PANDEMIA: El éxito de China en la contención del virus debería hacer reflexionar a Occidente
La respuesta de China a la pandemia: «Que no cunda el pánico, ¡somos chinos!»
GIANCARLO ELIA VALORI / MODERN DIPLOMACY
El profesor Giancarlo Elia Valori es economista y empresario italiano.
En Europa, Estados Unidos y América del Sur, se está extendiendo la temida segunda ola de la epidemia de Covid-19. En Italia, el Gobierno ha decidido delegar en los Gobernadores de las Regiones la facultad de implementar medidas para imponer restricciones por un Estado de emergencia que se viene produciendo desde el pasado mes de marzo y parece obligado a acompañarnos también en los próximos meses. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una frase ominosa y preocupante, “toque de queda”, ha reaparecido en los comunicados oficiales y en las noticias.
Durante los próximos días, en las Regiones de Campania (al sur, con capital en Napóles) y Lombardía (al noreste, con capital en Milán) estará prohibido circular por las calles de 23:00 a 05:00, mientras que se restringirá la compra de alcohol y los horarios de apertura de centros comerciales, bares y restaurantes. Sólo para completar un escenario cada vez más trágico, el pasado 20 de octubre, el ministro de Salud italiano, Roberto Speranza, instó a los italianos a «quedarse en casa el mayor tiempo posible» en un encierro voluntario que parece ser un preludio a la adopción de medidas que podrían devolvernos a la situación de la primavera pasada cuando hubo un daño social y económico incalculable.
Los toques de queda, los encierros, los cierres selectivos o generalizados son ahora una práctica común también en Francia, Gran Bretaña, Irlanda y España que, como Italia, han sufrido el devastador impacto económico de la primera ola y podrían caer de rodillas por la nueva emergencia pandémica.
Mientras tanto, en China…
En esta coyuntura tenemos que hacernos una pregunta: ¿qué pasó y qué está pasando en el país donde empezó todo? ¿Cómo van las cosas en China, dado que en nuestros medios, obsesivamente centrados en los problemas internos, se mencionan sólo de manera superficial y de pasada?
“China is Near” era el título de una película de 1967 dirigida por Marco Bellocchio, que evocaba la imparable expansión del pensamiento maoísta. Hoy hay que decir que “China está muy lejos”, encapsulada en los estereotipos desarrollados por la cultura occidental, que nos impiden analizar seriamente su evolución política, económica y social y, sobre todo, sacar lecciones del modelo político y sanitario que ha permitió a China salir de la emergencia del Covid-19 con la cabeza bien alta.
El pasado 22 de septiembre, en un discurso inflamado -como es habitual- en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Trump acusó a China de ser responsable «de la propagación de esta plaga por todo el mundo» y -para subrayar aún más el concepto- se refirió al coronavirus como un «virus chino». En el mismo foro, el presidente chino, Xi Jinping, instó sobriamente a todos los países afectados por la epidemia a seguir el ejemplo de su país y «acatar las indicaciones de la ciencia sin intentar politizar el problema».
Las cifras demuestran claramente que el modelo chino es importante y digno de atención.
En China, donde todo comenzó en diciembre de 2019, en una población de alrededor de 1.400 millones de habitantes, la epidemia de Covid-19 ha causado hasta ahora 4.739 muertes de entre 90.604 enfermos.
En EEUU durante el mismo período, con una población que es aproximadamente una quinta parte de la de China, se registraron 7.382.194 casos de infección que provocaron la muerte de 209.382 personas (datos proporcionados por la revista médica inglesa, The Lancet, del 8 de octubre de 2020).
Gran Bretaña, con una población veinte veces menor que la población china, tuvo que lidiar con cinco veces más infecciones que China y diez veces más muertes.
Estas son las cifras del pasado 20 de octubre, referidas al conjunto de China: 19 casos de enfermedad, todos importados del exterior. Se mantuvieron en observación 24 infecciones asintomáticas y 403 casos con resultado positivo. Todos, excepto uno, importados del exterior (!). ¡Cifras que, como se puede observar, son globalmente más bajas que las registradas desde el comienzo de la emergencia en una sola región italiana!
Frente a estas cifras, parece difícil eludir una pregunta simple y doble: ¿cómo pudo China combatir la epidemia y mantenerla bajo control? ¿Por qué no seguimos su ejemplo basándonos en su experiencia?
China fue acusada de responder tarde al primer brote de la epidemia en diciembre de 2019 y notificar tarde a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre un nuevo brote. Ambas acusaciones son completamente falsas.
Tras el brote del nuevo virus a finales de diciembre, los científicos chinos el 10 de enero de 2020 aislaron e identificaron la secuencia del genoma del Covid-19, y unos días después, tras alertar a la OMS, las autoridades empezaron a tomar contramedidas.
China tenía planes de contingencia contra epidemias
China estaba preparada para la emergencia: dado que la epidemia de SARS, un virus similar al Covid-19, había causado algo más de 700 muertes en 2002, pero daños muy graves a la economía debido a la parada de vuelos, turismo y exportaciones, el gobierno había dado órdenes de preparar planes de contingencia precisos que se activarían con celeridad en caso de nuevas epidemias.
Esos planes, que no se prepararon y guardaron en un cajón, sino que se fueron actualizando y probando cuidadosamente, se activaron inmediatamente después de la primera alarma.
Con sus 12 millones de habitantes, en Wuhan -el epicentro de las primeras infecciones- se impuso de inmediato un bloqueo total, mientras que en el resto del enorme país se instó a la población (sin toques de queda ni estados de emergencia) a seguir la prevención más elemental y eficaz, y medidas de autoprotección: distanciamiento social, uso de máscaras y lavado frecuente de manos.
Mentalidad confuciana y autoridades competentes
Se ha dicho en Occidente que China ha reaccionado con tanta eficacia porque está gobernada por un régimen autoritario, pero de hecho, Confucio ha contado mucho más que Mao para los chinos. La filosofía social confuciana, que no ha cambiado en 71 años de gobierno comunista, con sus reglas básicas de respeto por el orden jerárquico natural, hace de los chinos un pueblo naturalmente educado, ordenado y disciplinado.
Baste recordar que desde el inicio de la nueva emergencia pandémica las protestas en Hong Kong han ido disminuyendo hasta desaparecer, mientras que en Europa asistimos a manifestaciones masivas con gente intransigente “sin máscara”.
Sin embargo, es la rápida respuesta de las autoridades políticas y sanitarias chinas la que está en la base del innegable éxito en la lucha contra la epidemia, al principio y luego para contenerla.
Como se indicó anteriormente, Wuhan fue inmediatamente aislada y sometida a un bloqueo total durante 76 días, mientras que se impusieron cierres selectivos en la provincia de Hubei. En todo el país, se establecieron 14.000 puestos de control de salud en los principales centros de transporte público y, dentro de las dos semanas desde el brote oficial de la pandemia, sólo en la ciudad de Wuhan se realizaron pruebas a 9 millones de habitantes.
Al ser uno de los principales productores y exportadores de equipos de salud, China no quedó desabastecida en términos de suministros hospitalarios y dispositivos de protección individual: en resumen, no tuvo crisis de falta de máscaras.
Mientras que en EEUU y Europa, a pesar del bloqueo, la gente no parecía inclinada a usar máscaras (el presidente Trump usó una máscara en público sólo en septiembre pasado), los chinos inmediatamente siguieron las pautas de las autoridades con un gran sentido de disciplina.
Todas las cámaras de seguridad municipales se «convirtieron» para controlar el uso de máscaras por parte de los ciudadanos, mientras que drones equipados con altavoces volaron sobre todas las áreas del enorme país para verificar el cumplimiento de las reglas por parte de los habitantes.
La agencia estatal Xinhua publicó las imágenes tomadas por un dron en Mongolia Interior, que muestran a una asombrada señora mogol cuando era reprendida por el dron que decía: «Hola señora, no puedes andar sin una máscara. Póntela de inmediato y cuando vuelvas a casa recuerda lavarte las manos”. Probablemente los medios bordaron un poco el episodio, pero ciertamente en China no fueron testigos de la algarabía veraniega que tuvo lugar en Roma, Nápoles o Milán, que está en la base de los muchos problemas a los que nos enfrentamos actualmente. (N.de la E.: ¡y en España!)
El 5 de febrero de 2020 se inauguró el primer hospital Fangcang (hospital de campaña móvil) en Wuhan, una estructura prefabricada dedicada al tratamiento de personas no gravemente enfermas, mientras que los hospitales tradicionales estaban reservados para el tratamiento de personas gravemente enfermas.
El uso de los hospitales Fangcang (se construyeron decenas de ellos) permitió limitar la permanencia en casa de personas con síntomas leves, pero que eran fuentes de contagio dentro de sus familias, lo contrario de lo que está sucediendo en Italia donde a las personas con síntomas leves se les recomienda que se queden en casa. (N.de la E.: y en España, donde los enfermos reciben instrucciones de permanecer en casa “hasta que no puedas respirar”, “hasta que sientas que te ahogas como nunca antes”, de manera que sólo reciben tratamiento cuando ya han desarrollado síntomas graves de la enfermedad, -los médicos chinos han destacado que es fundamental el tratamiento en los 3 o 4 primeros días de la infección- y al permanecer en casa son una fuente de contagio de sus familiares, que siguen haciendo vida normal sin saber sin son portadores asintomáticos con la consiguiente propagación del virus. Por otra parte no falta la gente irresponsable entre los afectados por síntomas leves, que no guardan la cuarentena, ya que no hay ningún sistema efectivo de control. Y la lista de insensateces sería larguísima de explicar, pero queda bien reflejada en la situación que presenta España).
La red de hospitales Fangcang ofreció 13.000 camas y fue desmantelada a partir del 10 de mayo de 2020, cuando finalizó la primera ola de la epidemia en China y no fue seguida por una segunda ola. Para evitar una segunda ola, si bien las autoridades chinas han relajado los controles internos, han tomado medidas muy estrictas de control para los que vienen del extranjero.
En un momento en que en España e Italia los controles a los viajeros entrantes son prácticamente irrisorios, en China todos aquellos que entran al país, por el motivo que sea, están sujetos a pruebas y cuarentena estrictamente controlada.
En esencia, China primero ha combatido y luego controlado la propagación de la epidemia de Covid-19, con medidas drásticas pero racionales y sobre todo comprendidas y aceptadas por una población educada en los valores de Confucio en el respeto de las jerarquías y la disciplina. China puede ser actualmente un ejemplo para el resto del mundo y está ahí para testificar que con medidas estrictas pero inteligentes, incluso las situaciones más peligrosas pueden abordarse con éxito.
Es un ejemplo que debe estudiarse y seguirse sin la típica arrogancia del “hombre blanco”, considerando también un hecho importante: mientras la economía de Italia y la de sus socios europeos apenas crece, la tasa de crecimiento del PIB de China este año es un 4,9% superior al del año pasado.
Hay mucho que aprender de China tanto en términos de manejo de una emergencia sanitaria como en términos de protección del sistema económico.
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