ESPAÑA: Las élites se van de fiesta en pleno Estado de alarma que restringe las reuniones

Cuatro ministros, entre ellos el de Sanidad, acuden a una gala multitudinaria, cuando las restricciones limitan las reuniones a 6 personas
El lunes de esta semana, un diario digital de derechas celebró su quinto aniversario con una concurrida cena de gala para el establishment, en la cual entregó premios a empresarios de las mayores compañías españolas, a militares, y a deportistas del Rel Madrid. Hasta ahí, todo entraría dentro de la rancia tradición española, si no fuera porque desde el día anterior España estaba en Estado de alarma por la segunda ola de Covid-19, con restricciones a 6 personas en la concurrencia a reuniones sociales públicas o privadas.
El Estado de alarma fue decretado el domingo 25 de octubre en un Consejo de Ministros extraordinario. La situación sanitaria es tan grave que el Ejecutivo quiere que dure hasta el 9 de mayo de 2021, es decir 6 meses. El presidente del Estado español Pedro Sánchez, en una comparecencia anunciando la medida , con expresión severa, advirtió a los ciudadanos que si no eran responsables en el cumplimiento de las restricciones, se impondría un confinamiento estricto como el del pasado marzo. Sánchez instó a los ciudadanos a reducir al máximo todos los contactos sociales y recomendó a la gente a quedarse en casa «todo lo que sea posible». La medida excepcional viene acompañada de un toque de queda entre las 23:00 y las 6:00 horas. Según datos que maneja el gobierno las reuniones sociales nocturnas -cuyo protagonismo, autoridades y medios de comunicación atribuyen a los jóvenes– disparan los contagios en un 30%.
Durante el confinamiento nocturno, las salidas sólo están justificadas para adquirir medicamentos o artículos de primera necesidad; asistir a centros médicos o veterinarios por motivos urgentes; ir a trabaja; regresar al domicilio habitual después de realizar alguna de las actividades autorizadas; para la asistencia a mayores, menores, personas dependientes, o con discapacidad; repostaje en gasolineras cuando sea necesario para alguna de las actividades anteriores; por causa de fuerza mayor debidamente acreditada.
Otra de las medidas es la limitación a 6 personas como máximo, en las reuniones en espacios públicos o privados, salvo que se trate de convivientes. También está limitado el aforo en los lugares de culto.
A la gala multitudinaria organizada por el digital de derechas cuando ya estaban en vigor las restricciones impuestas por el Estado de alarma, asistieron 4 ministros del gobierno de Sánchez: la responsable de Defensa, el titular de Justicia, el de Cultura y -en el colmo de la incongruencia- el ministro de Sanidad. Tampoco se perdieron la cena los líderes del Partido Popular y de Ciudadanos; la portavoz del PP en el Congreso; la diputada y vicesecretaria de política social del PP; el secretario general del PP; el vicesecretario de comunicación del PP; el portavoz adjunto de Ciudadanos en el Congreso; los presidentes de las comunidades autónomas de Madrid, Castilla-La Mancha y Murcia (todos del PP); el alcalde y la vicealcaldesa de Madrid (también del PP); y la Fiscal General del Estado.
No había representantes de Podemos, ni de Vox (todo debe decirse).
Ante la enorme indignación expresada por los ciudadanos en las redes sociales, de las cuales se han hecho eco la mayoría de los medios, la ministra socialista portavoz del gobierno María Jesús Montero -médico y con una larga experiencia en gestión sanitaria, por cierto- ha querido zanjar la polémica señalando en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del día siguiente, que «el evento contó con las garantías». (?)
Hasta que no se demuestre lo contrario, 150 -ese fue el número de los congregados- es una cifra mayor que 6 (máximo de personas no convivientes que pueden reunirse) y la medida no señala ninguna excepción basada en la «buena ventilación del local» o sus «grandes dimensiones», como ahora argumentan algunos miembros del gobierno. Si esa reunión, no la hubiera organizado el establishment, se hubiera presentado la policía a disolverla, identificar a los presentes y aplicarles las correspondientes sanciones previstas por las leyes.
Cuando se está bajo el Estado de alarma , en caso de que los infractores en el cumplimiento de las medidas sean cargos públicos, pueden ser suspendidos de inmediato de sus funciones. Es lo que dice la ley, pero obviamente, esto es España y a nadie se le ha hecho rendir cuentas.
El ministro de Sanidad ante el alud de críticas que dejaron su credibilidad por el suelo, dijo que los ciudadanos tienen razón y que deberían evitarse estos eventos, «aunque cumplan las normas de seguridad«. Si el ministro de Sanidad no es capaz de reflexionar por si mismo estas cosas a priori, el futuro se pesenta muy negro. Además está demostrando que carece de capacidad para comprender por si mismo, ni tampoco el gobierno, según parece, el alcance de las medidas que ellos mismos han tomado. Salvo que hayan escrito con tinta invisble, que las élites quedan eximidas de cumplirlas en los mismos términos que la plebe.
El ministro de Sanidad ni siquiera recurrió al «lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir», frase acuñada para la posteridad por el ex Jefe de Estado cuando se descubrió que había ido a cazar elefantes a Botswana con su compañera sentimental, mientras España se hundía en la crisis económica.
Sánchez con el Papa: todos sin mascarillas ni distancia de seguridad

El escándalo de las élites de fiesta saltándose las restricciones del Estado de alarma vigente, llegó sólo dos días después de que la ciudadanía hubiera contemplado asombrada las fotos de otro evento. En este caso fueron las fotos de la audiencia del presidente del Estado y la delegación española con el Papa en el Vaticano. Ni los anfitriones ni los invitados llevaban la mascarilla puesta y tampoco han respetado la distancia de seguridad.

En este caso, el gobierno español ha dicho que el responsable es el protocolo del Vaticano, que les exigió retirarse las mascarillas. Si es así, pésimamente hecho por parte de los encargados vaticanos del protocolo, que están ayudando a la propagación del virus y dando mal ejemplo a la ciudadanía de Occidente.
Una imagen y una actitud muy distintas de las que ofrecieron el presidente Xi Jinping y todas las autoridades de China durante las restricciones en su país: todos de rigurosa mascarilla, y bien puesta, en todo momento. Tanto dentro del país como cuando el presidente Xi Jinping acudía a visitas en el exterior.
En los 9 meses de pandemia la clase dirigente europea no ha aprendido aún ni a colocarse correctamente la mascarilla, o lo que es peor, a tener la disciplina de usarla o a comprender la necesidad de hacerlo. Así nos va.
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