ÁFRICA- TOM SANKARA: El revolucionario asesinado en 1987 vuelve a inspirar a los jóvenes de Burkina Faso

Sankara gobernó Burkina Faso de 1983 a 1987, poniendo en marcha con éxito una revolución económica, social y antiimperialista pionera en el continente, y propuso al resto de África no pagar la deuda externa. Con la única ayuda de la Cuba de Fidel, en 4 años Sankara consiguió para su pueblo unos logros a una velocidad sólo comparable a los de la revolución cubana. Fue asesinado hace 33 años. Burkina Faso, tiene una extensión similar a Ecuador y una población de 19 millones de habitantes (datos de 2017). Fue colonia francesa desde 1898 hasta 1960. Es uno de los países más pobres del mundo.

En 2020 se cumplen treinta y tres años del asesinato de Sankara

XAVIER MONTANYÀ / VILAWEB

El 15 de octubre de 1987, el capitán Thomas Sankara, presidente revolucionario burkinés, fue asesinado víctima de un golpe de estado, encabezado por su mejor camarada y amigo, Blaise Compaoré. Tenía treinta y ocho años. Detrás del complot criminal se cree que estaban Francia, Costa de Marfil, la ‘Françafrique’ – como se conoce la política intervencionista de Francia en sus ex colonias africanas- y Libia, quizá también mercenarios de Charles Taylor y la CIA.

Sankara gobernó de 1983 a 87, poniendo en marcha con éxito una revolución social y cultural antiimperialista pionera en el continente que hoy es admirada por la juventud. Se enfrentó al imperialismo, el neocolonialismo y propuso al resto de África de no pagar la deuda externa. Los poderes fácticos no lo podían tolerar y lo liquidaron.

En 2014, veinte y siete años después de haber sido asesinado, su nombre y su liderazgo fueron referentes de una revuelta en Burkina Faso que liquidó el poder del traidor Blaise Compaoré. El ejército francés lo protegió y le ayudó a exiliarse en Costa de Marfil, concretamente en la capital, Yamusukro, ciudad natal del difunto dictador Félix Houphouët-Boigny, fiel a Francia, que en sus delirios convirtió a su pueblo en una fastuosa y fantasmal capital.

En Yamusukro vive exiliado Blaise Compaoré, el hombre que lo sabe todo sobre la muerte de su amigo y camarada Sankara, y sobre multitud de historias sucias de la ‘Françafrique’ en ese territorio. Sobre él ya pesa una demanda de extradición y detención internacional emitida por un juez de Burkina Faso. Si Blaise habla, caerán cabezas del Estado y de los servicios secretos franceses y estadounidenses, en Libia, en Burkina y en Costa de Marfil. Como el hombre sabe demasiado, empieza a ser incómodo y peligroso.

Desde la revuelta de 2014 y el exilio de Blaise Compaoré, en Burkina algunos testigos del crimen han ido perdiendo el miedo de hablar. La justicia nacional e internacional avanza lenta pero segura. Tras muchos años de lucha judicial, un juez en Burkina Faso que tiene el proceso bastante avanzado y Francia se ha comprometido a desclasificar documentos secretos y su Parlamento también ha pedido una investigación.

Thomas Sankara es una figura de la importancia de Nelson Mandela, Amílcar Cabral, Patrice Lumumba, Julius Nyerere o Kwame Nkrumah. El llamado Che africano luchó contra el neocolonialismo y fue asesinado, pero se ha convertido después de muerto en un referente para los jóvenes africanos.


Tom Sank, líder antiimperialista y precursor de las luchas actuales


El capitán Thomas Sankara tomó el poder en 1983 por la vía de la insurrección junto a otros jóvenes militares pro-marxistas. Su lugarteniente y amigo Blaise Compaoré estuvo siempre a su lado hasta que cuatro años después encabezó la conspiración que puso fin a su vida.

La primera medida de Sankara marcó un antes y un después simbólico respecto del colonialismo. Cambió el nombre del país, Alto Volta, por el de Burkina Faso, que el la lengua mayoritaria del país significa ‘la Patria de los hombres íntegros’. Y sustituyó los suntuosos coches oficiales por modestos Renault-5 negros.

En poco tiempo, el capitán Tom Sank -como le llamaba el juventud- se hizo muy popular: jugaba al fútbol y tocaba la guitarra por la televisión, cantaba las cuarenta a los dirigentes sumisos con Francia, hasta al mismo general Gadafi, a quien expropió un Boeing porque «Libia ya tenía muchos y Burkina Faso cero». Después de haberse dado cuenta de que en todo su país no había nadie con capacidad para pilotar el aparato, abrió sus puertas para que los burkineses pudieran conocerlo por dentro y, finalmente, lo devolvió a su propietario, con una sonrisa de oreja a oreja. Sankara tenía sentido del humor, pero Gadafi, no. (N.de la E. Sankara se distanció de Gadafi por la intervención de Libia en la guerra del Chad, entre 1978 y 1987).

En sólo cuatro años, la revolución hizo milagros. Combatió la desertificación, plantando diez millones de árboles en quince meses. La tasa de escolarización pasó del 6% al 22%. Hizo campañas titánicas de vacunación que le valieron la felicitación de la OMS: dos millones y medio de niños vacunados en quince días. Sin ayudas de potencias extranjeras, y desafiando la negativa de ayuda del FMI, construyó cien kilómetros de vía férrea a mano, con la colaboración de la gente de los pueblos por donde pasaría el tren. Fidel Castro le ayudó. Suprimió los alquileres durante un año, implicando a todos en tareas de rehabilitación y construcción de viviendas. Defendió los derechos de la mujer como nunca nadie lo había hecho en África. Nombró ministros cuatro mujeres y aleccionó a la población contra la mutilación genital femenina, los abusos y la violencia machista. Tom Sank demostró que se podía reconstruir una África más libre, más justa y más africana, liberándose del yugo neocolonial de las ex metrópolis, el FMI y el Banco Mundial. Y por eso era peligroso.

Además, era inmensamente popular y simpático, la gente lo quería con devoción. Su fama cautivaba también a la juventud de Togo y Costa de Marfil, causando inquietud en los dictadores.

Trató con Fidel -de quien era amigo-, con Gadafi, Gorbachov, Mitterrand y con todos los líderes con quienes podía discutir y establecer alianzas de futuro. Hizo discursos radicales en la ONU en Nueva York, en París, y en la Organización para la Unidad Africana (OUA). Cada día era más molesto para las altas esferas del poder neocolonial y la ‘Françafrique’.

Lo consideraban tan nocivo que, después de haberlo asesinado se aseguraron de cortar toda conexión de sus ideas con el pueblo. Un ejemplo triste es lo acontecido con los llamados «alumnos de Sankara»:

Fidel acogió para estudiar en Cuba a muchos chicos y chicas burkineses. Sankara le envió los más pobres, los huérfanos, los más desvalidos. El asesinato les sorprendió a Cuba. Fidel se los notificó y los consoló. Al finalizar los estudios, llegó a Burkina un avión lleno de flamantes peritos agrícolas, veterinarios, maestros, médicos, técnicos … Podrían haber aportado mucho a su país, pero el dictador Blaise Compaoré nunca permitió que trabajaran para poner en práctica lo aprendido en Cuba. Ser «alumno» de Sankara y haber estudiado en Cuba era un estigma.

A pesar de tanto como se ha hecho para silenciar a Sankara, sus discursos hoy se revelan como premonitorios de las luchas actuales: contra la corrupción, la desertización, en favor de los derechos de la mujer y los niños, contra la deuda externa y el neocolonialismo, en favor del comercio justo, la vivienda, la educación y la salud pública. Él lo decía y lo hacía. Y con éxito.

Era un hombre con una sólida formación política marxista y anticolonialista. Sus escritos deberían ser de lectura obligada tanto para los jóvenes africanos, que ya los leen, como para los europeos antiglobalización, los anticapitalistas y los ecologistas. Muchas de las luchas de Sankara, hoy son luchas globales.

La negativa a pagar la deuda externa fue su condena a muerte


François Mitterrand gobernaba con la derecha de Jacques Chirac, que volvió a delegar los asuntos africanos en el siniestro Jacques Foccart, el ‘monsieur Afrique’ de De Gaulle. Presumiblemente, Foccart y Houphouët -el dictador que gobernaba Costa de Marfil- conspiraron para atraer y dominar a Blaise Compaoré, y usarlo para eliminar Sankara, una maniobra en la que se supone que también estuvieron implicados la CIA, Libia y los mercenarios de Charles Taylor (N.de la E. Taylor es un «Señor de la guerra» de Liberia, condenado en 2012 por la Corte Penal Internacional de La Haya a 50 años de reclusión por crímenes de lesa humanidad) . Tenían que montar un buen operativo: se trataba de matar al presidente y además, de cambiar toda una revolución y el sentimiento de un pueblo que había recuperado el orgullo y la confianza, y trabajaba por su futuro con más entusiasmo que nunca.

En julio de 1987 en una cumbre de la Organización para la Unidad Africana en Addis Abeba (Etiopía) Sankara hizo un discurso magistral contra la deuda externa, pidiendo a todos los países africanos reunidos que se negaran rotundamente a pagarla. Entre otras cosas dijo:

«No podemos reembolsar la deuda porque no tenemos con qué pagar. No podemos reembolsar la deuda porque no somos responsables de la deuda. No podemos pagar la deuda porque son los otros los que nos deben lo que las potencias más ricas no podrían pagar nunca: la deuda de sangre. Es nuestra sangre la que se ha derramado».

Sankara era un gran orador. En ese discurso, en un momento determinado, sonrió y pidió que lo hicieran todos los países «porque si lo hace sólo Burkina Faso, os puedo asegurar que en la próxima cumbre de la OUA yo no estaré». Y así fue.

Cuatro meses después, un pelotón lo asesinó junto con doce de sus oficiales y colaboradores en el Palacio Presidencial. Era el fin de la revolución.

Blaise Compaoré revirtió las medidas revolucionarias y se puso nuevamente a las órdenes de la ‘Françafrique’ y el neoliberialismo. Campaoré fue presidente durante veinte y siete años, hasta que en 2014, el fantasma de Sankara comenzó a despertar, arraigado en los sueños e ilusiones de las nuevas generaciones burkinesas.

La verdad de un asesinato neocolonial: el proceso judicial hasta hoy

En 1997 los abogados de la familia Sankara pusieron en marcha varios procedimientos judiciales en Burkina Faso. En abril de 2014 los jueces del Tribunal Superior se declararon incompetentes. Sólo les pedían una orden para comprobar si el cuerpo de Thomas Sankara está en la que se considera su tumba.

En otra línea de acción jurídica, el Comité Internacional de Justicia para Sankara recurrió al Comité de Derechos Humanos de la ONU en 2006, que aceptó la demanda. Pero en 2008 el mismo comité decidió de cerrar el caso sin haber comenzado ninguna investigación.

El mismo año la justicia de Burkina Faso propuso una indemnización a la familia, sin ni siquiera rectificar el certificado de defunción ‘por muerte natural’. La familia no lo aceptó.

Entonces, el Comité Internacional de Justicia para Sankara solicitó la apertura de una investigación internacional independiente. Se apoyan en testimonios de compañeros de Charles Taylor, ex caudillo de Liberia, que contaba haber participado, acusando también Francia y la CIA de estar involucradas en un complot internacional.

Diputados franceses también ha pedido una investigación parlamentaria en Francia sobre el asesinato de Sankara.

En 2015 el nuevo gobierno de transición burkinés autorizó a la justicia a hacerse cargo del proceso. El juez del Tribunal militar inculpó a diecisiete personas, entre las que se encuentran el ex dictador Compaoré y su jefe de estado mayor, Gilbert Diendéré. Los seis miembros de la fuerza que asaltó el Palacio Presidencial a tiros ya se sabe quiénes son. Falta la parte más delicada: saber quién dio las órdenes. En 2016 el juez burkinés pidió la extradición de Blaise Compaoré y que se levantara el secreto de los documentos clave de los archivos franceses. Macron ha prometido que todos los documentos serán desclasificados.

La verdad sobre el asesinato de Sankara pondría definitivamente en jaque toda la retórica imperialista que él combatió y de la que fue víctima.