VENEZUELA: Un ejército de obreros voluntarios recupera las fábricas paralizadas por las sanciones
Venezuela está reconstruyendo su base industrial con un voluntariado obrero

Una organización de 2.270 trabajadores voluntarios está ayudando a Venezuela a impulsar su capacidad industrial, devastada por años de sanciones económicas estadounidenses.
LEONARDO FLORES / NEWSCLICK
«No sólo reparamos máquinas; reparamos conciencias ”, dice Sergio Requena del Ejército Productivo Obrero (EPO) en Venezuela. El EPO es un grupo de 2270 voluntarios con una amplia gama de conocimientos técnicos. Van de fábrica en fábrica reparando maquinaria rota. Su misión es recuperar la producción industrial de Venezuela empoderando a los trabajadores para que tomen cartas en el asunto.
La capacidad productiva de Venezuela ha disminuido vertiginosamente debido a las sanciones de Estados Unidos. El país se ve impedido de acceder al sistema financiero internacional, lo que provoca una caída de la inversión. Incluso importar repuestos o equipos industriales es casi imposible. Como resultado de esto, las fábricas tienen problemas para realizar el mantenimiento y las reparaciones habituales.
En 2016, Requena y otros fueron invitados a ayudar a La Gaviota, una planta de harina de pescado y enlatadora de sardinas que quedó paralizada debido a un horno roto. Viajaron 500 kilómetros, pasaron cinco días durmiendo y trabajando dentro de la fábrica, y repararon con éxito no sólo el horno, sino también otras cinco piezas de maquinaria dañadas. Tras su visita, la fábrica pasó de producir nada a producir 260 toneladas de harina de pescado.
Esto puede parecer un pequeño logro, pero es estratégicamente importante, con un poderoso simbolismo. La harina de pescado se usa en la alimentación animal, y cuando se detuvo la producción de La Gaviota, fue reemplazada por importaciones de harina de soja más caras pagadas en dólares.
Las sanciones de Estados Unidos han provocado que las ganancias en moneda extranjera de Venezuela caigan en un 99%. El impacto de estas sanciones va mucho más allá de la mera economía; han tenido un “efecto devastador en toda la población de Venezuela”, según un informe de un relator especial de Naciones Unidas.
“El mayor impacto que han tenido las sanciones en mi vida [y la de mi familia] es la destrucción de la normalidad, de nuestra realidad cotidiana, de la rutina que teníamos como familia”, explica Requena. Describe haber pasado días haciendo cola para comprar gasolina en 2019. Gran parte de la familia de su esposa ha abandonado el país en busca de mejores oportunidades. “Esto ha sido causado por las sanciones”, agrega.
El EPO se organizó formalmente después de la experiencia en La Gaviota, pero sus raíces se remontan más atrás. Entre 2008 y 2014, los trabajadores tomaron el control de tres empresas en el remoto Estado de Bolívar, donde se encuentra gran parte de la capacidad de fabricación de Venezuela. Estas plantas dejaron de producir cuando los propietarios comenzaron a desinvertir y planearon liquidar activos y realizar despidos masivos. En respuesta, los trabajadores ocuparon las fábricas, reiniciaron la producción y finalmente se les otorgó el reconocimiento legal como empresas administradas por los trabajadores después de prolongadas batallas judiciales.
Habiendo salido victoriosos de esta lucha, Requena y otros de estas tres empresas buscaron cómo ayudar a los trabajadores de todo el país a hacer lo mismo. Considera que el trabajo que está realizando el EPO es un paso para contrarrestar el impacto de lo que él identifica como una guerra híbrida liderada por Estados Unidos contra Venezuela con el objetivo de desestabilizar el Estado y polarizar la sociedad.
“El papel del EPO en esta guerra híbrida es contribuir a organizar al pueblo venezolano para neutralizar estos intentos de desestabilización del Estado y fortalecer la infraestructura productiva de las comunas”, dice. Son estratégicos en sus esfuerzos y han priorizado tres sectores para trabajar: producción de alimentos, distribución de gas natural y refinación de hidrocarburos.
Hasta la fecha, el EPO ha llevado a cabo 14 de lo que denominan “batallas productivas”, que es “una intervención directa en el proceso productivo de una unidad de trabajo paralizada o semiparalizada por equipos de trabajadores”. Nueve de los 14 han estado en sus sectores prioritarios. Esto incluye el Complejo de Refinería de Paraguaná, el tercer complejo de refinería de petróleo más grande del mundo, donde ayudó a aumentar la capacidad de procesamiento de aditivos de petróleo crudo y gasolina. Otra empresa es Nutrivida, que produce una bebida para niños fortificada con vitaminas y minerales. Esta bebida se proporciona a un plan de alimentación escolar administrado por el gobierno que alimenta a 4,6 millones de niños. “Estos sectores están íntimamente ligados a [asegurar] el bienestar de los venezolanos, y eso es lo que la guerra híbrida está tratando de romper”, explica Requena.
Destaca también el trabajo realizado en El Maizal, una de las comunas más grandes de Venezuela, donde 3.200 familias participan en democracia directa para tomar decisiones sobre su comunidad y sus negocios. Esto incluye la granja industrial controlada por trabajadores más grande del país. Allí, el EPO instaló congeladores para almacenar carne de cerdo y aumentó la capacidad de la granja para plantar y cosechar.
“Si ellos [Estados Unidos] quieren fragmentar nuestras industrias, debemos fortalecerlas. Si no nos dejan importar, debemos producir aquí, crear aquí, diseñar aquí, fabricar aquí ”, apunta Requena. Está convencido de que las sanciones y amenazas de Estados Unidos continuarán, al tiempo que expresa confianza en que el pueblo venezolano pueda superar las dificultades que enfrenta.
Para él, la mayor victoria en La Gaviota no fue el reinicio de la producción, sino el impacto en los trabajadores de la empresa. “La gente se ha sentido conmovida por sus experiencias con nosotros porque entienden que la sociedad se puede transformar”, señala. Después de dos años de presentarse a trabajar y no poder producir, los trabajadores de La Gaviota estaban desmoralizados y escépticos con Requena y sus compañeros. Al tercer día, después de ver todo lo que se hacía a través de la autogestión y a pesar de los escasos recursos, los trabajadores comenzaron a compartir la visión del EPO de ganar las “batallas productivas” en Venezuela. Una vez que el EPO reparó el equipo de harina de pescado, los trabajadores se encargaron de reparar la picadora de sardinas y la máquina enlatadora.
A medida que continúe la guerra híbrida contra Venezuela, dependerá de la gente común, trabajando en conjunto, mitigar sus peores impactos.
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