UNA TRAGEDIA A LAS PUERTAS: Crisis del capitalismo global, resurgir del fascismo y catástrofe climática

El Dr. Ingar Solty es un científico social alemán especializado en Economía política internacional, Sociología y Teoría política. Es miembro del Instituto de Teoría Crítica de la Universidad Libre de Berlín y asesor en Política Exterior, Paz y Seguridad en el Instituto de Análisis Social de la Fundación Rosa Luxemburgo en Berlín. En una extensa entrevista, el Dr. Solty, a partir del caso de la Alemania actual, analiza el ascenso del neofascismo mundial, define la situación del mundo como una crisis global de seis niveles, cada uno de ellos capaces de barbarizar a la sociedad y plantea cuáles serían las claves para construir un bloque contrahegemónico para tener posibilidades de frenar la llegada al poder de la ultraderecha. Solty dice que está firmemente convencido de que si no se hacen reformas profundas globales que ofrezcan un modelo de sociedad que incluya a todos, el surgimiento de la extrema derecha será imparable. Además, la tarea es urgente, porque señala que no nos queda mucho tiempo antes de la crisis del capitalismo global, el surgimiento mundial de la ultraderecha y la inminente catástrofe climática, que nos llevará a una especie de barbarie que puede empequeñecer las barbaridades de las tres grandes crisis del capitalismo pasadas: la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y el giro neoliberal.
Las raíces liberales del neofascismo alemán
El Dr. Ingar Solty es entrevistado por Darko Vujica de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Sarajevo.
Darko Vujica: En 2021, terminará el cuarto y último mandato de Angela Merkel como canciller de Alemania. ¿Cómo evaluaría las políticas que ella y su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), han seguido desde 2005? Más específicamente, ¿cuáles han sido los efectos en la política interna y externa?
Ingar Solty: Angela Merkel llegó al poder en 2005 después del primer gobierno de centro izquierda desde 1982, el gobierno de Gerhard Schröder (Partido Socialdemócrata de Alemania, SPD). Para entender la política interna y externa de Merkel, uno debe entender el país que heredó.
Merkel estaba en la afortunada posición de convertirse en canciller después de que un gobierno de coalición de socialdemócratas y verdes había implementado políticas neoliberales muy impopulares en beneficio exclusivo del capital alemán y los ricos.
El objetivo clave del gobierno de Schröder era redisciplinar a la clase obrera alemana y reducir las cargas de la patronal en nombre de la competitividad global, basada en la ideología neoliberal de la economía de efecto derrame. Según esta idea, dar recursos a la clase propietaria del capital y proporcionar una situación favorable para los negocios crearía un clima de inversión saludable para que el capital alemán compitiera en el capitalismo globalizado. (N.de la E. uno de los primeros gobiernos en aplicarla fue el de Reagan en los 80, con una histórica bajada de impuestos. Se difundió a partir del Consenso de Washington, en 1989, que establecía 10 fórmulas para los paquetes de medidas a aplicar en «países en desarrollo». Chile, México y Argentina fueron las mayores víctimas de la teoría del derrame. En 2013, el Papa Fancisco, desacreditó públicamente la teoría económica del derrame, en un documento oficial de la Iglesia católica. En 2015, esta teoría económica fue desacreditada por falsa por el mismo FMI).
Según el relato socialdemócrata, Alemania tuvo que rendirse a las fuerzas del mercado global y desmantelar los servicios sociales para mantener el Estado de bienestar.
La llamada Agenda 2010 y las reformas de Hartz, son programas que implementaron cuando el predecesor del Partido de la Izquierda (DIE LINKE), el Partido del Socialismo Democrático de Alemania Oriental (PDS), fue expulsado del Bundestag durante tres años, con la excepción de dos candidatos elegidos directamente.
Esto significaba que la única «oposición» a estas medidas provenía de la derecha liberal y conservadora (la CDU / Unión Social Cristiana en Baviera, CSU, y el Partido Democrático Libre, FDP), que querían que la reestructuración fuera aún más lejos.
La principal iniciativa del gobierno del socialdemócrata Schröder era terminar con el bienestar alemán tal como lo conocíamos. Una tremenda campaña de la clase política, en alianza con los medios corporativos, proclamó a Alemania como el «hombre enfermo de Europa». El relato decía que el Estado del bienestar estaba sobrecargando la competitividad alemana.
Desmontando el Estado de bienestar: ataque a las pensiones públicas
Los intereses de la clase capitalista se promovieron, en primer lugar, desmantelando el sistema tradicional de pensiones públicas. Hasta entonces, el capital y el trabajo habían llevado la misma carga de aportar por igual al sistema público. En nombre de la competitividad, esta reforma disolvió la fórmula anterior, redujo el aporte que tenía que hacer la patronal, redujo el nivel general de pensiones del 52,9 al 46 por ciento de los ingresos anteriores (para calcular las jubilaciones) para 2020 y al 43 por ciento para 2030; aumentó la edad de jubilación de 65 a 67 años, y solicitó a los ciudadanos que se pagaran planes de pensiones privadas, un modelo de negocio rentable para capital excedente en busca de oportunidades de inversión. El efecto fue un rápido crecimiento de la precariedad de las personas mayores, y de la pobreza. De repente, se vio por todas partes a personas mayores recorriendo los contenedores de basura públicos y privados, en su búsqueda de botellas vacías para vender, por las vuales les darían 8 centavos por cada una. Son la manifestación visual de la Agenda 2010. La pensión alemana promedio actual asciende a 906 € (2018). En Francia, representa aproximadamente un 50 por ciento más (con un promedio de € 1,400). Sin embargo, esto no impide que la prensa alemana informe a los huelguistas generales franceses de 2019–20 que “necesitan reformar su sistema de pensiones y seguir el modelo alemán”. Mientras tanto, en Alemania, cada vez más personas dependen de comedores populares. Sólo en 2019, el número de usuarios aumentó en un 10 por ciento y se duplicó entre las personas jubiladas, llegando a un total de 1,65 millones de personas. Muchas personas ya no pueden pagar sus facturas. Por ejemplo, en 2018, se cortó la electricidad por impago en 344.000 hogares. Sin embargo, en lugar de luchar contra la propagación epidémica de empleos informales y de bajos salarios, que son causa de la pobreza en la vejez, o ayudar, por ejemplo, a las personas pobres a reemplazar sus refrigeradores viejos que consumen mucha energía y disparan la factura de la electricidad, ¿qué hizo el gobierno?, en Baden-Württemberg, el gobierno de coalición de Verdes y conservadores gastó dinero público en enseñar a los pobres cómo ahorrar energía, como si fueran niños pequeños.
Disciplinar a los trabajadores: bajar salarios y subsidios de desempleo
La segunda iniciativa fue redisciplinar a la clase trabajadora como condición previa para aumentar la tasa de explotación y reducir los salarios alemanes. Acompañado por otra campaña de medios corporativos, el gobierno identificó y destapó algunas “manzanas podridas” en el sistema de bienestar alemán para desmantelar el sistema de seguridad social para todos. Los medios de comunicación y los periodistas de la clase media alta participaron felizmente en la caza de brujas contra los que se aprovechaban del sistema, en lugar de analizar las consecuencias de tales reformas. El antiguo seguro de desempleo, desarrollado como un sistema de seguridad social universal contra los riesgos sistémicos del capitalismo, fue aplastado y reemplazado por leyes neofeudales para pobres. El nuevo sistema de Arbeitslosengeld II, que imitaba a la Asistencia Temporal para Familias Necesitadas, creada por Bill Clinton en 1997, esencialmente significa que, después de doce meses de desempleo (o dieciocho meses, para los trabajadores de más edad), se pierde todo lo que aportó al sistema a través de impuestos sobre los ingresos laborales, y se queda a merced de un sistema punitivo de guerra a los trabajadores. En esencia, las reformas de Hartz fueron una forma de despojo de los ingresos laborales. Y lo que solían ser derechos sociales en un sistema basado en la solidaridad de la clase trabajadora ahora es esencialmente un sistema de limosnas otorgadas por el Estado en un sistema paternalista similar a una relación padre-hijo: si te comportas bien y no actúas mal, recibes una suma que te impide morir pero es muy poco para vivir como un ser humano. Si no te comportas, el Estado te sanciona recortándote aun más el subsidio. Y hasta que hubo una decisión en contra de la Corte Suprema en noviembre de 2019, era legal reducir el subsidio de asistencia social más allá del 30 por ciento. Este sistema, en el transcurso de los últimos quince años, traumatizó a millones de personas, eliminó los ahorros de la gente, y violó perpetuamente el primer artículo de la Constitución alemana según el cual la dignidad de un ser humano es «inviolable».
Esto dice mucho acerca de la hegemonía del neoliberalismo en la llamada “socialdemocracia de la Tercera Vía” -Nuevos Demócratas en los Estados Unidos, Nuevos Laboristas en el Reino Unido, y la Neue Mitte (Nuevo Centro) en Alemania-, que aplicaron estas medidas de acuerdo con la antropología profundamente pesimista y conservadora de la Escuela Austríaca, que esencialmente considera a los trabajadores como bandidos egoístas mientras que trata al capital global (grandes bancos y compañías de seguros) con la mayor confianza, desregulando los mercados laborales y financieros para que las corporaciones privadas maximicen las ganancias. En otras palabras, hubo partidos de izquierda que desconfiaban de su propia base considerándolos “tipos perezosos» y «tramposos egoístas», pero al mismo tiempo tenían fe en que la clase capitalista actuaría en el mejor interés de la sociedad a pesar de perseguir siempre el peor objetivo imaginable: la maximización de beneficios. La pregunta realmente es: ¿Quién necesita a la derecha autoritaria pro-capitalista si ésta es la izquierda emancipadora y pro-trabajadores que existe?
También dice mucho sobre la mentalidad predominante de ascenso social dentro de la socialdemocracia alemana y el carácter completamente burgués de los Verdes alemanes que, cuando se trataba de los más pobres de la sociedad, para hacer cumplir las leyes del plan Hartz empleaban a un ejército de funcionarios públicos para revolver bajo de cada alfombra y piso de madera de las casas de los pobres, empeñados en encontrar incluso el último centavo escondido que permitiría al Estado negarse a pagarles un subsidio a los trabajadores desempleados, que, como dije, ellos mismos habían pagado previamente al sistema . Al mismo tiempo, el gobierno redujo la supervisión pública del capital, lo que facilitó un tremendo grado de evasión y fraude fiscal entre los súperricos, incluido el escándalo del impuesto al valor agregado (IVA) y un sonado escándalo bancario. Se estima que para el contribuyente alemán, los costos sólo de estas dos evasiones fiscales, es de entre 6 mil y 13 mil millones de euros para el escándalo del IVA y entre 10 mil y 30 mil millones de euros, el fraude del banco. Para poner esto en perspectiva, hay que saber que todo el presupuesto del Ministerio de Educación e Investigación fue de 18.270 millones de euros en 2019. Y el gasto público para programas de vivienda social en medio de la mayor crisis de vivienda desde la Segunda Guerra Mundial ascendió a sólo 1.500 millones de euros.
Las leyes del plan Hartz fueron uno de los crímenes más grandes, si no el más grande, en la historia alemana de la posguerra y encarnan un punto de ruptura clave desde la época de las privatizaciones a precios de derribo de las empresas públicas de Alemania Oriental que siguieron a la llamada reunificación en 1990. Todo lo que siguió, incluido el surgimiento de la extrema derecha, no puede explicarse sin referencia a la Agenda 2010 y al plan Hartz.
El científico social alemán y ex candidato presidencial Christoph Butterwegge tiene razón cuando argumentó que el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) es un «presente» tardío de las reformas de Hartz, porque ha provocado deliberadamente el miedo al desclasamiento económico y la marginación profunda, en el centro de la sociedad. Después de todo, las nuevas leyes significan que no importa cuán altos sean sus ingresos salariales en este momento, porque si queda desempleado tiene sólo doce meses hasta caer en la exclusión social total y la pérdida de soberanía personal y la dependencia de la caridad. Esencialmente, si pierde su trabajo, perderá su hogar y su auto, financiados por crédito, entonces puede perder a su familia como resultado de la tensión emocional y, al final, pierde su dignidad como ser humano en sistema de trabajo alemán.
Las leyes del Hartz, por lo tanto, sancionan a los pobres marginados, pero, y esto es crucial, han disciplinado a toda la clase obrera alemana, la han disciplinado en las negociaciones colectivas, e individualmente aceptando los peores tipos de trabajos precarios que el mismo gobierno de Schröder permitió. Como el sociólogo Klaus Dörre de la Universidad de Jena (en Turingia) ha señalado, este tipo de precarización funciona como «vasos comunicantes», penetrando en la sociedad en general y dispersando los temores existenciales y una sensación subjetiva de impotencia económica en toda la clase media de profesionales, altamente calificados y aún trabajadores muy bien remunerados. Y ese era el propósito consciente: porque las personas que están tan muertas de miedo de perder sus trabajos harán todo tipo de concesiones en los procedimientos de negociación, tal como lo estaba haciendo el sindicato alemán de trabajadores metalúrgicos, incluso antes de la recesión del COVID-1. En la ronda de negociación colectiva de 2020 no hay demandas salariales a cambio de que la industria alemana ofrezca garantías laborales, en medio de procesos de automatización impulsados por el capital.
Entonces, agregue digitalización y robotización a la ecuación y al hecho de que hoy en día muchos trabajadores no saben si su trabajo seguirá existiendo dentro de diez años, incluidos el trabajo de abogados, médicos, traductores y periodistas, y podrá comprender cómo esa disciplina ha funcionado Y mientras el centro neoliberal esencialmente dice que no hay alternativa a esta situación, que cada persona debe adaptarse a ella por sí misma; la extrema derecha reclama «soberanía» y utiliza los temores sociales y la impotencia en beneficio de sus propios planteamientos de una sociedad racial y socialmente homogénea.
Hoy en día, algunos cuadros neoliberales y de derecha del SPD (partido socialista alemán), así como los medios burgueses, todavía defienden la Agenda 2010. Argumentan que a principios de la década del 2000, Alemania sufría desempleo masivo y según su relato, los mercados laborales y los trabajadores necesitaban ser más «flexibles» para impulsar el empleo. La lógica en sí misma es irónica: debe ser más fácil despedir trabajadores para poder emplear a más de ellos, todo en nombre de la «resiliencia del mercado laboral». Esto revela la naturaleza del capitalismo que, para que funcione correctamente, los trabajadores deben tener miedo. Sin embargo, incluso en sus propios términos, esta lógica era una mentira. Cuando se observan los datos, se puede ver que la cantidad de horas trabajadas no aumentó en absoluto. En cambio, lo que aumentó fue el número de trabajadores, involuntariamente contratados a tiempo parcial, dentro del sector de bajos salarios ampliamente expandido, el más grande de toda Europa, con un 25% de los trabajadores. Además, muchos de los empleos creados no aportan en absoluto a los sistemas sociales; por el contrario, las reformas simplemente aumentaron el número de empleos complementados por los copagos del gobierno (debido a que pagan por debajo del mínimo). En otras palabras, el gobierno está subsidiando la sobreexplotación privada con fines de lucro, incluida la sustitución de los empleos sindicalizados del sector público de antes, por los llamados «empleos de 1 euros» proporcionados por asociaciones público-privadas en el sector de trabajo social.
La neoliberalización de la socialdemocracia causó el ascenso de la extrema derecha
Merkel fue muy afortunada de llegar al poder cuando todas esas medidas neoliberales en interés de la clase capitalista habían sido implementadas por un gobierno socialdemócrata y verde. Estas medidas destruyeron al Partido Socialista Alemán (SPD) y a su legitimidad hasta el punto de que los socialdemócratas no han podido recuperar su credibilidad y nunca podrán recuperarse de la desilusión que fomentaron. El SPD era algo así como el perro servil que hacía todo lo que su amo le pedía y luego es abandonado por inservible en algún lugar de la carretera. Debido a sus políticas contra su propia base de clase trabajadora, desde 1998, cuando todavía recibió 20,2 millones de votos, el SPD ha perdido a más de diez millones de votantes desilusionados, que se han repartido entre la abstención, DIE LINKE, los Verdes y, últimamente, incluso la AfD (Alternativa por Alemania, la ultraderecha). En 2017, el SPD recibió 9,5 millones de votos y el 20,5 por ciento de la participación de los votantes. Hoy, representa entre el 11 y el 17 por ciento en las encuestas. Desde que el gobierno de Schröder asumió el cargo en 1998, el SPD ha perdido casi la mitad de sus militantes, de 755.000 a 419.000 en la actualidad. Los líderes del SPD y los principales sociólogos políticos dirán que esto se debe a la erosión del medio social y moral y a la desconfianza en los partidos políticos y las instituciones sociales en general. Esto es una tontería. Simplemente no quieren enfrentar la realidad de que esto no es un desastre natural sino un desastre provocado por el hombre, el desastre de la neoliberalización de la socialdemocracia. El ejemplo del Partido Laborista del Reino Unido muestra que esto no es un desarrollo cíclico inevitable sino político; desde que la revuelta socialista de Jeremy Corbyn entusiasmó a la base del Partido Laborista, casi se triplicó la militancia, pasando de 201.293 el 6 de mayo de 2015, el día antes de las elecciones generales, a 580.000 en enero de 2020. El Partido Laborista del Reino Unido hoy es el partido socialdemócrata más grande del mundo, impulsado por una nueva generación de jóvenes activistas socialistas.
En la década del 2000, Margaret Thatcher dijo que Tony Blair y el New Labor fueron su mayor logro (es decir, haber vuelto neoliberales a los partidos que deben defender los intereses de los trabajadores). Del mismo modo, Schröder debería decir que Merkel fue su peor logro. Lo único injusto es que los Verdes, cuya base es la nueva pequeña burguesía liberal de izquierda, se vio mucho menos afectado por las leyes del Hartz, esencialmente permanecieron indemnes a la política neoliberal del gobierno de Schröder y ahora están preparados para formar gobiernos sólidamente burgueses con los conservadores
DV: Entonces, ¿está diciendo que el ascenso de la extrema derecha es en realidad obra de Merkel y será su legado duradero? ¿Cuál es la relación entre su política concreta y el surgimiento de la extrema derecha?
IS: La suerte de Merkel es de ser heredera de la neoliberalización realizada por el centroizquierda, heredera de una clase capitalista alemana súper competitiva, transformada en un estilo de gobierno muy particular. En la convención de la CDU, en Leipzig, en 2003, Merkel, que presidía el partido en ese momento, aun no se había presentado como un halcón neoliberal e intransigente de derechas. Eso ocurrió cuando promovió el modelo del Deutsche Bank y un modelo de un impuesto fijo. También fue el momento en que voló a los Estados Unidos y se disculpó con George W. Bush por la negativa de Alemania a participar abiertamente en la desastrosa «guerra contra el terror» estadounidense en Irak. Su artículo de aquel entonces, «Schroeder no habla por todos los alemanes «, publicado en el Washington Post, es para los libros de Historia. A nivel nacional, su liberalismo de línea dura la perjudicó seriamente y fue el motivo de que casi perdiera las elecciones generales de 2005 a pesar de la increíble insatisfacción que había con Schröder y el SPD.
Como resultado, Merkel desarrolló un tipo de decisión presidencial y oportunista, dejando el trabajo duro a sus ministros, culpando a ellos de decisiones impopulares y cambiando de posición cada vez que parecía oportuno. Esto implicaba una forma moderada de modernización liberal, que incluía un permiso de maternidad y paternidad semi-feminista, guarderías, legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, etc. Por ejemplo, después de la catástrofe nuclear de Fukushima de 2011 y ante las tremendas protestas antinucleares, Merkel cambió repentinamente sus posiciones sobre la extensión planificada de las licencias de operación de las centrales nucleares alemanas: declaró al momento que Alemania iba a terminar con la energía nuclear. Esto no fue difícil de hacer ya que, en ese momento, era un objetivo político que contaba con el apoyo de las tres cuartas partes de la población. Al mismo tiempo, esta cooptación y absorción de las demandas de los opositores políticos de la izquierda tuvo el efecto de la desmovilización asimétrica. Al final, el cambio en la política de energía nuclear no impidió, como se pretendía, el ascenso previsto de los Verdes con un primer ministro presidente en Baden-Württemberg, el antiguo maoísta convertido en muy conservador Winfried Kretschmann. En general, Merkel mostró una flexibilidad no vista desde el rey prusiano ante las revueltas populares de 1848, que instauró el:” ¿Hay una revolución contra ti? ¡Simplemente date la vuelta y di que la estás liderando!”.
Pero Merkel no lideró. En general, ella representa el status quo, especialmente en términos de economía política. Sin embargo, ese status quo creado por el gobierno de Schröder era insostenible. El centro no pudo aguantar. Algo tenía que ceder.
El miedo a desclasarse dentro de la sociedad alemana, si no se resuelve, tiene que encontrar un tubo de escape. La pérdida de fe en la socialdemocracia, esta situación de indistinguibilidad entre los partidos políticos, esta crisis de representación, tuvo que encontrar un recipiente.
Y ese barco fue, durante un tiempo y hasta cierto punto, DIE LINKE, que logró regresar al Bundestag con la ayuda del ex presidente del SPD y ministro de finanzas neokeynesiano, Oskar Lafontaine, considerado en algún tiempo como el «hombre más peligroso de Europa” por la prensa sensacionalista británica porque, en 1998, tenía la intención de volver a regular los mercados financieros de la eurozona. Durante un tiempo, DIE LINKE fue brutalmente hostigado por todos los demás, especialmente por los socialdemócratas y por casi todos los medios de comunicación. Y sin embargo, DIE LINKE solo capturó aproximadamente un tercio de todos los votos que los socialdemócratas habían perdido. La crisis de representación significó principalmente un crecimiento de la abstención de los votantes, y han sido principalmente de los no votantes y de la CDU, de donde la extrema derecha de AfD ha ganado sus seguidores.
Al no deshacer el daño hecho por sus predecesores, Merkel pasará a la historia como la canciller que le falló a Alemania. Y no sólo a Alemania, sino también a Europa y al mundo.
Una crisis global de seis dimensiones
Merkel y su gabinete fracasaron al negarse a lidiar con lo que llamo la crisis global de seis dimensiones del mundo. Esta crisis global se extiende por seis niveles, cada uno de los cuales tiene el potencial de barbarizar a la sociedad.
Esta crisis es obviamente económica y, como tal, ha regresado rápidamente acelerada por el COVID-19. Antes de que el virus condujera al colapso de las cadenas de suministro internacionales y al cierre de las fronteras, las tasas de crecimiento alemanas eran tan bajas como lo habían sido en el 2009, en el punto álgido de la mayor crisis del capitalismo global desde la Gran Depresión de la década de 1930, que en ese momento llevó al surgimiento del fascismo europeo. Al mismo tiempo, la crisis actual no es sólo una de la economía capitalista y su arquitectura financiera.
En segundo lugar, también es una crisis de política y cohesión social (piense en la precarización, la digitalización y la forma en que la comercialización lleva a un desarrollo muy desigual en las regiones geográficas).
Es, en tercer lugar, una crisis de las relaciones de género, dada la forma en que la feminización de los mercados laborales se produjo en condiciones neoliberales de bajos salarios y pobreza para la vejez, y también cómo las políticas de austeridad gravan aún más a la familia nuclear con la peor parte de la situación, trabajo reproductivo y social no remunerado de cocinar, lavar, limpiar, comprar y cuidar a jóvenes y adultos mayores.
Es, en cuarto lugar, una crisis de la democracia, dado que las políticas neoliberales han erosionado los sistemas de partidos de posguerra y a los partidos tradicionales, transformándolos en múltiples sistemas de partidos y han llevado al surgimiento de la extrema derecha, hasta el punto de que ahora es capaz de llegar al poder y ganar mayorías a nivel mundial, desde Donald Trump, hasta Narendra Modi en India, Jair Bolsonaro en Brasil, Viktor Orbán en Hungría, Jarosław Kaczyński en Polonia, etc.
En quinto lugar, la crisis actual es una crisis de orden mundial, resultante del declive hegemónico del imperio de EEUU, el surgimiento de China y la rivalidad en la alta tecnología en la que están involucrados.
Y, en sexto lugar, la crisis es una crisis civilizacional de sostenibilidad ecológica y catástrofe climática inminente.
Ahora, no entraré en detalles, pero si observa cómo el gobierno de Merkel abordó estos diversos niveles de la crisis, verá políticas muy tímidas y estructuralmente conservadoras, una política de confusión pero sin ninguna visión de la sociedad que incluya todos.
Sin esa visión, estoy absolutamente convencido de que el surgimiento del nacionalismo autoritario de derecha será imparable.
La forma en que el gobierno de Merkel está obstruyendo que se pongan en marcha en la UE los llamados coronabonos; reforzando la insolidaridad europea durante la crisis, arriesgando una vez más la desintegración de la eurozona, revela que su política no ha cambiado.
DV: ¿Cuál es el estado de la CDU hoy? ¿El ascenso de la extrema derecha los ha llevado a un cambio de rumbo?
IS: La CDU solía ser el socio natural de la burguesía y el partido gobernante natural. Desde 1949, cuando la CDU se formó, dirigió el gobierno nacional durante 54, de los 71 años desde el fin de la guerra. Es el partido de gobierno y ese hábito caracteriza a todos los miembros de la CDU. Es de esperar que un grupo de ganadores reclame el liderazgo y tenga una visión audaz para sacar a Alemania de la actual crisis civilizatoria. Sin embargo, hasta el impulso potencialmente efímero que dio la crisis del COVID-19, tocando la campana de es «la hora de la acción» en todo el mundo, el liderazgo del partido estaba en estado de pánico porque está siendo canibalizado: desde la izquierda por los Verdes, que representan una burguesía transnacionalizada moderna y una nueva pequeña burguesía cosmopolita adaptada al capitalismo globalizado, y por la extrema derecha, que representan un capitalismo no competitivo, intensivo, que apuesta por las energías fósiles y de orientación nacional en combinación con una revuelta popular regresiva contra la modernidad. (N.de la E.: estas características sociológicas regresivas de la extrema derecha -ni siquiera al siglo XX sino al XIX- son muy propias de los radicales españoles de VOX, y también su discurso principal).
Esta regresión es causada por las fuerzas centrífugas de la mercantilización neoliberal. La economía política de las últimas dos décadas ha desgarrado a la sociedad, social y económicamente. El mercado hace lo que mejor sabe hacer: en lugar de tender hacia el equilibrio, crea enormes desequilibrios y caos.
Crea una tremenda desigualdad de riqueza y la divergencia de regiones entre el núcleo capitalista y la periferia; entre el núcleo de la eurozona y su periferia; entre el sur de Alemania y el este y el norte de Alemania; entre las regiones metropolitanas de Alemania y las zonas rurales abandonadas; entre los prósperos barrios del centro de la ciudad y los barrios emergentes y los guetos en las afueras.
Para la CDU y el estilo de política de consentimiento de Merkel, esto, por supuesto, tiene tremendas consecuencias. Es imposible ser una parte orientada al consentimiento en una sociedad económicamente polarizada. La polarización económica es seguida por la polarización política, entre ganadores y perdedores. Y la división ganador-perdedor no es sólo económica en términos de miedo al descenso social, sino que también es simbólica. Debido a que el rápido ritmo de globalización del capitalismo se desarrolla más rápido que la mentalidad de las personas y su capacidad de adaptarse a la modernización necesaria, incluso inevitable, esto crea una brecha entre el antiguo centro simbólico de la sociedad y el nuevo. Esto, supongo, es el trasfondo de la división entre los llamados cosmopolitas, que abrazan la globalización capitalista, y los llamados comunitaristas, que se rebelan contra ella, que en cierta medida también es una división generacional. Esta división generacional se puede observar en muchos casos, incluso en las elecciones del Reino Unido de diciembre de 2019, donde los conservadores habrían ganado un escaso asiento si los millennials (los nacidos a partir de los 80) hubieran sido los únicos capaces de votar, y en los Estados Unidos en la forma en que se desarrolló el comportamiento de votación entre los partidarios de Bernie Sanders y el resto, en las primarias demócratas.
Como consecuencia, la CDU, un partido que pierde alrededor de un millón de votantes en cada ciclo electoral debido a la vejez, está siendo destrozado por los Verdes, quienes representan a la burguesía moderna, y por la AfD, que representa la revuelta contra esta modernidad. Y, como resultado, la CDU se ha convertido en una parte interesada de las divisiones internas, incluido el surgimiento de formaciones como la Unión de Valores, firmemente conservadora, con cinco mil miembros, fundada en 2017. Por ejemplo, durante las elecciones regionales de Alemania del Este en 2019, sus líderes celebraron como una victoria que todavía fueran el partido más fuerte y capaces de formar una coalición contra la emergente AfD. Mientras tanto, en Turingia, se abrieron a la extrema derecha del presidente del partido abiertamente fascista Björn Höcke, quien, en su libro Nie zweimal in denselben Fluss (2018), ha declarado abiertamente un programa de asesinatos en masa que incluye la «remigración» impuesta dictatorialmente a minorías musulmanas y una «sangría» de opositores políticos. En aquel entonces, la CDU consideró las conversaciones de coalición y el 5 de febrero de 2020, apenas una semana después del septuagésimo quinto aniversario de la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo, la CDU cedió junto al FDP libertario al lograr que el candidato del FDP Thomas Kemmerich fuera elegido primer ministro con los votos de la AfD de Höcke, simplemente para expulsar a un primer ministro DIE LINKE muy popular y bastante moderado. Por el momento, estas alianzas con la extrema derecha han fallado, porque las intentaron aún muy tempranamente.
Por el momento, la crisis del COVID-19 está fortaleciendo a los partidos gobernantes en las encuestas, a expensas de los Verdes. Esto estabiliza tanto al gobierno como a la CDU / CSU y es posible que esto pueda durar hasta 2021. Sin embargo, la tendencia general es diferente y desplaza a Alemania hacia las coaliciones nacionales CDU y los Verdes.
En cualquier caso, debido a que un gobierno de coalición de CDU y Verdes será uno de desarrollo impulsado por el mercado, deteriorará los desequilibrios económicos y sociales en la sociedad alemana y, por lo tanto, continuará fomentando los orígenes sociales y económicos del surgimiento de la ultraderecha. Sólo un gigantesco programa de reforma global con cientos de miles de millones en inversiones públicas que aborden, de manera integral, la cuestión social y el cambio climático pueden defendernos del atractivo del fascismo.
Una coalición del partido burgués de la CDU y los Verdes no se apartará del curso neoliberal sino que seguirá una especie de neoliberalismo verde autoritario como la actual coalición de conservadores y los Verdes en Austria. O es probable que una coalición CDU/ SPD en Alemania conduzca a un gobierno de coalición conservador y de extrema derecha en las siguientes elecciones, que tendrán lugar en 2025 o antes. Este será particularmente el caso cuando el proyecto de ley para los rescates en curso de las empreas, exija a la sociedad otra ronda de austeridad, que ya se está formando.
Setenta y cinco años después de la liberación del fascismo alemán y una guerra mundial liderada por Alemania que destruyó Europa y la mayoría de las ciudades de Alemania, y mató a cerca de ochenta millones de personas en todo el mundo, la extrema derecha alemana está de regreso. Y cuando los líderes de los viejos partidos señalan con el dedo hacia el extrema derecha, los dedos en realidad les apuntan directamente hacia ellos: ¡Éstos son tus descendientes! ¡Ésto es lo que has hecho!
En Europa y en la eurozona debería comenzar un programa de reforma radical global, el mínimo necesario para controlar el espectro del fascismo. Sin embargo, el gobierno alemán cedió a la presión de Estados Unidos y lideró la confrontación contra Rusia junto con los gobiernos de Europa del Este, tirando de Ucrania y esencialmente chantajeando y dividiendo al país con la opción de «la UE o Rusia», dividiendo el país en una sangrienta guerra civil.
Como resultado, las viejas visiones de Gorbachev de la «Casa de Europa» y las relaciones de «buen vecindario» fueron destruidas. En cambio, con la excusa del Brexit y utilizando a Trump como pretexto, Alemania y la Unión Europea han acelerado la acumulación de capacidades militares, comenzaron a abogar por la «autonomía estratégica de Europa» y ahora están llevando a cabo las mayores maniobras militares desde el final de la Guerra Fría en la forma de la Trident Juncture de 2018 y la maniobra Defender 2020 de la primavera de 2020.
La carrera armamentista global, de la cual los Estados miembros OTAN son la fuerza impulsora, está desviando recursos cruciales para abordar el cambio climático hacia los preparativos para una guerra.
Una guerra a la que parecíamos estar muy cerca en enero de 2020 cuando el gobierno de Trump mató a Qasem Soleimani, el segundo líder más poderoso de Irán, y el gobierno iraní respondió bombardeando a dos, -aunque en su mayoría vacías- bases militares estadounidenses en Irak y derribó por error un avión civil con destino a Ucrania.
Esta carrera armamentista global es derrochadora y realmente peligrosa. En medio de la crisis de COVID-19, el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas, un socialdemócrata, anunció que estaba decidido a cumplir la demanda de la OTAN de gastar el 2 por ciento del PIB en el ejército.
Para 2024, Alemania tendrá un presupuesto militar más grande que Rusia. Los gastos militares combinados de la OTAN son más de veinte veces mayores que los de Rusia.
Mientras tanto, Rusia está siendo empujada a los brazos de China en lo que parece cada vez más una nueva Guerra Fría entre un bloque liderado por China y un bloque liderado por Estados Unidos, con una debilitada Unión Europea, que ahora ha declarado a China como un «rival sistémico«, como apéndice de Estados Unidos.
Cómo las políticas neoliberales debilitaron la Unión europea
Debido a que el camino neoliberal de integración siguió desde la Ley Única Europea de 1985, que impuso la unanimidad con respecto a las regulaciones económicas, y el Tratado de Maastricht de 1992, que disciplinó a los Estados europeos en la búsqueda de políticas neoliberales de promoción, no condujo al equilibrio económico y la convergencia como proclama la ortodoxia neoliberal que se enseña a los jóvenes en las escuelas de negocios de todo el mundo. Como se mencionó anteriormente, condujo a exactamente lo contrario. Desindustrializó el sur y la periferia de la Unión Europea en el sur y el este de Europa, incluido el antiguo territorio de la República Democrática Alemana, que ahora funciona como proveedor de mano de obra barata y servil sin unidad real, similar a como funciona el sur de los EEUU, mientras que las ganancias generadas particularmente en Europa del Este se repatrían a los centros europeos donde se ubican las sedes corporativas, que cubren los bolsillos de los propietarios de capital, incluido el nuevo récord de 627.000 alemanes que, según los datos oficiales de Statistische Bundesamt, no trabajan porque sus ingresos provienen únicamente de dividendos de capital y alquileres extraídos de inquilinos alemanes. ¡627.000 personas en un país con una población en edad laboral de 51.8 millones! Eso es el 1.2 por ciento.
En cualquier caso, como también saben, Merkel, como líder gubernamental del país económicamente dominante en la eurozona, y su ministro de finanzas, Wolfgang Schaeuble, supervisaron la forma particular en que la Unión Europea resolvió la crisis de la eurozona, concretamente a través de una estrategia interna de devaluación de costos y salarios. Fueron los principales orquestadores del giro de austeridad en la zona del euro que siguió después del resurgir keynesiano de corta duración de 2008-2009 y las esperanzas de un New Deal verde habían sido enterradas. Como resultado, el Pacto Fiscal, es decir, la nueva gobernanza económica en la eurozona, reforzó la arquitectura neoliberal de la UE con sus mecanismos de vigilancia Sixpack, reforzó el castigo de la deuda del gobierno, el retroceso de los acuerdos de negociación colectiva de los trabajadores, y más. Y cuando este tipo de políticas y las medidas de austeridad que lo acompañaron resultaron ser realmente impopulares entre la periferia del sur de la UE, lo que llevó a los movimientos de protesta de clase más fuertes desde la década de 1970, los gobiernos europeos se apegaron a su curso.
Sin embargo, la derrota de la izquierda europea en julio de 2015 realmente funcionó como un catalizador para el surgimiento de la extrema derecha en Europa. Porque, como argumentó el teórico griego-francés Nicos Poulantzas en su libro Fascismo y Dictadura de 1974, en condiciones generalmente insostenibles, no es la fuerza de la izquierda lo que impulsa el fascismo (como reacción) , sino más bien la incapacidad de la izquierda para tomar el poder y realmente cambiar las condiciones materiales de vida para la mayoría de la clase trabajadora, lo que crea un vacío político que luego es llenado por la extrema derecha demagógica.
«No tengan esperanzas de que haya una renovación de la socialdemocracia alemana«
DV: Entonces, ¿cuáles son las posibilidades de renovación de la izquierda en Alemania hoy? El SPD recientemente cambió su liderazgo, ¿qué se puede esperar del nuevo liderazgo del SPD? ¿Existe potencial para una resocialización del SPD?
IS: Es cierto que el nuevo liderazgo del SPD, con Saskia Eskens y Norbert Walter-Borjans, no es el liderazgo que la ejecutiva del partido había esperado. Es cierto que Eskens y Walter-Borjans iban en una plataforma crítica y exigieron una política industrial activa, inversiones públicas y un aumento del salario mínimo. Sin embargo, una vez elegidos, Eskens y Walter-Borjans se acercaron a la derecha interna e hicieron una serie de concesiones significativas. El pequeño impulso que había allí ahora se ha ido, especialmente porque el nuevo liderazgo se abstuvo de cancelar la gran coalición con Merkel, que ha destruido el partido. Mientras tanto, los medios burgueses y la derecha neoliberal dentro del partido ya han comenzado a desacreditar a Eskens y Walter-Borjans. Por lo tanto, la guerra interna del partido está en marcha y los neoliberales parecen ser los probables ganadores.
Está claro que un cambio en la izquierda en Alemania es extremadamente importante para Europa dado el gran tamaño de la economía alemana y el dominio económico del país en Europa. Y, sin embargo, la gente en Europa no debe cultivar la esperanza de que la socialdemocracia alemana se vaya a renovar.
La crisis financiera mundial ha debilitado el centro neoliberal a tal punto que sus partidos conservadores podrían ser asumidos desde la extrema derecha (Trump) y que sus partidos socialdemócratas podrían ser asumidos por la izquierda.
En 2021, cuando habrá nuevas elecciones parlamentarias en Alemania, el SPD habrá estado en el poder durante diecinueve años y ha implementado la neoliberalización exhaustiva de la sociedad alemana y su cambio hacia el militarismo y el imperialismo en el extranjero. Puede imaginarse que durante esos años, fue esencialmente DIE LINKE lo que absorbió a todos los jóvenes idealistas de izquierda, visionarios, críticos del neoliberalismo y activistas del movimiento social y contra la guerra, mientras que el SPD atrajo a personas con mentalidades neoliberales, oportunistas y tecnócratas.
La segunda y más importante razón es que la economía política de Alemania es muy diferente. Socioeconómicamente, los Estados Unidos y el Reino Unido tienen mucho más en común con España, Italia y Portugal que con Alemania. El título alemán del libro de Oliver Nachtwey The Hidden Crisis of Germany (2019) (La crisis oculta de Alemania) es Downwardly Mobile Society (Una sociedad en descenso) pero incluso Nachtwey admitió que Alemania no es una sociedad en la que las clases medias hayan sido desclasadas de hecho. Como dije anteriormente, Alemania se encuentra entre los países donde el problema para las clases medias dependientes de los salarios no es el desclasamiento real, sino el miedo a ser desclasado como resultado de los procesos descritos anteriormente: reubicación de capital, digitalización, desempleo y vejez. La metáfora de Nachtwey de una escalera mecánica descendente es bastante útil. La crisis oculta es esencialmente que las personas, literalmente, tienen que trabajar más y más duro para permanecer en el grupo de ingresos medios que aún disfruta del «estilo de vida alemán» : poseer su propia casa suburbana, dos autos, nadar en Mallorca, y soñar con bucear en Bali. La diferencia entre Alemania, por un lado, y los Estados Unidos y el Reino Unido, por el otro, es que mientras que en Alemania la erosión de la clase media es simplemente temida, en los Estados Unidos y el Reino Unido esta erosión ha tenido lugar durante mucho tiempo, especialmente para los millennials Esto se debe a tres factores clave: (1) la desindustrialización, (2) la relativa debilidad sindical y (3) la deuda estudiantil, y en los Estados Unidos, además la deuda de atención médica privada. Los jóvenes en los países anglosajones pueden girar a la izquierda porque les queda poco o nada que perder. Como argumenta Grace Blakeley, la juventud en Gran Bretaña es anticapitalista porque es poco probable que alguna vez posean capital.
Por el contrario, en Alemania, donde todavía existe una sólida base industrial con cobertura de negociación colectiva (que proporciona altos salarios industriales), donde, después de fuertes huelgas educativas, la educación superior es gratuita nuevamente, y donde la atención médica también es en gran medida gratuita, los jóvenes están girando a la derecha porque todavía tienen mucho que perder.
El pánico generalizado tiende a llevar a las clases medias y media alta a unirse a coaliciones de derecha, como en la mayoría de los países centrales de la UE al comienzo de la crisis, mientras que el desclasamiento permite a la clase trabajadora educada y ala clase media baja, unirse a coaliciones de izquierda, como ha sido durante mucho tiempo, en la periferia sur y oeste de la UE (España, Portugal, Grecia, Irlanda y, en cierta medida, también Italia).
En Alemania, de momento, la extrema derecha es más dinámica que la izquierda porque su mensaje resuena en grandes segmentos de la clase media asustada. Este mensaje equivale a la idea conservadora de que todo puede permanecer como está si la clase media es lo suficientemente despiadada con los refugiados , con los europeos «perezosos» no competitivos de sur y con los pobres. No hay alternativa a la creación de un bloque contrahegemónico de la mayoría de la clase trabajadora en Alemania, que se extienda desde la clase trabajadora con altos ingresos y seguridad laboral, hasta la fuerza laboral precaria.
Para crear un bloque contrahegemónico, la clave será una combinación inteligente de una nueva política de clase, feminista, antirracista, ecológica y un izquierdismo popular inclusivo. Y uno de los campos clave en la lucha será la vivienda, porque Alemania es un país de inquilinos, no de propietarios, y el capital excedente en busca de salidas de inversión rentables en el mercado inmobiliario alemán y la burbuja inflacionaria resultante, está afectando también a los grupos de ingresos medios.
Las posibilidadaes de construir una sociedad socialista
DV: Entonces, si la renovación del SPD es poco probable, ¿dónde deja eso a la izquierda alemana? ¿Y qué hay de DIE LINKE? El programa del partido DIE LINKE establece que el objetivo del partido es construir el socialismo democrático. La transición del capitalismo al socialismo implica que los medios de producción serán propiedad de quienes crean (nuevo) valor, es decir, de los trabajadores. Los capitalistas son los que tienen estos medios de producción y la historia nos ha demostrado que la expropiación de los medios de producción nunca ha sucedido a través de juegos institucionales impuestos por la burguesía, sino por la lucha de clases abierta. Sin embargo, desde afuera, DIE LINKE parece ser un partido que apuesta más al éxito electoral que a agudizar la lucha de clases. ¿Cual es su comentario a esto?
IS: Estoy de acuerdo en que el socialismo se alcanza por la lucha de clases. Será logrado por aquellos que, en primer lugar, tienen un interés objetivo en el socialismo, porque son trabajadores sin propiedades y dependientes del salario, y que, en segundo lugar, tienen los medios para hacer cumplir el socialismo, porque como clase ejercen el único poder que puede desafiar el poder del capital: el poder de retener su fuerza de trabajo a través de la organización colectiva y la huelga. Porque cuando los trabajadores se dan cuenta de que son ellos, junto con la naturaleza, quienes crean toda la riqueza social existente, cuando se dan cuenta de que el capital no es nada sin ellos, que el capital los necesita más de lo que ellos necesitan a los capitalistas, entonces el socialismo se convierte en realidad, o al menos en una posibilidad muy real.
La pregunta clave, supongo, es qué significa la lucha de clases abierta. En general, estoy convencido de que la revolución social en las sociedades capitalistas avanzadas de hoy depende más de transformar el Estado capitalista en un Estado democrático, que de «asaltar el Palacio de Invierno». La revolución en Occidente hoy no se trata de levantar las armas contra el Estado capitalista. Si haces eso, serás asesinado por las fuerzas de seguridad cada vez más entrelazadas con la extrema derecha, como muestra el libro Extreme Sicherheit (Extrema Seguridad). Y no sólo eso: quien entre en el Estado, descubrirá que el poder real se encuentra fuera del estado, en el capital.
En mi opinión, la lucha de clases por el socialismo de hoy necesita organizarse como el ala izquierda del movimiento obrero existente y necesita formar partidos de clase. Los sindicatos son los escudos de los trabajadores, las huelgas son la espada.
Por otra parte, recuperarse de la derrota por el giro neoliberal y reconstruir el movimiento laboral y la izquierda socialista es un proyecto a muy largo plazo. Pero la crisis climática -una crisis causada por el capitalismo y su dependencia sistémica del crecimiento contínuo- no permite largos plazos. En realidad es una situación horrible, difícil de dirigir, pero no hay atajos en la historia, o tienen un costo enorme.
La estrategia transformadora de hoy va más allá del viejo reforma o revolución, y movimientos populares o parlamentarismo. Incluye una política dentro, fuera y contra el Estado.
No nos queda mucho tiempo antes de la crisis del capitalismo global, el surgimiento mundial de la ultraderecha y la inminente catástrofe climática, que nos llevará a una especie de barbarie que puede empequeñecer las barbaridades de las tres grandes crisis del capitalismo pasadas: la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y el giro neoliberal.
Sergio 1:22 pm el 29 junio, 2020 Enlace permanente |
Se utiliza la palabra «facismo» en forma incorrecta. No pretendo hacer una defensa del mismo, pero me parece que estos movimientos autoritarios que están surgiendo no tienen nada que ver con el «facismo», ya que el mismo no era liberal en lo económico, lo que marca una diferencia sustancial con estos movimientos «neo» actuales. Lo que estamos viendo no es mas que el «autoritarismo oligárquico» que finalmente se expresa en forma brutal, sin que lo medios lo puedan ocultar más. Al utilizar la palabra «facismo» no se hace más que ocultar el verdadero origen de la dictadura. La Dictadura de las Oligarquias es lo que pretende imponerse en el mundo hoy.
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D.M. 3:42 pm el 29 junio, 2020 Enlace permanente |
En realidad los fascismos del siglo XX, eran todos liberal capitalistas en lo económico, pero lo ocultaban todo lo que podían . Los fascismos europeos -se acepta ese nombre genérico para todos ellos- competían ideológicamente con los movimientos socialistas y comunistas por captar a la misma base: los trabajadores, por eso tenían que presentarse como una alternativa al capitalismo puro y duro. Pero en realidad, todos ellos tuvieron apoyo de los capitalistas: en Alemania, es bien conocida la implicación de prácticamente todas sus empresas más emblemáticas con el nazismo. Hasta el capital internacional colaboró con el nazismo (las estadoundienses IBM o la Ford, son los ejemplos más conocidos). El Estado seguía siendo capitalista, bastaba con que los empresarios se afiliaran al partido nazi para tener mano de obra esclava (de los campos de concentación) y grandes contratos con el Estado para producir armamento. La clase trabajadora alemana no mejoró en absoluto, al contrario, fueron enviados a una guerra que no podían ganar, en la cual murieron hasta 3 generaciones de una misma familia. Haber caído en el engaño del nazismo sólo les trajo mucho sufrimiento y el oprobio mundial.
La variante española del fascismo (el nacionalcatolicismo franquista) tampoco tuvo nada de anticapitalismo en lo económico. Había un conglomerado de empresas públicas, sí, en manos de la oligarquía española que las administraban como propias, por otra parte, las empresas privadas estaban mayormente en manos de una oligarquía atrasada, ignorante, que no era competitiva en nada, pero como el país estaba cerrado a cal y canto, y tenian una clase obrera discipinada, sin sindicatos, y no había competencía, eran los únicos que prosperaban.
Hubo, sí una idea de función social del capital, de la Falange original, grupo que Franco se ocupó de destruir. Y a los falangistas que lo enfrentaron, los encarceló y hasta mandó a fusilar alguno.
Los movimientos autoritarios de ultraderecha que están surgiendo, -por lo menos en Europa- tienen casi todo en común con aquellas pesadillas que ya vivimos. Y en lo económico no son anticapitalistas, lo que quieren sí, es que se les elimine la competencia de otros capitalistas con los cuales ellos no pueden competir, porque son los sectores más atrasados de industrias insostenibles. No plantean en ningún momento, ni siquiera mejorar los salarios de los trabajadores, sino que buscan un chivo expiatorio de los males que afectan a la clase trabajadora: les dicen que son los extranjeros, que han venido a quitarles el trabajo, que usan la sanidad y la escuela pública, o las ayudas sociales. Lo mismo que hicieron los nazis, buscar un chivo expiatorio.
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