ISRAEL – CONFINAMIENTO: Netanyahu combate la epidemia de manifestaciones en su contra
Desde ayer los israelíes tienen prohibido alejarse más de un kilómetro – unas 10 calles- de sus domicilios para asistir a una manifestación. Además, el gobierno del primer ministro Netanyahu declaró un «estado de emergencia especial» que le permitiría restringir aun más este límite de desplazamiento a los manifestantes. También está prohibido manifestarse para protestar dentro de los vehículos particulares formando caravanas. En opinión de mucho expertos en Israel, por muy alto que fuera el nivel de los contagios, no está justificado un paso tan extremo. Netanyahu intenta así terminar con las manifestaciones frente a su residencia que desde hace tres meses, no dejan vivir en paz a su familia, quienes le han exigido que acabe con las mismas. Un brigadier general retirado, líder de uno de los grupos de protesta contra el primer ministro, que fue detenido manifestándose contra la promulgación de la nueva ley, declaro: «Este es el último paso antes de caer en un Estado completamente fascista».
El gobierno aprueba una ley que limita las protestas durante el confinamiento

Junto con la legislación que prohíbe a los manifestantes viajar a más de un kilómetro de sus hogares para asistir a una manifestación, se declaró un ‘Estado de Emergencia Especial»
El miércoles 29 a primera hora de la mañana, el Parlamento del Estado de Israel aprobó una enmienda a la Ley sobre coronavirus del gobierno que prohibe a los manifestantes viajar a más de un kilómetro de sus hogares para asistir a una manifestación.
La enmienda se produjo luego de llegar un compromiso entre el Likud (formación política a la que pertenece Netanyahu) y Kahol Lavan («Azul y Blanco», coalición política liderada por el Ex jefe de Estado Mayor del Ejército Benny Gantz) con respecto a la rigurosidad de las nuevas medidas, y Netanyahu suavizó su propuesta inicial del viernes pasado a cambio de poder restringir las las protestas.
Además se declaró un «Estado de Emergencia Especial», que el gabinete ministerial deberá ratificar tres veces por semana. La declaración de Estado de Emergencia y su prórroga serán llevadas al Comité de Constitución, que podrá revocarlo de forma retroactiva.
Un Estado de Emergencia Especial no permite que el gobierno prohíba por completo las ceremonias religiosas o las protestas, pero puede limitar el número de participantes en tales reuniones. Además, autoriza al gobierno a limitar aún más el desplazamiento de los manifestantes más allá del radio de un kilómetro, establecido en este momento,
El martes por la noche, el Ejército israelí decidió no colocar más soldados en los puestos de control policiales para ayudar a hacer cumplir el cierre en Jerusalén. El ministro de Defensa dijo que colocar tropas en los controles policiales cerca de las manifestaciones es un «error que no se repetirá».
El pasado martes, los activistas que viajaban para protestar contra la enmienda que prohibiría las manifestaciones a más de un kilómetro del domicilio su casa, tuvieron altercados con soldados que estaban apostados cerca del Parlamento, lo que retrasó a algunos de los manifestantes. Testigos presenciales indicaron que en realidad fue la policía la que enfrentó a los manifestantes, pero la presencia de soldados en los controles provocó críticas.
El portavoz del Ejército emitió un comunicado diciendo que los soldados «no están autorizados para realizar ningún tipo de aplicación de la ley sobre la población civil».
El lunes de esta semana, los manifestantes se concentraron frente a la casa de los líderes de la coalición «Azul y Blanco» socia de gobierno, y frente a la casa del ministro de Salud.
Durante los debates del martes en el Parlamento, cientos de manifestantes se reunieron afuera para oponerse a la legislación, y tres de ellos fueron arrestados por la policía. Los manifestantes calificaron el proyecto de ley como «una ley antidemocrática al servicio de Netanyahu». Muchos de ellos llegaron en una caravana de coches, lo que provocó un atasco del tráfico en Jerusalén. Algunos se enfrentaron con la policía, que anteriormente había quitado un cartel de protesta colgado en las puertas de la oficina cercana del Ministerio de Finanzas.
Una de las tres personas detenidas, fue el brigadier general retirado Assaf Agmon, líder del grupo de protesta «En Matzav» («De ninguna manera»), que dijo que sufrió un trato violento. «Vinimos a manifestarnos contra la posibilidad de que se promulgara una ley que ya no permitiría manifestaciones en el Estado de Israel», dijo a Haaretz. «Este es el último paso antes de caer en un Estado completamente fascista».
El partido Likud del primer ministro Benjamin Netanyahu, incluso había exigido previamente unas restricciones mayores a la legislación de emergencia por el coronavirus, pero el Parlamento no las ratificó. Las restricciones incluían la prohibición de todas las manifestaciones en todo el país «para frenar el aumento de las infecciones por coronavirus». Después de que su proyecto no fuera aprobado en el Parlamento, Netanyahu anunció y luego se retractó, de un plan para detener las manifestaciones a través de regulaciones de emergencia, una medida que la coalición «Azul y Blanco» vetó y el Fiscal General descalificó por motivos legales.
El lunes por la noche, una fuente del Likud dijo que el partido estaba considerando retirar cuatro propuestas de restricciones más estrictas, para conseguir que su socio de gobierno, la coalición «Azul y Blanco» apoyara restriciones que incluirían frenar las protestas.
El martes 29 al mediodía, el Comité de Constitución, Derecho y Justicia de Parlamento israelí aprobó el proyecto de ley.
El Comité de Constitución rechazó la enmienda del legislador de Yesh Atid (partido laico de centro) , Yoav Segalovitz, que pidió que se permitieran las caravanas de protesta.
Netanyahu libra una guerra santa contra las protestas
Asfixiar la economía de Israel tendrá un alto precio, y la violación de los derechos civiles se hará sentir mucho después de que el virus sea historia.
AMOS HAREL / HAARETZ
La consulta que celebró el primer ministro Benjamin Netanyahu el martes por la noche concluyó con una serie de decisiones sustantivas. El día anterior, tras el final del receso de Rosh Hashaná, Israel entró en un nuevo bloqueo, a la luz del fuerte aumento en el número de portadores confirmados del coronavirus.
Los responsables del sistema de salud expresaron su preocupación por un nuevo aumento de los contagios por la asistencia de miles de personas a los servicios religiosos de Yom Kippur (Día del Perdón) en las sinagogas. Y Netanyahu volvió a plantear el tema de las protestas en su contra. El Ministro de Exteriores, miembro de la formación política «Azul y Blanco» presentó una propuesta para un formato que impondría ciertas restricciones durante el cierre, tanto en los servicios religiosos como en las manifestaciones.
Los equipos de expertos trabajaron toda la noche para formular recomendaciones, que incluían la asignación de cuatro metros cuadrados a cada manifestante.
El miércoles por la mañana, todo se puso patas arriba. Netanyahu sostuvo otra consulta telefónica, con ministros del gabinete, asesores legales y funcionarios del Ministerio de Salud, antes de una reunión de la Comisión del coronavirus ese día al mediodía.
“Necesitamos declarar el Estado de emergencia en el país”, afirmó el primer ministro al inicio de la conversación. Los ministros se quedaron atónitos. La incidencia de enfermedades, por muy alta que sea, no justificaba un paso tan extremo, además de que la idea ni siquiera se había planteado en las discusiones anteriores.
El Fiscal General puso objeciones. Israel ya se encuentra en un estado médico de emergencia de acuerdo con la Ley del Coronavirus, señaló. Netanyahu no estaba convencido. Alguien también le señaló que la Ley de Policía contiene una cláusula más estricta, según la cual se podría declarar el «desastre nacional». Pero el primer ministro buscó imponer medidas de máxima restricción hasta el punto de un cierre estricto del país.
El giro de Netanyahu se produjo a raíz de las conversaciones que mantuvo durante la noche con los miembros de su familia, que están enloqueciendo con las manifestaciones frente a la residencia oficial.
Y en segundo lugar, a pesar de sus negaciones, las manifestaciones también ocupan al propio Netanyahu día y noche. Escandalosamente, es la lucha contra el movimiento de protesta la que ahora guía sus decisiones en una crisis que está causando un daño incalculable a la economía y el orden social israelíes.
Netanyahu tampoco se conforma con imponerle al país la narrativa de que detener las manifestaciones es comparable a reducir la escala de los servicios religiosos durante las fiestas judías. Impulsó esa comparación inaceptable a pesar de que las oraciones tienen lugar en espacios cerrados y abarrotados y son atendidas por un número mucho mayor de personas, incluidas las comunidades haredi (ortodoxos estrictos) que tienen las tasas de morbilidad por coronavirus más altas en Israel.
El primer ministro se encuentra ahora en medio de una yihad contra las protestas, aunque para eso es necesario imponer un bloqueo estrangulador en toda la economía, una medida que el ministro de Finanzas dice que le costará al país miles de millones de dólares.
El ministro de Finanzas y legislador del Likud, Yisrael Katz, no fue invitado a la consulta previa y, para su sorpresa, se enteró del plan de Netanyahu en la reunión de la Comisión del coronavirus que se celebró a continuación, pero su objeciones fueron débiles.
Las decisiones que se aprobaron el jueves por la mañana incluyeron un cierre de la actividad económica de dos semanas, excepto para actividades esenciales, la interrupción casi total del transporte público y restricciones de gran alcance en las ceremonias religiosas y manifestaciones.
La Comisión del coronavirus dedicó gran parte de su tiempo al tema de las manifestaciones. En vano se opusieron altos cargos de los ministerios de Justicia, Salud y Finanzas a la medida impulsada por el primer ministro, ni sirvieron sus advertencias sobre daños irreversibles a la economía o al sistema democrático del país.
“Es como una película de Hollywood sobre alguien que se aferra al poder por todos los medios que puede. Una sola persona está enviando a todo un gobierno, a todo un país, al borde del abismo «, dijo uno de los participantes en la reunión.
Según las informaciones que salen de las reuniones, Netanyahu está operando como una apisonadora, sin restricciones. El primer ministro está infundiendo miedo a sus ministros, a su partido Likud y a su socio de gobierno, la coalición «Azul y Blanco».
Netanyahu Levanta la voz, golpea la mesa, desgasta a los oponentes con largas discusiones y hablando con cada uno de ellos, durante los descansos.
Los ministros de la coalición «Azul y Blanco, socios de gobierno, a pesar de su buena voluntad, no pueden hacer frente a la sofisticación de Netanyahu. La única persona que se opone eficazmente a él desde dentro de su propio partido es la joven diputada Yifat Shasha-Biton (1973).
Repitiendo su enfoque del comienzo de la crisis, Netanyahu ha vuelto a las tácticas de miedo. Insiste en hablar de lo que sucedió en Italia y España. “Debería haber vuelto al confinamiento general cuando había mil personas enfermas al día, o cuando había dos mil” .
Sin pestañear, el Estado ahora está aplicando a sus ciudadanos las reglas que ha aplicado brutalmente contra los palestinos en los territorios durante más de 50 años.
Incluso aquellos que pensaron, que los manifestantes ante la residencia del primer ministro deberían considerar en autoimponerse restricciones durante el encierro, ahora ya no opinan lo mismo, después de este ataque librado por la familia presidencial y sus fieles seguidores. El vocero de Netanyahu en el Parlamento acusó a los manifestantes de «estar felices» con que haya «7.000 personas enfermas» a día, y en una entrevista de Army Radio, afirmó que «quieren provocar el caos y la destrucción».
Mucho después de que el virus esté contenido, todavía se sentirá el duro golpe a los derechos civiles. No está claro si habrá un camino de regreso.
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