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  • mesmontse 7:41 pm el 14 January, 2022 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: Afganistán, , ,   

    ASIA CENTRAL POSTSOVIÉTICA: Un polvorín que sólo pueden estabilizar Rusia y China juntas 

    El polvorín postsoviético

    El flanco sur centroasiático de Rusia es un espacio lleno de peligros. Sólo junto a China, Moscú podrá estabilizar la región

    HARALD PROJANSKI / JUNGE WELT

    La región comprendida entre el mar Caspio, las fronteras afgana, rusa y china incluye cinco antiguas repúblicas soviéticas, Estados de Asia Central que son soberanos desde 1991: Turkmenistán, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán. Estos cinco países forman un área de cuatro millones de kilómetros cuadrados, casi equivalente al tamaño de la Unión Europea. Después del final de la URSS, la población de Asia Central aumentó en un tercio hasta llegar a alrededor de 75 millones de personas. Alrededor del 30 % de ellos son menores de 30 años. Ninguna otra región de la ex Unión Soviética tiene tal dinámica demográfica. Las reservas de petróleo y gas de la zona son enormes, pero los ingresos que genera se distribuyen de manera muy desigual. La explosividad asociada con esto se ha hecho evidente desde que se produjeron violentas protestas masivas en Kazajistán. Además de los conflictos sociales, existen diversos intereses geopolíticos.

    En el foco de EEUU


    Desde el final de la Unión Soviética, las repúblicas de Asia Central han sido el foco de atención de Estados Unidos. La estrategia estadounidense en esta región se basa en el intento de corromper a las élites regionales, enfrentarlas a Rusia y explotarlas geoestratégicamente.

    En algunos casos el proceso de Washington estaba muy avanzado. Después del comienzo de la guerra de EEUU en Afganistán, Uzbekistán firmó un acuerdo de «asociación estratégica» con Estados Unidos en marzo de 2002. En este contexto, EEUU instaló una base aérea con 1.500 soldados en Chanabad, en el sur de Uzbekistán.

    También en Kirguistán, en Manas, cerca de la capital Bishkek, la Fuerza Aérea de EEUU instaló en 2001 una base que funcionó durante años. Pero EEUU fracasó en Asia Central como potencia ajena a esta área de varias maneras: geográfica, cultural e ideológicamente. La intervención militar estadounidense en Afganistán terminó en fiasco. Y el producto de exportación de Washington llamado «derechos humanos», resultó ser un producto perecedero en los bazares de Asia Central. Porque la doctrina de los «derechos humanos» de EEUU, que en esencia equivale al derecho de toda persona a representar las posiciones del Departamento de Estado de EEUU, no tiene una implantación masiva en Asia Central.

    En una conferencia en la Universidad de Georgetown en Washington en 2001, el senador estadounidense rusofóbico Joseph Lieberman anunció que Estados Unidos traería la libertad de expresión, una economía de mercado y prosperidad a Asia Central. Pero EEUU resultó ser sólo un estafador habitual que reparte cheques sin fondos. La cooperación económica anunciada por EEUU no se materializó. En documentos secretos publicados por Wikileaks en 2010, se supo que los diplomáticos estadounidenses se burlaron cínicamente de los líderes de Asia Central. Los tayikos, se decía en un despacho de la embajada estadounidense en Dushanbe, la capital de Tayikistán, en febrero de 2010, querían dinero para construir “puentes a ninguna parte”.

    Además, la dinámica política en Asia Central no siguió las ilusiones de Washington. Después de la represión de un levantamiento en Andizhan, Uzbekistán, en mayo de 2005, desencadenado por el arresto de islamistas, Estados Unidos aumentó su presión sobre el gobierno uzbeko. Pero las palancas de Washington eran demasiado cortas. Los uzbekos instaron a los estadounidenses a abandonar su base militar para noviembre de 2005.

    También en Kirguistán, los soldados estadounidenses tuvieron que retirarse. En junio de 2014, los últimos soldados estadounidenses se retiraron de la base de Manas. Formalmente, el estacionamiento de tropas estadounidenses sirvió para apoyar la lucha contra los talibanes. Sin embargo, el entonces viceministro de Defensa de EEUU, Paul Wolfowitz, admitió en 2001 que el ejército de EEUU en Asia Central tenía «una función más política que militar real». Kirguistán se encuentra geográficamente como una cuña entre las otras ex repúblicas soviéticas de Asia Central y la República Popular China.

    El estacionamiento de tropas estadounidenses en Asia Central tenía un doble propósito: alejar a estos países de la influencia de Rusia y usarlos para cercar a China.

    Socios de Rusia

    En dos países de la región, en Tayikistán y Kirguistán, Rusia tiene bases militares, la base aérea de Kant en Kirguistán y la base militar número 201 en Tayikistán con 7.000 soldados, incluidos muchos tayikos.

    Uzbekistán, el país más poblado de Asia Central con 35 millones de habitantes, perteneció al pacto hasta 1999, luego nuevamente desde 2006 hasta 2012. Desde entonces ha suspendido su membresía.
    Desde la victoria de los talibanes en Afganistán, Uzbekistán ha vuelto a buscar la proximidad a Rusia en materia de política de seguridad. Ya en agosto de 2021, el jefe de gabinete de Rusia Valery Gerasimov y su colega uzbeko Shuchrat Chalmukhamedov, acordaron realizar la maniobra militar conjunta Sur 2021. Durante el ejercicio para defenderse de las «formaciones de bandas islamistas», los rusos también transmitieron a sus socios las experiencias de sus fuerzas armadas en Siria.

    En una reunión de los jefes de los servicios secretos de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) postsoviética el 13 de octubre de 2021 en el Kremlin, el presidente ruso, Vladimir Putin, se propuso la tarea de «neutralizar una amenaza potencial para la región proveniente del área de Afganistán». (La CEI está formada por diez de las quince ex repúblicas soviéticas: Armenia, Azerbaiyán; Bielorrusia; Kazajistán; Kirguistán; Moldavia; Rusia; Tayikistán; Uzbekistán; Turkmenistán,miembro asociado; y Mongolia y Afganistán,miembros observadores).

    El presidente Putin dijo que «existe el peligro de que los terroristas puedan intentar desestabilizar la situación en los países vecinos» desde Afganistán. En la misma conferencia, el director del servicio de inteligencia exterior ruso SWR, Sergei Naryshkin, advirtió que Washington tenía «planes destructivos». Esto incluye «el esfuerzo por expandir la presencia estadounidense en Asia Central», que se refiere a posibles planes para nuevas bases militares estadounidenses.

    En noviembre de 2001, Putin llamó a los uzbekos a “consolidar toda nuestra asociación estratégica”. Esto también incluye la cooperación en el campo de la educación, entre otras cosas con la ayuda de la sucursal de la Universidad de San Petersburgo en la capital uzbeka, Tashkent. Desde el punto de vista ruso, este aspecto de la cooperación es muy importante en un momento en que los impulsos antirrusos están funcionando en los sectores cultural y educativo de la sociedad uzbeka, así como en otras repúblicas de Asia Central, para deleite y beneficio de los estrategas estadounidenses. Uzbekistán quiere cambiar finalmente a la escritura latina para 2023, y los libros de texto se refieren repetidamente a «conquistadores rusos» y «colonizadores rusos» de manera despectiva.

    Pasado colonial

    El imperio zarista convirtió a los actuales Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán en provincias rusas a través de campañas de 1867 a 1875. Entre 1875 y 1881 Rusia también dominó lo que ahora es Turkmenistán. Grandes partes de Kazajistán, por otro lado, habían estado bajo control ruso desde el siglo XVIII. El imperio zarista dejó las sociedades feudales de gran parte de Asia Central al nivel de la Edad Media europea.

    Sólo el poder soviético trajo a esta parte del mundo un progreso y una educación profundos para la población hasta entonces analfabeta.

    Ante las espectaculares acciones en las que las mujeres se quitaban el velo frente a las cámaras, las fuerzas reaccionarias respondieron con el terror y levantamientos de los llamados Basmachs. Las fuerzas de seguridad soviéticas aplastaron con éxito a estas bandas contrarrevolucionarias a principios de la década de 1930. En su juventud, uno de los últimos secretarios generales soviéticos (1984-1985), Konstantin Chernenko, fue uno de los participantes en estas batallas.

    A pesar de su victoria en el poder político, la Unión Soviética permaneció estructuralmente débil en las repúblicas de Asia Central. El Estado soviético y el PCUS dependían de los clanes locales y reclutaban funcionarios de las familias de intelectuales y comerciantes. Sin embargo, esos funcionarios establecieron condiciones políticas casi feudales en muchos lugares, detrás de la fachada del discurso comunista. Esto explica por qué después del final de la URSS en todas las repúblicas de Asia Central, los funcionarios de la era soviética permanecieron al mando. En Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán, los anteriores jefes de las Repúblicas, del Partido Comunista, se reconvirtieron en «demócratas». Fueron elegidos en 1991 y 1992 con resultados entre el 98,8 % (Kazajistán) y el 99,5 % (Turkmenistán).

    En ese momento, estas elecciones fueron fácilmente reconocidas por los EEUU y los demás actores de la «comunidad de valores occidentales», porque despertaron esperanzas en Washington de que sería capaz de reducir el peso de Rusia en la región a largo plazo. El hecho de que las ambiciones de Estados Unidos no se vieran coronadas por el éxito estratégico se debió a razones tanto históricas y culturales como económicas. Las rutas de transporte de Asia Central conducen a Rusia. Existen importantes mercados de venta para el algodón uzbeko y el cromo y las fosforitas de los kazajos. Aún más: el tráfico sin visado entre las repúblicas de Asia Central y la Federación Rusa permite que varios millones de residentes de Asia Central trabajen en Rusia. Sólo en Uzbekistán, las remesas de sus inmigrantes en Rusia, ascendieron en 2020 a alrededor de cinco mil millones de dólares estadounidenses (4,4 mil millones de euros), casi el 10 % del producto interno bruto del país, según estimaciones del semanario ruso Argumenty i Fakty.

    Simplemente no a un segundo Afganistán

    El hecho de que Uzbekistán y Tayikistán se salvaran del destino del vecino Afganistán se debe a una inmunidad social de la era soviética.

    A pesar del cambio de sistema, el impulso soviético de defender militantemente a la sociedad laica contra las pretensiones de poder de la reacción islamista continúa hasta el día de hoy. En Uzbekistán, el actual asesor presidencial Rustam Inojatov encarna esta tradición. Inojatov, nacido en 1944, trabajador de la industria del hormigón, sirvió en el servicio secreto soviético KGB después de estudiar Estudios Iraníes. (N.de la E.: la región estuvo poblada por persas de origen iraní, que aun son una minoría importante en Uzbekistán).

    Inojatov, bajo la cobertura de diplomático, trabajó en la embajada soviética en Kabul en 1976. Allí vivió la revolución de abril de 1978, el establecimiento de la República Democrática de Afganistán, la intervención de las tropas soviéticas en diciembre de 1979 (N.de la E.: llamadas por el gobierno democrático afgano) y la resistencia de los muyahidines contrarrevolucionarios.

    Desde 1996, Inojatov dirigió el Servicio de Seguridad Nacional en el Uzbekistán independiente durante unos 22 años. Con una coherencia implacable, siguió el lema de que un escenario afgano nunca debería repetirse en Uzbekistán. El Servicio de Seguridad Nacional dirigido por Inojatov logró aplastar en gran medida al llamado «Movimiento Islámico de Uzbekistán» y otros grupos islamistas clandestinos. Pero el precio que se pagó fue alto: el Servicio de Seguridad de Uzbekistán recibió carta blanca de sus jefes para la tortura, que se usó indiscriminadamente. El Servicio de Seguridad era temido no sólo por los islamistas, sino también por muchos otros uzbekos, incluso funcionarios del Estado, algunos de los cuales huyeron a Rusia. Los hombres de Inojatov quedaron al margen de toda crítica en los medios estatales y los agentes de inteligencia dejaron que sus competencias se expandieran cada vez más. La responsabilidad política de esto recayó en el ex líder del Partido Comunista de Uzbekistán y primer presidente del Estado independiente de Uzbekistán, Islam Karimov. El jefe de Estado, que gobernó durante un cuarto de siglo, cubrió a Inojatov y las prácticas de su Servicio.

    Sin embargo, después de la muerte de Karimov en septiembre de 2016, su sucesor, Shawkat Mirsiyoyev, modificó la política estatal. Primero fue elegido presidente en diciembre de 2016 con un 88,6 %, un porcentaje relativamente moderado para los estándares de Asia Central. Luego promulgó un programa de modernización capitalista para la economía, que estaba gobernada por una burocracia estatal corrupta. También reconstruyó el aparato policial y de seguridad. En diciembre de 2017, le dijo al parlamento uzbeko que «no todos los problemas deben verse como una amenaza para la seguridad nacional». Según el presidente de Uzbekistán, esta visión ha «conducido a una expansión injustificada de los poderes del servicio secreto». Unas semanas más tarde, el presidente destituyó al jefe del servicio secreto Inojatov y cambió el nombre del desacreditado «Servicio de Seguridad Nacional» por el de «Servicio de Seguridad del Estado». Inojatov y su personal no tuvieron que temer ningún castigo. El presidente nombró al jefe de inteligencia despedido como su asesor.

    El presidente Mirsiyoyev ha mejorado la relación cambiante con Moscú que hubo bajo Karimov. Con los rusos, los uzbekos comparten un enfoque diplomático para tratar con el régimen talibán. Al igual que Putin, Mirsiyoyev aboga por negociaciones con ellos para evitar que exporten islamismo e interfieran en Asia Central. A cambio, los atraen con contactos económicos, en un país económicamente devastado.
    Tayikistán, por otro lado, rechaza las conversaciones con los talibanes. La experiencia de la guerra civil tayika de la década de 1990, cuando los islamistas contaron con el apoyo del vecino Afganistán, pesa mucho en esta decisión.

    Ilusiones de Turquía

    El liderazgo de Uzbekistán se muestra entre flexible y oportunista ante los avances de Turquía. El presidente uzbeko, junto con los jefes de Estado de Azerbaiyán, Turkmenistán, Kazajistán y Kirguistán, participó en una conferencia de la Organización de los «Estados Turcos» en Estambul el 12 de noviembre de 2021. Esta asociación de Estados, creada en 2009 por iniciativa de Turquía, es un instrumento utilizado por el liderazgo turco para propagar las ambiciones de la Gran Turquía. El espectro de actividades turcas en Asia Central abarca desde la construcción de escuelas turcas hasta la venta de drones armados del tipo “Bayraktar” a Kirguistán. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo en 2019 que los Estados de habla turca de Asia Central pertenecían a «una sola nación».

    Pero un análisis más detallado muestra que la retórica pan-turca de Erdogan es sólo palabrería. Ya en octubre de 1992, el entonces presidente turco Turgut Özal recibió en Ankara a representantes de las repúblicas de Asia Central. Özal les explicó que junto con Turquía eran «ramas de un solo árbol», «una gran familia». Según Özal, era importante «hacer del siglo XXI el siglo de los turcos», pero tres décadas después, el presidente turco no tiene ni de lejos un presupuesto para su supuesta familia en las ex repúblicas soviéticas. Y la caída de la lira turca vuelve obsoletos todos los sermones pan-turcos. De hecho, casi todos los caminos de Asia Central conducen a Moscú y no a Ankara. En 2018, el comercio de Rusia con los Estados de Asia Central fue de alrededor de 26 mil millones de dólares estadounidenses (23 mil millones de euros). El comercio de Turquía con estos países, en cambio, ascendió a seis mil millones de dólares, menos de la cuarta parte de esa cantidad. A esto se suma la creciente importancia de la Unión Económica Euroasiática (EAEU) liderada por Rusia. Kazajistán y Kirguistán son miembros de esta alianza económica liderada por Moscú, a la que Tayikistán y Uzbekistán también se están acercando cada vez más.

    La Unión Europea, por otro lado, que aprobó una «Estrategia de Asia Central» en Bruselas en junio de 2007, es poco más que un espectador en la región. Según el Comité Alemán de Relaciones Económicas con Europa del Este, el movimiento de mercancías entre Alemania y las cinco repúblicas centroasiáticas en el primer semestre de 2021 rondó los 2.900 millones de euros, apenas más de una décima parte del comercio alemán con Rusia. Ya en 2018, la Academia Federal de Políticas de Seguridad llegó a la conclusión de que había un «cambio gradual de peso» y una «disminución constante de la influencia europea» en Asia Central.

    La influencia de Pekín

    La República Popular China, por otro lado, se ha convertido en el mayor socio para el comercio y la inversión en Asia Central como parte de la estrategia «Un cinturón, un camino» (Nueva Ruta de la Seda) proclamada por el presidente Xi Jinping en 2014.

    De 2010 a 2019, la inversión directa china en las cinco repúblicas de Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán totalizó alrededor de 36.000 millones de dólares estadounidenses.

    Según un estudio del Instituto Ruso de Estudios Estratégicos (RISS) de Moscú de 2021, el 62 % de estas inversiones se destinaron a expandir los sectores de transporte y energía.

    China se asegura petróleo y gas con contratos a largo plazo, especialmente de Kazajistán y Turkmenistán. En Tayikistán y Kirguistán, China es el mayor inversor extranjero . En ambos países, China también posee alrededor del 40 % de la deuda nacional.

    La influencia económica también permite que Beijing actúe como mediador en conflictos interestatales en la región junto con Moscú. Hay conflictos violentos entre Kirguistán y Tayikistán por las tierras agrícolas en la frontera y por el agua. En enfrentamientos en la frontera entre los dos países, 37 kirguisos y 19 tayikos murieron a fines de abril y principios de mayo del año pasado.

    Pero el papel de la República Popular China en Asia Central no está libre de discusiones Debido a que los chinos arriendan y adquieren tierras a largo plazo, incluso para la agricultura, según analiza el Instituto Ruso de Estudios Estratégicos, en la región existe «una tendencia a desarrollar sentimientos nacionalistas basados ​​en la sinofobia» . Al hacerlo, la República Popular China compensa la falta de recursos de inversión de Rusia. En este sentido, los analistas de Moscú que trabajan para la administración presidencial concluyeron que las relaciones entre Rusia y China y los Estados de Asia Central son «mutuamente complementarias y sirven a la estabilidad de Asia Central». En los últimos años, el compromiso chino ha contribuido significativamente a dar perspectivas a los países de la región. Junto con Rusia, China está tratando de evitar que los países postsoviéticos con problemas se conviertan en barriles de pólvora.

    Tener un amigo cerca

    El presidente chino, Xi Jinping, formuló metafóricamente la estrategia de su país en Asia Central ya en 2013 en un discurso en la Universidad de Nazarbayev en Kazajistán. Xi recordó el proverbio chino: “Es preferible tener un amigo cercano que un pariente lejano”, y se refirió a “la historia del intercambio que existe desde hace más de dos mil años” entre China y Asia Central. Este comentario insinuaba sutilmente el inminente fiasco estadounidense en la región. China, según el mensaje de Xi, ya tenía buenas relaciones en la región cuando los Estados Unidos de América ni siquiera existían.

     
  • mesmontse 1:07 pm el 4 November, 2021 Enlace permanente | Responder
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    ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN DE SHANGHAI: La OCS garantizará que Asia central no se convierta en otro Oriente Medio 

    La incorporación de Irán como miembro de pleno derecho es clave para manejar el escenario afgano

    FUENTES  THE DIPLOMAT  TEHRAN TIMES  ANADOLU AGENCY

    La OCS –siglas en castellano de Organización de Cooperación de Shanghai-  fue fundada en junio de 2002 por China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. En 2017 se unieron India y Pakistán.

    La organización tiene como finalidad la seguridad regional (especialmente en temas antiterroristas), la cooperación económica y la cultural. Afganistán, Bielorrusia y Mongolia son, actualmente, Estados  observadores. Azerbaiyán, Armenia, Camboya, Nepal, Turquía y Sri Lanka son socios de diálogo.

    La OCS es la organización regional más grande del mundo: comprende aproximadamente un tercio de la superficie terrestre, tres quintas partes del continente euroasiático, el 40% de la población mundial y más del 20% del PIB global.

    Uno de los aspectos más destacados de la XXI cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), celebrada en Tayikistán el pasado mes de septiembre, fue otorgar a Irán la membresía total en la OCS. En marzo de este año, Irán ya había firmado con China un Acuerdo de asociación estratégica integral, y posteriormente firmó un acuerdo similar con Rusia.

    Con la entrada de Irán, la OCS ahora cuenta con todos los actores relevantes para abordar los problemas regionales, desde la seguridad a la conectividad y el desarrollo económico.

    Por lo que respecta a Afganistán, que actualmente es Estado observador en la OCS, es poco probable que logre ser miembro de pleno derecho en el futuro próximo, porque su gobierno de facto liderado por los talibanes no está reconocido internacionalmente. Rusia continúa clasificándolos como grupo terrorista. Moscú y Pekín hablan con ellos para evitar una crisis que desestabilice la región, y sea un caldo de cultivo para la expansión del terrorismo.

    Las políticas de EEUU: el impulso decisivo a la membresía de Irán en la OCS

    Irán fue durante 16 años Estado observador en la OCS y su admisión como miembro de pleno derecho encontró varios obstáculos. Por un lado, la OCS no admitía miembros sujetos a sanciones de la ONU. Pero en 2015, con el acuerdo internacional sobre el programa nuclear de Irán (JCPOA) firmado entre Irán, y los 5+ 1 (Gran Bretaña- China- Francia- Rusia -Estados Unidos y Alemania) este obstáculo fue superado.

    Sin embargo, otros persistían: Irán tenía problemas con Tayikistán. Los estatutos de la OCS permiten que cualquier Estado, por más pequeño que sea, pueda vetar la entrada de un nuevo miembro y Tayikistán tenía en sus manos la llave para la entrada de Irán.

    Los antecedentes de la tensiones entre ambos Estados hay que buscarlos en la historia reciente del país. La República de Tayikistán (una ex república soviética), con una población mayoritariamente musulmana -principalmente sunita- es un Estado laico con una Constitución que establece la libertad religiosa. Tras el colapso de la URSS, los extremistas islámicos -que desde finales de los 80 operaban armados en las zonas montañosas, al igual que sucedía en el caso de Afganistán- avanzaron sobre las ciudades y llegaron a tomar la capital. Como resultado, en 1992 Tayikistán estaba en guerra civil, en medio de una situación de barbarie y destrucción, con la huida de los rusos y judíos étnicos que vivían en el país. Tayikistán hubiera terminado convirtiéndose en otro Afganistán si no hubiera sido por lucha de los comunistas tayikos, que con el apoyo de Rusia, organizados en un Frente Popular, recuperaron la capital de manos de los extremistas islamistas. Rusia mantuvo tropas estacionadas al sur del país desde 1997 hasta 2005 para protegerlo de las incursiones de los terroristas afganos. Una de las facciones extremistas armadas de la guerra civil, existe hoy como partido político: el Partido del Renacimiento Islámico de Tayikistán (IRPT), cuyos objetivos siguen siendo convertir al país en una República Islámica. El IRPT se presentaba a las elecciones, y al no obtener mayoría en los comicios, solía boicotearlos y acusar de fraude al gobierno… ante instituciones de Occidente. Finalmente, en 2015 el IRPT fue prohibido por el gobierno tayiko acusado de planear un golpe de Estado y de ataques terroristas en las montañas. Meses después, Irán invitó al líder del IRPT a la Conferencia Internacional de la Unidad Islámica en Teherán, lo cual provocó la indignación del gobierno de Tayikistán.

    Finalmente las necesidades estratégicas de ambos Estados se impusieron. Tayikistán e Irán establecieron un comité defensivo conjunto para la seguridad bilateral, el pasado mes de abril de 2021, que allanó el camino al voto favorable de Tayikistán para la entrada plena de los persas en la OCS.

    China, por su parte, se mostraba cauta con la incorporación plena de Irán a la OCS, ya que EEUU había manifestado su enérgico rechazo ante tal posibilidad y Pekín buscaba huir de lo que los estadounidenses hubieran considerado una provocación. Pero EEUU, con su agresiva política de “contención” hacia China, ha logrado justamente lo que más detestaba: que China apoyara sin reservas el ingreso de Irán en la OCS. Para China, la entrada de Irán fortalece los objetivos de la Ruta de la Seda: construir rutas terrestres a través de Asia Central, conectando China con Medio Oriente.

    Frontera entre Irán y Afganistán: trazada por el colonialismo británico

    Pero, sobre todo, China considera que Irán, con casi mil km de frontera con Afganistán – un trazado heredado del colonialismo británico– es clave para manejar la situación provocada por la huida de EEUU y sus aliados occidentales, y para minimizar el riesgo de un “éxodo” de yihadistas hacia los países de la OCS que desestabilizaría la región.

    Rusia, también tenía reticencias para elevar a Irán a la categoría de miembro de pleno derecho de la OCS, por las mismas razones que China: intentaba evitar una confrontación con EEUU. Sin embargo, al igual que China, Moscú comprobó que el juego diplomático es interpretado por los estadounidenses como debilidad y los estimula a llevar a cabo políticas cada vez más agresivas.    

    Expectativas de Irán en la OCS

    Estratégico puerto iraní de Chabahar

    La OCS ofrece a Teherán una plataforma para romper el cerco que ha impuesto Occidente al país, y además, poder situarse como un puente para los Estados de Asia Central sin salida al mar. Irán desea avanzar en el corredor Irán-Afganistán-Uzbekistán, que conecta ciudades afganas como Mazar-e-Sharif (que históricamente era parte de Persia, hay chiitas, y permanecen las tradiciones persas) y Herat (fue parte del Imperio persa y todos sus habitantes aun hablan farsi, el idioma de Irán), directamente con el estratégico puerto de Chabahar en Irán. China ya ha expresado su apoyo para conectar también Irán y Pakistán.

    Los analistas iraníes consideran que la situación socioeconómica del país también mejorará con el tiempo, debido a la conectividad proporcionada por la Ruta de la Seda.

    El cuarteto Pakistán-Irán-Rusia-China

    Pakistán, Irán, Rusia y China (PIRC) son los más interesados en que la OCS sirva para establecer un orden regional. Por eso sus altos cargos diplomáticos se reunieron al margen de la OCS, en lo que se interpreta como un cuarteto para hacer frente al bloque EEUU-Australia-Japón-India.

    La OCS  proporciona una plataforma para la cooperación militar y para la cooperación económica regional con el objetivo de reducir la dependencia de los PIRC de los mercados occidentales y aumentar la resistencia contra las sanciones, y desacoplarse del paso marcado por Occidente.  A diferencia del cuarteto Australia-India-Japón-EEUU, la OCS tiene un propósito de construcción regional, no de competir.

    Estabilizar Afganistán o al menos minimizar los efectos secundarios de la situación que vive el país es la máxima prioridad de la OCS.

    Conociendo a los talibanes, Afganistán podría convertirse otra vez en una base para que operen redes terroristas como Estado Islámico, Al Qaeda y el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental.

    A pesar de los intereses comunes dentro de la OCS hay rivalidades, como la bien conocida y de larga data entre India y Pakistán. Irán y Pakistán tampoco tienen buenas relaciones, especialmente después de las suposiciones de que el apoyo del gobierno pakistaní, fue lo que permitió a los talibanes vencer a los resistentes del Panjshir.

    Las preocupaciones de Pakistán

    En rojo, la Línea Durand creada por el Imperio Británico

    Pakistán tiene una frontera de 2.670 kilómetros con Afganistán, conocida como la Línea Durand, que fue creada en 1893, por sir Mortimer Durand, un funcionario colonial británico que trazó una línea de 2640 km para definir “el extremo occidental de la India Británica”. La Línea Durand  dividió a la población de Afganistán, especialmente a las tribus pastunes, pero durante los siguientes cuarenta años, Afganistán permaneció como un protectorado británico hasta la tercera guerra anglo-afgana de 1919. En 1947, la parte noroccidental de la India Británica se convirtió en el nuevo Estado de Pakistán. El pueblo pastún, musulmanes sunitas, con una población de más de 40 millones de personas, habita hoy el este y sur de Afganistán (12 millones) y el oeste de Pakistán (29 millones).

    Al gobierno de Pakistán le preocupa que los talibanes que ahora gobiernan Afganistán, apoyen grupos terroristas como el Tehreek-e-Taliban Pakistán (TTP), el Estado Islámico y cualquier afiliado de Al Qaeda.

    Pakistán también alberga el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), un proyecto emblemático del Cinturón y Ruta de la Seda, por lo tanto la seguridad y el antiterrorismo es una prioridad fundamental cuando se trata con Afganistán.

    Las preocupaciones de China

    Para China, Afganistán es una prueba de su capacidad para estabilizar la región, pero fundamentalmente Pekín considera que la OCS es una garantía para que Asia Central no se convierta en otro Oriente Medio.

    Corredor de Waján entre China y Afganistán creado por los británicos a finales del siglo XIX

    China comparte una pequeña frontera con Afganistán a través del corredor de Waján (Wakhan, Vaján, o “corredor afgano), una estrecha franja de 220 km de largo y de entre 16 y 64 km de ancho, que conecta ambos países y como límite político también es una herencia del imperialismo británico. A finales del siglo XIX fue creado por los británicos para impedir a Rusia llegar a la India. Como ruta comercial, el Corredor lleva cerrado desde hace más de 100 años y no hay carreteras. China mantiene cerrado el paso de comunicación con Afganistán, debido a la conflictividad en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang (Xinjiang), que bordea el corredor.

    Pekín teme que el ETIM (Movimiento Islámico del Turquestán Oriental) que opera en Sinkiang se inspire en los talibanes y utilice Afganistán como zona de entrenamiento. Irán y Rusia también coinciden en que se debe evitar esa posibilidad.

     
  • mesmontse 2:27 pm el 19 August, 2021 Enlace permanente | Responder
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    AFGANISTÁN: Los afganos corrientes pagan los errores de EEUU, señala el jefe del Consejo de Seguridad de Rusia 

    El Secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, Nikolai Patrushev, habla sobre Afganistán y los resultados de la interferencia de Estados Unidos en los asuntos internos de otros países

    ALEXEY ZABRODIN / IZVESTIA

    La situación en Afganistán se convertirá en el tema principal de la agenda de una de las próximas reuniones operativas del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, donde se discutirán medidas adicionales para garantizar la estabilidad en la región, afirmó el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, Nikolai Platonovich Patrushev, en una entrevista con Izvestia. Hizo hincapié en que la tarea prioritaria ahora es garantizar el control de los flujos migratorios desde Afganistán, proteger a la región del movimiento de terroristas a través de la frontera bajo la apariencia de refugiados, así como del contrabando de armas y el tráfico de drogas. El secretario del Consejo de Seguridad enfatizó: después de la retirada de las tropas estadounidenses, los ciudadanos afganos se quedaron sólo con la devastación: el desarrollo del país se retrasó décadas. Al derrocado régimen pro-estadounidense en Kabul no le ayudó el hecho de que Afganistán tuviera el estatus de «principal aliado de Estados Unidos fuera de la OTAN». Según las previsiones de Nikolai Patrushev, una situación similar espera a los partidarios de la los estadounidenses en Ucrania.

    Los ciudadanos afganos corrientes pagan por los errores de Washington

    -Nikolai Platonovich, los acontecimientos en Afganistán se están desarrollando rápidamente. Hace apenas un par de semanas, casi nadie en el mundo creía que Kabul caería en agosto y que el gobierno abandonaría apresuradamente el país. Los más sorprendidos, al parecer, son los estadounidenses y sus aliados de la OTAN. ¿Por qué sucedió tan de repente?

    -La confianza de los líderes militares y políticos de Estados Unidos y sus aliados de que controlaban completamente la situación en Afganistán llevó al desconocimiento y subestimación de la situación real.

    Esto es en parte el resultado de la incompetencia de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países de la OTAN, que, aparentemente, no abordaron con suficiente determinación la recopilación y análisis de información o no funcionaron bien con ella. Cometieron los mismos errores en otras regiones del mundo, como en Medio Oriente, Siria, Irak, Libia.

    Pero una razón aún más significativa de lo que sucedió es la confianza de los anglosajones en su convicción típica que se pueden corrregir las decisiones tomadas. Al mismo tiempo, los fallos y sus consecuencias se los atribuyen a otros. Estados Unidos está haciendo precisamente eso ahora. Culpan al gobierno de Ashraf Ghani, a quien ellos mismos llevaron al poder, de todo lo sucedido, y también hablan del insuficiente entrenamiento del ejército afgano.

    Los afganos corrientes están pagando el precio de los errores de Washington. Tenga en cuenta que los militares estadounidenses y europeos están sacando del país personal militar y ciudadanos de sus Estados. Los afganos que colaboraron con ellos, en su mayoría, se ven obligados a valerse por sí mismos. Al mismo tiempo, uno puede preguntar a los campeones europeos de los derechos humanos: ¿cómo se mide todo esto de acuerdo a los notorios valores occidentales?

    -¿No cree que Estados Unidos está ignorando su derrota en esta situación, ya que su imagen en el mundo se ha visto gravemente dañada?

    -Entre los estadounidenses hay quienes se beneficiaron de esta guerra, por lo que no están particularmente preocupados por lo que el mundo piensa sobre Estados Unidos. Para esa categoría de ciudadanos, la guerra de 20 años se ha convertido en una mina de oro.

    Según Washington, Estados Unidos ha gastado directamente más de 1 billón de dólares de los contribuyentes. Y si tenemos en cuenta también los costes indirectos, entonces es casi el doble. Incluso se enriqueció personalmente el ejército estadounidense, por cuyas manos pasaron miles de millones destinados al ejército afgano. Permítanme recordarles que se gastaron sólo alrededor de 90 mil millones de dólares en capacitar a su personal. Al mismo tiempo, la información sobre el robo se mantiene en silencio.

    (N. de la E: sobre el oscuro tema del dinero que ha movido la intervención occidental en Afganistán vale la pena recordar un video de Julian Assange, de 2011, que decía sobre la misma : «el objetivo es una guerra eterna, no una guerra exitosa». El fundador de WikiLeaks -actualmente encarcelado en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh (Reino Unido) desde 2019, y reclamado en apelación por EEUU, por la publicación de cientos de miles de páginas de documentos militares y diplomáticos secretos sobre las actividades de EEUU en las guerras de Irak y de Afganistán- afirmaba que «el objetivo es utilizar Afganistán para lavar dinero de las bases impositivas de EEUU y de países europeos, a través de Afganistán y llevarlo de vuelta a las manos de las élites de la seguridad transnacional»).

    El complejo militar-industrial y los llamados contratistas privados obtuvieron beneficios astronómicos. Estados Unidos ni siquiera se molestó en sacar del país una gran cantidad de armas y equipo militar, sino que simplemente lo abandonó.

    El gobierno pro estadounidense de Ucrania podría acabar como el de Afganistán

    Además, Washington puso a prueba la lealtad de los gobiernos de los países de la OTAN y varios otros Estados involucrados en la aventura en Afganistán, incluidos países ex soviéticos, principalmente Georgia.
    Al mismo tiempo, no puedo dejar de referirme a Ucrania, donde Washington ha llegado al poder y continúa poniendo a personas leales.

    EEUU está llenando Ucrania con las armas que ya no necesitan y cierran los ojos ante el hecho de que están apoyando el floreciente neonazismo, el crecimiento del extremismo, el crimen, el narcotráfico, las luchas interétnicas e interreligiosas.

    Al mismo tiempo, Kiev sirve obsequiosamente a los intereses de los patrocinadores extranjeros, que se esfuerzan por ingresarlo a la OTAN. Pero, ¿se salvó el derrocado régimen pro estadounidense en Kabul por el hecho de que Afganistán tenía el estatus de principal aliado de Estados Unidos fuera de la OTAN? Una situación similar aguarda a los partidarios de los estadounidenses en Ucrania, donde si los neonazis son capaces de llegar al poder y el país se dirige a la desintegración, la Casa Blanca no recordará a sus partidarios de Kiev.

    Sin embargo, el secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken y el propio Joe Biden dijeron que Estados Unidos no perdió, pero logró el objetivo principal de su estancia en Afganistán, neutralizar a los organizadores de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 …

    -Estados Unidos guarda silencio sobre el hecho de que se habían fijado tareas más amplias: la lucha contra el terrorismo internacional, la represión del tráfico de drogas y el entrenamiento de las fuerzas de seguridad de Afganistán.

    En realidad, durante la presencia de tropas estadounidenses, el número de actos terroristas en Afganistán ha crecido exponencialmente. Al-Qaeda, ISIS, el Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (todos prohibidos en la Federación de Rusia) y otros grupos terroristas que consideran el territorio afgano como base para la posterior transferencia de actividad a los Estados de Asia Central, al Xinjiang chino, al norte de Irán, y en dirección a la India, creando celúlas durmientes en estos Estados.

    En lugar de luchar contra el narcotráfico durante dos décadas de administración político-militar de Afganistán, Estados Unidos implementó en él un proyecto para crear un laboratorio de drogas a escala global. La producción de opiáceos aumentó más de 40 veces.

    Occidente nunca pudo capacitar al ejército, la policía y los servicios especiales en asuntos militares. Las fuerzas armadas, moral y psicológicamente decaídas, se rindieron sin luchar.
    Mientras gastaba enormes sumas en el mantenimiento de sus tropas, Estados Unidos no creó infraestructura social ni empresas civiles. Para los afganos corrientes, solo quedó la devastación, el desarrollo del país en sí retrocedió décadas.

    Rusia está interesada en un Afganistán pacífico, unido y en desarrollo

    -A su vez, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dice que la alianza no excluye la posibilidad de ataques remotos contra grupos terroristas internacionales en Afganistán. ¿Considera que eso es efectivo?

    Atacarán, informarán valientemente a la comunidad mundial y solo los afganos pacíficos volverán a sufrir esto.
    En el país ha crecido toda una generación de personas que no saben lo que es vivir en un mundo sin miedo constante. Según las estimaciones más modestas y claramente subestimadas, más de 40 mil civiles han muerto en Afganistán durante 20 años, sin contar las decenas de miles de soldados muertos de las fuerzas gubernamentales. Este es el resultado de la interferencia de Estados Unidos en los asuntos internos de otros países.

    -¿Cómo de activa es la intervención de otros Estados en los asuntos internos de Rusia?

    -Estas tareas quedan en Washington. Toda una legión de estrategas políticos estadounidenses y organizaciones privadas están tratando de influir en las campañas electorales en Rusia para hacer avanzar a sus agentes al poder, tratando de avivar la tensión social en la sociedad por esto. Pero el propio Estados Unidos tiene muchos problemas sin interferencia externa. Allí se intensifican las contradicciones intraestatales y los prejuicios raciales. El aliado más cercano de Washington, Inglaterra, que abandonó la Unión Europea sin calcular todas las consecuencias, también desarrolló problemas políticos internos.

    ¿Cómo supervisa el Consejo de Seguridad de Rusia la evolución de la situación en Afganistán?

    -La situación en Afganistán está en el campo de visión del Consejo de Seguridad. En una de las próximas reuniones operativas con los miembros permanentes del Consejo, este tema se convertirá en el principal. Se discutirán medidas adicionales para asegurar la estabilidad en la región. Ya se han intensificado los contactos a través de los Consejos de Seguridad, los organismos encargados de hacer cumplir la ley, los servicios especiales y los departamentos militares, con los Estados más cercanos a Afganistán, principalmente con Tayikistán y Uzbekistán, así como con China, Irán, India y Pakistán.

    También utilizaremos activamente el potencial de la CSTO [Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva, alianza político militar para luchar contra el terrorismo, el crimen organizado y el narcotráfico, integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán] y la OCS [Organización de Cooperación de Shanghai, integrada por la República Popular China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán,Tayikistán, Uzbekistán, India y Pakistán, enfocada hacia la seguridad regional, señalando como principales amenazas el terrorismo y el tráfico internacional de estupefacientes]. Para garantizar la seguridad en Asia Central, daremos la bienvenida a una cooperación más estrecha en la OTSC con Uzbekistán y Turkmenistán.

    Nuestra tarea prioritaria es garantizar el control de los flujos migratorios desde Afganistán, proteger a la región del movimiento de terroristas a través de la frontera con el disfraz de refugiados, de la propagación de la ideología radical, el contrabando de armas y el tráfico de drogas.

    -¿Deberíamos esperar la entrada de un contingente militar ruso en Afganistán? Recientemente, se ha estado hablando mucho sobre esto, estableciendo paralelismos con Siria …

    -No se dan los requisitos previos para esto. En Agfanistán nos centraremos principalmente en los esfuerzos políticos y diplomáticos, junto con nuestros socios, buscaremos formas de establecer un diálogo intraafgano y una solución pacífica de los problemas existentes en el país. Para estos fines, en particular, se ha creado el formato de Moscú y está funcionando con éxito. Además, concedemos gran importancia al papel de coordinación de la ONU en los esfuerzos internacionales para un arreglo afgano.
    Rusia está interesada en un Afganistán pacífico, unido y en desarrollo, de cuyo territorio no emanen amenazas para la región. Estamos dispuestos a entablar un diálogo con aquellas fuerzas que dependerán de la voluntad del pueblo afgano, seguirán sus aspiraciones y trabajarán para transformar Afganistán en un estado próspero, fuerte y que funcione normalmente.

     
  • mesmontse 5:30 pm el 27 November, 2020 Enlace permanente | Responder
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    AUSTRALIA – CRÍMENES DE GUERRA EN AFGANISTÁN 

    Los oficiales no sabían

    El 19 de noviembre se publicaron los resultados de la investigación llevada a cabo durante 4 años, por el Inspector General de las Fuerzas de Defensa Australianas sobre las prácticas ilegales en las cuales están involucrados miembros de sus fuerzas especiales destacadas en Afganistán.

    Australia es firmante del Estatuto de Roma y puede ser sujeto de investigación de los fiscales de la Corte Penal Internacional (CPI) sobre presuntas violaciones del Derecho de los conflictos armados.

    La CPI ya inició su propia investigación en noviembre de 2017 sobre todos los crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos en suelo afgano, por todos los actores del conflicto. Esto significa que las acciones de las fuerzas especiales australianas en Afganistán están dentro de la investigación de la CPI. Pero al mostrar Australia su disposición a investigar los hechos y procesar a los responsables, éstos sólo deben responder ante los tribunales australianos, debido al principio de complementariedad (Artículo 17 de Estatuto de Roma). Australia mantiene así su jurisdicción nacional sobre los hechos investigados, salvo que el fiscal general australiano renunciara a seguir adelante con el caso.

    El informe destapa la conducta criminal de las fuerzas especiales australianas en Afganistán, que formaron parte de la coalición militar liderada por Estados Unidos, entre 2001 y 2016. En el escenario afgano hubo 39.000 soldados australianos. Uno de los miembros vivos más condecorados de las fuerzas especiales, y considerado «un héroe» está siendo investigado. Según medios australianos, el ex soldado habría tirado a un afgano por un acantilado, el cual, herido, luego habría sido ejecutado de un tiro. También estaría implicado en la ejecución de dos prisioneros afganos.

    Los pocos detalles visibles al público en el informe, incluyen asesinatos de civiles y enemigos desarmados; torturas a prisioneros; enfrentamientos simulados para encubrir ejecuciones; maltrato a cadáveres; y rituales de iniciación criminal para introducir a los soldados nuevos en el asesinato. El ritual, que se conocía con una palabra que podríamos traducir como «mancharse de sangre», consistía en la exigencia de los comandantes a los soldados jóvenes, de disparar a un prisionero, con el fin de tener la primera muerte en su haber.

    El informe recogió más de 400 testimonios de hechos sucedidos entre 2005 y 2016, y examinó 20.000 documentos y 25.000 imágenes. El inspector general recomienda procesar a 19 miembros de las fuerzas especiales identificados, (la mayoría de los autores aparecen como «miembros no especificados»); y descarta extender las responsabilidades a la cadena de mando, y mucho menos a los gobiernos que enviaron tropas a Afganistán basándose en el falso relato de que «los afganos nos invitaron».

    En 2019, uno de los soldados que testificó en la investigación del Inspector General, apareció muerto; y otro de los testigos está recluido en una institución psiquiátrica. Esto permite pensar que no será fácil al llegar los juicios, que todos los testimonios se mantengan ante el tribunal.

    Cuando se consigue entrar a la página de internet del gobierno de Australia donde está publicado el informe, en medio de páginas censuradas, se pueden leer cosas como éstas (en párrafos con más líneas tachadas que legibles):

    Junio 2006

    • Incidente durante una patrulla de exploración, en el que la patrulla aborda y mata a un observador desarmado, posiblemente un insurgente. La patrulla informa que el incidente involucra a una milicia armada anti-coalición.
    • … sin motivo …un miembro identificado mató ilegalmente a un nacional local herido y desarmado durante una acción …

    Julio 2007

    • ..asalto sin motivo y asesinato de personas locales desarmadas
    • ..información creíble del asesinato de un insurgente que estaba fuera de combate (herido y bajo control), por un miembro identificado..

    2007 – 2008

    • Julio :Trato cruel sin motivo, (agresión) a una persona bajo el control de miembros no identificados
    • Agosto: Maltrato infundado de personas bajo control

    2008- 2009

    • Incidente tachado en su totalidad
    • Septiembre: Confrontación indiscriminada sin motivo con nacionales locales no identificados positivamente (como insurgentes), por miembros no identificados
    • …civiles fueron detenidos y asesinados…

    2012

    • Diciembre :….en el curso de un interrogatorio táctico, fue sometido a una agresión ilegal con la culata de un rifle, amenazaron los genitales con un cuchillo y le practicaron submarinos, por miembros identificados.
    • información creíble que el comandante de la tropa sabía que TQ excedía los límites permitidos…
    • información creíble del asesinato (tiroteo) de una persona bajo control por un miembro identificado, con la complicidad del comandante de patrulla especificado, y uso de armas plantadas para ocultar (los hechos).

    Desvío de responsabilidades: crímenes de guerra australianos en Afganistán

    Dr. BINOY KAMPMARK / COUNTERPUNCH

    La investigación del Inspector General de las Fuerzas de Defensa Australianas sobre Afganistán fue una lectura espantosa, y esa era sólo la versión editada. Los resultados de la investigación de cuatro años, dirigida por el General de División del Ejército Paul Brereton y la Corte de Apelaciones de Nueva Gales del Sur, apuntan a «pruebas creíbles» de que 39 civiles y prisioneros afganos fueron asesinados por personal de las fuerzas especiales australianas, y otras dos personas fueron tratados con crueldad. El Informe recomienda remitir 36 casos para investigación criminal a la Policía Federal Australiana. Se remiten 23 incidentes y 19 personas, a la recién creada Fiscalía Especializada.

    El Informe detalla varias prácticas adoptadas por las fuerzas especiales de Australia en Afganistán. Los ritos de iniciación para los soldados jóvenes considerados como «bautismo de sangre» – la primera matanza iniciada con el disparo a un prisionero- son dignos de mención: «Esto sucedía después de que se hubiera asegurado el perímetro objetivo, y se hubiera asegurado a los ciudadanos locales como ‘personas bajo control’. A continuación, se colocarían sobre el cuerpo equipos como radios o armas, y se escribiría una historia de encubrimiento que se incluiría en los informes operativos para desviar la investigación».

    Al igual que con cualquier revelación de crímenes de guerra, las partes acusadas a menudo expresan desconocimiento, desconcierto e incluso horror. La regla del juego es asumir siempre que el enemigo es terrible y capaz de lo peor, mientras que los soldados propios son capaces de una conducta infinitamente mejor. «Nunca hubiera imaginado que un australiano hubiera estado haciendo esto en la era moderna», afirmó el general en jefe de las Fuerzas de Defensa de Australia, Angus Campbell.

    El Informe Brereton también incluye mucho lavado de manos en la medida en que limita la responsabilidad de la institución dentro del ejército mismo. «Los eventos descubiertos por esta Investigación ocurrieron dentro de las Fuerzas de Defensa Australianas, por miembros de la Fuerzas de Defensa Australianas, bajo el mando de las Fuerzas de Defensa Australianas».

    En el Informe, los comandantes de tropas y de escuadrones, junto con los oficiales superiores, son librados de responsabilidades.

    El Informe “no encontró evidencia de que hubiera conocimiento o indiferencia imprudente hacia la comisión de crímenes de guerra, por parte de los comandantes a nivel de tropa / pelotón, escuadrón / compañía o del Cuartel General del Grupo de Trabajo, y mucho menos en niveles superiores como el Comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta 633, el Comando de Operaciones Conjuntas o el Cuartel General de Defensa Australiano «.

    Un hallazgo así parece aventurero y confiado. Si es exacto, sugiere un grado de profundo desconocimiento dentro de la estructura de mando de las Fuerzas de Defensa Australianas. Por su parte, Campbell reconoció que “hay muchas, muchas personas, en todo tipo de niveles en las fuerzas involucradas en operaciones en Afganistán o en apoyo de esas operaciones, que se preguntan qué no vieron, qué pasaron por alto, qué no comprendieron, para no poder prevenir esto «.

    El Informe también presenta una ausencia flagrante. El contexto político, en términos de decisiones tomadas por los gobiernos australianos, es totalmente deficiente. Tales omisiones dan una cualidad forzada a los hallazgos, que, en ese sentido, resultan engañosos y manifiestamente inexactos. No obstante, el Informe insiste en que “no se alertó al gobierno de los asesinatos ilegales. Los ministros fueron informados que la tarea era controlable. La responsabilidad recae en las Fuerzas de Defensa de Australia, no en el gobierno de la época «.

    Se exime de responsabilidad al primer ministro y al gobierno, muy favorecido por la persistente ficción, reiterada por el general Campbell, de que los soldados australianos se encontraron en Afganistán porque los afganos habían «pedido nuestra ayuda».

    Puede que la Historia no sea el fuerte del jefe de las Fuerzas de Defensa Australianas. Dado que el gobierno en ese momento eran los talibanes, acusados de dar refugio a Osama bin Laden, no hace falta decir que no hubo ninguna invitación de ningún tipo a las tropas de las fuerzas especiales para que fueran al país. La misión a Afganistán se convirtió en una ostentación de poder, y el papel de Australia se justificó, en palabras del sitio web del Departamento de Defensa, para «ayudar a contener la amenaza del terrorismo internacional».

    También es exacto afirmar que los funcionarios del gobierno australiano desconocían las actividades entusiastas y, a veces, incompetentes y asesinas de las fuerzas especiales en el país. El 17 de mayo de 2002, las tropas especiales australianas fueron responsables de la muerte de al menos 11 civiles afganos. Habían sido identificados erróneamente como miembros de Al-Qaeda. El ministro de Defensa en ese momento, Robert Hill, le dijo al periodista Brian Toohey por fax que las fuerzas especiales tenían «matrices de identificación de personas bien definidas» que incluían «comportamiento táctico», armas y equipo. Estos sugirieron que los asesinados no eran «afganos locales». Esto resultó ser una tontería: los muertos eran de tribus afganas opuestas a los talibanes.

    John Howard, el primer ministro responsable del despliegue de tropas de operaciones especiales en Afganistán en 2001, está comprensiblemente dispuesto a adoptar una postura aberrante, ante los hallazgos del Informe. Según Howard, las Fuerzas de Defensas Australianas se caracterizaron por su «valentía y profesionalidad» y las atrocidades y la mala conducta podrían limitarse a «un pequeño grupo de personal de las fuerzas especiales que, según se afirma, entre otras cosas, fue responsable de la matanza ilegal de 39 ciudadanos afganos». Decir esto es forzar mucho el relato de los hechos, aunque resultará aceptable para la mayoría de los políticos australianos.

    En Canberra, hay pocas voces que defiendan una extensión de responsabilidades. El único es el senador de los Verdes de Australia Occidental Jordon Steele-John, que declaró en su twitter que “los políticos que enviaron las fuerzas especiales a Afganistán y las mantuvieron allí durante más de una década deben rendir cuentas, al igual que la cadena de mando, que no sabía lo que debería haber sabido, o no actuó».

    El Dr. Binoy Kampmark es profesor titular de Ciencias Sociales en la RMIT University, de Melbourne (Australia)

     
  • mesmontse 11:16 pm el 12 July, 2020 Enlace permanente | Responder
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    AFGANISTÁN: De República Democrática en los 70 a reino del opio, gracias a EEUU 

    Cómo la CIA convirtió a Afganistán en un lugar seguro para el comercio de opio

    La vida es...¡AHORA!: Afganistán: Amapola, lindísimo negocio…_ ...

    «Decidí que podía vivir con eso», afirmó Stansfield Turner, director de la CIA de la época.

    JEFFREY ST. CLAIR / COUNTERPUNCH

    La primera imagen indeleble de la guerra en Afganistán para muchos estadounidenses fue probablemente la del presentador de la CBS Dan Rather, envuelto en unas voluminosas túnicas de luchador mujahidin, tal pariente de Lawrence de Arabia -aunque con el cabello que parecía recién salido de la peluquería , como algunos espectadores se apresuraron a señalar. Desde su ladera secreta de la montaña «en algún lugar del Hindu Kush», Rather descargó en su audiencia un sinfín de tonterías sobre el conflicto. Según él, los soviéticos habían puesto una recompensa por su cabeza «de muchos miles de dólares». Él continuó: “Fue el mejor cumplido que me pudieron haber dado. Y tener un precio puesto por mi cabeza es un pequeño precio a pagar por las verdades que contamos sobre Afganistán ”.

    Cada una de estas observaciones resultó ser completamente falsa. Describió al gobierno de Hafizullah Amin como un «régimen títere instalado por Moscú en Kabul». Llamó a los muyahidines «luchadores por la libertad afganos … que estaban involucrados en una lucha profundamente patriótica a muerte por la familia y la patria».

    Los muyahidines luchaban poco por la libertad, en cualquier sentido con el que Rather quisiera definirla, sino por imponer una de las señas más represivas del fundamentalismo islámico conocido en el mundo: babarie, ignorancia y extrema crueldad con las mujeres.

    La falsa acusación del uso de armas químicas contra la población

    Era un «hecho», anunció Rather, que los soviéticos «habían usado armas químicas contra los aldeanos afganos». Esta fue una acusación promovida por la administración Reagan, que decía que el número extraordinariamente preciso de 3.042 afganos habían sido asesinados por «una lluvia química amarilla», una sustancia que ya había sido usada para gloriosas victorias propagandísticas en Laos (N.de la E.: Laos, situado en la península Indochina, fue colonia francesa hasta 1949, entre 1968 y 1973, fue ferozmente bombardeado por EEUU, por el apoyo que daban a los vienamitas durante la Guerra de Vietnam, en 1975 los comunistas llegaron el gobierno de Laos; el país sigue siendo un Estado socialista) unos años antes, cuando el amarillo de la supuesta lluvia química resultó ser heces de abejas muy cargadas de polen. Como dijo Frank Brodhead en el London Guardian, «Su composición: una parte de heces de abeja, más muchas partes de desinformación del Departamento de Estado mezcladas con credulidad de los medios».

    Dan Rather de la CBS, afirmó que los muyahidines estaban pobremente equipados, y que lo mejor que tenían eran los los rifles Kalashnikov tomados de soldados soviéticos muertos.

    De hecho, los mujahidin estaban extremadamente bien equipados, ya que recibían armas de la CIA «en la guerra encubierta más costosa que la Agencia había montado jamás».

    Llevaban armas soviéticas, pero vinieron a través de la CIA. Rather también mostró imágenes que, según él, eran de bombarderos soviéticos sobre indefensos pueblos afganos. Un video presentado como «bombardero soviético», en realidad era un avión de la fuerza aérea paquistaní en una misión de entrenamiento sobre el noroeste de Pakistán.

    La CBS afirmó haber descubierto en áreas bombardeadas por los soviéticos «animales de peluche llenos de explosivos soviéticos», diseñados para hacer pedazos a los niños afganos. De hecho, estos juguetes trampa con explosivos habían sido fabricados por los muyahidines con el exclusivo propósito que saliera en la CBS News, como lo dejó en claro un entretenido artículo en el New York Post.

    La verdadera lucha de los muyahidines: el control del tráfico de opio

    Raher describía heroicamente a Yunus Khalis, presentado como el líder de los guerreros afganos. Usando un tono de asombro que normalmente se reserva para los huracanes en el Golfo de México, Rather recuerda en su libro, The Camera Never Blinks Twice, «La creencia en lo justo puede haberse desvanecido en otras partes del mundo, pero en Afganistán estaba viva y vencía a los soviéticos ”. Yunus Khalis era, en realidad, un carnicero despiadado, que se jactaba que con con sus tropas había matado 700 prisioneros de guerra. Pasó la mayor parte de su tiempo luchando, pero las guerras no fueron principalmente con los soviéticos. Khalis luchaba contra otros grupos rebeldes afganos, por el control del cultivo de amapolas y de los caminos hasta sus siete laboratorios de heroína, cerca de su sede en la ciudad de Ribat al Ali.

    El 60 por ciento de la cosecha de opio de Afganistán se cultivó en el valle de Helmand, con una infraestructura de riego donada por la USAID.

    En sus despachos desde el frente, Rather mencionó el comercio local de opio, pero de una manera notablemente falsa. «Los afganos, dijo, vendieron su opio de cosecha propia en Darra, para comprar las mejores armas disponibles y luego regresaron a Afganistán para luchar». Darra es una ciudad en el noroeste de Pakistán, donde la CIA había establecido una fábrica para fabricar armas de estilo soviético que estaba regalando a todos los afganos. La fábrica de armas funcionaba bajo contrato con la Inteligencia Interservicios de Pakistán (ISI). Gran parte del opio que los muyahidines transportaron a Darra desde Afganistán fue vendido al gobernador paquistaní del territorio del noroeste, el teniente general Fazle Huq. A partir de este opio, la heroína fue refinada en laboratorios en Darra, colocada en camiones del ejército paquistaní y transportada a Karachi, luego enviada a Europa y los Estados Unidos.

    Rather menospreciaba a la administración Carter, a la cual acusaba por su reacción «tibia y lenta» en 1979, al «golpe de Estado en Agfanistán, respaldado por los soviéticos. De hecho, el presidente Carter había reaccionado con una serie de movimientos que deberían haber sido la envidia de los halcones Reagan que, un par de años después, lo acosaronn por su debilidad en la Guerra Fría. Carter no solo retiró a Estados Unidos de los Juegos Olímpicos de 1980, sino que redujo las ventas de granos a la Unión Soviética, para gran angustia de los agricultores estadounidenses del medio oeste ; puso en espera el tratado SALT II; prometió aumentar el presupuesto de defensa de los Estados Unidos en un 5 por ciento anual hasta que los soviéticos se retiraran de Afganistán; y dio a conocer la doctrina Carter de contención en el sur de Asia, que el historiador de la CIA John Ranelagh dice que llevó a Carter a aprobar «más operaciones secretas de la CIA que Reagan más tarde».

    Más tarde, Carter confesó en sus memorias que estaba más sacudido por la invasión de Afganistán que por cualquier otro evento de su presidencia, incluida la revolución iraní.

    La CIA convenció a Carter de que ese podría ser el comienzo de un avance de los soviéticos hacia el Golfo Pérsico, un escenario que llevó al presidente a considerar seriamente el uso de armas nucleares tácticas.

    Tres semanas después de que los tanques soviéticos llegaran a Kabul, el Secretario de Defensa de Carter, Harold Brown, estaba en Beijing, organizando una transferencia de armas chinas a los rebeldes afganos respaldados por la CIA reunidos en Pakistán. Los chinos, que fueron generosamente compensados ​​por la transacción, aceptaron e incluso consintieron en enviar asesores militares. Brown llegó a un acuerdo similar con Egipto para comprar armas por un valor de 15 millones de dólares. «Estados Unidos me contactó», recordó Anwar Sadat poco antes de su asesinato. «Me dijeron: Por favor, abra sus tiendas para que podamos dar a los afganos el armamento que necesitan para luchar. Y les di armamentos. El transporte de armas a los afganos comenzó desde El Cairo en aviones estadounidenses».

    Pero pocos en la administración Carter creían que los rebeldes tenían alguna posibilidad de derrocar a los soviéticos. En la mayoría de los escenarios, la guerra parecía destinada a ser una masacre, con civiles y rebeldes pagando un alto precio. El objetivo era otro: desgastar a los soviéticos, con la esperanza de atraparlos en un atolladero al estilo de Vietnam. El alto nivel de bajas civiles no perturbó a los arquitectos de la intervención estadounidense encubierta. «Decidí que podía vivir con eso», recordó el director de la CIA de la época, Stansfield Turner.

    Antes de la entrada soviética en el escenario, Afganistán apenas era un tema de interés para la prensa estadounidense. En diciembre de 1973, el Wall Street Journal publicó una rara historia en primera plana sobre el país, titulada “¿Los rusos codician Afganistán? Si es así, es difícil imaginar por qué «. El periodista Peter Kann, que más tarde se convertiría en presidente y editor del Journal, escribió que «los grandes estrategas de poder tienden a pensar en Afganistán como una especie de punto de apoyo sobre el que se inclina el equilibrio mundial de poder. Pero de cerca, Afganistán tiende a parecerse menos a un punto de apoyo o un dominó o un peldaño que a una vasta extensión de desechos del desierto con unos pocos bazares llenos de moscos, un buen número de tribus enemistadas y mucha gente miserablemente pobre ”.

    Después de la entrada soviética, este páramo rápidamente adquirió el estatus de un preciado premio geopolítico. Un editorial del Journal dijo entonces que Afganistán era » algo más serio que un simple peldaño» y como respuesta, pidió el estacionamiento de tropas estadounidenses en Medio Oriente, el aumento del presupuesto militar y la expansión de las operaciones encubiertas. Drew Middleton, entonces corresponsal del Departamento de Defensa del New York Times, presentó un análisis tras la entrada de los soviéticos en enero de 1980, diciendo que » en términos puramente militares, los rusos están en mucho mejor posición frente a Estados Unidos que Hitler contra Gran Bretaña y Francia en 1939″.

    La máquina de agitación y propaganda del Pentágono y la CIA se puso en marcha: el 3 de enero de 1980, George Wilson, del Washington Post, informó que los líderes militares esperaban que la invasión «ayudara a curar la resaca de Vietnam» para siempre «al pueblo estadounidense». Newsweek dijo que el «empuje soviético» representaba «una grave amenaza» para los intereses de Estados Unidos: «El control de Afganistán colocaría a los rusos dentro de las 350 millas (560 km) del Mar Arábigo, la línea de tránsito petrolero entre Occidente y Japón, y los aviones de combate soviéticos desde Afganistán podrían cortar esta línea de abastecimiento a voluntad «. El New York Times respaldó el llamado de Carter para aumentar el gasto militar y apoyó los programas de misiles Cruise y Trident, la «investigación más rápida sobre el MX o algún otro misil terrestre móvil» y la creación de «una fuerza de despliegue rápido para la intervención en el Tercer Mundo», como una «inversión en diplomacia».

    En resumen, Afganistán demostró ser una campaña gloriosa tanto para la CIA como para el Departamento de Defensa, una ofensiva deslumbrante en la que se enviaron oleadas de periodistas crédulos y complacientes para promulgar la absurda teoría de que la Estados Unidos estaba bajo amenaza militar. Cuando Reagan asumió el cargo, él y su director de la CIA, William Casey, vieron intensificado el apoyo para su propio plan afgano de una fuente poco probable, el Congreso controlado por los Demócratas, que estaba presionando para duplicar el gasto en la guerra. «Fue una ganancia inesperada [para la administración Reagan]», dijo un miembro del Congreso al Washington Post. «Se habían enfrentado (la CIA) a tanta oposición a la acción encubierta en Centroamérica y vino el Congreso ayudándoles y arrojándoles dinero (para intervenir en Agfanistán) y dijimos: ¿Quiénes somos nosotros para decir que no?».

    Afganistán: la operación encubierta más cara de la historia de la CIA

    A medida que la CIA aumentó su respaldo a los muyahidines (el presupuesto de la CIA para Afganistán finalmente alcanzó los 3.200 millones de dólares, la operación secreta más cara de su historia), un miembro de la Casa Blanca del Consejo Estratégico del presidente sobre Abuso de Drogas, David Musto, informó a la Administración que la decisión de armar a los muyahidines sería errónea: “Le dije al Consejo que íbamos a Afganistán para apoyar a los productores de opio en su rebelión contra los soviéticos. ¿No deberíamos tratar de evitar lo que ya habíamos hecho en Laos? ¿No deberíamos tratar de pagar a los productores si erradican su producción de opio? Hubo silencio.»

    Después de emitir esta advertencia, Musto y un colega del consejo, Joyce Lowinson, continuaron cuestionando la política de los Estados Unidos, pero encontraron que la CIA y el Departamento de Estado bloquearon sus consultas. Frustrados, pasaron a la página de opinión del New York Times y escribieron, el 22 de mayo de 1980:

    “Nos preocupa el crecimiento del negocio del opio en Afganistán o Pakistán por parte de miembros de tribus rebeldes que aparentemente son los principales adversarios de las tropas soviéticas en Afganistán . ¿Nos estamos equivocando al hacernos amigos de estas tribus como lo hicimos en Laos cuando Air America (fletado por la Agencia Central de Inteligencia) ayudó a transportar opio crudo desde ciertas áreas tribales?».

    Pero Musto y Lowinson se encontraron con el silencio una vez más, no sólo de la administración sino también de la prensa. Era herejía cuestionar la intervención encubierta en Afganistán.

    Más tarde, en 1980, Hoag Levins, escritor de la Revista Filadelfia, entrevistó a un hombre al que identificó como un oficial de alto nivel en la aplicación de la ley en el Departamento de Justicia de la administración Carter y reprodujo esto: «La Administración anda de puntillas alrededor de esto como si fuera una mina. El tema del opio y la heroína en Afganistán es explosivo … En el discurso del Estado de la Unión, el presidente mencionó el abuso de drogas, pero fue muy cuidadoso de evitar mencionar a Afganistán, a pesar de que Afganistán es donde realmente están sucediendo las cosas en este momento … ¿Por qué no estamos analizando de manera más crítica las armas que ahora enviamos a las pandillas de narcotraficantes que obviamente las usarán para aumentar la eficiencia de su operación de contrabando de drogas?

    La DEA sabía muy bien que los rebeldes muyahidines estaban profundamente involucrados en el comercio de opio. Los informes de la agencia de drogas en 1980 mostraron que las incursiones rebeldes afganas desde sus bases paquistaníes hasta posiciones controladas por los soviéticos estaban «determinadas en parte por las temporadas de siembra y cosecha de opio». La producción de opio afgano se triplicó entre 1979 y 1982. Hubo evidencia de que en 1981 los productores de heroína afganos habían capturado el 60 por ciento del mercado de heroína en Europa occidental y los Estados Unidos (cifras de la ONU y la DEA).

    En 1971, durante el apogeo de la participación de la CIA en Laos, había alrededor de 500.000 adictos a la heroína en los Estados Unidos. A mediados y finales de la década de 1970, este total había caído a 200.000. Pero en 1981 con el nuevo diluvio de heroína afgana y los bajos precios consecuentes, la población de adictos a la heroína aumentó a 450.000. Sólo en la ciudad de Nueva York, en 1979 (el año en que comenzó el flujo de armas hacia los muyahidines), las muertes por drogas relacionadas con la heroína aumentaron en un 77 por ciento. Las únicas víctimas estadounidenses reconocidas públicamente en los campos de batalla afganos fueron algunos musulmanes afroamericanos que viajaron al Hindu Kush desde los Estados Unidos para luchar en nombre del Profeta. Pero las bajas por las drogas dentro de EEUU por la guerra secreta de la CIA, particularmente en las ciudades del interior, fueron miles, además de una plaga social y un sufrimiento indecible.

    La CIA y el negocio del opio en Afganistán, Irán y Pakistán

    Desde el siglo XVII, las amapolas de opio se han cultivado en la llamada Media Luna de Oro, donde convergen las tierras altas de Afganistán, Pakistán e Irán. Durante casi cuatro siglos éste fue un mercado interno. En la década de 1950 se producía muy poco opio en Afganistán o Pakistán, con quizás 2.500 acres (unas 1.000 hectáreas) de cultivos entre ambos. Los fértiles campos de cultivo del valle de Helmand en Afganistán,que en la década de 1980 se convirtieron en cultivos intensivos de ampola, antes estaban cubiertos de viñedos, trigo y plantaciones de algodón.

    En Irán, la situación era marcadamente diferente a principios de la década de 1950. El país, dominado por compañías petroleras y agencias de inteligencia británicas y estadounidenses, producía 600 toneladas de opio al año y tenía 1.3 millones de adictos, sólo superado por China, donde en el mismo momento, los imperialistas del opio occidentales aún dominaban. En 1953, Mohammed Mossadegh, el equivalente nacionalista de Irán, del Sun Yat-sen de China, ganó las elecciones e inmediatamente se movió para reprimir el comercio de opio. En unas pocas semanas, el Secretario de Estado de los EEUU, John Foster Dulles, calificó a Mossadegh de loco, y el hermano de Dulles, Allen, jefe de la CIA, envió a Kermit Roosevelt a organizar un golpe contra él.

    En agosto de 1953, Mossadegh fue derrocado, el Shah fue instalado por la CIA y los campos de petróleo y opio de Irán volvieron a estar en «manos amigas». La producción continuó sin cesar hasta la llegada al poder en 1979 del ayatolá Jomeini, momento en el que Irán tenía un problema muy grave de adicción al opio en su propia población. A diferencia de los jefes muyahidines, el ayatolá era un estricto construccionista de la ley islámica en materia de estupefacientes: los adictos y los traficantes enfrentaban la pena de muerte. La producción de opio en Irán cayó drásticamente.

    En Afganistán, en las décadas de 1950 y 1960, el comercio de opio -relativamente escaso- estaba controlado por la familia real, encabezada por el rey Mohammed Zahir. (N. de la E. : la monarquía fue abolida en 1973 por una revuelta, y el rey huyó a Roma). Las grandes propiedades feudales tenían sus campos de opio, principalmente para alimentar el consumo interno. En abril de 1978, un levantamiento popular derrocó al régimen de Mohammed Daoud, que era un aliado del Sha de Irán. El Sha había aportado 2 mil millones de dólares al régimen de Mohammed Daoud y la policía secreta iraní del Sha, había entrenado a las fuerzas de Daoud encargadas del control interno.

    El nuevo gobierno afgano, dirigido por Nur Mohammad Taraki, se movió hacia la reforma agraria, por lo tanto, las fincas feudales productoras de opio se vieron atacadas. Taraki fue a la ONU, donde solicitó y recibió préstamos para sustituir los campos de amapolas por cultivos.

    Taraki también presionó fuertemente contra la producción de opio en las zonas fronterizas en poder de los fundamentalistas, ya que estos últimos estaban utilizando los ingresos del opio para financiar ataques contra el gobierno central afgano, que consideraban como una encarnación de la modernidad malsana porque permitía a las mujeres ir a la escuela y había prohibido los matrimonios obligados y comprar a la novia.

    (N.de la E. Nur Mohammad Taraki fue un importante escritor afgano, militante político, periodista y economista. Fundó el Partido Democrático Popular de Afganistán, lideró una revolución y estableció un Estado socialista: la República Democrática de Afganistán. En diciembre de 1978 se firmó entre Kabul y Moscú un tratado de amistad y cooperación que comprometía a la URSS a proteger al país. Taraki fue asesinado en septiembre de 1979. En medio de un intenso caos, y en cumplimiento del tratado firmado, la URSS envió tropas sobre el terreno para defender la estabilidad del país, en diciembre de 1979. El presidente Karmal, del mismo partido que el asesinado Taraki, asumió el gobierno. Las fuerzas gubernamenales y los soldados soviéticos libraron durante 10 años una guerra contra los terroristas muyahidines, señores del opio armados por la CIA.)

    En la primavera de 1979, esos personaje que para Dan Rather eran héroes, los muyahidines, estaban empezando a mostrarse. El Washington Post informó que a los muyahidines les gustaba «torturar a sus víctimas primero cortándose la nariz, las orejas y los genitales, y luego quitándoles una rodaja de piel tras otra». Durante ese año, los muyahidines mostraron una animosidad particular hacia los occidentales, matando a seis alemanes occidentales y un turista canadiense y golpeando severamente a un agregado militar estadounidense. También es sorprendente que en ese año los muyahidines obtuvieran dinero no sólo de la CIA sino también de Moammar Gaddaffi de Libia, que les envió envió 250.000 dólares.

    En el verano de 1979, más de seis meses antes de que los soviéticos llegaran a Kabul , el Departamento de Estado de EEUU elaboró ​​un memorándum en el que aclaraba cómo veía las apuestas, sin importar cuán moderno pudiera ser Taraki o cuán feudales eran los muyahidines: «el mayor interés (de EEUU) sería la desaparición del régimen de Taraki-Amin, a pesar de los reveses que esto pueda significar para futuras reformas sociales y económicas en Afganistán «. El informe continuó:

    «El derrocamiento de la DRA [República Democrática de Afganistán] demostraría al resto del mundo, particularmente al Tercer Mundo, que la visión de los soviéticos del curso socialista de la historia como inevitable no es precisa».

    Debido a que Pakistán tenía un programa nuclear, Estados Unidos prohibió la ayuda exterior al país. Esta prohibición  pronto se levantó cuando Afganistán se convirtió en tema principal de la política exterior. En poco tiempo, sin renunciar a su  programa nuclear, Pakistán se convirtió en el tercer mayor receptor de ayuda estadounidense en todo el mundo, detrás de Israel y Egipto. Las armas llegaban a Karachi desde EEUU  y eran enviadas a Peshawar por la National Logistics Cell, una unidad militar controlada por la policía secreta de Pakistán, el ISI. De Peshawar, esas armas que no se vendían a cualquier cliente (los iraníes obtuvieron 16 misiles Stinger, uno de los cuales se usó contra un helicóptero estadounidense en el Golfo) fueron repartidas por el ISI a las diversas facciones afganas.

    Aunque la prensa estadounidense, con el presentador Dan Rather en primer plano, retrató a los muyahidines como una fuerza unificada de «luchadores por la libertad», el hecho (no es sorprendente para nadie que tenga un poco de idea de la historia afgana) fue que los muyahidines consistían en al menos siete facciones en guerra, todas luchando por territorio y control del comercio de opio. El ISI pakistaní entregó la mayor parte de las armas -un 60 por ciento- a un fundamentalista y odiador de mujeres particularmente fanático, Gulbuddin Hekmatyar, quien hizo su debut público en la Universidad de Kabul asesinando  a un estudiante izquierdista. En 1972, Hekmatyar huyó a Pakistán, donde se convirtió en agente del ISI. Instó a sus seguidores a arrojar ácido en los rostros de las mujeres que no usan el velo, secuestró a líderes rivales y construyó su arsenal provisto por la CIA para usar  el día en que los soviéticos se fueran y la guerra por el dominio de Afganistán estallara realmente.

    Usando sus armas para controlar los campos de opio, Hekmatyar y su gente, instaron a los campesinos, a punta de pistola, a aumentar la producción. Recogían el opio crudo y lo enviaban  a las seis fábricas de heroína de su propiedad  en la ciudad de Koh-i-Soltan.

    Mullah Nassim, uno de los principales rivales de Hekmatyar entre los muyahidines, controlaba los campos de amapola en el valle de Helmand, produciendo 260 toneladas de opio al año. Su hermano, Mohammed Rasul, defendió esta empresa agrícola declarando: «Debemos cultivar y vender opio para luchar en nuestra guerra santa contra los no creyentes rusos». A pesar de este pronunciamiento bien calculado, pasaron casi todo su tiempo luchando contra sus compañeros de creencias, usando las armas que les envió la CIA, tratando de ganar la ventaja en estas luchas intestinas.

    Los agentes estadounidenses de la DEA fueron completamente informados sobre el narcotráfico de los muyahidines asociados con la inteligencia paquistaní y los líderes militares. En 1983, el enlace del Congreso de la DEA, David Melocik, dijo a un Comité del Congreso: «Se puede decir que los rebeldes ganan dinero con la venta de opio. No hay duda al respecto. Estos rebeldes mantienen su causa a través de la venta de opio «. Pero hablar de «la causa» que dependía  de la venta de drogas no tenía sentido en ese momento en particular. La CIA estaba sufragando todos los gastos. Los ingresos por opio terminaban en cuentas en el extranjero en el Banco Habib, uno de los más grandes de Pakistán, y en las cuentas de BCCI, fundada por Agha Hasan Abedi, quien comenzó su carrera bancaria en Habib. La CIA estaba usando simultáneamente el BCCI para sus propias transacciones secretas.

    La DEA tenía evidencia de más de cuarenta cárteles  de heroína que operaban en Pakistán a mediados de la década de 1980 durante la guerra afgana, y había evidencia de más de 200 laboratorios de heroína que operaban en el noroeste de Pakistán.

    Aunque Islamabad alberga una de las oficinas más grandes de la DEA en Asia, los agentes de la DEA nunca tomaron medidas contra ninguna de estas operaciones. Un oficial de Interpol le dijo al periodista Lawrence Lifschultz: “Es muy extraño que los estadounidenses, con el tamaño de sus recursos y el poder político que poseen en Pakistán, no hayan logrado resolver ni un solo caso. La explicación no se puede encontrar en la falta de trabajo policial adecuado. Han tenido algunos hombres excelentes trabajando en Pakistán ”. Pero trabajando en las mismas oficinas que esos agentes de la DEA había cinco oficiales de la CIA que, según lo que uno de los agentes de la DEA más tarde le dijo al Washington Post, les ordenaban que retiraran sus operaciones en Afganistán y Pakistán durante la guerra.

    Esos agentes de la DEA conocían bien el perfil  de una empresa que la CIA estaba utilizando para canalizar efectivo a los muyahidines: la Shakarchi Trading Company. Esta compañía de propiedad libanesa había sido objeto de una larga investigación de la DEA sobre lavado de dinero. Uno de los principales clientes de Shakarchi fue Yasir Musullulu, quien una vez fue atrapado intentando entregar un envío de 8,5 toneladas de opio afgano a miembros del grupo  criminal Gambino en la ciudad de Nueva York. Un memorando de la DEA señaló que la compañía Shakarchi mezclaba «el dinero de la heroína, de los traficantes de hachís, el dinero  de los joyeros que compran oro en el mercado negro,  y el de  los traficantes de armas del Medio Oriente».

    En mayo de 1984, el vicepresidente George Bush viajó a Pakistán para reunirse con el general Zia al Huq y otros miembros de alto rango del régimen pakistaní. En ese momento, Bush era el jefe del Sistema Nacional de Interdicción Fronteriza de Narcóticos del presidente Reagan. En esta última función, uno de los primeros movimientos de Bush fue expandir el papel de la CIA en las operaciones de drogas. Le dio a la Agencia la responsabilidad principal en el uso y control de informantes sobre tráfico de drogas. El jefe operativo de este grupo de trabajo fue el almirante retirado Daniel J. Murphy.

    Murphy presionó por acceder a la inteligencia sobre los cárteles de drogas, pero se quejó de que la CIA siempre le daba largas. «No gané», dijo más tarde al New York Times. «No obtuve tanta cooperación  efectiva de la CIA como quería». Otro miembro del grupo de trabajo lo expresó de manera más directa: “La CIA podría ser valiosa, pero necesitan un cambio de valores y de actitud. No sé de una sola información  que nos hayan dado que haya sido útil «.

    Bush ciertamente sabía bien que Pakistán se había convertido en la fuente de la mayor parte de la heroína de alto grado que ingresaba a Europa occidental y a los Estados Unidos y que los generales con los que se estaba asociando estaban profundamente involucrados en el tráfico de drogas.

    Pero el vicepresidente, quien proclamó más tarde que «nunca negociaré con narcotraficantes en territorio estadounidense o extranjero», usó su viaje a Pakistán para alabar al régimen de Zia «por su inquebrantable apoyo a la Guerra contra las Drogas». (En medio de tales excursiones retóricas, encontró tiempo para que Zia le firmara un contrato para comprar turbinas de gas por un valor de  40 millones de dólares fabricadas  por General Electric Co.)

    Como era de esperar, durante la década de 1980, las administraciones Reagan y Bush hicieron todo lo posible para culpar a los generales soviéticos en Kabul de la creciente producción de heroína de Pakistán. «El régimen mantiene una indiferencia absoluta hacia cualquier medida para controlar la amapola», declaró el fiscal general de Reagan, Edwin Meese, durante una visita a Islamabad en marzo de 1986. «Creemos firmemente que existe un estímulo, al menos tácitamente, para el cultivo de amapola».

    Pero Meese conocía la realidad: su propio Departamento de Justicia había estado rastreando la importación de drogas de Pakistán desde al menos 1982 y era muy consciente de que el comercio estaba controlado por rebeldes afganos y el ejército paquistaní. Unos meses después del discurso de Meese en Pakistán, la Oficina de Aduanas de los Estados Unidos atrapó a un hombre paquistaní llamado Abdul Wali mientras intentaba descargar más de una tonelada de hachís y una cantidad menor de heroína en los Estados Unidos.  El Departamento de Justicia informó a la prensa que Wali encabezaba una organización de 50.000 miembros en el noroeste de Pakistán, pero la Fiscal General Adjunta Claudia Flynn se negó a revelar la identidad del grupo. Otro funcionario federal le dijo a Associated Press que Wali era uno de los principales líderes de los muyahidines.

    Los funcionarios estadounidenses también sabían que las personas del entorno cercano al presidente Zia de Pakistán, estaban haciendo fortuna en el comercio de opio. La palabra «fortuna» aquí no es exagerada, ya que uno de esos asociados de Zia tenía 3 mil millones de dólares (¡en los años 80!)  en sus cuentas del BCCI. En 1983, un año antes de la visita de George Bush a Pakistán, uno de los médicos del presidente Zia, un japonés llamado Hisayoshi Maruyama fue arrestado en Amsterdam con 17.5 kilos de heroína de alto grado fabricada en Pakistán con opio afgano. Interrogado por agentes de la DEA después de su arresto, Maruyama dijo que sólo era un mensajero de Mirza Iqbal Baig, un hombre a quien los agentes de aduanas paquistaníes describieron como «el traficante de drogas más activo del país». Baig mantenía relaciones cercanas con la familia del presidente Zia y otros funcionarios de alto rango en el gobierno. Había sido dos veces un blanco de la DEA, a cuyos agentes se les dijo que no lo investigaran por sus lazos con el gobierno. Un destacado abogado paquistaní, Said Sani Ahmed, le dijo a la BBC que este era un procedimiento estándar en Pakistán: “Podemos tener evidencia contra un individuo en particular, pero aún así nuestras agencias de aplicación de la ley no pueden imponerse a esas personas, porque tienen prohibido actuar  por sus superiores.  Los verdaderos culpables tienen suficiente dinero y recursos. Francamente, están disfrutando de algún tipo de inmunidad «.

    Las operaciones de la CIA hacen de la droga la principal industria

    El impacto de la guerra afgana en las tasas de adicción de Pakistán fue aún más fuerte que el aumento de la adicción a la heroína en los Estados Unidos y Europa.

    Antes de que comenzara el programa de la CIA, había menos de 5.000 adictos a la heroína en Pakistán. Para 1996, según las Naciones Unidas, había más de 1,6 millones.

    El representante pakistaní ante la Comisión de Estupefacientes de la ONU, Raoolf Ali Khan, dijo en 1993 que «no hay una rama del gobierno donde la corrupción de las drogas no prevalezca». Como ejemplo, señaló el hecho de que Pakistán gasta sólo 1.8 millones de dólares al año en esfuerzos antidrogas, y destina sólo 1.000 dólares anuales para el combustible de los siete camiones (del programa contra el narcotráfico).

    Para 1994, el valor del comercio de heroína en Pakistán era el doble del presupuesto del gobierno. Un diplomático occidental le dijo al Washington Post en ese año que «cuando se llega a un escenario donde los narcotraficantes tienen más dinero que el gobierno, es muy difícil revertir la situación”. Esto se ilustra en dos episodios. En 1991, la mayor redada de drogas en la historia del mundo ocurrió en el camino de Peshawar a Karachi. Los funcionarios de aduanas paquistaníes confiscaron 3,5 toneladas de heroína y 44 toneladas de hachís. Varios días después, la mitad del hachís y la heroína habían desaparecido junto con los testigos. Los sospechosos, cuatro hombres vinculados a la inteligencia paquistaní, habían «escapado misteriosamente» según un oficial de aduanas paquistaní. En 1993, los guardias fronterizos paquistaníes incautaron 8 toneladas de hachís y 1,7 toneladas de heroína. Cuando el caso fue entregado a la Junta de Control de Narcóticos de Pakistán, todo el personal se fue de vacaciones para evitar involucrarse en la investigación, y ninguno fue amonestado por ello. Los narcotraficantes se libraron de la situación. La CIA finalmente se vio obligada a admitir en un informe al Congreso de 1994 que la heroína se había convertido en la «sangre vital de la economía y el sistema político de Pakistán».

    En febrero de 1989, Mijaíl Gorbachov retiró a las tropas soviéticas de Afganistán y le pidió a los Estados Unidos que decretaran un embargo sobre el suministro de armas a cualquiera de las facciones muyahidines afganas, que se estaban preparando para otra fase de guerra interna por el control del país.

    El presidente Bush se negó, asegurando así un período de continua miseria y horror para la mayoría de los afganos. La guerra ya había convertido a la mitad de la población en refugiados, con 3 millones de heridos y más de un millón de muertos.

    Las tendencias criminales de los muyahidines  se ilustran con un par de anécdotas. El corresponsal en Kabul del Far Eastern Economic Review informó en 1989 sobre el trato que los muyahidines dieron a los prisioneros soviéticos: «Un grupo fue asesinado, desollado y colgado en una carnicería. Un cautivo fue convertido en objeto de un juego afgano imitación del polo, en el que se usa como pelota a una cabra sin cabeza. El cautivo soviético fue utilizado en su lugar. Vivo. Estaba literalmente hecho pedazos». La CIA también tenía pruebas de que sus “luchadores por la libertad” habían drogado con heroína a más de 200 soldados soviéticos y los encerraron en jaulas de animales donde, según informó el Washington Post en 1990, llevaban «vidas de horror indescriptible».

    En septiembre de 1996, los talibanes, fundamentalistas criados originalmente en Pakistán como criaturas de los servicios pakistaníes y de la CIA, tomaron el poder en Kabul, con lo cual el Mullah Omar, su líder, anunció que se cambiarían todas las leyes incompatibles con la Sharia musulmana.

    Las mujeres se verían obligadas a asumir el chador y permanecer en casa, con una segregación total de los sexos y las mujeres no podrían acceder a los hospitales, escuelas ni baños públicos. La CIA continuó apoyando a estos fanáticos medievales que, según Emma Bonino, Comisionada de Asuntos Humanitarios de la Unión Europea, estaban cometiendo un auténtico «genocidio de género».

    Pero había un ley en desacuerdo con la Sharia, que los talibanes no tenían ningún interés en cumplir: la orden del profeta contra las drogas. De hecho, los talibanes instaron a los agricultores afganos a aumentar su producción de opio.

    Uno de los líderes talibanes, el «zar de las drogas» Abdul Rashid, señaló: «Si tratamos de detener esto [el cultivo de opio] la gente estará en contra de nosotros». A finales de 1996, según la ONU, la producción de opio afgano había alcanzado las 2.000 toneladas métricas (2 millones de kilogramos). Se estima que 200.000 familias en Afganistán trabajan en el comercio de opio. Los talibanes controlaban el 96 por ciento de todas las tierras afganas dedicadas al cultivo de opio e impusieron un impuesto a la producción de opio y un peaje a los camiones que transportaban la cosecha.

    La intervención de la CIA había trabajado su magia una vez más: en 1994, Afganistán, según el programa de control de drogas de la ONU, había superado a Birmania como el proveedor número uno mundial de opio crudo.

     
  • mesmontse 6:26 pm el 5 March, 2020 Enlace permanente | Responder
    Etiquetas: Afganistán, ,   

    DDHH – CPI: EEUU tendrá que rendir cuentas por crímenes de guerra en Afganistán 

    Esta es la primera vez que Estados Unidos tendrá que rendir cuentas por sus acciones. También se investigarán las cárceles secretas de la CIA en paíse europeos.

    Altos jueces de la Corte Penal Internacional autorizan la investigación de crímenes de guerra en Afganistán

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    En un momento en que las tendencias autoritarias están en aumento, la decisión envía una señal importante de que nadie está por encima de la ley, a todos los Estados que podrían no estar haciendo lo correcto en este momento.

    OWEN BOWCOTT / THE GUARDIAN

    Los jueces superiores de la corte penal internacional han autorizado una investigación sobre presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Afganistán, anulando un rechazo anterior de la investigación.

    La investigación de la CPI estudiará actuaciones de las tropas estadounidenses, afganas y talibanes, pero es posible que en ese proceso también surjan casos denunciados en relación con las tropas del Reino Unido.

    Es probable que el fallo de la cámara de apelaciones de la CPI en La Haya enfurezca a la administración Trump, que ha condenado la solicitud de la Fiscal Jefe del tribunal, Fatou Bensouda (una abogada de Gambia, con una larga carrera jurídica), de examinar las acciones de los soldados estadounidenses en Afganistán.

    El año pasado, la CPI rechazó la solicitud y dijo que era improbable que cualquier investigación y enjuiciamiento fuera un éxito porque era de esperar que los objetivos, incluidos los Estados Unidos, las autoridades afganas y los talibanes, no cooperarían.

    El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, dijo en ese momento que Washington revocaría o negaría visas al personal de la CPI que busca investigar presuntos crímenes de guerra y otros abusos cometidos por las fuerzas estadounidenses en Afganistán o en otros lugares. La Fiscal Jefe Bensouda, confirmó que EEUU le habían retirado la visa para entrar al país.

    Este jueves, la cámara de apelaciones de la CPI dijo que la corte inferior -que en su momento denegó la investigación- había malinterpretado algunas de las reglas de la corte, y declaró que se debería permitir que la investigación continúe.

    También aprobó que el alcance de la investigación debería incluir sitios secretos de la CIA operados en Polonia, Lituania y Rumania, donde hubo detenidos.

    Jamil Dakwar, director del programa de derechos humanos de la Unión Americana de Libertades Civiles, dijo: “Esta decisión reivindica el Estado de derecho y da esperanza a las miles de víctimas que piden responsabilidades cuando los tribunales y las autoridades nacionales les han fallado. Si bien el camino por recorrer aún es largo y lleno de baches, esta decisión es un hito importante que refuerza la independencia de la CPI frente a las tácticas de intimidación de la administración Trump».

    Al leer la decisión, el presidente del tribunal de apelaciones, Piotr Hofmański, dijo: «El fiscal está autorizado para comenzar la investigación en relación con los acontecimientos que datan de 2003, así como otros presuntos delitos [relacionados con] Afganistán».

    Hofmanski dijo que Bensouda no debería limitar su investigación a hallazgos preliminares ya que esto «inhibiría erróneamente la función de búsqueda de la verdad de la fiscalía».

    Tanto Afganistán como Estados Unidos se han opuesto a la investigación. El gobierno de los Estados Unidos se niega a cooperar con la corte internacional.

    Bensouda solicitó a los jueces en noviembre de 2017 que autorizaran una investigación a gran escala luego de una investigación preliminar que duró más de una década.

    La Fiscal Jefe de la CPI dijo que hay información de que miembros de las agencias militares y de inteligencia de los Estados Unidos cometieron actos de tortura, tratos crueles, ultrajes contra la dignidad personal, violación y violencia sexual contra detenidos relacionados con el conflicto en Afganistán y otros lugares, principalmente en los primeros años del conflicto.

    También dijo que los talibanes y otros grupos insurgentes han matado a más de 17.000 civiles afganos desde 2009 y que las fuerzas de seguridad afganas son sospechosas de torturar a prisioneros en centros de detención del gobierno.

    Preetha Gopalan, subdirectora de litigios del Reino Unido en la organización de derechos humanos Reprieve, dijo: “Esta decisión es una buena noticia para todos los que creen que los autores de crímenes de guerra no deberían disfrutar de la impunidad, sin importar cuán poderosos sean. Esta es la primera vez que Estados Unidos tendrá que rendir cuentas por sus acciones, a pesar de que intentó intimidar a la CPI para que cierre esta investigación. La CPI no cedió a esa presión y, en cambio, defendió el derecho de las víctimas a la rendición de cuentas, nos da la esperanza de que nadie esté fuera del alcance de la justicia».

    Ahmed Rabbani, un taxista paquistaní que fue entregado a Afganistán y torturado durante 540 días por personal estadounidense, fue una de las víctimas que solicitó la apelación. Lleva en Guantánamo desde 2004 sin cargos ni juicio.

    En un comunicado publicado a través de Reprieve, dijo: “Si las personas que me torturaron son investigadas y procesadas, estaré muy feliz. Sólo les pediría una cosa: una disculpa. Aunque estén dispuestos a compensarme con 1 millón de dólares por cada año que he pasado aquí, eso no será suficiente. Todavía estoy pasando por sufrimiento y tortura en este momento. Pero estaría contento con sólo tres palabras: «Lo sentimos».

    La decisión del año pasado de detener la investigación provocó consternación entre las organizaciones internacionales de derechos humanos y denuncias de que la CPI había cedido a la intimidación por parte de la administración Trump.

    Una línea de investigación que los fiscales de la CPI seguían, involucraba el supuesto maltrato de detenidos por parte de la CIA.

    Nikki Reisch, abogada del Seminario de Justicia Global de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, dijo: “En nombre de nuestro cliente, Mohammed al-Asad y su familia sobreviviente, aplaudimos a la Cámara de Apelaciones [CPI] por rechazar la lógica repugnante del programa de tortura estadounidense, que buscaba colocar a los detenidos en un agujero negro legal y negarles el acceso a la justicia por los abusos que sufrieron. En un momento en que las tendencias autoritarias están en aumento, la decisión envía una señal importante de que nadie está por encima de la ley, a todos los Estados que podrían no estar haciendo lo correcto».

    Katherine Gallagher, del Centro de Derechos Constitucionales, dijo: «Hoy, la Corte Penal Internacional dio nueva vida al lema de que» nadie está por encima de la ley «y restableció la esperanza de que la justicia pueda estar disponible y aplicada a todos. Durante más de 15 años, al igual que muchas otras víctimas del programa de tortura de EEUU, Sharqawi Al-Hajj y Guled Duran han sufrido física y mentalmente en detención ilegal de los EEUU, mientras que ex altos funcionarios estadounidenses han disfrutado de impunidad. Al autorizar esta investigación crítica y muy demorada sobre crímenes en Afganistán y relacionados con este país, la Corte dejó en claro que no se tolerará la interferencia política en los procedimientos judiciales».

    La CPI, que comenzó a operar en La Haya en 2002, es un tribunal de último recurso para crímenes de guerra, genocidio y crímenes contra la humanidad presuntamente cometidos por ciudadanos de un Estado signatario o que supuestamente tuvieron lugar en el territorio de uno de sus estados miembros.

     
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