FUNDACIÓN GATES EN ÁFRICA: 14 años de programas agrícolas han empobrecido aún más a los campesinos

El proyecto de mil millones de dólares de la Fundación Gates ha empobrecido más a los pequeños agricultores africanos

TIMOTHY A. WISE / CLIMATE & CAPITALISM

Timothy A. Wise es investigador principal del Instituto de Medio Ambiente y Desarrollo Global de la Universidad de Tufts, en Massachusetts. Es autor de «Comer mañana: el agronegocio. Los agricultores familiares y la batalla por el futuro de los alimentos» (New Press, 2019).

Hace catorce años, la Fundación Bill y Melinda Gates, y la Fundación Rockefeller lanzaron la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA) con el objetivo de llevar al continente a su propia Revolución Verde en productividad agrícola. Con semillas, fertilizantes y pesticidas comerciales de alto rendimiento, el AGRA finalmente estableció el objetivo de duplicar la productividad y los ingresos en 2020, para 30 millones de hogares de pequeños productores agrícolas, y reducir a la mitad la inseguridad alimentaria en 20 países.

Según un nuevo informe elaborado por un grupo plural de la sociedad civil, basado en parte en el documento «El AGRA está fallando en sus propios términos», no ha habido un aumento de la productividad.

Muchos cultivos nutritivos y resistentes al clima han sido desplazados por la expansión de cultivos introducidos como el maíz. Pero incluso donde la producción de maíz ha aumentado, los ingresos y la seguridad alimentaria apenas han mejorado para los supuestos beneficiarios del plan AGRA, que eran los hogares de los pequeños agricultores. El número de personas desnutridas en los 13 países donde se desarrolló el AGRA ha aumentado un 30% durante la campaña de la Revolución Verde tan bien financiada por las Fundaciones.


“Los resultados del estudio son devastadores para el AGRA y los profetas de la Revolución Verde”, dice Jan Urhahn, experto agrícola de la Fundación Rosa Luxemburgo, entidad que financió la investigación que se publicó el 10 de julio pasado, con el título de «Falsas promesas: La Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA)»

Récord de fracasos

Como expone el documento «Fallando a los agricultores de África: una evaluación del impacto de la Alianza para una Revolución Verde en África», el AGRA ha recibido casi mil millones de dólares en contribuciones, la gran mayoría de la Fundación Gates, pero con aportaciones significativas de gobiernos donantes, incluidos Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y otros países. El AGRA ha otorgado más de 500 millones de dólares en subvenciones para promover su visión de una agricultura africana «modernizada, libre de su tecnología limitada y bajos rendimientos».

La campaña ha sido reforzada con grandes desembolsos financieros por parte de los gobiernos africanos, gran parte de ellos en forma de subsidios a los agricultores para que compraran las semillas y fertilizantes que promueve el AGRA. Se ha estimado que estos programas de subsidios brindan hasta mil millones de dólares por año en apoyo directo para la adopción de dicha tecnología.

El AGRA ha sido controvertido desde el principio. Muchos grupos de agricultores del continente se opusieron activamente a la iniciativa, señalando los impactos ambientales y sociales negativos que tuvo la primera Revolución Verde en Asia y en Latinoamérica. Desde que el AGRA se creó, científicos y líderes mundiales han ganado una mayor conciencia de las limitaciones que tienen los sistemas agrícolas intensivos en cuanto a insumos, en particular en relación con el cambio climático.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU en 2019 documentó las muchas formas en que la agricultura industrializada contribuye al cambio climático, y pidió cambios profundos para mitigar y ayudar a los agricultores a adaptarse a las alteraciones climáticas.

Sorprendentemente, a medida que el AGRA llega a la fecha límite del programa en 2020, la organización no ha publicado una evaluación general de los impactos de sus programas en cuanto a número de hogares de pequeños agricultores a los que se llega, o las mejoras en sus rendimientos e ingresos familiares o su seguridad alimentaria, ni tampoco hacen referencia a si han conseguido sus metas o al progreso de las mismas. Tampoco ha publicado ningún informe la Fundación Bill y Melinda Gates, que ha proporcionado dos tercios de la financiación del AGRA.

Esta falta de rendición de cuentas representa un grave problema de supervisión para un programa que ha consumido tantos recursos y ha impulsado las políticas de desarrollo agrícola de la región con su narrativa de desarrollo agrícola intensivo en insumos impulsado por la tecnología.

Nuestra investigación busca llenar ese vacío de responsabilidad. Desafortunadamente, el AGRA rechazó nuestra solicitud de proporcionar datos de su propio seguimiento interno y evaluación del progreso. En ausencia de datos sobre los beneficiarios directos del AGRA, utilizamos datos a nivel nacional de 13 países donde se implementó el AGRA hasta 2018, sobre producción, rendimiento y área cosechada para la mayoría de los cultivos alimentarios importantes de la región, para evaluar hasta qué punto es cierto que los programas de la Revolución Verde aumentan significativamente la productividad.

También examinamos datos sobre la pobreza y el hambre para evaluar si hay indicios de que los ingresos y la seguridad alimentaria de los pequeños agricultores están mejorando en toda la región a niveles acordes con los objetivos del AGRA de mejorar el bienestar de los mismos.

No encontramos evidencia de que la productividad, los ingresos o la seguridad alimentaria estuvieran aumentando significativamente para los hogares de pequeños agricultores.

Específicamente, encontramos:

Poca evidencia de que el AGRA estuviera llegando a un número significativo de agricultores. Su último informe de progreso dice sólo que el AGRA había capacitado a 5,3 millones de agricultores en prácticas modernas, con “1,86 millones de agricultores que utilizan” dichas prácticas. Esto es vago y está muy lejos del objetivo declarado de duplicar la productividad y los ingresos de siete millones de agricultores directamente y otros 21 millones indirectamente.

No hay evidencia de aumentos significativos en los ingresos de los pequeños agricultores o en la seguridad alimentaria. Para los países donde se implementó el AGRA en su conjunto, ha habido un aumento del 30% en el número de personas que padecen hambre extrema desde que comenzó el programa, una condición que afecta a 130 millones de personas en los países del proyecto AGRA. Kenia, país sede del AGRA, experimentó un aumento en la proporción de personas que padecían desnutrición en los años de aplicación del programa.

No hay evidencia de grandes aumentos de productividad. Para los cultivos básicos en su conjunto, los rendimientos aumentaron solo un 18% en 12 años para los 13 países del programa AGRA. Incluso el maíz, fuertemente promovido por los programas de la Revolución Verde, mostró sólo un 29% de aumento del rendimiento, muy por debajo del objetivo del AGRA de duplicar la productividad, que hubiera sido un crecimiento del 100%.

Los subsidios a los insumos, proporcionados por los gobiernos africanos, ocupan un lugar mucho más influyente que los programas del AGRA, en la adopción de tecnología.

Es difícil encontrar pruebas de que los programas del AGRA tuvieran algún impacto significativo, si no hubiera habido subsidios tan importantes de los gobiernos africanos.

Incluso donde la producción aumentó, como en Zambia, casi triplicar la producción de maíz no produjo una reducción de la pobreza rural o el hambre. Los pequeños agricultores no se beneficiaron: la pobreza y el hambre se mantuvieron asombrosamente altos con el 78% de la población rural de Zambia en extrema pobreza.

Los incentivos de la Revolución Verde para cultivos prioritarios como el maíz, desplazaron cultivos tradicionales más nutritivos y resistentes al clima, como el mijo y el sorgo, erosionando la seguridad alimentaria y la nutrición de los agricultores pobres. La producción de mijo disminuyó un 24% y los rendimientos cayeron un 21% en los años del programa del AGRA.

No hay señales de «intensificación sostenible», que era el objetivo de aumentar de manera sostenible la producción en las tierras agrícolas existentes. Los impactos ambientales son negativos, incluida la acidificación de los suelos bajo el monocultivo con fertilizantes a base de combustibles fósiles. Los aumentos de la producción provienen más de los agricultores que cultivan nuevas tierras («extensificación») que de aumentos de la productividad. Ambas tendencias tienen implicaciones negativas en la mitigación y adaptación al cambio climático.

Ruanda: «El niño hambriento del cartel de África»

Ruanda, considerada en general una historia de éxito del AGRA gracias al aumento de la producción y los rendimientos del maíz, ilustra precisamente las fallas del AGRA. Las mejoras generales de la productividad en los cultivos básicos han sido débiles, mientras que el número de personas desnutridas ha aumentado un 15% en los años de aplicación del programa. La ex ministra de Agricultura de Ruanda, Agnes Kalibata, ahora dirige el AGRA y recientemente fue nombrada para dirigir una Cumbre Mundial sobre la Alimentación de la ONU planificada para 2021.

«El enfoque cuestionable del AGRA no puede proporcionar el impulso necesario para la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Sistemas Alimentarios», dice Stig Tanzmann, experto agrícola de Bread for the World y uno de los autores del informe. En cambio, esa Cumbre debería considerar activamente la agroecología y otros enfoques de bajo costo y bajos insumos, que han mostrado perspectivas mucho mejores a corto y largo plazo que las prácticas de la Revolución Verde de alto insumo.

Un estudio de la Universidad de Essex examinó cerca de 300 grandes proyectos de agricultura ecológica en más de 50 países pobres y documentó un aumento promedio del 79% en la productividad con costos decrecientes y mayores ingresos. Estos resultados superan con creces los del AGRA.

“En vista de los resultados del estudio, el gobierno alemán debe cambiar de rumbo inmediatamente y utilizar la agroecología y el derecho humano a la alimentación como brújula para su política”, según Lena Bassermann, co- autora del informe y experta agrícola de la organización de desarrollo INKOTA, una de las organizaciones que solicitan al gobierno alemán que se retire del AGRA.

“El AGRA es un círculo vicioso que lleva a los pequeños productores de alimentos a una pobreza  cada vez mayor, destruyendo sus recursos naturales”, dice Mutinta Nketani, especialista agrícola de PELUM Zambia y autora del estudio de caso del informe sobre Zambia. Como deja claro el informe, a medida que el AGRA llega a su fecha límite de 2020, es hora de que los gobiernos africanos y la comunidad de donantes cambien de rumbo.

El informe recomienda que: “los gobiernos donantes retiren su financiación del AGRA y la trasladen a programas que ayuden a los pequeños agricultores, en particular a las mujeres, a desarrollar prácticas agrícolas ecológicamente sostenibles y resistentes al clima, como la agroecología, que es cada vez más reconocida y apoyada por la FAO y la comunidad internacional de donantes. Y que “los gobiernos africanos se retiran del  AGRA y otros programas de la Revolución Verde, incluidos los programas de subsidio de insumos, y hagan la transición de sus programas de desarrollo agrícola hacia una gama más sólida de políticas que responden a las necesidades expresadas por los pequeños agricultores”.

Como indicó el ex Director General de la FAO, José Graziano da Silva, “Necesitamos promover un cambio transformador en la forma en que producimos y consumimos alimentos. Necesitamos impulsar un sistema alimentario sostenible que ofrezca alimentos saludables y nutritivos, y que también preserve el medio ambiente. La agroecología puede ofrecer varias contribuciones a este proceso”.