Los líderes políticos republicanos reconocen que nunca ha habido tanto interés y tan pronto en unas primarias presidenciales. Pero, por más que algunos candidatos republicanos – como Mike Pompeo, Mike Pence o Ron Desantis, por nombrar a quienes pueden ser más conocidos fuera de EEUU- ya están en campaña, todos ellos, más los donantes y medios afines al Partido Republicano, están expectantes de un solo punto fundamental: si Donald Trump vuelve a presentarse. Lo cierto es que la mayoría de contendientes republicanos con posibilidades reales, sólo entrarán en la carrera por la candidatura presidencial si Trump decide no hacerlo.
No es lo habitual en EEUU, que presidentes que pierden un segundo mandato, se presenten nuevamente, pero probablemente ninguno tenía entre sus votantes la fuerza de Donald Trump. Una muestra de ello, es la peregrinación de los posibles candidatos republicanos a la residencia de Trump, y las posteriores fotogafías junto al ex presidente que publican como prueba de que los ha recibido. Porque Trump no recibe a todos: quienes lo criticaron por su actuación en los disturbios del Capitolio -bajándose a último momento de un barco que creían que se hundía para siempre – y ahora le solicitan reunirse con él, son rechazados.
El regreso de Donald Trump
Por increíble que parezca Donald Trump podría volver a presentarse en el 2024
Este verano en EEUU llamaban la atención dos cosas: el número de carteles -en cantidad nada despreciable- pidiendo que Donald Trump se volviera a presentar (“Trump 2024”) y el pesimismo que expresaban algunos demócratas . “Hemos ganado, sí. Pero los republicanos buscan, y encuentran, formas de ganar sabiendo que en votos no pueden. Ya se han puesto ahora», decían. Estas dos ideas -el regreso de Donald Trump y las formas de ganar al margen del voto- han ido ganando bastante terrenos estos últimos meses en la opinión publicada.
El propio Donald Trump, en una entrevista en la cadena de televisión Fox News de la semana pasada, alimentaba su posible regreso: “Es algo que efectivamente voy pensando [presentarme en el 2024]. Ya veremos. Y francamente, creo que mucha gente estará muy contenta con la decisión que probablemente anunciaré después de las midterm“. Las midterm son las elecciones que se celebrarán el 8 de noviembre del 2022 y que pueden dar la vuelta a la mayoría del Congreso (demócrata) y del Senado (republicana).
Trump no tiene rivales dentro de su partido
La influencia de Trump en el Partido Republicano es tal que los candidatos republicanos se retirarían si Trump diera el paso, con la excepción, de momento, de Ron Desantis, (N.de la E.: Desantis, abogado, nacido en 1978, es el actual gobernador de Florida, ha sido abogado defensor de la marina de EEUU para las fuerzas desplegadas en Guantánamo y en Irak) según la revista Politico. Es decir, Trump se fue, pero el trumpismo ha permanecido; y Trump, que muchos daban por terminado, controla el partido, que le apoya y alimenta la idea del regreso. Tras los hechos del asalto al Capitolio puede parecer increíble que Trump pueda volver a presentarse a las presidenciales. Pero puede hacerlo, porque recordemos que el Senado, de mayoría republicana, absolvió a Trump de los hechos del Capitolio, pocas semanas después. Ahora bien, en caso de presentarse, habrá que ver si la justicia reactiva el caso vía Tribunal Supremo.
De todos los pocos rivales internos de Trump dentro del Partido Republicano, quien resulta más interesante es Liz Cheney, ex líder del partido. Cheney, conservadora de pura cepa (hija del halcón Dick Cheney, vicepresidente con Bush), criticó duramente a Trump y su papel durante los hechos del Capitolio. Unos meses después, los pro-Trump la echaron del frente del partido. Pero ahora es la vicepresidenta de la comisión de la Cámara de Representantes, que aún investiga los hechos del Capitolio. Según las conclusiones a las que llegue, la justicia podría reactivarse. Cheney no ha descartado presentarse ella a las elecciones de 2024.
En cuanto al pesimismo de los demócratas es perfectamente resumido en un reciente artículo de Amy Siskind que destaca que: seis de cada diez votantes republicanos todavía hoy creen que Trump fue el ganador de las elecciones; Trump ha eliminado a los rivales del partido, que cada vez es más autoritario; 17 Estados estadounidenses de mayoría republicana han cambiado recientemente leyes que perjudican a los votantes demócratas más que a los republicanos (es mucho más difícil votar por correo, como hacen a menudo los demócratas; se puede votar por adelantado en zonas rurales republicanas , pero no en grandes ciudades demócratas, etc.). Otro objetivo, según el detallado artículo de Siskind, son los Estados de Michigan, Wisconsin y Pensilvania, Estados donde la diferencia entre demócratas y republicanos es de muy pocos votos. Estos Estados dentro de un año también votarán al fiscal general y al secretario de Estado, figuras clave a la hora de dar por válido un resultado electoral.
El objetivo final sería ganar dentro de un año la mayoría en la Cámara de Representantes (ahora hay 221 demócratas, 211 republicanos y 3 vacantes). Y cuando Trump se presente a las elecciones del 2024, aunque pierda, se puede repetir un asalto al Capitolio, o denuncias de cuentas de votos fraudulentos, nuevos recuentos y, esta vez, la mayoría en la Cámara de Representados sería republicana. La del Senado, también. Y posiciones clave encargadas del recuento, también. Es decir, las maniobras de Trump tendrían poca oposición.
Hay una expresión en persa que dice que cuando un idiota arroja una piedra a un pozo, cientos de sabios no pueden recuperarla. Ahora bien, esta es la historia de la estúpida decisión de Donald Trump en mayo de 2018 de retirarse del acuerdo nuclear de 2015 con Irán conocido como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) que Estados Unidos había firmado junto a China, Francia, Alemania, el Reino Unido y Rusia. El acuerdo también fue respaldado por la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU.
La decisión de la administración Trump estaba en línea con la posición de los gobiernos israelí y saudita de descarrilar el acuerdo. Tanto los israelíes como los sauditas se opusieron vehementemente al JCPOA y presionaron agresivamente a la Casa Blanca para que rescindiera su firma. Estados Unidos no sólo se retiró, sino que la administración Trump restableció las sanciones contra Irán e instituyó un régimen de máxima presión en constante expansión equivalente a una guerra económica total. Según todos los informes, la campaña de máxima presión fue un fracaso masivo. La retirada estadounidense del acuerdo justificó que Irán limitara su cumplimiento del mismo y comenzara a abandonarlo gradualmente. Además, la campaña de máxima presión de la administración Trump contra Irán aisló a Estados Unidos a nivel internacional. Esto lo dejó sin recursos para ejercer ninguna influencia sobre sus aliados europeos para contener el camino gradual, pero seguro, de la República Islámica hacia el abandono de sus compromisos con el JCPOA.
Durante su campaña, Joe Biden nunca declaró categóricamente que su administración regresaría al acuerdo nuclear con Irán.
Durante la campaña, en un artículo de opinión de CNN, escribió que “ofrecerá a Teherán un camino creíble de regreso a la diplomacia. Si Irán vuelve a cumplir estrictamente con el acuerdo nuclear, Estados Unidos volvería a unirse al acuerdo como punto de partida para las negociaciones de seguimiento «. Luego continuó diciendo que esas negociaciones involucrarían «las violaciones de los derechos humanos por parte de la República Islámica y el papel del Irán en los conflictos regionales». Esa posición complicada no dejaba claro si, como presidente, Biden volvería al acuerdo nuclear sin condiciones previas. Esta incertidumbre se hizo más evidente, cuando a diferencia de la reincorporación al Acuerdo Climático de París y a la Organización Mundial de la Salud (OMS) con una orden ejecutiva inmediata, el presidente Biden dejó la decisión de revivir el JCPOA para una fecha futura no especificada.
Las declaraciones de la semana pasada de personas designadas por Biden hicieron que el asunto fuera innecesariamente más complicado, sonando más como una continuación de la política de Trump que como una refutación. En su audiencia de confirmación, Antony Blinken, elegido por Biden como secretario de Estado, le dijo al Comité de Relaciones Exteriores del Senado que la nueva administración cree que Irán debe reanudar el estricto cumplimiento del acuerdo nuclear antes de que Estados Unidos contemple un regreso al JCPOA. En respuesta a la cuestión del levantamiento de las sanciones económicas que la administración anterior impuso a Irán, Blinken le dijo al Comité que «estamos muy lejos de allí». Añadió además: «Entonces tendríamos que evaluar si realmente estaban cumpliendo, si dicen que están volviendo a cumplir con sus obligaciones, y luego partiremos de ahí».
El objetivo final de la administración Biden sería, según el flamante secretario de Estado, un acuerdo que también limitara el programa de misiles de Irán y el apoyo a sus aliados regionales.
En su testimonio de confirmación, la designación de Biden de Avril Haines como directora de inteligencia nacional, complicó aún más la fórmula para volver a unirse al acuerdo nuclear. «Creo que, francamente, estamos muy lejos de eso», respondió Haines a la pregunta de la senadora Susan Collins. Luego agregó que Biden y su equipo «también tendrían que considerar los problemas de los misiles balísticos, así como otras «actividades desestabilizadoras» de Irán antes de volver a unirse al acuerdo nuclear». Y para no dejar lugar a dudas, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dejó muy en claro que el presidente cree que “Estados Unidos debería buscar alargar y fortalecer las restricciones nucleares sobre Irán y abordar otros temas de preocupación. Irán debe reanudar el cumplimiento de las limitaciones nucleares significativas en virtud del acuerdo para que eso proceda «.
La demanda de la administración Biden de que Irán debe cumplir con sus obligaciones con un acuerdo del que Estados Unidos se ha retirado es un marco orwelliano que fue destacado por los funcionarios iraníes. En un artículo de opinión en Relaciones Exteriores, Mohammad Javad Zarif, el Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, argumentó que Estados Unidos debe volver a la diplomacia y cumplir con sus obligaciones con el documento que firmaron en 2015. Una vez que una parte abandona un acuerdo, entonces esa parte no tiene autoridad para exigir que otros cumplan con ese acuerdo. Zarif tuiteó: “Fue Estados Unidos quien rompió el trato, sin ninguna razón. Debe remediar su mal; entonces Irán responderá «. La parte iraní argumenta que Estados Unidos necesita volver a unirse al JCPOA y levantar todas las sanciones de la era Trump sin condiciones previas.
Aunque el nombramiento de Robert Malley como enviado especial para Irán envió una señal conciliatoria hacia Irán, Antony Blinken, jefe de Malley, permanece impasible. Después de asumir el cargo, Blinken reiteró su posición anterior de que Estados Unidos no volverá al acuerdo nuclear antes del pleno cumplimiento de Irán. El primer día de su nuevo cargo, Malley consultó a los socios europeos para esbozar una hoja de ruta para reactivar el acuerdo. El mismo día, el presidente francés lanzó otra llave inglesa a los planes de Malley. Macron declaró que cualquier «acuerdo nuclear con Irán sería muy estricto y debería incluir a Arabia Saudita». (N.de la E.: Arabia Saudí compra armas a Francia, y de allí sale el interés de Macron de no incomodar a tan buen cliente). Queda por ver cómo Robert Malley navegará por estos terrenos de intereses en competencia, las presiones sauditas e israelíes y las políticas inciertas de Biden.
Quién va primero en volver al acuerdo nuclear, es la manifestación de un complejo problema político. Hay una solución muy simple a la pregunta de quién debe dar el primer paso: ninguno. Ambas partes pueden declarar muy fácilmente al mismo tiempo que están volviendo a los principios del JCPOA. Ambas partes pueden tomarse dos semanas para ofrecer una prueba de cumplimiento. Esta no es una carrera espacial. Pero una especie de «carrera espacial», es exactamente lo que está en juego para Estados Unidos y sus aliados regionales, los Estados del Golfo, Arabia Saudita e Israel: el programa de misiles iraní. Todos ellos están aumentando significativamente las presiones sobre la administración Biden para enmendar el acuerdo nuclear de modo que incluya la contención del programa de misiles iraní y la relación de la República Islámica con sus aliados regionales, antes de volver a entrar en el acuerdo. La parte iraní no renegociará los términos del JCPOA, y punto.
Hay otro grupo de actores que ven en la retirada de Trump del acuerdo nuclear una oportunidad para presionar a la República Islámica «por sus violaciones de los derechos humanos». Una variedad de grupos de oposición iraníes y expatriados argumentan que Estados Unidos debe incluir el respeto por los derechos humanos y las libertades civiles como condición previa para levantar las sanciones y normalizar las relaciones. Es difícil de vender para aquellos que están genuinamente preocupados por la cuestión de los derechos humanos, pedir al gobierno estadounidense que sea el agente de ese cambio.
Mientras el gobierno de EEUU apoye a los regímenes más opresivos de la región, es difícil imaginar que tenga autoridad moral o capital político para tratar cuestiones de derechos humanos en Irán.
Es profundamente cínico sugerir al gobierno de los Estados Unidos como un defensor de los derechos humanos y las libertades civiles en Irán mientras continúa apoyando regímenes en cuyas prisiones y tierras ocupadas millones de personas languidecen en la desesperación.
Hay innumerables problemas en Irán, represión política, desesperación económica, descontento social, discriminaciones de género-étnico-religiosas, profunda corrupción económica y capitalismo de compinches. Pero los Estados Unidos de América no pueden ni deben ser agentes de cambio en Irán. No sé cuántas veces en la historia se ha probado ese simple hecho (que EEUU no promueve ningún cambio positivo en ningún lugar donde interviene, sino al contrario).
Hay en Irán una sociedad viva que ya se ocupa de estos problemas en muchos niveles diferentes. Esos compromisos (de los ciudadanos iraníes) han provocado cambios significativos en el país y en su establishment político, y continúan haciéndolo. La mejor manera de que los estadounidenses apoyen estas transformaciones es detener las sanciones y mantenerse alejados de los asuntos internos iraníes.
Las sanciones y políticas estadounidenses de diferentes administraciones hacia Irán no han producido resultados que beneficien al pueblo iraní. Sino que:
Las sanciones han profundizado la titulización de la sociedad iraní (N.de la E. : la «titulización” es una técnica financiera a través de la cual las entidades bancarias agrupan las hipotecas, créditos al consumo y otros préstamos que han concedido a sus clientes y los coloca en el mercado en forma de bonos. Un ejemplo famoso de esta técnica fue el de las hipotecas subrprime que gestaron la crisis de los bancos de EEUU que arrastraron a la crisis internacional de 2008)
Las sanciones han debilitado a la sociedad civil
Las sanciones han creado economías informales que carecen de transparencia
Las sanciones han aumentado la corrupción y han afianzado el capitalismo de compinches.
Las sanciones han dado lugar a una política más belicosa
Las sanciones han profundizado la pauperización de las masas
Las sanciones han infligido un dolor injustificado a la gente corriente
Hace más de treinta años, Henry Precht, entonces jefe de la oficina de Irán en el Departamento de Estado, escribió en 1988: “El consenso estadounidense sobre Irán es persistente y claro: los líderes en Teherán están locos, ciegamente ideológicos, resistentes al derecho y la opinión internacionales, y virtualmente imposibles de tratar. Y las malas noticias sólo empeoran con este grupo salvaje «. Argumentó que lo que motiva a la República Islámica es «la independencia política y económica propia, no el dominio en el extranjero».
La solución a la crisis de relaciones entre Irán-EEUU ya se idearon hace cuarenta años en Argel. En el acuerdo que se firmó en 1981, Estados Unidos prometió que «ahora es y será la política de Estados Unidos no intervenir, directa o indirectamente, política o militarmente, en los asuntos internos de Irán».(1)
Los sucesivos gobiernos estadounidenses han intentado sin éxito llegar a un acuerdo sobre la soberanía del gobierno iraní. Un compromiso de no interferencia y la demostración de ese compromiso en la práctica será el regalo más notable que la administración Biden puede ofrecer al pueblo iraní. (N. del E.: no sólo al pueblo iraní sino a la paz mundial, ya que podría desactivaría un conflicto regional de largo alcance, en un momento en que la sociedad mundial debe enfrentar retos globales urgentes, como el cambio climático, por no hablar de la actual pandemia -y las que pueden seguirle debido a los desequilibrios en la naturaleza perpetrados por los humanos)
Al perpetuar una amenaza extranjera, la administración Biden solo sofocaría las demandas de cambio y reforma política desde el interior del país por parte de quienes ejercen persistentemente su derecho a la autodeterminación.
EL Dr. Behrooz Ghamari-Tabrizi (Teherán, 1960) es catedrático de Historia y Sociología. Es Director del Centro Sharmin y Bijan Mossavar-Rahmani de Estudios sobre Irán y el Golfo Pérsico. Es autor de«Remembering Akbar: inside the Iranian Revolution» (Recordando a Akbar: dentro de la revolución iraní) ,2016; Foucault in Iran : Islamic Revolution after the Enlightenment Muslim international (Foucault en Irán: La revolución islámica después de la Ilustración musulmana internacional) , 2016; The theory of survival : an interview with Taraneh Hemani(La Teoría de la Supervivencia: una entrevista con Taraneh Hemani) , 2009; «Mourning, Memory and Memorializing: The Iranian Veterans of Iran-Iraq War 1980-1988» (Luto, memoria y conmemoración: los veteranos iraníes de la guerra Irán-Irak) Publicado en Radical History Review 105, (2009): 106-121; «Islam and Dissent in Post-Revolutionary Iran: Abdolkarim Soroush and the Religious Foundations of Political Reform» (Islam y disensión en el Irán posrevolucionario: Abdolkarim Soroush y los fundamentos religiosos de la reforma política). London, New York: I. B. Tauris (Palgrave-Macmillan), 2008.; «Contentious Public Religion: Two Conceptions of Islam in Revolutionary Iran» (Contencioso: Religión pública: dos conceptos del Islam en el Irán revolucionario). Publicado en International Sociology 19, 4 (2004): 504-523.
(1) El Acuerdo de Argel
Estados Unidos restablecerá, en la medida de lo posible, la situación financiera de Irán existente antes del 14 de noviembre de 1979 y se compromete a garantizar la movilidad y la libre transferencia de los fondos iraníes.
Estados Unidos pondrá fin a todas las acciones judiciales emprendidas por sus ciudadanos o sus instituciones contra Irán.
Punto 1. Estados Unidos se compromete a no intervenir «directa ni indirectamente, política o militarmente en los asuntos internos iraníes».
Puntos 2 y 3. Un banco central neutral será el depositario de los fondos de garantía y de funcionamiento (haberes iraníes congelados) en nombre del Banco Central de Argelia.
El oro y los fondos retenidos en Estados Unidos por el Gobierno norteamericano serán inmediatamente transferidos al banco central neutral, así como los haberes y sus intereses retenidos en las filiales extranjeras de bancos privados norteamericanos, para ser entregados inmediatamente a Irán por intermedio del Banco Central Argelino desde el momento de la liberación de los rehenes.
Desde el momento de la liberación de los 52 rehenes, Estados Unidos revocará todas las sanciones comerciales establecidas contra Irán.
Punto 4. Estados Unidos bloqueará los bienes de la familia del sha de Irán que estén bajo su control y prohibirá su transferencia al extranjero hasta un arreglo judicial final. Los litigios entre los países sobre estos bienes serán sometidos a un tribunal internacional, situado bajo responsabilidad de Argelia. Este tribunal tendrá también competencia sobre los litigios derivados de la aplicación de los acuerdos.
Joe Biden votó a favor de la guerra de Irak, apoyó la idea de una guerra con Corea del Norte, dijo que los Demócratas estaban yendo «demasiado a la izquierda»; se opone a un internet neutral; no para de alabar a Dick Cheney y a George Bush
Ted Rall, es escritor. Es autor de “Snowden”, la biografía del denunciante de la NSA
De izquierda a derecha, el diluvio mediático de autopsias de Trump comparte la suposición de que el presidente 45 de los EEUU representó una desviación, un cambio del comportamiento y de las políticas de los anteriores jefes de Estado del país. Es cierto que fue el primer hombre elegido presidente sin tener experiencia política o militar. Y como vimos, Trump revolucionó la campaña al depender de las redes sociales en lugar de tener un gran presupuesto para viajes, y utilizó la improvisación en lugar de repetir un discurso preempaquetado.
Pero no había nada nuevo en la forma en que gobernó.
En política, también en su tono virulento, Trump fue un típico presidente republicano. Ford (1974-1976) le deseó a la ciudad de Nueva York que «muriera de golpe»; Reagan (1981-1989) llamó a los negros «reinas de las ayudas de bienestar social» y le hizo guiños al Klan; y Bush (2001- 2009) legalizó la tortura. Nada de lo que hizo Trump fue peor que eso. En algunos aspectos, Trump no fue mucho peor que los demócratas.
Los bajos índices de aprobación de Trump después del segundo juicio político por su intento de golpe del 6 de enero, y la repulsión que la mayoría de los estadounidenses sienten por él en la actualidad, nos brindan una rara oportunidad de reconocer una fea verdad. La cultura política de la nación es tóxica y lo ha sido durante mucho tiempo; y se tiende a elevar a los políticos que reflejan las inclinaciones más viles y groseras. En este sentido, Trump fue el presidente perfecto para los estadounidenses.
Durante la campaña de 2016, Trump sorprendió a muchos alentando alegremente la violencia, como cuando se ofreció a pagar las facturas legales de un líder del MAGA (Make America Great Again, el lema del movimiento de seguidores de Trump) que golpeó a un manifestante liberal. Continuó lanzando una retórica sedienta de sangre a lo largo de sus cuatro años en el cargo (como cuando le imploró a la policía «por favor, no sean demasiado amables» con los sospechosos), hasta el día de los disturbios en el Capitolio que dejaron cinco muertos. Es la política de la degeneración moral.
Sin embargo, Biden no mejora. Es una continuación.
Nadie es admitido en las clases dominantes a menos que prometa lealtad a la política del imperio estadounidense que hace la derecha. En una nación con una pizca de respeto por el Estado de derecho, un funcionario público se negaría a participar en un asesinato político descaradamente ilegal, por el cual debería pasar el resto de su vida en prisión, pero en EEUU los líderes se jactan de fomentar el asesinato. «Si está buscando una imagen que resuma cómo el presidente Obama ha manejado lo que heredamos, es bastante simple», sonrió el entonces vicepresidente Biden durante la campaña de reelección de Obama en 2012. «Osama bin Laden está muerto y General Motors está vivo», dijo.
Eso siguió a la repugnante reacción de la secretaria de Hillary Clinton ante el asesinato del gobernante libio Moammar Ghaddafi. “Vinimos, lo vimos, murió”, se rió a carcajadas después de ver al dictador siendo sodomizado por una bayoneta empuñada por un aliado de Estados Unidos después de que su convoy fuera volado por un misil no tripulado estadounidense.
En un debate presidencial de septiembre, Biden acusó hipócritamente a Trump de usar un lenguaje “racista… con mensajes sugerentes para sus adeptos”. El nuevo presidente tiene un largo historial de palabrería similar cuando abogaba por una legislación que destruyó vidas negras. “Debemos recuperar las calles”, dijo Biden, sonando como Charles Bronson en “Death Wish” (la película que se conoció como «El justiciero», en España, y «El vengador anónimo», en Latinoamérica) cuando luchaba por sacar adelante su infame y racista proyecto de Ley contra el crimen, de 1994.“No importa si la persona que está acosando a su hijo o hija, o mi hijo o hija, mi esposa, su esposo, mi madre, sus padres; sufrió privaciones o no cuando era jóven . No importa si no tenían recursos que les permitieran socializarse en el tejido social. No importa si son víctimas de la sociedad o no. El resultado final es que están a punto de golpear a mi madre en la cabeza con un tubo de plomo, dispararle a mi hermana, golpear a mi esposa y enfrentarse a mis hijos «. Todos entendieron quiénes eran “ellos”: negros.
Podría ser razonable descartar esta perorata de hace 26 años como producto de una mente política todavía en desarrollo, excepto por una cosa: Biden nunca se ha disculpado ni por sus mensajes racistas ni por su legislación racista.
Al menos hasta que alguien se retracte de su pasado y lo emmiende, su pasado es su presente.
Una mancha en la presidencia de Trump fueron los negocios: usar su oficina para obtener ganancias financieras personales. Es posible que las acciones de Biden en nombre de su hijo Hunter no lleguen a la altura del nepotismo desenfrenado de la familia Trump. Sin embargo, moral y éticamente, vender el acceso a la (vice) presidencia es una distinción sin diferencia.
Las mentiras de Biden
El peor pecado de Trump fueron sus mentiras repetidas, incluso sobre asuntos tan insignificantes como el número de asistentes a la inauguración de su mandato. Pero Biden también es un mentiroso en serie. Durante un debate con Bernie Sanders, Biden miró directamente a los ojos de un Sanders incrédulo y dijo que nunca había votado por la Enmienda Hyde, que prohíbe la financiación federal del aborto. De hecho, había apoyado la Enmienda repetidamente, durante muchos años. Por lo general, nunca admite haber tenido una conducta poco ética.
Biden mintió sobre su apoyo a los derechos civiles. Incluso afirmó falsamente haber sido arrestado por la policía en Soweto, Sudáfrica, en la época del apartheid. Su mejor mentira fue difamar al hombre involucrado en el accidente automovilístico que mató a su primera esposa y su hijo pequeño: afirmó que el hombre había bebido a la hora del almuerzo, cuando de hecho, estaba sobrio y el accidente fue culpa de la esposa de Biden. Nuevamente, podría descartar esas mentiras de Biden como inmadurez juvenil. Pero cuando mintió en la cara de Sanders, fue hace seis meses. El problema es que todavía continúa así.
En diciembre, Biden dijo que quería enviar a los estadounidenses un cheque de estímulo de 2.000 dólares para apuntalar la economía. El Congreso lo aprobó y Trump firmó un proyecto de ley otorgando, en su lugar 600 dólares. Ahora, la Comadreja en Jefe dice que los 600 dólares de Trump ya fueron un «pago inicial», por lo que si el Congreso lo aprueba, se van a descontar los 600 ya recibidos, y sólo se cobrarán 1.400 dólares de los 2.000 prometidos. Eso, sin tener en cuenta que estos pagos únicos son una broma en comparación con el 80% de su salario, que reciben mensualmente los trabajadores confinados a causa del COVID-19 en el Reino Unido, o el 70% que reciben en Corea del Sur, etc.
No se deje engañar por los trajes a medida de Biden, una mejora distintiva de vestimenta sobre las corbatas rojas demasiado largas de Trump, o su sonrisa falsa, o la mejora estética sobre el ridículo ceño de Trump. En las cosas que más importan, volver a la normalidad es exactamente lo mismo que la rareza vivida los últimos cuatro años.
De la misma manera que los estadounidenses son profundamente ignorantes de la historia de los demás países, el resto de Occidente desconoce bastante de la historia de EEUU. Es por eso, que tanto occidental desprevenido se está rasgando las vestiduras por la invasión del Capitolio del pasado 6 de enero y los medios corporativos compiten con todo tipo de titulares sensacionalistas. Pero no es éste el primer evento de ese tipo que ocurre en la historia de EEUU, ni mucho menos el más violento. Los pucherazos -mediante un sistema electoral poco democrático que permite la manipulación del voto popular-; la violencia política; los esfuerzos por negar el voto a amplios sectores de la ciudadanía; un siglo de atraso en cuanto a derechos laborales; índices de pobreza propios de un país en vías de desarrollo; ausencia de un sistema público de salud -en EEUU persisten enfermedades erradicadas hasta en países pobres-; etc, hacen de EEUU un país más atrasado que muchas de las naciones a la cuales han pretendido y aún pretenden llevar su fórmula de «democracia, progreso y libertad». Lo increíble es que un país con tales características se haya erigido en supuesto defensor de la democracia, los derechos humanos, la libertad y el progreso. Pero lo preocupante, ahora, es constatar el gran número de occidentales que sienten que alinearse con los invasores del Capitolio es «luchar contra el sistema», o que alinearse con Biden es sinónimo de progreso, justicia y libertades civiles. Hay más alternativas que alinearse con Julio César o con Marcus Brutus, especialmente cuando no somos ciudadanos del Imperio.
El motín del Capitolio revela los peligros del enemigo interior pero la creencia de EEUU anteriormente tenía una democracia que funcionaba bien es una ilusión
1898. Blancos armados derrocan al gobierno birracial electo en Wilmington, Carolina del Norte
Eric Foner es profesor emérito de Historia. Autor de «The Second Founding: How the Civil War and Reconstruction Remade the Constitution» (La Segunda Fundación: Cómo la Guerra Civil y la Reconstrucción reformaron la Constitución)
El 6 de enero de 2021 será recordado durante mucho tiempo como el día en que chocaron dos vertientes de la experiencia estadounidense, ambas profundamente arraigadas en la historia nacional. Una se reflejó en la elección de senadores afroamericanos y judíos de Georgia. Este es un Estado que fue testigo del linchamiento en 1915 del supervisor de fábrica judíoLeo Frank, de la transformación de Tom Watson de un activista que buscaba unir a los agricultores blancos y negros pobres, en un vicioso racista y antisemita, y de la Masacre de Atlanta de 1906 en el que turbas blancas mataron a unas dos docenas de afroamericanos, sin mencionar el estreno en 1939 de la película Lo que el viento se llevó, un himno al Ku Klux Klan. Los resultados de estas elecciones son la culminación de un movimiento interracial masivo para transformar un Estado que durante mucho tiempo negó a su población negra el derecho al voto en una democracia. La campaña dirigida por Stacey Abrams y otros para registrar nuevos votantes es un ejemplo inspirador de la posibilidad de un cambio progresivo.
Un sistema electoral diseñado para corregir las decisiones populares
Sin embargo, los disturbios de los partidarios del presidente Trump, destinados a evitar el recuento de votos electorales, revelan un lado más oscuro de la historia de la democracia estadounidense.
Se puede comenzar con el hecho de que, más de dos siglos después de la aprobación de la Constitución, todavía se elige al presidente a través del Colegio Electoral, un sistema arcaico que refleja la convicción de los fundadores de que no se debe confiar en que la gente común vote directamente por el presidente, y su deseo de reforzar el Sur esclavista, cuyo poder político fue aumentado por la cláusula de las tres quintas partes que dio a los Estados esclavistas votos extra electorales basados en su población negra desfavorecida. De hecho, Trump ocupó la Casa Blanca porque un sistema electoral antidemocrático hace posible no tener el voto popular y aún así convertirse en presidente. Además, los esfuerzos para restringir el derecho al voto por raza, género u otros criterios tienen una larga historia. La idea de que el pueblo debe elegir a sus gobernantes, esencia de la democracia, siempre ha convivido con la convicción de que «demasiada gente, del tipo equivocado, está votando». El requisito de Georgia de que los candidatos a cargos públicos reciban más del 50 por ciento de los votos o se enfrenten a una segunda vuelta, promulgado en 1963 en el apogeo de la revolución de los derechos civiles, tenía como objetivo evitar la victoria de un candidato preferido por los negros si varios aspirantes dividían el voto blanco.
Los hechos del 6 de enero son la culminación lógica de la falta de respeto por el Estado de derecho fomentada por la presidencia de Trump, evidenciada en la glorificación de los grupos armados de extrema derecha, más notoria hasta ahora en Charlottesville; la incitación de disturbios contra el uso de las máscaras y el cierre en Michigan y otros Estados (para frenar la transmisión del Covid); y la negativa a aceptar los claros resultados de las elecciones presidenciales.
Los motines para cambiar los resultados electorales no son una novedad en EEUU
Pero aquellos que están familiarizados con la historia de Estados Unidos saben que el motín del Capitolio no fue el primer esfuerzo para revocar extralegalmente los resultados de una elección democrática.
La era de la Reconstrucción (N.de la E. es el período entre 1865 y 1877, tras la Guerra Civil estadounidense, durante el cual se readmitió a los Estados esclavistas del sur en la Unión) y los años que siguieron fueron testigos de muchos eventos de este tipo, algunos mucho más violentos que los disturbios del 6 de enero.
Decenas de miembros de una unidad de milicia negra fueron asesinados en 1873 en Colfax, Luisiana, por blancos armados que tomaron el control del gobierno local que estaba en manos de funcionarios negros electos.
Un levantamiento al año siguiente por parte de la Liga Blanca buscó derrocar al gobierno birracial de Reconstrucción de Louisiana.
Un monumento a este esfuerzo por restaurar la supremacía blanca permaneció durante décadas en Nueva Orleans hasta que el alcalde Mitch Landrieu lo retiró en 2017.
En 1898, un golpe de Estado de blancos armados en Wilmington, Carolina del Norte , derrocó al gobierno local birracial electo.
A principios del siglo XX, la elección y la ocupación de cargos por parte de los negros prácticamente había terminado en todo el sur. Esto no sólo sucedió en el pasado. Tan recientemente como en 2013, la Corte Suprema ha eviscerado disposiciones clave de la Ley de Derechos Electorales, abriendo la puerta a esfuerzos generalizados en los Estados controlados por los republicanos para suprimir la capacidad de votar.
No podemos asumir que hasta los disturbios del Capitolio, Estados Unidos era una democracia que funcionaba bien.
Alexander H. Stephens, el líder político de Georgia que se desempeñó como vicepresidente de la Confederación, describió el esfuerzo por crear una república de esclavistas como una encarnación de la “gran verdad de que el negro no es igual al hombre blanco, que la esclavitud … es su condición natural y normal «. El 6 de enero es la primera vez que la bandera confederada se exhibió abiertamente en el edificio del Capitolio, un espectáculo impactante que, espero, nunca se repetirá. Pero Trump, en su oposición a la remoción de monumentos a los líderes confederados y a la retirada de sus nombres de las bases militares con el argumento de que borran «nuestra historia», ha identificado conscientemente su presidencia con la Confederación y el nacionalismo blanco en su núcleo.
Estados Unidos gasta mucho más en sus fuerzas armadas que cualquier otra nación. Sin embargo, la turba que irrumpió en el Capitolio no estaba formada por chinos, iraníes, rusos u otros supuestos enemigos de la democracia estadounidense, sino por sus conciudadanos.
Jeffrey St. Clair, editor deCounterPunch, ha escrito: «Recuerden mis palabras, la respuesta legislativa al asalto del Capitolio será un impulso bipartidista para obtener más dinero para la policía y más restricciones a las libertades civiles, que se impondrán de manera más devastadora a los manifestantes antirracistas, los manifestantes contra la guerra, los activistas de los pueblos originarios y los ambientalistas». En una larga nota, St. Clair comenta las reacciones de la clase política y de los medios corporativos estadounidenses ante los eventos del Capitolio. También señala lo que reflejan las primeras nominaciones de Biden para formar su administración.
Motín de blancos
JEFFREY ST.CLAIR
Recuerde mis palabras, la respuesta legislativa al asalto del Capitolio de la nación será un impulso bipartidista para obtener más dinero para la policía y más restricciones a las libertades civiles, que se impondrán de manera más devastadora a los manifestantes antirracistas, los manifestantes contra la guerra, los activistas de los pueblos originarios y los ambientalistas. No es que yo tenga poderes sobrenaturales para predecirlo, pero apenas unas horas después de que se publicara originalmente esta columna, The Wall Street Journal ya informó que Biden apoya la rápida promulgación de nuevas leyes contra el «terrorismo doméstico».
Nancy Pelosi acaba de decir que quiere que cada día sea un «evento de seguridad nacional» en el Capitolio, lo que significa, sospecho, que pronto estará rodeando el Capitolio detrás del mismo tipo de barrera de alambre de concertina que Trump erigió alrededor de la Casa Blanca.
Permítame hablar de algunas cosas. El asalto del Capitolio, que fue instigado por algunos miembros del propio Congreso, dejó cinco muertos, entre ellos un policía. La pandemia ha matado a un número récord de estadounidenses en un solo día. Millones se enfrentan al desalojo. El presidente fue grabado en video tratando de extorsionar a un compañero republicano para que «fabricara» votos.
Por consejo del Pentágono, el presidente, al cual describen como «extraviado», ha ordenado que un portaaviones nuclear permanezca en el Golfo Pérsico y que bombarderos B-1B y B-52 vayan a Irán y China, y ¿cómo es que el Congreso aplazó la sesión por las próximas dos semanas?
Si el Estado Profundo realmente quisiera acabar con Trump, den por seguro que ya estaría metido en un refrigerador.
El 45% del Partido Republicano apoyó el asalto al Capitolio.
La Dra Melanie K.Yazzie (especialista en historia de los pueblos nativos de EEUU) y activista de la organización Red Nation, señaló : “El tipo con la cara roja que irrumpió en la capital, es el derechista de Arizona Jake Angeli. No es una coincidencia que una imagen icónica del nacionalismo blanco en 2021 sea un tipo disfrazado de indio «. (N.de la E. Es el personaje ataviado con pieles y cuernos, cuya foto se ha visto mundialmente).
Al negarse a enjuiciar a Bush y Cheney por una guerra fraudulenta y los crímenes cometidos durante la Guerra contra el Terrorismo, Biden y Obama se aseguraron de que la presidencia misma estuviera por encima de la ley.
Ya tenemos a los dos amigos de Biden de Delaware, Chris Coons y Tom Carper, diciendo que tenemos que «pasar página» sobre los eventos de hoy. ¿Cuánto tiempo va a pasar antes de que Biden diga que debemos «mirar hacia adelante, no hacia atrás»?
El Capitolio y sedes federales fueron ocupadas en el siglo XX por activistas
Los medios siguen hablando de cómo «este es el primer ataque al Capitolio desde la Guerra de 1812, cuando las tropas británicas del almirante George Cockburn incendiaron la Casa Blanca». No es cierto.
En 1954, la nacionalista puertorriqueña Lolita Lebron irrumpió en la Cámara de Representantes con la intención de llamar la atención internacional sobre la lucha de Puerto Rico por la independencia. Cinco miembros del Congreso resultaron heridos en la redada. Fue sentenciada a más de 49 años de prisión y finalmente cumplió 25 años, después de que Jimmy Carter le concediera el indulto. ¿Cuántos años / semanas, si es que se condena a alguno, cumplirán los asaltantes de hoy?
Los seguidores del MAGA que se creen tan valientes, desconocen que los activistas del Movimiento Indígena Americano (un movimiento fundado en 1968 que luchaba contra la pobreza y la brutalidad policial sistémica contra los nativos americanos) que en el 72 tras la Marcha de los Tratados Rotos, ocuparon la sede de la Oficina de Asuntos Indígenas durante una semana, se apoderaron de los registros y salieron de allí con fajos de billetes pagados por Nixon.
Consultas al «experto» ex presidente George Bush
Steny Hoyer, el número dos de Pelosi en la Cámara, (ambos del Partido Demócrata) expresó con entusiasmo que dar a George W. Bush la presidencia en 2000 fue uno de los momentos «de mayor orgullo de su carrera pública».
George W. Bush, declaró: «Así es como se disputan los resultados electorales en una república bananera». Lo que es una vergüenza, es que los «expertos» acudan rápidamente a G.W. Bush, y escuchen al hombre que dijo algunas de las mentiras más trascendentes del siglo XX, como Kissinger antes que él, y lo tengan como «estadista»
No es cierto que hubiera banderas de Rusia
Banderas vistas entre los seguidores del MAGA (Make America Great Again, lema de los seguidores de Trump) :bandera de Trump, bandera Gadsen, bandera estadounidense, bandera de la organización policial Blue Lives Matter, bandera monárquica iraní, bandera confederada, bandera israelí … (N.de la E.: St- Clair comenta esto en respuesta a los medios corporativos que afirmaban que había «banderas de Rusia» -lo cual no se ha podido comprobar- entre los manifestantes. Por otra parte, Nancy Pelosi, ya ha acusado al presidente ruso Putin de tener algo que ver con el asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Trump).
Quiénes son los leales a Trump que saltan del barco a última hora
En su correo electrónico de renuncia, la Secretaria de Transporte Elain Chao dice que ayer estaba profundamente preocupada «de manera que simplemente no puedo dejarlo de lado». Pero Charlottesville (cuando los supremacistas blancos se enfrentaron a los manifestantes antirracistas) y los niños (migrantes) enjaulados no le hicieron sonar sus alarmas aparentemente. Antes de que la «izquierda» comience a ensalzar a Elaine Chao por darle la espalda tardíamente a Trump, hagamos una pausa por un momento y recordemos que esta es la mujer que, mientras era secretaria de Trabajo, otorgó contratos a empresas de construcción no sindicalizadas para el mantenimiento en el edificio del Departamento de Trabajo.
La secretaria de Educación, Betsy DeVos, molesta porque Trump no contrató a su hermano para el mantenimiento del edificio del Capitolio, anunció su renuncia el jueves por la noche. Aparentemente, DeVos estaba más horrorizada por «cómo las imágenes que salían del Capitolio podrían afectar a los niños» que por los mercenarios que trabajaban para su hermano, quienes fueron recompensados con un perdón de Trump luego de haber sido condenados por masacrar a hombres, mujeres y niños civiles en Irak. La Federación Estadounidense de Maestros sobre la renuncia de Betsy DeVos, por toda respuesta le dijo: «Buen viaje».
Si todos los miembros del gabinete desesperados por lavarse las manos del olor a Trump renuncian, ¿quién quedará para invocar la 25a Enmienda? Los leales a Trump (Chao, DeVos, Mulvaney, Pottinger, Grisham, et.) que ahora saltan del barco presidencial que se hunde están dando mala fama a las ratas…
La historiadora estadounidense Ruth Ben-Ghiat, autora de «Strongmen», describe la retirada de ex leales a Trump, como McConnell, Chao y Mulvaney como «El fenómeno de la deserción de la élite al final, cuando su seguridad personal está en peligro».
Estoy bastante seguro de que el Jefe de Gabinete, General John Kelly, el hombre que hizo cumplir enérgicamente las atroces políticas de inmigración, no pensó en el racismo, la xenofobia y las tendencias autocráticas de Trump como «defectos», sino como activos para explotar en su propia agenda .
El trato a los invasores del Capitolio comparado con la represión a otras protestas
Trump rechazó los llamados para enviar a la Guardia Nacional para proteger el Capitolio. En cambio, salivaba para darles rienda suelta en las calles de Portland (en las protestas por la muerte de Floyd).
El mismo día que los policías se enteraron una vez más, de que podían disparar contra la gente en público y no enfrentar consecuencias legales, justamente la policía del Capitolio permitió que una turba blanca asaltara el edificio. Como Cockburn y yo informamos en nuestro libro, «Cinco días que sacudieron al mundo: Seattle y más allá», durante las protestas contra el Banco Mundial y el FMI en Washingon DC, poco después de Seattle, la policía recibió órdenes de «disparar a matar«. Cuando los anarquistas ocuparon las aceras de Wall Street, se sentaron en círculos de consenso y debatieron los méritos de la teoría monetaria moderna, antes de que el Departamento de Policía de Nueva York les abriera la cabezacon las porras..Esas no parecen ser -nunca deberían serlo- las reglas ante el asalto al Capitolio. La policía no intentó proteger el edificio del Capitolio porque era propiedad pública, no privada …
Algunas de las personas arrestadas durante las protestas en la toma de posesión de Trump enfrentaron décadas de prisión por romper algunas ventanas de los escaparates. Dos manifestantes antirracistas Colin Mattis y Urooj Rahman (ambos abogados) que destrozaron un auto vacío de la policía de Nueva York, enfrentan cargos federales con una sentencia de entre 45 años a cadena perpetua.
Un oficial de policía declaró: “El hecho de que oficiales de policía de otras agencias se hayan alineado con grupos tan violentos muestra lo aterrador que es ser negro en Estados Unidos… (los asaltantes del Capitolio) no estaban tratando de ocultar quiénes son porque saben que no les pasará nada. Si estas personas pueden asaltar el edificio del Capitolio sin tener en cuenta el castigo, hay que preguntarse cuánto abusan de sus poderes cuando se ponen los uniformes ”.
14.000: es el número de arrestos durante las protestas antirracistas por la muerte de George Floyd este verano.
No son sólo la policía, la Guardia Nacional y los militares quienes estaban incitando a los MAGA. La esposa de un juez de la Corte Suprema en funciones desde Twitter los animaba y los bendecía.
Es desconcertante ver la reacción que tuvo la policía y cualquier otra persona con funciones de autoridad: ver a la Guardia Nacional parada en esos mismos escalones ante una protesta pacífica, y no verla ahora ante un asalto al Congreso, demuestra dónde está este país, dónde siempre ha estado este país y dónde se quedará. Nada ha cambiado, estos son los mismos EEUU de siempre. No es diferente.
El lider de los republicamos fotografiado con la bandera confederada que representó a los Estados esclavistas del sur
Una cosa sobre el alboroto de ayer que todavía no tengo claro: ¿se detuvo Mitch McConnell -el líder de la mayoría republicana- para saludar a la bandera de batalla confederada mientras huía del pozo del Senado en busca de ponerse a salvo en su «ubicación segura»? (N.de la E.: los invasores del Capitolio pasearon la bandera confederada, en la sede histórica de la Unión, sus enemigos durante la Guerra de Secesión).
Distinciones a defensores del apartheid, citas a Hitler y lemas nazi
Trump otorgó la Medalla de la Libertad esta semana al golfista sudafricano Gary Player, quien expresó este firme respaldo al apartheid en su libro Grand Slam Golf de 1966: “Debo decir ahora, y claramente, que soy de la Sudáfrica de Verwoerd y del apartheid … una nación que … es el producto de su instinto y capacidad para mantener los valores y estándares civilizados entre los bárbaros «. Me pregunto cuántas Medallas de la Libertad otorgará Trump por el saqueo del Capitolio.
Desde que empezó sus sesiones por primera vez en 1789, casi 2000 personas han trabajado en el Senado de los Estados Unidos. Solo 10 han sido negros.
Mary Miller, quien acababa de prestar juramento para representar al sur de Illinois en el Congreso, fue citada respaldando a Hitler durante el asalto del MAGA: “Si ganamos algunas elecciones, seguiremos perdiendo a menos que ganemos los corazones y mentes de nuestros hijos. Esta es la batalla. Hitler tenía razón en una cosa. Él dijo: ‘Quien tiene la juventud tiene el futuro’ «.
Mientras tanto, algunas de las personas que invadieron el edificio del Capitolio vestían camisetas con el lema del campo de concentración de Auschwitz: «El trabajo te hará libre» …
Lo que auguran los nombramientos de Biden
La nominación de Merrick Garland para Fiscal General, quien tiene un historial espantoso en cuanto a las libertades civiles, debe ser una decepción más para los activistas de derechos civiles que contaban que habría un cambio radical del Departamento de Justicia.
Biden nunca va a reformar las leyes y políticas punitivas de justicia penal que se pasó 40 años implementando.
El regreso de Victoria Nuland, uno de los actores más nocivos en el Departamento de Estado de Obama, que se entrometió maliciosamente en los asuntos de Ucrania y Rusia, seguramente no augura nada bueno en las relaciones entre la nueva administración de Biden y el gobierno de Putin.
Biden acaba de obtener el «Sello de Aprobación» de los Koch. Otros que han dado su apoyo a Biden son: Goldman Sachs, Microsoft, Pfizer, National Basketball Association, Mastercard, Blackstone Group, BlackRock, Lyft, Deloitte, Warby Parker, Moody’s, Ernst & Young, JetBlue, MetLife, Condé Nast, Carlyle Group, Hearst, American Express.
El alcalde de Boston, Marty Walsh, el hombre que Biden está nominando para secretario de Trabajo, otorgó un contrato sin licitación de 1 millón de dólares al cesado por Obama, general Stanley McChrystal, para implementar la respuesta COVID de Boston. (Stanley McChrystal, fue Comandante en Jefe de las Fuerzas Internacionales en Afganistán y fue destituido en 2010 por el presidente Barack Obama).
Pensé que había una posibilidad remota de que Bernie Sanders fuera nominado, aunque sólo fuera para sacarlo del Senado y tenerlo callado en el gabinete. Tal vez Bernie juegue fuerte en el Senado.
Con los demócratas controlando ambas cámaras del Congreso, Biden usará eso como una excusa para retrasar la adopción de medidas ejecutivas rápidas para revertir algunas de las políticas más destructivas de Trump. Se presagia su intención de avanzar a un ritmo lento en materia de inmigración.
Como Biden no lo hará, Irán ha pedido a Interpol que emita una Notificación Roja para el arresto de Donald Trump.
John Kerry cita el PLAN Colombia como modelo para el tipo de plan climático que está preparando para Biden: “Así que armamos un plan, no muy diferente al plan que una vez llamamos Plan Colombia, donde pusimos mil millones dólares sobre la mesa y logró sacar a Colombia de ser un Estado fallido”.
La herencia medioambiental del gobierno de Trump
Mientras tanto, Trump continúa con la subasta de los derechos de extracción de petróleo en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico. Casi al mismo tiempo, el Servicio Forestal anunció que comenzará la transferencia de casi 10 km2 del Bosque Nacional de Tonto a las compañías mineras anglo-australianas Rio Tinto PLC, y BHP Group, el 15 de enero, cinco días antes de dejar el cargo.
Será la primera vez que el gobierno de EEUU entregue un lugar sagrado de los nativos americanos a una empresa minera extranjera.
La temporada de incendios forestales de California en 2020 arrojó suficiente dióxido de carbono al aire para igualar las emisiones de 24 millones de automóviles que se conducen en el transcurso de un año. Los primeros tres meses del año hidrológico han sido extremadamente secos en todo el suroeste de EEUU, una región que se encuentra en las garras de una mega sequía.
La Comisión Reguladora Nuclear ha decidido que la planta nuclear Robinson en South Carolina «no necesita realizar ninguna mejora sísmica» aún después de visto lo ocurrido en Fukushima, y a pesar de que posee la distinción de ser «la planta con el mayor riesgo de un derretimiento del núcleo causado por un terremoto en los EEUU».
Las incómodas preguntas a las que se enfrenta la Policía del Capitolio por la brecha de seguridad ante la irrupción de los seguidores del «Make America Great Again»
Si los partidarios acérrimos de Trump pueden asaltar el Capitolio de los Estados Unidos y ocupar por la fuerza oficinas en la Cámara y el Senado, surgen preguntas sobre la seguridad.
EL Dr. Nolan es criminólogo, profesor de Sociología en el Emmanuel College . Ha sido asesor principal de políticas en el Departamento de Seguridad Nacional, en la Oficina de Derechos Civiles y Libertades Civiles en Washington, DC. Se ha desempeñado durante 27 años en el Departamento de Policía de Boston.
Algo claramente no salió como estaba planeado el miércoles. El hombre a cargo de la vigilancia ese día, el jefe de policía del Capitolio de los Estados Unidos, Steven Sund, anunció que renuncia. Pero incluso sin él, lo que quedará son preguntas serias que deberán responderse sobre cómo una multitud enojada pudo eludir la seguridad y entrar al edificio del Capitolio.
¿Hubo una falla de inteligencia?
Washington, D.C., es una de las ciudades más vigiladas del mundo. La Policía del Capitolio de los Estados Unidos es una fuerza que cuenta con alrededor de 2.000 agentes y opera con un presupuesto anual de 460 millones de dólares. Su trabajo es proteger al Congreso de los Estados Unidos. Hay muchas razones para creer que deberían haber sabido que los partidarios de Trump tenían la intención de llegar al Capitolio con la intención de frustrar la transferencia pacífica del poder al presidente electo Joe Biden.
Después de todo, Trump ha estado dirigiéndose a sus seguidores en Twitter durante semanas, prometiendo que el 19 de diciembre sería un día «salvaje». Mientras tanto, algunos de sus seguidores en el mundo MAGA (Make America Great Again, lema del trumpismo) no han ocultado su intención de interrumpir la ratificación de los votos del Colegio Electoral por parte del Congreso. Y ese mismo día, Trump instó a una multitud a marchar hacia el Capitolio.
Y la policía de D.C. no estaba trabajando sola. La Oficina de Inteligencia y Análisis del Departamento de Seguridad Nacional coordina las actividades de recopilación de inteligencia entre las agencias de aplicación de la ley estatales, locales, tribales y territoriales y probablemente, o ciertamente debería haber estado al tanto de las actividades de algunos de los atacantes y sus planes de asaltar el Capitolio el miércoles.
Además, el Capitolio de los Estados Unidos tiene su propio “centro de fusión” de inteligencia dedicado: el Consorcio de Inteligencia de Amenazas de la Región de la Capital Nacional. Este centro sirve para identificar, recopilar, analizar y difundir inteligencia relacionada con amenazas a las fuerzas del orden. Ciertamente es justo cuestionar si estas organizaciones de recopilación de inteligencia estaban al tanto de los planes para atacar el Capitolio y si comunicaron esa información a la Policía del Capitolio.
La facilidad con la que los asaltantes pudieron violar la seguridad en el edificio del Capitolio parece sugerir que no había suficiente inteligencia previa como para que la policía se preparara adecuadamente.
¿Cómo pudieron los partidarios de Trump romper las barreras?
Esa aparente falta de inteligencia puede haber contribuido a que la policía fuera superada en número y en maniobras. Las imágenes de video que muestran el asalto muestran a la policía huyendo de los manifestantes. Muchos agentes de policía en las imágenes de video que he visto, no llevan equipo de protección ni casco y no parecen portar rifles de asalto ni otras armas que se ven comúnmente cuando se enfrentan a protestas contra el racismo.
Habrá preguntas sobre por qué no se desplegaron más recursos, en lo que respecta tanto al número de oficiales como a los bloqueos para proteger el Capitolio. La Policía del Capitolio tuvo tiempo más que suficiente para erigir vallas de barrera de control de multitudes de alta resistencia en varias filas alrededor de todo el perímetro del edificio del Capitolio; esta es una técnica básica de control de multitudes y una que no se evidenció durante el asedio.
Del mismo modo, los jefes de policía podrían haber desplegado una cantidad suficiente de personal uniformado, equipado con equipo antidisturbios, algo similar a la presencia policial dominante que se vio en las protestas antirracistas en las ciudades de EEUU en 2020, para poder disuadir de manera efectiva, y si es necesario para confrontar y dispersar el número de alborotadores que convergieron en el Capitolio.
Así se protegió el Lincoln Memorial de los manifestantes antirracistas
No vimos policías en camionetas protegidas contra emboscadas resistentes a las minas u otros vehículos de tipo militar, ninguno a caballo o en motocicletas, y ciertamente nada parecido a lo que se exhibió en el Lincoln Memorial en junio de 2020 durante las protestas contra el racismo allí.
No estuve en el lugar, pero los partidarios de Trump rompieron las barreras que conducían al edificio con la aparente aquiescencia de la policía.
De hecho, los oficiales parecieron ofrecer poca o ninguna resistencia al asalto y la brecha en las etapas iniciales. E incluso se vio a algunos oficiales aparentemente posando para selfies con los alborotadores.
Antes de su renuncia, el jefe de policía Sund dijo en un comunicado el jueves que el departamento tenía «un plan sólido» para hacer frente a cualquier ataque. Pero parecía haber poca evidencia de eso durante el asedio.
¿La respuesta sería diferente si los manifestantes hubieran sido negros?
Muchos observadores han notado que quienes llevaron a cabo el asedio en el Capitolio eran predominantemente blancos, y se encontraron con una respuesta policial sorprendentemente diferente a la de los manifestantes que salieron a las calles después del asesinato de George Floyd. Esto ha llevado a una pregunta legítima: si los manifestantes que irrumpieron en el Capitolio de los Estados Unidos hubieran sido negros, ¿se habrían encontrado con una respuesta similar de los oficiales?
Aunque es difícil especular sobre hipótesis, habría que considerar las tácticas de mano dura, a menudo violentas, empleadas por la policía en Washington, DC, en protestas pasadas, así como en una serie de ciudades estadounidenses, desde Minneapolis hasta Portland y Louisville a Atlanta y Boston.
No cabe duda de que hubo diferencias pronunciadas el miércoles en los niveles de violencia y excesos en los que la policía ha estado demasiado dispuesta a participar cuando los manifestantes denuncian la violencia policial, el racismo y la brutalidad, especialmente cuando los manifestantes son negros. La evidencia de esta disparidad es abrumadora y es indicativa del racismo institucional y endémico que ha caracterizado a gran parte de la policía estadounidense a lo largo de una historia que se remonta al siglo XIX.
La investigación muestra que los sospechosos negros tienen más del doble de probabilidades de ser asesinados por la policía que otros grupos raciales o étnicos. Fatal Force, la base de datos de The Washington Post sobre incidentes de fuerza letal policial, documenta cifras anuales a partir de 2015. Muestra que los estadounidenses negros tienen dos veces y media más probabilidades de ser asesinados por la policía que los estadounidenses blancos.
¿Se puede decir que la policía hizo un buen trabajo?
Algunos sin duda argumentarían que la policía en el Capitolio evitó que una mala situación tuviera un peor resultado y que los oficiales ejercieron una moderación prudente en sus tratos con los alborotadores del MAGA. Cuatro personas murieron en el ataque al Capitolio, incluida una mujer que fue asesinada a tiros por la policía (más tarde se anunció que un oficial murió por las heridas sufridas durante el asedio) y no hay forma de saber si el número de víctimas hubiera sido mayor si hubiera los oficiales hubieran mostrado menos moderación.
Sí, ha habido decenas de arrestos desde el miércoles. Pero que yo sepa, nunca ha sido la estrategia de un departamento de policía dejar ir deliberadamente a atacantes violentos solo para arrestarlos más tarde. Por un lado, rastrearlos es difícil, si no imposible, después del evento.
Para muchos expertos en policía, esto fue nada menos que una vergüenza internacional para las fuerzas del orden público estadounidenses y una acusación ardiente de un departamento de policía que parecía haber sido sorprendido completamente desprevenido. Como Charles Ramsey, un ex jefe de policía de DC, le dijo a The New York Times: “No tengo idea de cómo no estaban preparados para esto hoy. Estaban abrumados, no tenían los recursos. Tiene que se posible poder proteger el Capitolio. Eso no está bien «.
El trumpismo, una corriente que perdurará en el panorama político estadounidense
El escrutinio estadounidense demostró la capacidad de Donald Trump para movilizar sus tropas. El profesor de civilización estadounidense François Vergniolle de Chantal, en una entrevista con The Conversation, explica que el «trumpismo» es un estilo, una noción y un contenido .
THE CONVERSATION: Nadie esperaba unos resultados tan buenos, y mucho menos que el actual presidente Donald Trump aumentara su popularidad entre porciones del electorado. ¿Cómo lo explica? ¿Estamos frente a un objeto político, el trumpismo, que desafía los pronósticos?
De hecho, esta es una noticia que pone fin a una línea de análisis que llevaba cuatro años en el aire, que sostenía que la elección de Donald Trump en 2016 fue un accidente; que fue elegido por estrecho margen gracias a algunos estados del Medio Oeste y Pensilvania; que había perdido el voto nacional por tres millones de votos y le debía su victoria sólo al arcaísmo representado por el Colegio Electoral. Su actuación en 2020 muestra que el «trumpismo» corresponde a las tendencias subyacentes en la sociedad estadounidense y, en particular, en la comunidad blanca.
Las encuestas a boca de urna muestran que el 57% de los blancos votaron por Donald Trump el 3 de noviembre, y no sabemos nada sobre el voto por correo.
Donald Trump juega con los miedos de la mayoría blanca para tratar de unirlos a su causa, y funciona. Esto es cierto en las zonas residenciales y entre las personas mayores de 65 años que, hasta ahora, eran presentados por los observadores como electorados que se alejarían del presidente por su extremismo ( los votantes de las zonas residenciales generalmente se presentan como moderados) y su manejo de la crisis de Covid.
Las encuestas todavía están luchando por identificar a los votantes de Donald Trump que, especialmente en las encuestas realizadas por teléfono, no dicen por quién votarán realmente.
Los encuestadores han aprendido del ciclo de 2016, pero obviamente no lo suficiente. En cuanto a los latinos, son un electorado muy diverso. A priori, sólo los latinos de Florida -es decir, cubanos nativos, generalmente conservadores- siguieron al candidato republicano. Sin embargo, debemos tener cuidado de no esencializar las categorías, especialmente con un candidato muy polarizador como Trump, que personaliza excesivamente el poder.
THE CONVERSATION: el trumpismo se ha analizado durante más de cuatro años. ¿Cómo lo define concretamente? ¿Es un conjunto de políticas, un estilo, una ideología? ¿Todo esto puede continuar y ampliarse con o sin Donald Trump?
El trumpismo es ante todo un estilo: un rechazo a los intermediarios y compromisos, una retórica muy simple y directa, un rechazo a las ideologías y su sofisticación, un entusiasmo por el líder. Pero el trumpismo no es sólo estilo, también es contenido. Después de cuatro años de presidencia, el trumpismo ha tomado forma. Se basa en lo que se denominó «paleoconservadurismo» en la década de 1990, una suerte de conservadurismo reprimido, compuesto por nacionalismo, orgullo blanco y chivo expiatorio. Trump ha convertido este discurso, hasta ahora oculto, en la corriente principal. Usó la «política de identidad» a su favor para movilizar a la comunidad blanca, especialmente a la más modesta, pero no la única. Por tanto, como dice la historiadora Sylvie Laurent, «politizó una subjetividad», la del miedo de los blancos más pobres, en el contexto más general de una sociedad diversa y multicultural. Esta herencia llegó para quedarse. Incluso, su resultado en 2020, que no es una derrota, muestra que este movimiento llegó para quedarse.
THE CONVERSATION: ¿Ve puntos ciegos, o realidades sobre el terreno que escapan al análisis de los grandes medios, e incluso de los círculos académicos, que nos permitirían comprender mejor este éxito de Trump y sus ideas?
Además de las aproximaciones de las encuestas, generalmente tendemos a subestimar dos cosas. Primero, el entusiasmo de los votantes de Donald Trump por el héroe, a pesar de todos los escándalos que lo rodean. A menudo hablamos de un club de fans y es cierto. Aquí hay una conexión simbiótica que elude a los encuestadores. Además, Trump disfruta, especialmente entre los votantes de minorías (latinos), de un aura de éxito. Encarna «el sueño americano», y una forma de virilidad también, y eso atrae a algunos votantes.
THE CONVERSATION: ¿Quién encarna el trumpismo ahora, más allá del presidente en ejercicio? ¿Veremos surgir una sucesión?
Va a haber un problema de liderazgo dentro del Partido Republicano. Donald Trump parece haber aplastado toda competencia interna y convertido al Partido Republicano en un partido de irracionalidad donde un candidato que simpatiza con la teoría de la conspiración de QAnon puede ser elegido. Es lo que acabamos de ver en Georgia con Marjorie Taylor Greene, elegida para la Cámara de Representantes. Hay varios elegidos al Congreso que han adoptado una línea y un estilo «trumpianos»: Tom Cotton (senador de Arkansas) o Josh Hawley (senador de Missouri). Pero ninguno de ellos tiene la visibilidad necesario. Además, Trump representa a un outsider, un extraño: así es como construyó su personalidad política, en particular rompiendo sistemáticamente todas las normas del debate público. Es por ello que la sucesión deberá ser proporcionada por alguien que siga una línea similar y que no tenga una larga trayectoria en la vida pública. A priori no es Mike Pence, sino figuras mediáticas o personalidades de la sociedad civil.
François Vergniolle de Chantal es profesor de civilización estadounidense en la Universidad de París. Graduado en Ciencias Políticas en Francia, es especialista en instituciones políticas estadounidenses. Codirige, la American Political Review desde 2009.
Después de que se terminara la contienda electoral a favor del candidato demócrata Joe Biden, la confianza de los republicanos en el sistema electoral se desplomó, mientras que la confianza de los demócratas se disparó, según una nueva encuesta de POLITICO / Morning Consult.
Varias organizaciones anunciaron a Biden como el ganador de las elecciones el sábado después de cuatro días de recuento en varios estados indecisos. Tras la noticia, el 70 por ciento de los republicanos dicen que no creen que las elecciones de 2020 hayan sido libres y limpias, un marcado aumento del 35 por ciento de los votantes republicanos que tenían creencias similares antes de las elecciones.
Mientras tanto, la confianza en el sistema electoral aumentó para los demócratas, muchos de los cuales salieron a las calles para celebrar la victoria de Biden el sábado. El noventa por ciento de los demócratas ahora dice que las elecciones fueron libres y limpias, frente al 52 por ciento que pensaba antes del 3 de noviembre que lo serían.
Entre los republicanos que creían que las elecciones no fueron libres y limpias, el 78 por ciento creía que la votación por correo condujo a un fraude electoral generalizado y el 72 por ciento creía que las boletas fueron manipuladas, afirmaciones que han aparecido constantemente en el hilo de Twitter del presidente.
Al igual que el presidente Donald Trump, la mayoría de las personas que pensaron que la elección fue injusta, el 84 por ciento, dijo que benefició a Biden.
La falta de confianza en el sistema electoral ha llevado a los republicanos a ser más escépticos sobre los resultados de las elecciones. Antes de las elecciones sólo el 18 por ciento de los republicanos había dicho que los resultados no serían fiables. Ahora, es el 64 por ciento de los republicanos que opinan lo mismo después de la victoria de Biden. Por el contrario, el 86 por ciento de los demócratas dicen que confían en los resultados.
Los republicanos eran particularmente cautelosos con los resultados de los Estados indecisos, especialmente Pensilvania, que contó los votos durante cuatro días antes de entregarle a Biden una victoria decisiva el sábado. El 62 por ciento de los republicanos dijo que los resultados de Pensilvania no serían confiables, un marcado contraste con el 8 por ciento de los demócratas que pensaban lo mismo.
La desconfianza es igualmente alta en Wisconsin (55 por ciento), Nevada (54 por ciento), Georgia (54 por ciento) y Arizona (52 por ciento).
El escepticismo se ha visto particularmente alimentado por la campaña de Trump, que ha presentado más de media docena de demandas en Estados como Pensilvania, Nevada, Michigan y Georgia desde el día de las elecciones. Dos días después de que ganara Biden, Trump continúa tuiteando que «Nevada se está convirtiendo en un pozo negro de votos falsos» y «Pensilvania nos impidió ver gran parte del recuento de boletas».
Sin embargo, a pesar de su falta de confianza en los resultados, los republicanos están divididos sobre si el resultado cambiará o no. El 38% de los republicanos cree que los resultados se anularán, mientras que el 45% dice que es poco probable.
La encuesta POLITICO / Morning Consult se llevó a cabo del 6 al 9 de noviembre y se encuestó a 1.987 votantes registrados.
En este enlace de BBC News se puede consultar un mapa interactivo donde seguir el recuento de votos en tiempo real, y ver los resultados de todos los Estados.
Un puñado de votos en cinco estados decidirán si gana Trump o Biden
La tendencia parece dar más margen al candidato demócrata, pero el presidente aún tiene margen para remontar en un recuento que podría alargarse días
El fantasma de Hillary Clinton inquietaba los demócratas. Si los sondeos habían sido tan rotundamente equivocados hace cuatro años, ¿por qué no podían volver a serlo ahora? Y han vuelto a serlo. Quizás no demasiado -aunque aún hay mucho por verse- porque pronosticaban para el candidato demócrata, Joe Biden, victorias con cierta firmeza en los Estados que en 2016 Donald Trump arrebató a los demócratas (ganados en 2012 con Barack Obama). En cambio, el mano a mano final indica que Biden será presidente por un margen ajustadísimo, y se abre una rendija para que el resultado de las elecciones tenga mucho más que ver con el relato político y las victorias morales que con la cifra.
Las opciones posibles
Por ahora, tenemos un rompecabezas en el que los dos posibles ganadores penden de un hilo, aunque las predicciones concedan más tranquilidad a Biden que a Trump. El candidato demócrata suma 227 votos electorales y el republicano, 213. La mayoría es de 270. Hay también la posibilidad de un empate a 269, que no ha pasado nunca en la historia. No es una situación muy probable, pero nunca antes lo había sido tanto. (N.de la E.: a las 19:38 hora local de Nueva York, la diferencia es entre 243 y 214, a favor de Biden).
Quedan para completar el recuento 6 estados que ya se preveían disputados, uno que lo ha acabado siendo y uno que ya se veía que sería republicano (Alaska).
Los casos de los Estados pendientes, ordenados de acuerdo con el porcentaje de votos escrutados:
Wisconsin (97%). La victoria en 2016 fue para Trump y ahora está prácticamente asegurada para Biden, por un margen mucho más estrecho del que se preveía (49,5% – 48,8%).
Carolina del Norte (95%). Un caso delicado. Obama ya perdió en 2012, pero Biden preveía recuperarlo. Trump se va imponiendo. El recuento puede alargarse allí hasta el día 12, pero es muy probable que se lo lleve Trump.
Georgia (93%). Uno de los Estados donde ahora mismo la batalla es más encendida. El presidente Trump encabeza el escrutinio, pero los votos que quedan para contar son en buena parte de la ciudad de Atlanta, feudo de Biden, previsiblemente. Hay posibilidades reales de que acabe llevándose el Estado, y esto puede trastocar el mapa electoral.
Michigan (92%). Trump ya ganó en 2016 y ahora Biden se impone con el mismo porcentaje que en Wisconsin (49,5% – 48,9% ). Se espera que se sabrán los resultados finales esta madrugada, pero no parece que vaya a cambiar de color.
Arizona (86%). Otro de los estados críticos. Biden se impone hasta ahora de sorpresa, y eso le ha salvado de estrellarse por los malos resultados en Florida, Texas, Carolina del Norte y -parece que- en Georgia. Pero Trump recorta distancias y, si se mantiene la tendencia, podría ganar.
Nevada (86%). No estaba en las apuestas de casi nadie, pero Trump pisa los talones de Biden con sólo ocho mil votos de distancia. Que el republicano se acabe imponiendo es una de las posibilidades menos esperadas.
Pensilvania (80%). El epicentro de todo, que podría decantar la victoria. Los sondeos daban unmargen amplísimo a favor de Biden, pero por ahora Trump gana con un 8% de diferencia. Pero hasta este viernes no se acabará de conocer el 20% de votos restantes, que incluye el voto por correo, en el que la mayoría de votantes encuestados y registrados han optado por el candidato demócrata.
Juego de votos electorales: las tres situaciones más probables
1.Victoria de Biden. Si gana en Wisconsin y Michigan, como todo parece indicar, y también en Arizona, como de momento señala el recuento, sería presidente aunque perdiera en el resto de Estados donde continúa el recuento. En este caso, se impondría por sólo 270 votos electorales a 268. Este resultado podría saberse muy pronto.
2. Victoria de Trump (o de Biden). Si Biden gana en Wisconsin y Michigan pero Trump se lleva Arizona, el demócrata debería ganar en Pensilvania, Georgia o Carolina del Norte, donde ahora gana Trump. Sin embargo, las proyecciones indican que Biden podría superarlo, sobre todo en Georgia. Para certificar este resultado podríamos tener que esperar hasta el viernes.
3. Victoria de Biden. Hay una tercera posibilidad, en la que Biden se afianza en Michigan, Wisconsin y Arizona, y añade Georgia y -menos probablemente- Pensilvania. Es el caso menos ajustado, y seguramente el menos conflictivo, porque dificultaría que Trump confiara en la vía de los tribunales para cambiar la situación.
El fraude electoral, la vía de los tribunales y la declaración de victoria de Donald Trump
El presidente Donald Trump ha impulsado una estrategia en tres flancos estas últimas horas. Por un lado, ha insinuado que probaría la vía de recurrir a los tribunales, aduciendo que el recuento ha tenido errores en Estados donde el resultado ha sido muy ajustado. No es una situación nueva. En el año 2000, el recuento en el Estado de Florida, que decantó la balanza a favor de George Bush hijo, por delante de Al Gore con tan sólo 537 votos de diferencia, terminó en manos del Tribunal Supremo por un recurso de los demócratas. Entonces, el tribunal decidió que el resultado era válido y selló la presidencia de Bush. Que se repita un caso similar es todavía factible y, de hecho, la campaña de Trump ya ha anunciado que exigiría un segundo recuento en el Estado de Wisconsin, donde Biden se ha impuesto por sólo 21.000 votos.
Esto no es nuevo. El presidente estadounidense estos últimos meses ha abonado el terreno por si llegaba a este punto, asegurando que el sistema de voto por correo conduciría a un ‘fraude’ electoral, llegando a sabotearlo para impedir su viabilidad. La participación mediante el voto por correo ha sido multitudinaria y sin precedentes, debido a la pandemia de Covid-19, y los datos de votantes registrados y los sondeos indican que en varios puntos, como Pensilvania, la mayoría de votos por correo son demócratas con una ventaja demoledora. Tanto, que pueden dar la vuelta a la ventaja que ahora tiene Trump. Esta noche, en el primer twitteo, Trump acusó a los demócratas de intentar «robar las elecciones».
Y tanto la carta de los tribunales como la de sugerir un pucherazo llevan al tercer acto de la reacción de Donald Trump: rechazar la derrota. También ayer dio el primer paso en esta dirección: «Ya hemos ganado estas elecciones», dijo en una declaración en Washington, mientras la tendencia comenzaba a invertirse a favor de Joe Biden. No es anecdótico. Que Trump se reivindique ganador tiene una parte de confrontación, manipulación y no aceptación de la realidad, de justificación, pero tiene otra de profundamente discursiva, política y moral. Y es que, sea cual sea el resultado final, de estas elecciones ya se pueden sacar algunas lecciones importantes.
¿Ha perdido Donald Trump?
Esta no es la situación que quería Joe Biden, ni tampoco la que se imaginaba. Quizás el principal mensaje de estas elecciones es que la base social del trumpismo no cesa. Más aún: arraiga, cristaliza. Por más que Biden se convierta en presidente con el voto popular más grande de la historia (nunca ningún candidato había alcanzado los 69.445.086 de votos que ha sumado hasta ahora), lo hará con un margen muy ajustado, mientras que Trump también ha mejorado su resultado de 2016, y ha obtenido más votos en lugares donde ya se impuso a Clinton por sorpresa.
Cabe destacar que durante la mayor parte del mandato de Donald Trump, los índices de aprobación no han distado especialmente de sus antecesores, y que la campaña ha dado un giro con tres frentes que han acosado al presidente y que no han entrado en escena hasta estos últimos meses: la gestión de la pandemia de Covid-19, las consecuencias económicas de la misma y el aumento de las protestas antirracistas, a raíz de la muerte de George Floyd. La campaña de Joe Biden se ha basado principalmente en un contraste entre su talante unificador y el del presidente Trump, y últimamente adquirió un papel muy destacado el Covid-19. ¿Qué habría pasado, si la pandemia no hubiera transformado el mundo a principios de año?
Los estudios electorales indican que Biden ha podido recuperar terreno en los Estados norteños del Cinturón del Óxido por el disgusto de buena parte de los seguidores de Trump -sobre todo los viejos y los blancos- justamente por la gestión que ha hecho de la pandemia. En cambio, Biden ha perdido un apoyo considerable en varios sectores de la población, como los hispanoamericanos y el colectivo LGTBI, en comparación con el apoyo que éstos colectivos habían concedido a Clinton hace cuatro años. A lo largo de su carrera, y no sólo estos últimos años, Biden ha sido uno de los primeros impulsores dentro de los demócratas para que el partido se desplazara hacia la derecha y se centrara en el voto moderado de las zonas residenciales, en lugar de hacer campaña para grupos como los hispanoamericanos, los afroamericanos o el colectivo LGTBI.
Los resultados, pues, pueden interpretarse como un indicador de que esta estrategia no ha funcionado tan bien como Biden pretendía. Y que el presidente Joe Biden, si lo acaba siendo, deberá gobernar un país aún más dividido que hace cuatro años.
Fracaso demócrata en el Senado
Otra cuestión fundamental es el margen de maniobra de que dispondría Joe Biden si fuera presidente. En las elecciones legislativas que se hicieron ayer simultáneamente con las presidenciales, los demócratas revalidaron la mayoría en la Cámara de Representantes, pero no lograron arrebatar el Senado a los republicanos. De hecho, el jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, ganó la reelección en Kentucky. Estos últimos cuatro años, McConnell ha puesto la mayoría republicana al servicio de Trump en varios momentos determinantes de su mandato, ha permitido, por ejemplo, la nominación de la juez Amy Coney Barrett en el Tribunal Supremo, e impedido la declaración de testigos clave en el proceso de impeachment contra el presidente.
En varios estados, como Maine y Carolina del Sur, los demócratas habían jugado la carta de arrebatar el asiento a senadores republicanos destacados, con la estrategia de condenarlos por sus aproximaciones a Trump. También en estos casos los sondeos predecían triunfos a los demócratas, pero las victorias de los senadores republicanos han sido, en general, incontestables. El único asiento que los demócratas han podido tomar los republicanos, en Colorado, se ha neutralizado con una victoria inversa a Alabama.
Los resultados iniciales invalidan la escatología mediática que predestinó a Trump a una dura derrota
Aunque los principales medios de comunicación predijeron una gran victoria para Joe Biden, en última instancia, no lo es, señala Arnaud Benedetti, profesor asociado de la Sorbona y redactor jefe de la «Revista política y parlamentaria».
La primera lección de una elección, que en esta etapa sigue siendo incierta, es clara: los principales medios de comunicación y los encuestadores saldrán fuertemente golpeados y dañados de la extraordinaria batalla electoral estadounidense. Sea cual sea el resultado de esta espectacular elección, el triunfo anunciado que auguraban para el candidato demócrata, negado de facto por la resistencia sociológica del «trumpismo», tiende a consolidar la desconfianza de la que son objeto continuamente desde hace varios años. Impulsará la idea de que existe un oligopolio cuyo objetivo es fabricar una realidad «virtual» que niega las tendencias profundas de la sociedad y sus fracturas.
Resistencia del Trumpismo
Las encuestas claramente no lograron capturar la dinámica electoral «trumpiana», incluso plantaron la idea en la opinión pública de un presidente condenado, un sentimiento difractado artificialmente por muchos comentaristas y medios editoriales. Este descrédito de los líderes de opinión, ya evidente desde hace muchos años en las democracias occidentales, se está acelerando bajo la prueba del duelo Trump / Biden. Refleja un desajuste cada vez mayor entre grandes segmentos de la sociedad, en particular las clases media y trabajadora, y las representaciones que los medios de comunicación dominantes intentan difundir, en forma de una narración editorial que sólo tiene éxito con dificultad, para ocultar su naturaleza al amparo de una relación de hechos a veces cuestionable.
El trumpismo, una forma comercializada de populismo, ha hecho de la denuncia del espectáculo de las élites mediáticas uno de estos ángulos de ataque. Toda su comunicación se basa en una crítica exaltada del «mainstream», que ha sorteado ampliamente a través de redes desintermediadas que asigna a la neopropaganda oligárquica. El objetivo implícito de estos últimos, a través de la crítica recurrente al «populismo» que implica, parece consistir en la mayoría de las veces en llevar al pueblo a un juicio ilegítimo permanente.
Gran parte de la cobertura previa a las elecciones estadounidenses ha tenido como objetivo desarrollar el mural de un rechazo masivo a Donald Trump después de cuatro años en el cargo.
La relación con la realidad, vocación reivindicada por los profesionales de la información, ha sido sustituida por un relato que proyecta tanto los valores como las aspiraciones de estos últimos.
Los primeros resultados invalidan la escatología mediática que predestinó al presidente saliente no sólo a la derrota, sino sobre todo a una aplastante y definitiva derrota. La esperanza latente en los medios era simbolizar una ruptura: la página del odiado «populismo» estaba a punto de dar vuelta cuando su emblemático inspirador sufría un indiscutible revés electoral. Puede haber una derrota, que aún no se ha demostrado, pero no será, ni mucho menos, una debacle.
La realidad no se resetea, no es un programa, y no basta con apagar la computadora de lo real … para que lo real desaparezca. La vigorosa resistencia electoral del trumpismo es simplemente un recordatorio de que la democracia no es el dominio exclusivo de una visión única del mundo y de la sociedad.
El artículo, luego de un gran esfuerzo para entenderlo, creo que tiene una finalidad interesante e ilustrativa. No obstante, también tiene una redaccion tan enrevesada, tan retorcida, que me costó comprender el significado de algunos fragmentos del texto, no sabía si eran elogiosos o cuestionadores. Con el mayor respeto me atrevo a decir que el autor debió comentarle lo que quería decir a un periodista (que podía ser la autora de este boletín, que escribe tan bien) para darnos su mensaje en un lenguaje sencillo. El lenguaje sencillo no es fácil, no está al alcance de cualquiera, pero tiene la virtud de que se entiende con facilidad por todo el mundo. Y este no es comentario científico sobre el Covid, es un simple comentario político.
Hecha esa observación, me permito pasar a otras. En el comienzo el artículo dice «extraordinaria batalla electoral estadounidense» y «espectacular elección» con lo cual seguimos con la proverbial actitud sumisa y colonial, , admirándolos y considerándolos superiores y, tácitamente, por extensión, le otorgamos supremacía y derechos sobre el resto de los miserables de este mundo. La verdad es otra: las elecciones de USA están armadas, amañadas, son tramposas, si es necesario fraudulentas, y están pensadas para que nunca cambie nada. O que cambie algo para que todo siga igual, como en «El gatopardo». Los dos partidos que se alternan eternamente en el poder,, lo cual no es producto del azar, y esa continuidad sería fuertemente criticada si ocurriera en la Argentina, por caso, son el reaseguro de esa inmutabilidad. Hasta la llamamos «la primera democracia del mundo» y no por una cuestión cronólógica,sino por mentalidad de lacayos nada más. Nadie va de «observador» a controlarlas pero todos consideran que es imprescindible controlar, por ejemplo, las de los países de Latinoamérica
Quiero aclarar que Trump me resulta un tipo despreciable, pero no peor que muchos presidentes que han elegido los yanquis. El norteamericano medio es bastante bruto y lo manipulan con facilidad. Pensemos si nó en Reagan, en Nixon, en los Bush padre e hijo, en el sexópata Clinton, en Trump. Pienso que no hay que poner el acento tanto en cuestiones personales sino en ideas políticas Y aquí no hay gran diferencia:: Cada tanto se alternan y cambian algunas cosas. Lo de fondo no se toca. En un país que es una república y su regimen político es democrático, esas palabras deberían estar prohibidas para el nombre de los partidos: son un engaño porque, no pueden ser otra cosa. ¿El Partido Repúblicano no es democrático? ¿El Partido Demócrata no es republicano?
Y nos engañan (los EEUU y los más grandes medios de difusión del planeta) sobre los rasgos personales de sus gobernantes: el fino, educado, delicado y moderado Obama no paró ninguna guerra ni agresión de su país, peor, tiene en su haber los crímenes atroces de Bin Laden y el líder de Libia, que además fueron festejados histéricamente por su número 2, Hilary Clinton, que no se indignó sino que defendió a su marido cuando cometió adulterio en la propia Casa Blanca, y no lo hizo por amor, sino porque si caía él en el juicio político se terminaban sus propias aspiraciones en ese terreno. Trump es inculto, maleducado, patotero, irrepetuoso con otros gobernantes y países, bravucón barato, pero no llegó a concretar ninguna amenaza con acciones bélicas, como todos los otros. Durante su gobierno se cuenta solo una grave, el asesinato del general iraní, pero teniendo en cuenta como son las estructuras de poder en USA, vaya uno a saber si estaba enterado, si dio alguna orden o si fue obra independiente de la CIA u otra de las innumerables agencias secretas , o el Pentágono o los fabricantes de armas, que necesitan que haya guerras y que todos ellos tienen más poder que los presidentes de ese país. Comparado con muchos de sus predecesores, Trump es un gobernante pacífico. Biden, con su aspecto de pollito mojado que no mata una mosca, fue vice de Obama y solidario con sus acciones y crímenes de guerra. No se indignó ni renunció.
El comentario también señala la actitud agresiva de Trump con los medios. De palabra, solamente, vale aclararlo. Los medios tienen derecho a decir lo que piensan de un gobernante y muchas veces inventan, si lo sabremos nosotros. ¿Y el gobernante no tiene derecho a contestarles? ¿Qué alcance tiene la libertad de expresión?
El original es un artículo de opinión escrito por un profesor de la Sorbona, y publicado en un medio francés alternativo, de donde lo recogí y traduje al castellano. Es una crítica a los medios occidentales que según sus encuestas, pronosticaron una debacle electoral de Trump, cosa que no ha ocurrido. Hace muchos años que los medios corporativos no aciertan ningún resultado en elecciones o consultas populares, y no es porque no tengan medios para hacer una buena predicción, sino porque presentan unos pronósticos que responden a sus deseos y no a la realidad. Por eso nadie puede sorprenderse del descrédito que se han ganado. Básicamente es eso lo que quiere transmitir.
En cuanto al uso del adjetivo «extraordinaria» para calificar la contienda, entiendo que el autor lo usa en el sentido de «fuera de lo corriente», «fuera de lo habitual». Y lo es.
Una movilización tal de la sociedad estadounidense, se ha visto pocas veces (tal vez para desalojar a Bush, hijo, del poder, aunque en esta oportunidad la sociedad está mucho más polarizada que entonces, y para bien o para mal, participan, cosa poco frecuente en EEUU). En cuanto al otro adjetivo, «espectacular», tampoco está usado en sentido de alabanza. Cuando alguien «da un espectáculo» no siempre es edificante. En ese sentido, un líder de uno de los países que EEUU considera archienemigo, se burló en twitter diciendo «¡Qué espectáculo!» refiriéndose precisamente al «espectáculo» que está dando EEUU , el país que cuestiona la limpieza electoral de medio mundo.
Espero haberle aclarado las dudas.
Gracias por participar.
Si, me aclaró varias dudas. Y con la precisión que siempre escribe. Por algunos conceptos míos sobre el texto , le pido disculpas Montse ya que, indirectamente, la crítica la recibió usted que hizo la traducción. Hace dos observaciones muy apropiadas sobre expresiones que suelen utilizarse equívocamente; extraordinaria y espectacular. Por acá hemos tenido un escandelete cuando el ex asesor de Mauricio Macri, el ecuatoriano Durán Barba (que puede tener defectos pero no falta de inteligencia), dijo que Hitler era espectacular. Recibió críticas y condenas de toda clase cuando en rigor dijo algo muy certero: vaya si Hitler fue espectacular. Su despliegue era operístico, montaba actos grandiosos y tenía el asesoramiento de especialistas como Speer y la talentosa cineasta Rifensthal. Hasta practicaba gestos frente al espejo.Que además haya sido uno de los criminales más grandes de la historia, es otra cuestión.
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