

    ¿El apocalipsis del cual todos hablan?

    – Bueno, no todos… Pero todos están asustados, definitivamente.

    Por cierto, sobre los laboratorios estadounidenses  de guerra biológica que sintetizan virus peligrosos, tengo otro libro: «La plaga del siglo XXI: ¿cómo evitar el desastre y superar la crisis?».

    Recuerdo que en 1996, cuando tuve que trabajar en el Consejo de Seguridad de la ONU, propuse desarrollar un concepto de bioseguridad nacional. Porque incluso entonces, hace casi 30 años, la genética era una ciencia suficientemente avanzada como para sintetizar virus dirigidos contra personas de una cierta etnia, género, o edad. Esto ha sido posible desde hace mucho tiempo. Ahora, según los datos de nuestro Ministerio de Defensa, los laboratorios de guerra biológica estadounidenses estaban desarrollando virus dirigidos contra los eslavos. Al parecer, ya es posible hacer un virus contra algún grupo étnico que tenga una característica específica en su código genético.

    Lo que está sucediendo en Ucrania hoy es un eco de la agonía de la élite gobernante de los Estados Unidos, que no puede aceptar que ya no será líder mundial. Esto se está aclarando para todos, por lo menos para aquellos que no están relacionados con los estadounidenses por sus intereses, o que no están sujetos a su influencia ideológica.

    Le doy un ejemplo. Cuando los Estados Unidos impusieron sanciones contra Rusia en 2014, le pregunté a mis colegas chinos: «¿Crees que los estadounidenses pueden imponer sanciones a China?» Estaban seguros que no. Dijeron que esto era imposible, porque los Estados Unidos dependen mucho de China y China depende de los Estados Unidos, y sería más caro por los estadounidenses.  Dos años después, Trump lanzó una guerra comercial contra China. Y Beijing ahora entiende que Estados Unidos es un enemigo que intentará hundir el milagro económico chino de cualquier manera posible.

    Antes de eso, mis colegas chinos no estaban muy convencidos de mis argumentos, al igual que mi libro mencionado por usted, no influyó  en nuestra élite política y económica. Mis argumentos no fueron tenidos en cuenta, aunque venimos diciendo desde hace muchísimos años  que el dólar debe ser abandonado. Las reservas de divisas deberían haber abandonado los instrumentos denominados en dólares, se debería haber cambiado a un sistema financiero propio, y desarrollado sistemas de pago propios con socios en las monedas nacionales.

    Hemos estado proponiendo todo esto, cuando ya estaba claro cómo iba el desarrollo económico global. Y sólo ahora, finalmente, todos han visto la luz.

    – A juzgar por los eventos en Ucrania, no todos han visto la luz todavía.

    – Sí, nos enfrentamos al hecho de que los estadounidenses han logrado engañar tanto al pueblo ucraniano en 8 años, que las llamadas fuerzas armadas de Ucrania parecen simplemente zombis. Son controlados como títeres. No es Zelensky quien manda al ejército ucraniano, ni siquiera el Ministerio de Defensa de Ucrania o al alto mando, sino el Pentágono. Éste ordena luchar «hasta el último soldado ucraniano», porque estos chicos zombis no se rinden. Pero están en una situación absolutamente desesperada. Todos los expertos ya han reconocido que Rusia ganó la Operación especial militar, que Ucrania no tiene posibilidad de resistencia, que toda la infraestructura militar ha sido destruida …

    Las fuerzas armadas lo único que pueden hacer es rendirse para minimizar las pérdidas humanas, pero los oficiales ucranianos (y especialmente, por supuesto, los ultranacionalistas) actúan como zombis controlados externamente, siguen instrucciones del Pentágono, que reciben en sus computadoras personales y tabletas.

    Los estadounidenses comandan a sus títeres de las fuerzas armadas ucranianas, rompiéndolos en unidades específicas. A cada unidad se le asigna un número, y a cada número se le asignan tareas de inteligencia militar artificial todos los días. Realmente tienen unas 150-200 mil personas en una máquina de guerra que funciona sin pensar, sólo sigue estúpidamente sus órdenes.

    Están en una situación absolutamente desesperada, rodeados, privados de cualquier suministro, y todavía continúan una guerra sin sentido, condenándose a la muerte y arrastrando con ellos a los civiles que los rodean. Éste es un buen ejemplo de cómo funcionan las tecnologías modernas estadounidenses. Debemos entender que nos enfrentamos a una fuerza muy poderosa.

    Hemos escuchado anteriormente a los expertos y políticos rusos, que los propios ucranianos se asfixiarán económicamente y luego nos arrastrarán a nosotros porque,  a donde irá Ucrania sin nosotros. No podrá garantizar la producción económica sin nuestros recursos y nuestra cooperación. De hecho, Ucrania ha entrado en un estado de catástrofe económica, como sabíamos, y explicamos a nuestros colegas ucranianos.

    Ucrania se ha convertido en el Estado más pobre de Europa, junto con Moldavia. Sin embargo, esto no impidió que los estrategas políticos e instructores estadounidenses y británicos formaran un ejército de 200 mil matones y asesinos que son una herramienta obediente de intereses estadounidenses.

    El nuevo sistema monetario tendrá que construirse sin Occidente

    -Dijo que está trabajando en la introducción de una nueva moneda. ¿En qué formato y con qué equipo?

    – Hemos estado haciendo esto desde hace mucho tiempo como grupo de científicos. Hace 10 años, en el Foro Económico de Astaná,[capital de Kazajistán] presentamos el informe «Hacia un crecimiento sostenible a través de un orden económico justo» con un proyecto de transición a un nuevo sistema financiero y monetario global, donde propusimos reformar el sistema del FMI en función de lo que se llaman derechos de moneda especiales, y sobre la base de un FMI modificado, crear una moneda de liquidación mundial. Esta idea, por cierto, despertó un gran interés en ese momento: nuestro proyecto fue reconocido como el mejor proyecto económico internacional.

    Pero en un sentido práctico ninguno de los Estados representados por las autoridades monetarias oficiales estaba interesado en este proyecto. Hasta el día de hoy es sólo una propuesta de expertos. Pero estoy seguro de que la situación actual nos obliga a crear nuevos instrumentos de pago y liquidación muy rápidamente, porque el dólar será prácticamente imposible de usar, y el rublo no puede encontrar estabilidad debido a la política incompetente del Banco Central de Rusia que, de hecho, actúa en interés de los especuladores internacionales. [N. de la E.: Glazyev es muy crítico con la política del Banco Central de Rusia para hacer frente a los problemas derivados de las sanciones económicas. Él está en contra de las medidas que se tomaron para sostener al rublo -como por jemplo haber subido la tasa de interés del dinero, entre otras-, dice que es una política inspirada en el FMI, y que en el fondo se está «complaciendo al enemigo». Critica que el Banco Central de Rusia, permita que los especuladores internacionales manipulen el tipo de cambio del rublo y que los grandes bancos rusos se hayan convertido en especuladores de divisas].

    Objetivamente, el rublo podría convertirse en una moneda de reserva junto con el yuan y la rupia. Sería posible cambiar a un sistema multifunción basado en monedas nacionales. Pero aún se necesita algo equivalente para fijar los precios [de las materias primas]. Actualmente estamos trabajando en ese concepto en el espacio de intercambio de la Unión Económica de Eurasia, donde una de las tareas es formar nuevos criterios para fijar precios.

    Es decir, si queremos que los precios del metal no se dicten en Londres, sino en Rusia, al igual que los precios del petróleo, eso implica el surgimiento de alguna otra moneda, especialmente si queremos actuar no sólo dentro de la Unión Económica de Eurasia, sino en Eurasia en un sentido amplio, en el centro de un nuevo orden económico mundial.

    Pienso en China, India, Indochina, Corea e Irán. Estos son países grandes que tienen sus propios intereses nacionales fuertes. Después de la historia actual de la confiscación de las reservas de dólares, no creo que ningún país quiera usar la moneda de otro país como moneda de reserva. Así que necesitamos una nueva herramienta. Y una herramienta de este tipo, desde mi punto de vista, puede convertirse en una cierta moneda de pago sintética, que se construiría como un índice agregado.

    -¿Puede dar algunos ejemplos?

    -Bueno, existe la experiencia de la Unión Europea, el euro fue construido como una canasta de monedas. Todos los países que participan en la creación de una nueva moneda de liquidación (divisa de pago) deben otorgarse el derecho de tener su moneda nacional en esta canasta. Y la moneda común se forma como un índice, como un componente promedio ponderado de estas monedas nacionales.

    A esto debemos agregar productos comerciales de intercambio: no sólo oro, sino también aceite, metal, grano y agua. Una especie de paquete de productos básicos, que de acuerdo con nuestras estimaciones, debe incluir aproximadamente 20 productos, que deben participar en la canasta para formar una nueva moneda de liquidación. Necesitamos además, un tratado internacional que defina las reglas para la circulación de esta moneda y crear una organización como el Fondo Monetario Internacional.
    Propusimos reformar el FMI hace 15 años, pero ahora ya es obvio que el nuevo sistema financiero monetario tendrá que construirse sin Occidente. Tal vez un día, Europa se unirá a él y los Estados Unidos también se verán obligados a reconocerlo. Pero está claro que tendremos que construirlo sin ellos, por ejemplo, sobre la base de la Organización de Cooperación de Shanghai.

    Estas son las propuestas formuladas por expertos, que serán sometidas ante los organismos oficiales para su estudio, en el próximo mes.

     
  • mesmontse 6:48 am el 7 October, 2021 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: , Globalización   

    GLOBALIZACIÓN: La crisis de los microchips como síntoma de un sistema económico insostenible 

    La falta de semiconductores va para largo y pone en cuestión el modelo económico actual


    La pandemia podría haber originado el agotamiento del modelo económico predominante estas últimas décadas, cada vez más criticado.

    MARC BELZUNCES / VILAWEB

    Buena parte de los productos que utilizamos diariamente incorporan semiconductores.

    Hace pocos días, Seat (antigua empresa automotriz española, propiedad de Volkswagen desde 1986) anunció más ERTE (N. de la E.: el Expendiente de Regulación Temporal de Empleo -ERTE- es una figura legal que permite a la empresa despedir temporalmente a los trabajadores, que pasan a cobrar del Estado el seguro de desempleo -el 70% del salario los 6 primeros meses-) para reducir la producción de vehículos. El motivo es la conocida falta de semiconductores, también llamados microchips o chips. No es la única marca de coches afectada. Toyota ha tenido que reducir la producción en un 40% por el mismo motivo. Nissan ya ha anunciado que hará medio millón de vehículos menos durante 2021, y marcas estadounidenses también han tenido que parar plantas de producción.

    El automovilístico sólo es uno de los sectores industriales afectados. En la electrónica de consumo, Apple y el resto de grandes marcas también tienen dificultades de abastecimiento. Sin embargo, esto sólo es la punta del iceberg de un problema mundial, que afecta el comercio internacional, la geopolítica, el sistema energético, la logística y el modelo económico y de producción imperante estas últimas décadas.

    La pandemia parece haber sido el detonante, pero las raíces vienen de antes. A continuación tratamos de explicaros las claves para entender una cuestión compleja, que puede agravarse aún más en los próximos meses.

    La crisis de semiconductores, el síntoma de un problema mundial

    Hace meses que hay obstáculos en la producción de chips, y, en lugar de resolverse, parece que se agravan. Las últimas previsiones estiman que la producción de semiconductores no se normalizará hasta bien entrado 2023. Hay varios motivos que nos han llevado en esta situación. El primero es que los chips están cada vez más presentes en los productos de consumo masivo. Se estima que se usan más de 100.000 millones diariamente. Es decir, cada persona usa en promedio más de 12 en las actividades cotidianas. El coche, la nevera, el móvil o incluso las bolsas de basura -que pueden incorporar chips de identificación.

    La dependencia que tenemos es absoluta, dado el nivel de desarrollo tecnológico que hemos alcanzado. Cada vez se incorporan a más líneas de productos que antes no llevaban para mejorar sus funcionalidades. Al aumento progresivo de demanda de microchips, se ha añadido la pandemia.

    Debiendo teletrabajar y estudiar a través de internet, o para poder tener tiempo libre durante el confinamiento, muchas familias adquirieron dispositivos electrónicos nuevos. Esto hizo que muchos productores de chips se centraran en este sector industrial y dejaran de lado otros, tales como el automovilístico, teniendo en cuenta que las ventas habían bajado drásticamente durante la ola más grave del Covid. Ahora, con la recuperación de la producción de vehículos, los fabricantes no pueden atender ambos sectores a la vez. Se añade un efecto «papel higiénico» (como aquel acopio innecesario que hizo la población durante el primer confinamiento): muchas empresas, cuando han visto la falta de producción, han hecho más pedidos de los que eran necesarios para tener una reserva de chips. Lo que hace, tal como ocurrió con los rollos de papel higiénico, que la situación empeore.

    El modelo económico, de comercio y de producción, en cuestión

    Las raíces de esta falta de capacidad de producción ante una subida repentina de demanda hay que encontrarlas tiempo atrás.

    Hace años que los expertos advertían que la industria de microchips no hacía las inversiones necesarias para mantener y ampliar la capacidad productiva. Los motivos habría que buscarlos en la competencia extrema en el sector basada en precios como más bajos posible.

    Las grandes compañías como Apple, Samsung y Xiaomi hacen pedidos por millones de chips, pero a cambio piden unos precios ajustados al máximo. Esto fuerza a los fabricantes de semiconductores a reducir los márgenes al mínimo para poder ganar los contratos de abastecimiento. Cualquier error en el cálculo, o imprevisto en la cadena de suministro o producción, puede llevar a pérdidas millonarias. Lo que ha pasado más de una vez y ha causado la quiebra de varias plantas de fabricación de chips. Todo ello ha hecho que los productores, a pesar de saber que tenían que renovar maquinaria y hacer crecer la capacidad de producción para atender nuevos segmentos, no hayan tenido margen de maniobra y se hayan limitado a los clientes habituales mientras intentaban estirar el máximo la vida útil de las plantas para no perder dinero y ganar contratos nuevos.

    Otro de los motivos es el modelo de producción. Los economistas explican que el bienestar que hemos logrado es gracias a la especialización del trabajo, que se puede aplicar a las profesiones, pero que va más allá. Se aplica de la misma manera a las empresas. Por eso tenemos empresas especializadas en áreas muy concretas que han permitido grandes mejoras en los productos existentes, y también que apareciesen nuevos. Pero aún más: hay países que se han especializado en la producción de ciertos productos que son necesarios en todo el mundo. Aquí volvemos al asunto de los semiconductores. Hoy en día, Asia domina la producción de chips, básicamente Taiwán y Corea, pero también Japón y China. Además, el 90% de la electrónica mundial se fabrica en China.

    Esto ha hecho que todo el mundo, y especialmente Occidente, dependa de estos países. Sólo ha hecho falta un hecho excepcional como el Covid para que ésto fuera una evidencia para toda la población. Ha afectado más productos no tecnológicos como la ropa y las máscaras mismas, también fabricados en masa en Asia. Todo ello muestra más obstáculos derivados del modelo tecnológico y de producción de las empresas occidentales.

    Uno es el sistema de producción conocido como just in time (al momento). Durante los años ochenta y noventa, el sector automovilístico, para disminuir costes de producción, cerró los almacenes en los que tenía stock para cubrir fallas temporales de suministro. Las mejoras y bajada del precio de las comunicaciones internacionales en barco, e incluso avión, así como la revolución en las telecomunicaciones, permitieron hacer planificaciones detalladas e instantáneas de una punta a otra del planeta. Lo que hizo que los elementos llegaran del extranjero y pasaran a la línea de producción directamente, «justo a tiempo», sin necesidad de almacenes. Pero, para lograrlo, es necesario que todo funcione con precisión absoluta, sin incidencias significativas.

    El precio de transportar contenedores entre Europa y Asia se ha multiplicado por diez

    La gran dificultad actual, que sobrepasa la producción de semiconductores y afecta a muchos productos, es que estas líneas logísticas con oriente fallan. Los grandes puertos chinos tuvieron que cerrar durante la pandemia, y cuando han retomado la actividad, se han tenido que enfrentar a cuellos de botella y falta de mano de obra. Y el sector también ha tenido incidentes puntuales, como un incendio en una planta japonesa, responsable de casi un tercio de la producción de chips para vehículos. O las tormentas en Texas, que afectaron a las pocas plantas en territorio estadounidense. Incluso el naufragio en el canal de Suez, que lo bloqueó completamente durante días.

    Todo ello ha tenido un efecto muy importante en la arteria principal de la globalización: el tráfico de contenedores. Optimizado al máximo, se basa en enviar contenedores llenos de productos de Asia hacia Occidente y devolverlos llenos de productos occidentales. Con la situación actual, se envían contenedores de Asia hacia Europa, pero se acumulan vacíos en los puertos de nuestro continente porque no hay productos para enviar de vuelta.

    Esto ha hecho que los precios se hayan disparado. Antes de la pandemia, mover internacionalmente un contenedor costaba entre 1.000 y 2.000 euros, y ahora supera los 15.000, e incluso llega a 20.000. Faltan contenedores o se han de devolver vacíos. En un modelo económico con una competencia extrema basada en el precio más bajo, muchas compañías han optado por no mover productos en contenedores, antes que tener que subir los precios. Esto causa el desabastecimiento actual de productos de todo tipo fabricados en Oriente, o que fábricas occidentales deban parar la producción porque no les llegan las materias primas que obtienen de fuera. Todo ello ha originado las primeras reacciones de Occidente.

    Cuando comenzó la pandemia, no teníamos máscaras de protección porque se fabricaban en China, y ahora muchas empresas, entre ellas algunas de nuestro país, han sabido reinventarse para fabricarlas aquí. Más sectores empiezan a reaccionar para evitar esta dependencia extrema. EEUU hacen proyectos de nuevas plantas de semiconductores. También la UE, que quiere tener un 20% de producción en 2030. En sectores como el vehículo eléctrico, al principio las marcas europeas confiaban en la producción de baterías en países como Japón, Corea del Sur y China misma, pero ahora los grandes grupos automovilísticos piensan de fabricarlas en Europa. Incluso en África, donde hay una revolución de energías renovables, gobiernos como el nigeriano ahora importan placas solares baratas de China, pero a medio plazo quieren fabricarlas en el país para no depender de un elemento tan básico para el desarrollo. Sin embargo, estas políticas no tendrán resultados a corto plazo.

    A todo esto hay que añadir el aumento progresivo de la inestabilidad geopolítica causada por este principio de guerra fría comercial entre EEUU y China. Habrá que ver si toda esta reacción occidental para reindustrializarse no es pasajera y es una política realmente a largo palzo, o es una reacción a la situación originada por la pandemia, y se termina imponiendo el modelo imperante hasta ahora. También habrá que ver cómo reacciona China y el papel de más potencias regionales, tales como Rusia, Turquía o la India.

    ¿Es sostenible este modelo económico?

    La pandemia de Covid no sólo nos obliga a repensar el modelo de producción industrial y logístico, la especialización de los países o la situación geopolítica; el mundo también ha evolucionado social y políticamente en una dirección que ha causado problemas que empiezan a ser graves. Cada vez hay más intelectuales y expertos que denuncian la situación de los trabajadores occidentales. Hay una serie de fenómenos que han confluido en esta situación, tales como la financiarización de la economía, que ha abandonado su base industrial para basarse en herramientas financieras para enriquecerse, desligadas del trabajo y sólo disponibles para las élites. Los Estados, dicen estos intelectuales, crecen gracias a la deuda, no a la productividad. Deuda que origina, por otra parte, un aumento de la presión fiscal sobre los ciudadanos. (N.de la E.: pueden leer la financierización de la economía explicada por el profesor MICHAEL HUDSON, aquí )

    El economista Miquel Puig (Tarragona, 1954) es uno de intelectuales que se ha añadido recientemente a las críticas del modelo económico que ha imperado en el mundo estas últimas décadas con su último libro, Los salarios de la ira. Explica, entre otras cuestiones, que la promesa de mejora en eficiencia económica se podría cumplir de tres maneras: con la mejora tecnológica, con la libertad del comercio internacional -permitiendo más especialización de empresas y países-, o haciendo eso mismo pero pagando menos los trabajadores. Los resultados muestran que se ha optado por la tercera opción en todo el mundo como herramienta fundamental.

    Actualmente, los trabajadores del Estado español tienen un sueldo más bajo que en 1978 en términos de poder adquisitivo, a pesar de las mejoras en productividad. Casi se puede decir lo mismo de los trabajadores franceses o de los de EEUU, donde los sueldos son tan sólo un poco más altos que en aquel año.

    El detalle de este proceso nos remite a la crisis actual. Las herramientas para bajar los sueldos, según el autor, se basan en tres mecanismos. Primero, con la deslocalización de la producción a países con sueldos más bajos en todos los sectores posibles: producción de ropa en Bangladesh, atención telefónica en Latinoamérica, fabricación electrónica en China, etc. El segundo mecanismo, en aquellos sectores que no se pueden deslocalizar, es importar en masa mano de obra barata: servicios de limpieza, cuidado de personas, agricultura, etc. La última vía para bajar los salarios, ha sido hacer precarias las condiciones laborales y renunciar a formar trabajadores: subcontrataciones, contratos temporales, falsos autónomos, exigencias de currículums imposibles o modelos basados ​​en plataformas informáticas como Uber o Glover.

    Un ejemplo de reacción ha sido en el sector de los transportistas. Muchas empresas de Europa occidental contratan trabajadores del este con sueldos del país de origen mucho más bajos que los de los países donde hacen el trabajo. En estos días hay una lucha en el Reino Unido, con cierre de gasolineras y desabastecimiento de combustible, entre el gobierno, que ha intervenido para evitar esta práctica (N.de la E.: con el Brexit puede hacerlo) , y un sector empresarial que quiere seguir pagando sueldos bajos y no formar a nuevos trabajadores autóctonos. Mientras tanto, en el Estado español hace pocas semanas veíamos las protestas del sector de la leche proque las grandes cadenas de supermercados pagan un precio por debajo del de producción.

    La pandemia ha sido el detonante de una serie de problemas de fondo asociados al modelo económico imperante actual. ¿Podríamos estar ante el fin de la globalización de la economía? Volveremos a un modelo más «glocal», con visión mundial, pero basado en esferas económicas, industriales y políticas de un ámbito más regional? O, ¿el malestar de sectores sociales empobrecidos crecerá mientras unas élites continuarán enriqueciéndose y aislándose del resto de la sociedad? En los próximos años podríamos ver un cambio de modelo, tanto social como económico, o el agotamiento y colapso del sistema actual. Tal como concluye el economista Miquel Puig: el empobrecimiento de muchos amenaza la democracia de todos.

     
  • mesmontse 1:17 pm el 19 February, 2020 Enlace permanente | Responder
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    GLOBALIZACIÓN – CHINA: La crisis del coronavirus reorganizará el sistema económico mundial 

    El economista Laurence Brahm pronostica que la crisis del coronavirus fragmentará la globalización tal cual la conocemos y China entrará en una nueva etapa de crecimiento económico liderando el despegue de Asia. Brahm sabe de lo que habla, en 1996,en su libro «China como número uno», auguró el ascenso de China hasta convertirse en la economía más grande del mundo, puesto que efectivamente alcanzó en 2014. En 2001, en su libro «El siglo de China», pronosticó que el siglo XXI sería definido por el surgimiento de China como una súper economía. El primer ministro chino de la época, Zhu Rongji (1998-2003), prologó personalmente el libro de Brahm. Laurence Brahm es estadounidense, y desde hace cuatro décadas está establecido en China y ha sido Asesor principal del gobierno de la República Popular en el Ministerio de Protección Ambiental. Brahm es miembro del Centro para China y la Globalización, un grupo de líderes y académicos chinos con sede en Pekín, dedicados al estudio de las políticas públicas, la migración global, las relaciones exteriores, el comercio exterior y la inversión, las multinacionales locales y la gobernanza global. También es director del Instituto Consenso del Himalaya, y vicepresidente de la plataforma Diálogo de la Ruta de la Seda y las Especias.

    Solo una solución china puede combatir el coronavirus

    LAURENCE BRAHM / CHINA DAILY


    No hace mucho tiempo, escribí una columna para China Daily, «China Shall Overcome» (China vencerá) observando que el pueblo y la nación chinos han superado una crisis tras otra en el pasado, y tienen los medios y la determinación para hacerlo nuevamente frente a la crisis del coronavirus. Escribí esa columna, incluso mientras las infecciones en la provincia de Hubei estaban aumentando. ¿Por qué estaba tan seguro?

    He observado y participado en muchas de las reformas y políticas de China para superar los desafíos durante las cuatro décadas que vivo aquí. He visto un patrón consistente de unidad y cooperación entre el pueblo chino, y una coordinación meticulosa de las políticas gubernamentales cuando se enfrentan a una crisis o desafío. La experiencia me ha demostrado, una y otra vez, que cuando ocurre una crisis, los líderes de China la enfrentan con una mentalidad racional. Algo parece entrar en el subconsciente de las personas y trabajan juntas en sinergia con las instituciones organizativas del gobierno para superar esos momentos de crisis.

    He visto este patrón de forma recurrente a lo largo de los años viviendo en China y creo que es un aspecto innato del inconsciente colectivo chino que tiene raíces en la tradición confuciana.

    Las influencias filosóficas, que son tanto taoístas como budistas, incrustadas en la psique cultural nacional, permiten una flexibilidad adecuada en respuesta a la crisis y una visión de esperanza positiva cuando se enfrentan a adversidades negativas. Esta capacidad de ver lo positivo a través de lo negativo y usar esa percepción para convertir incluso las situaciones más difíciles en ventajas es una parte profundamente arraigada de la cultura china y en el inconsciente colectivo del pueblo chino.

    En tiempos de prosperidad, cuando las cosas van bien, todos están dedicados a lo suyo. Pero en esos momentos de crisis todos se unen. Esto es algo exclusivo de la cultura china que les permite responder y trabajar juntos. Esto es lo que vemos que sucede durante esta increíble crisis del coronavirus. ¿En qué lugar del mundo podría tener más de 100 millones de personas que se quedan en su casa y se ponen en cuarentena como parte de una política gubernamental coordinada? Esto representa una respuesta colectiva a una epidemia sin precedentes. Hay muy pocos lugares en el mundo donde todos puedan unirse en una paciente fuerza colectiva. Esto es exclusivo de China y su gente.

    China ha acordonado y bloqueado la provincia de Hubei. Este es un acto de responsabilidad no sólo para su propia gente, sino también para la comunidad global. Todos somos conscientes de la potencia mortal de este coronavirus y la inexplicable aparición de su rápida propagación aérea. La capacidad de bloquear y aislar es el primer paso para poder contener cualquier virus. Pero la escala de lo que está sucediendo en la provincia de Hubei para evitar que esto afecte a otras partes de China y al mundo en general, es increíble. Este es un verdadero acto de responsabilidad humanitaria global, a cuenta de los costos económicos y sociales de China.

    Cuando se habla de humanitarismo, esta acción de China es un acto de interés mundial. Esta capacidad de la cultura china, del tejido social, más la capacidad organizativa de las instituciones que se han establecido en el país, son las que le permiten a China responder de manera rápida, decisiva y colectiva a una crisis de proporción increíble e imprevisible.

    En tales circunstancias donde este coronavirus es una amenaza para cualquiera, podemos ver que todos se quedan colectivamente y pacientemente en casa. Autoaislamiento y trabajo en casa, evitando los peligros. No creo que se vea esta respuesta en ninguno de los países occidentales cuyos políticos y medios dominantes critican tan rápidamente a China por todo lo que hace. Esta es una respuesta colectiva distintiva de personas capaces de trabajar y unirse para superar una crisis juntos.

    Una de las razones por las cuales China puede responder de manera tan efectiva es el sistema de macrogestión que evolucionó para abordar la reforma económica, pero que ahora se está utilizando para abordar una crisis sanitaria y humanitaria.

    A lo largo de las décadas de 1980 a 1990, se desarrolló un sistema de orientación estatal de la economía, junto con controles y equilibrios para evitar crisis económicas, y la capacidad de apretar y aflojar las válvulas para permitir que el mercado funcione en flujo libre, o utilizar medios administrativos para guiar al mercado hacia condiciones más estables para evitar la volatilidad. Esto es en interés de todos colectivamente en lugar del interés propio de unos pocos.

    Por supuesto, este coronavirus está teniendo un impacto en la economía de China. Las tiendas están cerradas y el movimiento de mercancías restringido. Esto tendrá implicaciones en toda la cadena de producción, transporte y suministros, no sólo en China sino a nivel mundial.

    Es interesante observar que, a pesar de la desaceleración en China, el mercado de valores de EEUU ha continuado disparándose a los niveles más altos históricamente. Esto es muy extraño en un momento en que los fundamentos de esa economía no son buenos, y las desigualdades sociales han alcanzado cotas máximas de expresión.

    Requiere aún más preguntas dada la cadena de suministros a EEUU de productos procedentes de China. Incluso las empresas de servicios de alta tecnología que dominan la riqueza acumulada del mercado de capitales dependen totalmente de la cadena de suministro de China para los componentes de sus productos. Entonces, ¿por qué el mercado está tan alto?

    La crisis del coronavirus está fragmentando la globalización

    Podríamos ver esto como una proyección de una percepción de desacoplamiento económico o fragmentación del sistema de globalización existente. Vemos las políticas aislacionistas de Estados Unidos apartando a otras naciones como China. Por lo tanto, es previsible que podamos ver más acuerdos de colaboración en Asia, no sólo en política económica y comercio, sino también en la lucha contra enfermedades y crisis. Esto puede ser sólo una evolución natural de los tiempos en que vivimos ahora.

    Una vez que superemos esta etapa de contención y control del coronavirus y su propagación, China entrará en una nueva etapa de su propio crecimiento económico, un período de reinicio. Los mismos tipos de reformas aplicadas a los negocios, las empresas y la economía ahora deben aplicarse al sector de la salud.

    Estas son áreas que ahora ofrecen la oportunidad de más inversión estatal e inversión privada y habrá una nueva era de crecimiento con grandes avances: en ciencia, tecnología e inteligencia artificial para el cuidado de la salud. Creo que estas son áreas en las que China liderará a los países de la región, como India, donde existen desafíos similares con grandes concentraciones de población, la seguridad del agua y los alimentos, y la atención médica. Podríamos ver un nuevo crecimiento regional y una revitalización económica. Se trata de usar lo negativo para crear lo positivo. Eso es fundamental en la la filosofía y cultura chinas.

     
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