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  • mesmontse 12:18 am el 11 November, 2020 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: , Elecciones 2020   

    EEUU: El trumpismo llegó para quedarse, explica un politólogo francés 

    El trumpismo, una corriente que perdurará en el panorama político estadounidense

    El  escrutinio  estadounidense demostró la capacidad de Donald Trump para movilizar sus tropas. El profesor de civilización estadounidense François Vergniolle de Chantal, en una entrevista con The Conversation, explica que el «trumpismo» es un estilo, una noción y un contenido .

    THE CONVERSATION

    THE CONVERSATION: Nadie esperaba unos resultados tan buenos, y mucho menos que el actual presidente Donald Trump aumentara su popularidad entre porciones del electorado. ¿Cómo lo explica? ¿Estamos frente a un objeto político, el trumpismo, que desafía los pronósticos?

    De hecho, esta es una noticia que pone fin a una línea de análisis que llevaba cuatro años en el aire, que sostenía que la elección de Donald Trump en 2016 fue un accidente; que fue elegido por estrecho margen gracias a algunos estados del Medio Oeste y Pensilvania; que había perdido el voto nacional por tres millones de votos y le debía su victoria sólo al arcaísmo representado por el Colegio Electoral. Su actuación en 2020 muestra que el «trumpismo» corresponde a las tendencias subyacentes en la sociedad estadounidense y, en particular, en la comunidad blanca.

    Las encuestas a boca de urna muestran que el 57% de los blancos votaron por Donald Trump el 3 de noviembre, y no sabemos nada sobre el voto por correo.

    Donald Trump juega con los miedos de la mayoría blanca para tratar de unirlos a su causa, y funciona. Esto es cierto en las zonas residenciales   y entre las personas mayores de 65 años que, hasta ahora, eran presentados por los observadores como electorados que se alejarían del presidente por su extremismo ( los votantes de las zonas residenciales  generalmente se presentan como moderados) y su manejo de la crisis de Covid.

    Las encuestas todavía están luchando por identificar a los votantes de Donald Trump que, especialmente en las encuestas realizadas por teléfono, no dicen por quién votarán realmente.

    Los encuestadores han aprendido del ciclo de 2016, pero obviamente no lo suficiente. En cuanto a los latinos, son un electorado muy diverso. A priori, sólo los latinos de Florida -es decir, cubanos nativos, generalmente conservadores- siguieron al candidato republicano. Sin embargo, debemos tener cuidado de no esencializar las categorías, especialmente con un candidato muy polarizador como Trump, que personaliza excesivamente el poder.

    THE CONVERSATION: el trumpismo se ha analizado durante más de cuatro años. ¿Cómo lo define concretamente? ¿Es un conjunto de políticas, un estilo, una ideología? ¿Todo esto puede continuar y ampliarse con o sin Donald Trump?

    El trumpismo es ante todo un estilo: un rechazo a los intermediarios y compromisos, una retórica muy simple y directa, un rechazo a las ideologías y su sofisticación, un entusiasmo por el líder. Pero el trumpismo no es sólo estilo, también es contenido. Después de cuatro años de presidencia, el trumpismo ha tomado forma. Se basa en lo que se denominó «paleoconservadurismo» en la década de 1990, una suerte de conservadurismo reprimido, compuesto por nacionalismo, orgullo blanco y chivo expiatorio. Trump ha convertido este discurso, hasta ahora oculto, en la corriente principal. Usó la «política de identidad» a su favor para movilizar a la comunidad blanca, especialmente a la más modesta, pero no la única. Por tanto, como dice la historiadora Sylvie Laurent, «politizó una subjetividad», la del miedo de los blancos más pobres, en el contexto más general de una sociedad diversa y multicultural. Esta herencia llegó para quedarse. Incluso, su resultado en 2020, que no es una derrota, muestra que este movimiento llegó para quedarse.

    THE CONVERSATION: ¿Ve puntos ciegos, o  realidades sobre el terreno que escapan al análisis de los grandes medios,  e incluso de los círculos académicos, que nos permitirían comprender mejor este éxito de Trump y sus ideas?

    Además de las aproximaciones de las encuestas, generalmente tendemos a subestimar dos cosas. Primero, el entusiasmo de los votantes de Donald Trump por el héroe, a pesar de todos los escándalos que lo rodean. A menudo hablamos de un club de fans y es cierto. Aquí hay una conexión simbiótica que elude a los encuestadores. Además, Trump disfruta, especialmente entre los votantes de minorías (latinos), de un aura de éxito. Encarna «el sueño americano», y una forma de virilidad también, y eso atrae a algunos votantes.

    THE CONVERSATION: ¿Quién encarna el trumpismo ahora, más allá del presidente en ejercicio? ¿Veremos surgir una sucesión?

    Va a haber un problema de liderazgo dentro del Partido Republicano. Donald Trump parece haber aplastado toda competencia interna y convertido al Partido Republicano en un partido de irracionalidad donde un candidato que simpatiza con la teoría de la conspiración de QAnon puede ser elegido. Es lo que acabamos de ver en Georgia con Marjorie Taylor Greene, elegida para la Cámara de Representantes. Hay varios elegidos al Congreso que han adoptado una línea y un estilo «trumpianos»: Tom Cotton (senador de Arkansas) o Josh Hawley (senador de Missouri). Pero ninguno de ellos tiene la visibilidad necesario. Además,  Trump representa a un outsider, un extraño: así es como construyó su personalidad política, en particular rompiendo sistemáticamente todas las normas del debate público. Es por ello que la sucesión deberá ser proporcionada por alguien que siga una línea similar y que no tenga una larga trayectoria en la vida pública. A priori no es Mike Pence, sino figuras mediáticas o personalidades de la sociedad civil.

    François Vergniolle de Chantal es profesor de civilización estadounidense en la Universidad de París. Graduado en Ciencias Políticas en Francia, es especialista en instituciones políticas estadounidenses. Codirige, la American Political Review desde 2009.

     
  • mesmontse 5:31 pm el 10 November, 2020 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: , Elecciones 2020   

    EEUU – ELECCIONES: El 70% de los votantes de Trump cree que el resultado no ha sido limpio 

    El 70 por ciento de los republicanos consultados en una encuesta no cree que las elecciones hayan sido libres y limpias

    POLITICO

    Después de que se terminara la contienda electoral a favor del candidato demócrata Joe Biden, la confianza de los republicanos en el sistema electoral se desplomó, mientras que la confianza de los demócratas se disparó, según una nueva encuesta de POLITICO / Morning Consult.

    Varias organizaciones anunciaron a Biden como el ganador de las elecciones el sábado después de cuatro días de recuento en varios estados indecisos. Tras la noticia, el 70 por ciento de los republicanos dicen que no creen que las elecciones de 2020 hayan sido libres y limpias, un marcado aumento del 35 por ciento de los votantes republicanos que tenían creencias similares antes de las elecciones.

    Mientras tanto, la confianza en el sistema electoral aumentó para los demócratas, muchos de los cuales salieron a las calles para celebrar la victoria de Biden el sábado. El noventa por ciento de los demócratas ahora dice que las elecciones fueron libres y limpias, frente al 52 por ciento que pensaba antes del 3 de noviembre que lo serían.

    Entre los republicanos que creían que las elecciones no fueron libres y limpias, el 78 por ciento creía que la votación por correo condujo a un fraude electoral generalizado y el 72 por ciento creía que las boletas fueron manipuladas, afirmaciones que han aparecido constantemente en el hilo de Twitter del presidente.

    Al igual que el presidente Donald Trump, la mayoría de las personas que pensaron que la elección fue injusta, el 84 por ciento, dijo que benefició a Biden.

    La falta de confianza en el sistema electoral ha llevado a los republicanos a ser más escépticos sobre los resultados de las elecciones. Antes de las elecciones sólo el 18 por ciento de los republicanos había dicho que los resultados no serían fiables. Ahora, es el 64 por ciento de los republicanos que opinan lo mismo después de la victoria de Biden. Por el contrario, el 86 por ciento de los demócratas dicen que confían en los resultados.

    Los republicanos eran particularmente cautelosos con los resultados de los Estados indecisos, especialmente Pensilvania, que contó los votos durante cuatro días antes de entregarle a Biden una victoria decisiva el sábado. El 62 por ciento de los republicanos dijo que los resultados de Pensilvania no serían confiables, un marcado contraste con el 8 por ciento de los demócratas que pensaban lo mismo.

    La desconfianza es igualmente alta en Wisconsin (55 por ciento), Nevada (54 por ciento), Georgia (54 por ciento) y Arizona (52 por ciento).

    El escepticismo se ha visto particularmente alimentado por la campaña de Trump, que ha presentado más de media docena de demandas en Estados como Pensilvania, Nevada, Michigan y Georgia desde el día de las elecciones. Dos días después de que ganara Biden, Trump continúa tuiteando que «Nevada se está convirtiendo en un pozo negro de votos falsos» y «Pensilvania nos impidió ver gran parte del recuento de boletas».

    Sin embargo, a pesar de su falta de confianza en los resultados, los republicanos están divididos sobre si el resultado cambiará o no. El 38% de los republicanos cree que los resultados se anularán, mientras que el 45% dice que es poco probable.

    La encuesta POLITICO / Morning Consult se llevó a cabo del 6 al 9 de noviembre y se encuestó a 1.987 votantes registrados.

     
  • mesmontse 10:17 pm el 4 November, 2020 Enlace permanente | Responder
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    EEUU – ELECCIONES: Se acumulan las sorpresas a la luz de los resultados parciales 

    En este enlace de BBC News se puede consultar un mapa interactivo donde seguir el recuento de votos en tiempo real, y ver los resultados de todos los Estados.

    Un puñado de votos en cinco estados decidirán si gana Trump o Biden


    La tendencia parece dar más margen al candidato demócrata, pero el presidente aún tiene margen para remontar en un recuento que podría alargarse días


    OT BOU COSTA / VILAWEB

    El fantasma de Hillary Clinton inquietaba los demócratas. Si los sondeos habían sido tan rotundamente equivocados hace cuatro años, ¿por qué no podían volver a serlo ahora? Y han vuelto a serlo. Quizás no demasiado -aunque aún hay mucho por verse- porque pronosticaban para el candidato demócrata, Joe Biden, victorias con cierta firmeza en los Estados que en 2016 Donald Trump arrebató a los demócratas (ganados en 2012 con Barack Obama). En cambio, el mano a mano final indica que Biden será presidente por un margen ajustadísimo, y se abre una rendija para que el resultado de las elecciones tenga mucho más que ver con el relato político y las victorias morales que con la cifra.

    Las opciones posibles

    Por ahora, tenemos un rompecabezas en el que los dos posibles ganadores penden de un hilo, aunque las predicciones concedan más tranquilidad a Biden que a Trump. El candidato demócrata suma 227 votos electorales y el republicano, 213. La mayoría es de 270. Hay también la posibilidad de un empate a 269, que no ha pasado nunca en la historia. No es una situación muy probable, pero nunca antes lo había sido tanto. (N.de la E.: a las 19:38 hora local de Nueva York, la diferencia es entre 243 y 214, a favor de Biden).

    Quedan para completar el recuento 6 estados que ya se preveían disputados, uno que lo ha acabado siendo y uno que ya se veía que sería republicano (Alaska).

    Los casos de los Estados pendientes, ordenados de acuerdo con el porcentaje de votos escrutados:


    Wisconsin (97%). La victoria en 2016 fue para Trump y ahora está prácticamente asegurada para Biden, por un margen mucho más estrecho del que se preveía (49,5% – 48,8%).

    Carolina del Norte (95%). Un caso delicado. Obama ya perdió en 2012, pero Biden preveía recuperarlo. Trump se va imponiendo. El recuento puede alargarse allí hasta el día 12, pero es muy probable que se lo lleve Trump.

    Georgia (93%). Uno de los Estados donde ahora mismo la batalla es más encendida. El presidente Trump encabeza el escrutinio, pero los votos que quedan para contar son en buena parte de la ciudad de Atlanta, feudo de Biden, previsiblemente. Hay posibilidades reales de que acabe llevándose el Estado, y esto puede trastocar el mapa electoral.

    Michigan (92%). Trump ya ganó en 2016 y ahora Biden se impone con el mismo porcentaje que en Wisconsin (49,5% – 48,9% ). Se espera que se sabrán los resultados finales esta madrugada, pero no parece que vaya a cambiar de color.

    Arizona (86%). Otro de los estados críticos. Biden se impone hasta ahora de sorpresa, y eso le ha salvado de estrellarse por los malos resultados en Florida, Texas, Carolina del Norte y -parece que- en Georgia. Pero Trump recorta distancias y, si se mantiene la tendencia, podría ganar.

    Nevada (86%). No estaba en las apuestas de casi nadie, pero Trump pisa los talones de Biden con sólo ocho mil votos de distancia. Que el republicano se acabe imponiendo es una de las posibilidades menos esperadas.

    Pensilvania (80%). El epicentro de todo, que podría decantar la victoria. Los sondeos daban un margen amplísimo a favor de Biden, pero por ahora Trump gana con un 8% de diferencia. Pero hasta este viernes no se acabará de conocer el 20% de votos restantes, que incluye el voto por correo, en el que la mayoría de votantes encuestados y registrados han optado por el candidato demócrata.

    Juego de votos electorales: las tres situaciones más probables

    1.Victoria de Biden. Si gana en Wisconsin y Michigan, como todo parece indicar, y también en Arizona, como de momento señala el recuento, sería presidente aunque perdiera en el resto de Estados donde continúa el recuento. En este caso, se impondría por sólo 270 votos electorales a 268. Este resultado podría saberse muy pronto.

    2. Victoria de Trump (o de Biden). Si Biden gana en Wisconsin y Michigan pero Trump se lleva Arizona, el demócrata debería ganar en Pensilvania, Georgia o Carolina del Norte, donde ahora gana Trump. Sin embargo, las proyecciones indican que Biden podría superarlo, sobre todo en Georgia. Para certificar este resultado podríamos tener que esperar hasta el viernes.

    3. Victoria de Biden. Hay una tercera posibilidad, en la que Biden se afianza en Michigan, Wisconsin y Arizona, y añade Georgia y -menos probablemente- Pensilvania. Es el caso menos ajustado, y seguramente el menos conflictivo, porque dificultaría que Trump confiara en la vía de los tribunales para cambiar la situación.

    El fraude electoral, la vía de los tribunales y la declaración de victoria de Donald Trump

    El presidente Donald Trump ha impulsado una estrategia en tres flancos estas últimas horas. Por un lado, ha insinuado que probaría la vía de recurrir a los tribunales, aduciendo que el recuento ha tenido errores en Estados donde el resultado ha sido muy ajustado. No es una situación nueva. En el año 2000, el recuento en el Estado de Florida, que decantó la balanza a favor de George Bush hijo, por delante de Al Gore con tan sólo 537 votos de diferencia, terminó en manos del Tribunal Supremo por un recurso de los demócratas. Entonces, el tribunal decidió que el resultado era válido y selló la presidencia de Bush. Que se repita un caso similar es todavía factible y, de hecho, la campaña de Trump ya ha anunciado que exigiría un segundo recuento en el Estado de Wisconsin, donde Biden se ha impuesto por sólo 21.000 votos.

    Esto no es nuevo. El presidente estadounidense estos últimos meses ha abonado el terreno por si llegaba a este punto, asegurando que el sistema de voto por correo conduciría a un ‘fraude’ electoral, llegando a sabotearlo para impedir su viabilidad. La participación mediante el voto por correo ha sido multitudinaria y sin precedentes, debido a la pandemia de Covid-19, y los datos de votantes registrados y los sondeos indican que en varios puntos, como Pensilvania, la mayoría de votos por correo son demócratas con una ventaja demoledora. Tanto, que pueden dar la vuelta a la ventaja que ahora tiene Trump. Esta noche, en el primer twitteo, Trump acusó a los demócratas de intentar «robar las elecciones».

    Y tanto la carta de los tribunales como la de sugerir un pucherazo llevan al tercer acto de la reacción de Donald Trump: rechazar la derrota. También ayer dio el primer paso en esta dirección: «Ya hemos ganado estas elecciones», dijo en una declaración en Washington, mientras la tendencia comenzaba a invertirse a favor de Joe Biden. No es anecdótico. Que Trump se reivindique ganador tiene una parte de confrontación, manipulación y no aceptación de la realidad, de justificación, pero tiene otra de profundamente discursiva, política y moral. Y es que, sea cual sea el resultado final, de estas elecciones ya se pueden sacar algunas lecciones importantes.

    ¿Ha perdido Donald Trump?

    Esta no es la situación que quería Joe Biden, ni tampoco la que se imaginaba. Quizás el principal mensaje de estas elecciones es que la base social del trumpismo no cesa. Más aún: arraiga, cristaliza. Por más que Biden se convierta en presidente con el voto popular más grande de la historia (nunca ningún candidato había alcanzado los 69.445.086 de votos que ha sumado hasta ahora), lo hará con un margen muy ajustado, mientras que Trump también ha mejorado su resultado de 2016, y ha obtenido más votos en lugares donde ya se impuso a Clinton por sorpresa.

    Cabe destacar que durante la mayor parte del mandato de Donald Trump, los índices de aprobación no han distado especialmente de sus antecesores, y que la campaña ha dado un giro con tres frentes que han acosado al presidente y que no han entrado en escena hasta estos últimos meses: la gestión de la pandemia de Covid-19, las consecuencias económicas de la misma y el aumento de las protestas antirracistas, a raíz de la muerte de George Floyd. La campaña de Joe Biden se ha basado principalmente en un contraste entre su talante unificador y el del presidente Trump, y últimamente adquirió un papel muy destacado el Covid-19. ¿Qué habría pasado, si la pandemia no hubiera transformado el mundo a principios de año?

    Los estudios electorales indican que Biden ha podido recuperar terreno en los Estados norteños del Cinturón del Óxido por el disgusto de buena parte de los seguidores de Trump -sobre todo los viejos y los blancos- justamente por la gestión que ha hecho de la pandemia. En cambio, Biden ha perdido un apoyo considerable en varios sectores de la población, como los hispanoamericanos y el colectivo LGTBI, en comparación con el apoyo que éstos colectivos habían concedido a Clinton hace cuatro años. A lo largo de su carrera, y no sólo estos últimos años, Biden ha sido uno de los primeros impulsores dentro de los demócratas para que el partido se desplazara hacia la derecha y se centrara en el voto moderado de las zonas residenciales, en lugar de hacer campaña para grupos como los hispanoamericanos, los afroamericanos o el colectivo LGTBI.

    Los resultados, pues, pueden interpretarse como un indicador de que esta estrategia no ha funcionado tan bien como Biden pretendía. Y que el presidente Joe Biden, si lo acaba siendo, deberá gobernar un país aún más dividido que hace cuatro años.

    Fracaso demócrata en el Senado

    Otra cuestión fundamental es el margen de maniobra de que dispondría Joe Biden si fuera presidente. En las elecciones legislativas que se hicieron ayer simultáneamente con las presidenciales, los demócratas revalidaron la mayoría en la Cámara de Representantes, pero no lograron arrebatar el Senado a los republicanos. De hecho, el jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, ganó la reelección en Kentucky. Estos últimos cuatro años, McConnell ha puesto la mayoría republicana al servicio de Trump en varios momentos determinantes de su mandato, ha permitido, por ejemplo, la nominación de la juez Amy Coney Barrett en el Tribunal Supremo, e impedido la declaración de testigos clave en el proceso de impeachment contra el presidente.

    En varios estados, como Maine y Carolina del Sur, los demócratas habían jugado la carta de arrebatar el asiento a senadores republicanos destacados, con la estrategia de condenarlos por sus aproximaciones a Trump. También en estos casos los sondeos predecían triunfos a los demócratas, pero las victorias de los senadores republicanos han sido, en general, incontestables. El único asiento que los demócratas han podido tomar los republicanos, en Colorado, se ha neutralizado con una victoria inversa a Alabama.

     
  • mesmontse 7:17 pm el 4 November, 2020 Enlace permanente | Responder
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    EEUU – ELECCIONES: Los medios corporativos volvieron a equivocarse 

    Los resultados iniciales invalidan la escatología mediática que predestinó a Trump a una dura derrota

    Aunque los principales medios de comunicación predijeron una gran victoria para Joe Biden, en última instancia, no lo es, señala Arnaud Benedetti, profesor asociado de la Sorbona y redactor jefe de la «Revista política y parlamentaria».

    ARNAUD BENEDETTI / MARIANNE

    La primera lección de una elección, que en esta etapa sigue siendo incierta, es clara: los principales medios de comunicación y los encuestadores saldrán fuertemente golpeados y dañados de la extraordinaria batalla electoral estadounidense. Sea cual sea el resultado de esta espectacular elección, el triunfo anunciado que auguraban para el candidato demócrata, negado de facto por la resistencia sociológica del «trumpismo», tiende a consolidar la desconfianza de la que son objeto continuamente desde hace varios años. Impulsará la idea de que existe un oligopolio cuyo objetivo es fabricar una realidad «virtual» que niega las tendencias profundas de la sociedad y sus fracturas.

    Resistencia del Trumpismo

    Las encuestas claramente no lograron capturar la dinámica electoral «trumpiana», incluso plantaron la idea en la opinión pública de un presidente condenado, un sentimiento difractado artificialmente por muchos comentaristas y medios editoriales. Este descrédito de los líderes de opinión, ya evidente desde hace muchos años en las democracias occidentales, se está acelerando bajo la prueba del duelo Trump / Biden. Refleja un desajuste cada vez mayor entre grandes segmentos de la sociedad, en particular las clases media y trabajadora, y las representaciones que los medios de comunicación dominantes intentan difundir, en forma de una narración editorial que sólo tiene éxito con dificultad, para ocultar su naturaleza al amparo de una relación de hechos a veces cuestionable.

    El trumpismo, una forma comercializada de populismo, ha hecho de la denuncia del espectáculo de las élites mediáticas uno de estos ángulos de ataque. Toda su comunicación se basa en una crítica exaltada del «mainstream», que ha sorteado ampliamente a través de redes desintermediadas que asigna a la neopropaganda oligárquica. El objetivo implícito de estos últimos, a través de la crítica recurrente al «populismo» que implica, parece consistir en la mayoría de las veces en llevar al pueblo a un juicio ilegítimo permanente.

    Gran parte de la cobertura previa a las elecciones estadounidenses ha tenido como objetivo desarrollar el mural de un rechazo masivo a Donald Trump después de cuatro años en el cargo.

    La relación con la realidad, vocación reivindicada por los profesionales de la información, ha sido sustituida por un relato que proyecta tanto los valores como las aspiraciones de estos últimos.

    Los primeros resultados invalidan la escatología mediática que predestinó al presidente saliente no sólo a la derrota, sino sobre todo a una aplastante y definitiva derrota. La esperanza latente en los medios era simbolizar una ruptura: la página del odiado «populismo» estaba a punto de dar vuelta cuando su emblemático inspirador sufría un indiscutible revés electoral. Puede haber una derrota, que aún no se ha demostrado, pero no será, ni mucho menos, una debacle.

    La realidad no se resetea, no es un programa, y ​​no basta con apagar la computadora de lo real … para que lo real desaparezca. La vigorosa resistencia electoral del trumpismo es simplemente un recordatorio de que la democracia no es el dominio exclusivo de una visión única del mundo y de la sociedad.

     
    • Carlos 9:20 pm el 5 noviembre, 2020 Enlace permanente | Responder

      El artículo, luego de un gran esfuerzo para entenderlo, creo que tiene una finalidad interesante e ilustrativa. No obstante, también tiene una redaccion tan enrevesada, tan retorcida, que me costó comprender el significado de algunos fragmentos del texto, no sabía si eran elogiosos o cuestionadores. Con el mayor respeto me atrevo a decir que el autor debió comentarle lo que quería decir a un periodista (que podía ser la autora de este boletín, que escribe tan bien) para darnos su mensaje en un lenguaje sencillo. El lenguaje sencillo no es fácil, no está al alcance de cualquiera, pero tiene la virtud de que se entiende con facilidad por todo el mundo. Y este no es comentario científico sobre el Covid, es un simple comentario político.
      Hecha esa observación, me permito pasar a otras. En el comienzo el artículo dice «extraordinaria batalla electoral estadounidense» y «espectacular elección» con lo cual seguimos con la proverbial actitud sumisa y colonial, , admirándolos y considerándolos superiores y, tácitamente, por extensión, le otorgamos supremacía y derechos sobre el resto de los miserables de este mundo. La verdad es otra: las elecciones de USA están armadas, amañadas, son tramposas, si es necesario fraudulentas, y están pensadas para que nunca cambie nada. O que cambie algo para que todo siga igual, como en «El gatopardo». Los dos partidos que se alternan eternamente en el poder,, lo cual no es producto del azar, y esa continuidad sería fuertemente criticada si ocurriera en la Argentina, por caso, son el reaseguro de esa inmutabilidad. Hasta la llamamos «la primera democracia del mundo» y no por una cuestión cronólógica,sino por mentalidad de lacayos nada más. Nadie va de «observador» a controlarlas pero todos consideran que es imprescindible controlar, por ejemplo, las de los países de Latinoamérica
      Quiero aclarar que Trump me resulta un tipo despreciable, pero no peor que muchos presidentes que han elegido los yanquis. El norteamericano medio es bastante bruto y lo manipulan con facilidad. Pensemos si nó en Reagan, en Nixon, en los Bush padre e hijo, en el sexópata Clinton, en Trump. Pienso que no hay que poner el acento tanto en cuestiones personales sino en ideas políticas Y aquí no hay gran diferencia:: Cada tanto se alternan y cambian algunas cosas. Lo de fondo no se toca. En un país que es una república y su regimen político es democrático, esas palabras deberían estar prohibidas para el nombre de los partidos: son un engaño porque, no pueden ser otra cosa. ¿El Partido Repúblicano no es democrático? ¿El Partido Demócrata no es republicano?

      Y nos engañan (los EEUU y los más grandes medios de difusión del planeta) sobre los rasgos personales de sus gobernantes: el fino, educado, delicado y moderado Obama no paró ninguna guerra ni agresión de su país, peor, tiene en su haber los crímenes atroces de Bin Laden y el líder de Libia, que además fueron festejados histéricamente por su número 2, Hilary Clinton, que no se indignó sino que defendió a su marido cuando cometió adulterio en la propia Casa Blanca, y no lo hizo por amor, sino porque si caía él en el juicio político se terminaban sus propias aspiraciones en ese terreno. Trump es inculto, maleducado, patotero, irrepetuoso con otros gobernantes y países, bravucón barato, pero no llegó a concretar ninguna amenaza con acciones bélicas, como todos los otros. Durante su gobierno se cuenta solo una grave, el asesinato del general iraní, pero teniendo en cuenta como son las estructuras de poder en USA, vaya uno a saber si estaba enterado, si dio alguna orden o si fue obra independiente de la CIA u otra de las innumerables agencias secretas , o el Pentágono o los fabricantes de armas, que necesitan que haya guerras y que todos ellos tienen más poder que los presidentes de ese país. Comparado con muchos de sus predecesores, Trump es un gobernante pacífico. Biden, con su aspecto de pollito mojado que no mata una mosca, fue vice de Obama y solidario con sus acciones y crímenes de guerra. No se indignó ni renunció.
      El comentario también señala la actitud agresiva de Trump con los medios. De palabra, solamente, vale aclararlo. Los medios tienen derecho a decir lo que piensan de un gobernante y muchas veces inventan, si lo sabremos nosotros. ¿Y el gobernante no tiene derecho a contestarles? ¿Qué alcance tiene la libertad de expresión?

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      • mesmontse 7:47 pm el 6 noviembre, 2020 Enlace permanente | Responder

        El original es un artículo de opinión escrito por un profesor de la Sorbona, y publicado en un medio francés alternativo, de donde lo recogí y traduje al castellano. Es una crítica a los medios occidentales que según sus encuestas, pronosticaron una debacle electoral de Trump, cosa que no ha ocurrido. Hace muchos años que los medios corporativos no aciertan ningún resultado en elecciones o consultas populares, y no es porque no tengan medios para hacer una buena predicción, sino porque presentan unos pronósticos que responden a sus deseos y no a la realidad. Por eso nadie puede sorprenderse del descrédito que se han ganado. Básicamente es eso lo que quiere transmitir.
        En cuanto al uso del adjetivo «extraordinaria» para calificar la contienda, entiendo que el autor lo usa en el sentido de «fuera de lo corriente», «fuera de lo habitual». Y lo es.
        Una movilización tal de la sociedad estadounidense, se ha visto pocas veces (tal vez para desalojar a Bush, hijo, del poder, aunque en esta oportunidad la sociedad está mucho más polarizada que entonces, y para bien o para mal, participan, cosa poco frecuente en EEUU). En cuanto al otro adjetivo, «espectacular», tampoco está usado en sentido de alabanza. Cuando alguien «da un espectáculo» no siempre es edificante. En ese sentido, un líder de uno de los países que EEUU considera archienemigo, se burló en twitter diciendo «¡Qué espectáculo!» refiriéndose precisamente al «espectáculo» que está dando EEUU , el país que cuestiona la limpieza electoral de medio mundo.
        Espero haberle aclarado las dudas.
        Gracias por participar.

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    • Carlos 12:05 am el 7 noviembre, 2020 Enlace permanente | Responder

      Si, me aclaró varias dudas. Y con la precisión que siempre escribe. Por algunos conceptos míos sobre el texto , le pido disculpas Montse ya que, indirectamente, la crítica la recibió usted que hizo la traducción. Hace dos observaciones muy apropiadas sobre expresiones que suelen utilizarse equívocamente; extraordinaria y espectacular. Por acá hemos tenido un escandelete cuando el ex asesor de Mauricio Macri, el ecuatoriano Durán Barba (que puede tener defectos pero no falta de inteligencia), dijo que Hitler era espectacular. Recibió críticas y condenas de toda clase cuando en rigor dijo algo muy certero: vaya si Hitler fue espectacular. Su despliegue era operístico, montaba actos grandiosos y tenía el asesoramiento de especialistas como Speer y la talentosa cineasta Rifensthal. Hasta practicaba gestos frente al espejo.Que además haya sido uno de los criminales más grandes de la historia, es otra cuestión.

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  • mesmontse 6:50 pm el 3 November, 2020 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: , Elecciones 2020,   

    EEUU: El oscuro pasado político del candidato Biden 

    Biden encabezó la creación de las condiciones que han llevado hasta Trump, explica el autor de una biografia crítica de Biden

    El medio catalán Vilaweb entrevista al periodista y analista político Branko Marcetic, autor de Yesterday ‘s Man: The Case Against Joe Biden («El hombre de ayer: Argumentos contra Joe Biden»). Marcetic señala a Joe Biden como uno de los responsables de haber puesto, durante décadas, la semilla para que estallara el fenómeno Trump. También destaca su dilatada tradición de aliarse con el Partido Republicano y de alejarse de los valores progresistas del Partido Demócrata.

    OT BOU COSTA / VILAWEB

    -¿Su tesis es que hay que votar a Biden para echar Trump, pero Biden no es en ningún caso la solución.

    -Sí. Ninguno de los dos candidatos es particularmente bueno: ambos son financiados por multimillonarios, grandes corporaciones y algunas de las industrias más perniciosas que existen: Silicon Valley, combustibles fósiles, farmacéuticas. Ambos son muy conservadores. Biden, no tanto, pero en el fondo tiene una trayectoria muy de derechas. Y Trump supera el espectro político. Ambas opciones son desoladoras. Pero si uno cree en la justicia climática o en la protección de los derechos de la gente pobre y la clase media, incluso si sólo quieres una gestión de la pandemia, que Trump ha demostrado ser incapaz de tener, existe la opción de votar Biden y justo después, organizarse en su contra. Eso mismo hizo mucha gente en 2008 y en 2012 con Obama.

    -¿Qué pasó?

    -Grupos de activistas por la defensa de los inmigrantes o activistas LGBTQ, por ejemplo, votaron Obama, pero cuando vieron que no actuaba suficientemente deprisa para acceder a sus reivindicaciones se manifestaron en contra hasta que los hizo algunas concesiones. La gente no debería ver su voto como un apoyo sin exigencias éticas, voten a quien voten. Es tan sólo una manera de ejercer su poder político. No es necesario que un candidato sea muy buena persona o muy buen político.

    -¿Hasta qué punto cree que un segundo mandato de Donald Trump sería diferente del primero?

    -Sabemos cosas que dijo que haría. Stephen Miller, su asesor en inmigración, de extrema derecha, hace semanas que planifica órdenes ejecutivas muy radicales. Por ejemplo, quiere derogar el derecho de convertirse automáticamente ciudadano de Estados Unidos si se ha nacido en el país. La Constitución defiende muy claramente este derecho, pero ellos lo ven como un recurso para los inmigrantes: «vienen, tienen un hijo en Estados Unidos y los padres también pueden tener opción a recibir la ciudadanía o ayudas». También han hablado de reducir hasta cero el número de refugiados y medidas similares que un presidente no puede tomar en su primer mandato porque lo harían demasiado impopular. Ya hemos visto cosas extremas en este primer mandato, pero ahora, como no puede presentarse una tercera vez, ya sería libre de ir más allá.

    -¿Más allá con la inmigración?

    -También pretende atacar la seguridad social de los Estados Unidos, que ya es muy débil. Siempre ha dicho que lo haría y los republicanos ya lo planean. Y este año Trump ya ha probado de centralizar el gobierno poniendo gente que le es muy leal en cargos que hasta ahora no lo habían sido del todo. Ha designado un encargado de entrevistar cargos técnicos del gobierno para detectar si son lo suficientemente leales a Trump y, en caso de que no lo sean, despedirlos y sustituirlos por otros que lo sean más. Hasta ahora ha recibido muestras legítimas de disconformidad de miembros del gobierno que rechazan su visión, y ahora trata de llenar de lealistas áreas del gobierno que normalmente quedan libres de todo esto, como el Pentágono o las fuerzas armadas. Esto asusta. Son instituciones poderosísimas: observamos cómo estos meses ha hecho que el ejército interfiriera en el proceso electoral o lo ha enviado a reprimir manifestantes.

    -Usted escribió que este primer mandato de Trump es una especie de tercer mandato de George W. Bush.

    – Trump es a la vez algo nuevo y aterrador, pero al mimo tiempo es la misma vieja tradición política republicana de siempre. Entre los grandes partidos de derechas del mundo, el Partido Republicano es probablemente el más extremo, despiadado y poderoso. Ni siquiera los conservadores británicos son tan extremos. (N.de la E. posiblemente no conocce a la derecha española). Los años de Bush fueron francamente aterradores. Bush y la gente que lo rodeaba no sólo eran peligrosos, sino increíblemente listos y efectivos. No como Trump. Ellos sabían qué hacían, sabían cómo conseguir lo que querían.

    -¿No como Trump?

    -Mire que torpes que han sido los intentos de Trump de empezar una guerra con Irán, y compárelo con la manera bien calculada, con la que Bush y su gente lograron crear el marco idóneo para una guerra con Irak. Trump es nuevo y aterrador, pero sólo porque significa un agravamiento de la política republicana habitual. Todo lo que hace es coherente con lo que han hecho todos los republicanos de Reagan hasta hoy: derogar las regulaciones ambientales, hacer grandes reducciones de los impuestos para las tasas más altas combinadas con recortes de los servicios sociales para los pobres y la clase media, proporcionar regalos inmensos a las grandes corporaciones … Tiene cosas diferentes, como su posición respecto del comercio. Pero sigue la agenda republicana.

    Hablemos de Joe Biden. ¿Cuál es su legado? Hace casi cincuenta años que está en primera línea política.

    -Lo único que ha prometido realmente a la gente, la promesa que de hecho, lo hizo ganador de las primarias demócratas, es que aunque no cambie nada -él mismo lo dijo así-, al menos se desharán de Trump, impedirán un segundo mandato que podría ser más radical que el primero y «recuperará el alma de la nación». Si no lo consigue, esto marcará el legado. De momento, su legado es el del hombre que encabezó la creación de las condiciones que nos han llevado hasta Trump.

    -¿Por qué?

    -Biden está detrás del encarcelamiento masivo en Estados Unidos, que ha devastado las comunidades de afroamericanos en todo el país. Es responsable de los tratados comerciales como el NAFTA y los pactos con China que han devastado la industria americana. Contribuyó a crear el «Cinturón del Óxido» (N.de la E.: designa a la situación decadente del «Cinturón Fabril» de EEUU, a causa de la globalización, los tratados de libre comercio, etc) que hizo a Trump presidente en 2016. Es responsable de poner obstáculos a las familias de clase media para declararse en bancarrota; de la guerra de Irak … Todas estas cosas que hicieron que la gente dijera: «estoy tan harto del statu quo que daré una oportunidad a este fanático porque no hay nada que perder». Todo lo que ha provocado (Biden) es que comunidades de votantes tradicionalmente Demócratas, como los afroamericanos, o la gente joven, o los hispanoamericanos, dijeran: «sabes qué, ya no creo nada en la política, dejaré de votar, mejor malo conocido que bueno por conocer». Si Biden gana tendrá la oportunidad de revertirlo, de redimirse, y si sigue los pasos adecuados puede deshacer estos daños.

    Su libro comienza así: «Joe Biden nació en la cuna del orden del New Deal que más tarde contribuiría a desmantelar». Y agrega que hay que decir que no es, ni mucho menos un caso único, sino que el estado del bienestar de la mayoría de países desarrollados ha sido erosionado por los que más se aprovecharon».

    -Puedo hablar de Nueva Zelanda, por ejemplo. Esta generación de políticos creció con la generosidad del estado del bienestar y, una vez en el poder, o bien se negaron a expandirlo o bien lo recortaron. No únicamente lo ha hecho Joe Biden. Con Bill Clinton, ha sido más o menos igual.

    -¿Cuál fue el papel de Joe Biden en la invasión de Afganistán?

    -En 2002, Biden hacía campaña para ser reelegido como senador. El 11-S era reciente. Había un sentimiento creciente y multitudinario de que el país vivía en período de pre-guerra. La administración Bush presionaba mucho para ir a la guerra. Era muy difícil para mucha gente oponere a esta guerra, y él optó por apoyarlo.

    -¿Y en la invasión de Irak?

    -Su rival en 2002 atacaba a Biden porque no daba suficiente apoyo a Bush, porque no era lo suficientemente duro con el terrorismo. Y Biden hizo lo que hacía siempre en las elecciones: cuando la derecha lo atacaba él se iba aún más a la derecha para neutralizar los ataques. Después de ganar la reelección era presidente del Comité de Relaciones Extranjeras en el Senado, un órgano muy poderoso en política exterior, y usó la posición para convertirse en la principal voz de los Demócratas a favor de la guerra de Irak. Se fue a la televisión a decir que Saddam era de Al-Qaeda, que tenía armas de destrucción masiva, y convocó una audiencia del Comité en el que invitó mayoritariamente voces a favor de la invasión. Y esto originó el relato, las noticias iban llenas de: «Miren, todos estos expertos apoyan la invasión». Tuvo un papel importantísimo a la hora de vender la guerra de Irak, especialmente a los votantes progresistas que eran más escépticos.

    Joe Biden derechizó el Partido Demócrata en los años 80

    También ha escrito usted que tuvo un papel fundamental para derechizar el Partido Demócrata durante la presidencia de Ronald Reagan. ¿Por qué?

    -Biden ya defendía este tipo de posiciones, pero cuando Reagan ganó en 1980 lo hizo con una victoria demoledora, y él lo usó para decir al resto de Demócratas: «No podemos ser el partido que éramos, el partido que gasta mucho y sube los impuestos, se preocupa de los pobres, de los afroamericanos, de los hispanoamericanos y los homosexuales. Debemos parecernos a Reagan, apelar a los votantes de las zonas residenciales, ser más conservadores, más favorables a la guerra, recortar presupuestos». En 1984 participó en el Consejo de Liderazgo Demócrata, una facción derechista y pro-empresarial del partido que trabajaba para conducirlo más hacia el conservadurismo. Él decía que los Demócratas se centraban demasiado en «intereses especiales» y que se debían centrar en la clase media. Esto está registrado. Cuando él decía «intereses especiales» no se refería a gente rica, hombres de negocios, empresarios y lobbistas. Se refería a los afroamericanos, los hispanoamericanos, los pobres, al colectivo LGBTQ, los sindicatos. Y cuando se refería a la clase media quería decir los votantes de Reagan de los barrios residenciales.

    -Como ahora, de hecho.

    -Sí, esta campaña que vemos ahora lo refleja en muchos sentidos. Ya veremos como acaba, pero según la mayoría de sondeos Biden gana porque ha ganado entre los votantes pro-Trump mayores y del mundo rural, que no están contentos con la forma en que ha gestionado la epidemia. Pero parece que ha perdido algo de apoyo -no lo suficiente, pero sí significativo- de los afroamericanos e hispanoamericanos, entre los cuales Trump parece que sale mejor parado que en el 2016. Es la filosofía de Biden: los Demócratas deben centrarse en los centristas y los conservadores y dar al resto de grupos de votantes como garantizados.

    ¿Eso significa una derrota para la izquierda que Bernie Sanders ha ayudado a propulsar estos últimos años dentro del Partido Demócrata? ¿Qué futuro tiene este nuevo movimiento?

    -Sí. Es indiscutiblemente una pérdida. Biden ha repudiado a ese sector. No parece que tenga pensado gobernar para satisfacer a Bernie Sanders; quizás tome un par de ideas pero mayoritariamente no, y Wall Street ha rechazado el programa. Desgraciadamente, la candidatura de Bernie Sanders fue un intento de inspirar la esperanza de que si tenías un hombre así en la Casa Blanca podrías inspirar un movimiento que fuera más lejos. Como no lo ha conseguido, la gente tendrá que emprender la tarea pesada y poco glamurosa de organizarse. El movimiento continúa existiendo, y todavía no está claro qué forma acabará tomando si no hay una figura central que la aglutine. Pero cada vez hay más candidatos de la izquierda demócrata de la línea de Bernie Sanders que ganan elecciones para otros cargos y lo seguirán haciendo. Y la campaña de Sanders aún tiene recursos. La cuestión es cuánto tiempo podrán ocupar un altavoz efectivo a escala nacional y si Biden o Trump -gane quien gane- los silenciarán.

    -Biden ha basado su campaña en decir que «recuperaría el alma de la nación», pero en 2016 Trump recibió más de sesenta millones de votos. ¿Cómo se puede coser el país? ¿Qué puede hacer Biden para impedir que vuelva a emerger otro fenómeno como Trump?

    -Lo de «recuperar el alma de la nación» es un gran lema. Me gustaría preguntarle qué significa realmente y cómo se hace. Sospecho que, para él, «restaurar el alma de la nación» significa ser presidente y no twitear cosas vergonzantes y no ir diciendo cosas racistas. ¿Por qué ganó Trump? Va mucho más allá de eso. Mucha gente lo eligió sencillamente porque son Republicanos y les gustaban Reagan, y Bush padre y Bush hijo y ahora les ha gustado Trump. Pero otra parte de quienes lo votaron -en menor grado, pero fueron determinantes- lo hicieron porque estaban desilusionados, porque necesitaban desesperadamente que cambiara algo. «Es loco, no sé qué hará, pero que lo intente». También había gente que estaba enfadada porque la clase política la había desatendido durante décadas, y para mucha gente fue una especie de rendición: «No pienso comprometerme a nada». Todo esto debe decirse. Para subsanarlo hay que enmendar exactamente los problemas que originó Biden. La frustración en términos de protección social. La destrucción de los puestos de trabajo en las fábricas, y de buenos sueldos para la clase trabajadora. Biden puede hacerlo, pero no tiene incentivos para hacerlo. Entre otras razones, porque la prensa tiene miedo de decir nada malo de él y hacer que se repita la situación del 2016. Esto puede cambiar si es presidente y la gente dice: «Eh, está muy bien que no separes a los niños (inmigrantes) de sus padres, pero ¿y todo lo demás?»

     
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